Corazón de Oro (Capítulo Único)
No todo lo que es oro reluce,
No todos los que erran están perdidos.
-J.R.R. Tolkien, El Señor de los Anillos
Gabriel suspiró, hundiendo la cabeza en su cuaderno de bocetos.
Estaba desesperado. No podía soportar ver cómo su sueño de ser diseñador de moda se le escapaba de las manos poco a poco. Era algo por lo que no estaba dispuesto a pasar.
A pesar de esto, Gabriel era un hombre de corazón fuerte. Un corazón solitario, amable y puro, dispuesto a alcanzar sus metas.
Un corazón de oro.
El único defecto de esto es que el muchacho era muy débil en cuanto a sus sentimientos. Nunca había estado en una relación por miedo a fastidiarlo todo, sólo temiendo a equivocarse. A eso le podríamos añadir que nunca se había sentido atraído por nadie en particular, y eso que era el más cotizado en la clase cuando era algo más joven.
En ese momento, notaba cómo su mundo corría el peligro de derrumbarse. Todo en lo que había trabajado se veía amenazado por un concurso de alto prestigio al que le habían convocado.
Era su gran oportunidad para triunfar, aunque también una para fracasar estrepitosamente.
Todos los participantes, según el propio Gabriel, eran de nivel muy superior. Auténticos profesionales, vaya. Y él, un simple diseñadorcito de pacotilla al que ni siquiera se le había dado un puesto, al menos, de prueba.
Levantóse del cuaderno de dibujo para observar de nuevo su diseño. Tenía ciertos defectos aquí y allá que se podían solucionar, pero estaba seguro de que los jueces le sacarían muchísimos más que el no podía ni detectar.
Todo había que decirlo: era uno de los vestidos más bonitos que había visto nunca (y eso que había salido de su mente). Estaba inspirado en el plumaje de un pavo real, y diseñado de tal manera que no resultara ridículo o exagerado en exceso.
Realzaría completamente la figura de la modelo, marcándole todas y cada una de las curvas que ella tuviera. No contento con esto, la tela sería cómoda y a la vez vistosa, de buena calidad y capaz de sacarle todo el partido al diseño. Por arriba, un precioso color azul brillante; por abajo, un sinfín de preciosas plumas que iban incorporándose al color de forma ordenada y formando un patrón, sin resultar cargantes.
La mujer que lo llevara puesto asomaría una pierna elegantemente por la abertura que se encontraba en el lateral inferior, aunque no de forma obscena o excesiva, sino que era una posibilidad de rematar el plumaje de manera sofisticada.
Las mangas eran transparentes hasta la parte del antebrazo, por donde empezaría a verse el hermoso azul combinado con ciertas partes verdes y una esmeralda que firmaba la manga en la muñeca.
Después de estudiarlo unas cuantas veces más, lo quiso dar por terminado. Cosa sorprendente, pero ahora no es tiempo de analizar la curiosa mentalidad humana. Gabriel tomó su cuaderno, respiró hondo y salió disparado por la puerta de su apartamento. No quería llegar tarde a la competición.
***
-¡Y ahora les presentamos el impresionante diseño de un nombre casi desconocido en el sector: Gabriel Agreste!
El pobre hombre no sabía cómo apaciguar sus nervios. No, no podía arruinarse sus uñas más o menos en condiciones mordiéndoselas. Tenía que tragar saliva y procurar que no se le notara demasiado el tembleque general que se había apoderado de su cuerpo. "¿Y si la modelo no tuviera el cuerpo adecuado para el vestido y no le saca todo el potencial?" se dijo, agobiado. "No, no, estos profesionales saben lo que hacen, probablemente no sea tan malo..."
Las palabras que más resumían su situación eran "Ay Dios mío", las cuales no cesaba de repetir en voz baja.
De repente, todas esas dudas e inseguridades se vieron derrumbadas por la espectacular fémina que apareció en la pasarela.
Sus ojos verdes realzaban completamente los tonos del vestido, y su pelo rubio caía en cascada sobre su espalda descubierta.
El rostro de la mujer parecía haber sido tallado por los mismos ángeles, y como era de esperar, sus curvas se vieron marcadas y estilizadas por el vestido.
La pierna que salía por el lateral de la vestimenta remataba la maravillosa escena, dando una imagen completamente asombrosa.
Gabriel, con los labios entreabiertos y los ojos como platos, observó cómo la modelo se detenía justo delante suya. Giró su cabeza, y le dedicó una sonrisa.
En ese momento, creyó que le iba a dar algo.
Cuando se quiso dar cuenta, el desfile ya había terminado.
-¡Recuerden que conoceremos los resultados del concurso en unos minutos! Mientras tanto, disfruten de un aperitivo.
Ni hambre que tenía. No podía pensar en otra cosa que en el ganador y esa preciosa chica que le había conquistado sólo con pisar la luminosa pasarela.
***
-¡Damas y caballeros, es hora de anunciar el afortunado ganador del concurso de diseño! Recordamos que será premiado con la financiación inicial de un proyecto a su gusto, un certificado de excelencia y un sello especial en su currículum. ¡Un jugosísimo premio que es para...!
Un redoble de tambores resonó en el interior de la cabeza del diseñador, quien estaba a punto de caerse al suelo de los nervios. "Por qué no me he ido ya de aquí, no voy a ganar, no voy a ganar..."
-¡...Gabriel Agreste! ¡Enhorabuena, muchacho!
Al minúsculo ataque al corazón del hombre se le sumó la luz del inmenso foco que lo apuntó, cegándolo por unos segundos. Los aplausos y vítores eran ya demasiado para él.
Se puso de pie rápidamente, con una cara de susto digna de enmarcarse.
Procedió a subir a la pasarela donde se encontraba el organizador de la competición, quien le sonreía de oreja a oreja falsamente.
-Bueno, chico, ¿cómo te sientes? -dijo, hablando por el micrófono.
-Ehh... M-Muy bien, ¡no esperaba ganar! -rio Gabriel, arrancando risitas al público.
-Pues lo acabas de conseguir. Tu diseño ha sorprendido al jurado, ¡una selección divina de colores y formas, combinadas en un precioso vestido inspirado en el asombroso plumaje de los pavos reales! Incluso los materiales que has elegido eran todo un acierto. ¡Una obra maestra!
Las luces del ambiente disimulaban las mejillas sonrojadas de Gabriel. Todo aquello era un sueño hecho realidad.
-Como parte de la exhibición, daremos paso a la modelo que ha lucido esta pieza para que la vuelva a enseñar. ¡Que salga, s'il vous plaît!
Gabriel se dio la vuelta para encontrarse con la mirada de la chica, la cual le sonrió de nuevo.
-Enhorabuena -murmuró con una dulce voz.
-M-Muchas gracias...
La mujer le entregó el certificado con cuidado de no arrugarlo.
-Ahora, ¡foto conmemorativa!
No sólo un flash, sino miles de flashes acribillaron a los tres. Se veía que la chica estaba acostumbrada a eso, ya que no movía ni un músculo. En cambio, a Gabriel le costó adaptarse.
Tras unos incómodos segundos de no dejar de posar para las hambrientas cámaras, el organizador volvió a tomar la palabra.
-Están todos invitados a la cena de celebración. ¡Nos vemos allí!
Apagó el micrófono y se dirigió a Gabriel.
-Felicidades de nuevo. ¿Por qué no vamos al backstage y entras a la sala del banquete conmigo, oui? Así es más exclusif, je, je.
-Me encantaría -contestó tímidamente-. Nunca he estado en uno de verdad.
-¡Pues ya va siendo hora! Te espera un futuro lleno de emociones, muchacho. Disfrútalo al máximo.
-Una última pregunta, monsieur... ¿Quién es la modelo que ha vestido mi diseño?
-Ah, ¡Paonine! -exclamó con tono de admiración-. Una chica estupenda, aunque algo tímida. Si quieres te la presento luego, es encantadora.
Gabriel se mordió el labio. ¿Tímida? Él juraría que no lo parece en absoluto.
-Se lo agradezco. La he visto mucho potencial y me gustaría mantener el contacto con ella -sonrió.
-Me alegra saber que quieres conocer a Nine. Se nota que sabes de moda y buenas modelos.
El muchacho se llevó las manos a la espalda. Él sabía muy bien por qué lo hacía, y no era sólo por esas razones.
***
El diseñador se encontraba apoyado en una pared, con su bebida en la mano. De vez en cuando, algún interesado se acercaba a hablar con él, pero Gabriel era más bien callado.
Buscaba con la mirada a su objetivo: Paonine, la preciosa y talentosa modelo que había conquistado su corazón de oro.
Andaba sumido en sus pensamientos cuando escuchó una vocecita a su lado.
-¡Hola!
Ahogó un grito, girándose hacia la persona que lo había sobresaltado. Al ver el ridículo que había hecho delante de su amor platónico, se empezó a reír nerviosamente.
-¡Oh, mis disculpas! ¿Le he asustado?
-¡No, para nada! Sólo estaba despistado, ja, ja...
Un incómodo silencio se apoderó del momento, aliándose con la terrible timidez de ambos.
-Paonine, ¿verdad? -Gabriel se lanzó a la piscina.
-¡Exacto! Encantada de conocerle, señor Agreste -dijo, inclinando ligeramente la cabeza-. Tengo entendido que quería hablar conmigo.
-¡Por supuesto! Ehh... quería decirle que ha captado la esencia del vestido con gran acierto. Sus movimientos en la pasarela la han reflejado extraordinariamente.
Nine desvió la mirada, halagada.
-Muchas gracias por sus amables palabras. Cuando vi su vestido me sentí totalmente identificada con él. ¡Nunca había visto uno igual!
El otro no sabía cómo seguir. Quería confesarle todo lo que había sentido al verla, pero sería muy maleducado por su parte.
-Gracias. Me alegro de que te haya gustado. Perdona mi carácter repentino, pero ¿te gustaría tomar un café un día de estos para hablar de una posible colaboración?
Una hermosa sonrisa apareció en el rostro de la chica, llena de emoción.
-¡Qué ilusión! ¿Lo dice en serio? Estaría encantada. Tome mi número.
Le entregó una pequeña tarjeta en la que se encontraba escrito el supuesto teléfono de Paonine.
-Llámeme cuando guste, ¿de acuerdo?
-C-Claro, señorita.
-Mucho gusto. Que disfrute de la cena.
Se retiró asintiendo con la cabeza.
Agreste estaba helado. ¿Lo había conseguido de verdad?
¿Había conseguido que esa musa le diera su número?
No podía creerlo.
-Ah, ¡ya veo que no hace falta que te la presente! -pronunció el organizador, dirigiéndose hacia Gabriel-. ¿A que es un encanto?
-Sí... -murmuró Gabriel, cautivado-. Lo es.
***
Habían pasado algunos días desde el concurso, y los de la organización ya le habían enviado a Gabriel todo lo necesario para comenzar su carrera como diseñador.
En ese momento, él se encontraba sentado en un banco del parque, esperando la llegada de su querida Paonine.
Se trataba de su primer encuentro aparte del desfile, en el que hablarían de negocios y otros motivos laborales.
Un sol espléndido inundaba el ambiente con sus rayos.
Estaba completamente solo en aquel lugar. Eso le gustaba, ya que así disfrutarían de un poco de privacidad.
Miró su reloj de pulsera. Las once y media de la mañana exactamente.
Al retirar la mirada del aparato, observó con gozo cómo Nine se aproximaba a su localización.
-Qué puntualidad, así da gusto -dijo el hombre, incorporándose.
-Bonjour, señor Agreste. ¿Cómo se encuentra?
-Excelentemente, gracias. Siéntate, si gustas.
-Gracias.
Una vez que ambos se encontraban sentados en el banco, Gabriel procedió a abrir su archivador.
-Primero quería enseñarte mis diseños para mi primera colección. Los he hecho... -carraspeó-. Los he hecho pensando en tu figura, ya que eres justo el tipo de modelo que necesitaba. Dime qué te parecen, si no es problema.
La otra observó cada dibujo en silencio, con una expresión seria.
Esto la tomó unos minutos.
-¿Y bien? -dijo Gabriel al llegar al final.
-Yo... -soltó una pequeña risita-. No tengo palabras, ¡son todos preciosos!
-Venga, no hace falta que mientas, no me voy a ofender.
-¡No, no, le juro que lo digo en serio! Nunca había visto tanta originalidad en una colección, y mucho menos tanta variedad.
Agreste se sonrojó.
-¿D-De veras?
-Me encantan sus diseños. ¡Estoy deseando probármelos! Le admiro mucho.
En ese momento, ambas miradas se encontraron en un mar de inseguridades y cariño. Ahí fue donde sus corazones se reconocieron y pasaron a ser uno.
El de la fémina, un corazón virgen, el cual no había sido descubierto por ninguno más que el de Gabriel, pero avistado por otros corazones con deseos impuros.
Y el del hombre, un corazón sin límites, lleno de amor y compasión.
Un corazón de oro.
-Perdóname -dijo el chico, saliendo de su trance-. Es que estaba en otra cosa.
-Gabriel, yo... No sé si debería decirle esto a mi futuro nuevo jefe, pero ha sido tan repentino...
-¿De qué se trata?
-Yo... Le amo, señor Agreste. Aunque no lo sepa, vi su rostro en un sueño, y usted mismo me dijo que me estaría esperando. Sentí cómo latía un corazón dorado en su pecho, y sus latidos se coordinaban con los míos. En cuanto le vi en persona, fue simplemente... un sueño hecho realidad, ya que sentí lo mismo.
Agreste se quedó mudo.
-Paonine...
-¡Me puedo ir si quiere! No quiero incomodarle--
-¡Paonine! -exclamó mientras agarraba sus hombros suavemente-. Yo también te amo. Demasiado. Tenía miedo de decírtelo, porque soy un cobarde. Pero ahora comprendo que lo que siento por ti lo sientes tú también por mi.
Sus manos se juntaron dulcemente.
-Te quiero.
-Yo también, Paonine.
Un sólo beso conquistó el solitario parque. Un beso apasionado, desesperado y por fin, correspondido.
Ninguno de los dos se percató de la pequeña figura que los observaba desde un árbol, apoyada en un bastón.
-Maestro -susurró una especie de criatura voladora-. Creo que son los perfectos candidatos.
-En efecto. Un corazón puro es fundamental para albergar un miraculous. Nunca había visto tal acto de amor en todos estos años de vida.
***
Teletransportándose de un lado a otro, Lepidóptero buscaba desesperadamente a Heraclys, la miraculous del pavo real que, al mismo tiempo, era su querida mujer y madre de su hijo.
La avalancha de nieve era terrible. Agreste temía por la vida de Nine, la cual debía de estar herida. No podía comunicarse adecuadamente con ella, ya que su transmisor estaba muy estropeado.
"Esto no puede estar pasando" se decía una y otra vez Gabriel.
-¡Paoniiiiine! ¿Donde estás? ¡Heraclys!
Era inútil. La montaña entera se estaba derrumbando y no podía hacer nada. Para colmo, estaba a punto de acabarse la transformación de Lepidóptero.
Cayó tropezándose sobre una roca, volviendo a ser Gabriel Agreste.
En ese momento fue cuando divisó la silueta de una mujer, intentando incorporarse.
-¡PAONINE!
De repente, escuchó su teléfono sonar. Lo cogió al ver que era ella misma la que le llamaba.
-Sal de ahí, Nine, ¡por el amor de Dios!
-Shh. Cariño, estoy herida. No podré salir a tiempo.
-¡No voy a permitir que mueras! ¡Avisaré a--!
-Tranquilízate, mariposita -murmuró con la voz propia de una madre-. Es mi hora. Siento que ocurra esto delante de tus hermosos ojos. Dile a Adrien que le quiero mucho.
Agreste notó cómo sus lágrimas inundaban su vista, y aunque su mujer sonara calmada, él sabía que ella también estaba a punto de llorar.
-Paonine, no te vayas, por favor...
-Adiós -escuchó con interferencias-. Ad-i...s, am...do mí--o...
Observó cómo la montaña se la tragaba sin piedad alguna, provocando que se formara un desagradable nudo en su garganta.
Al segundo, el teléfono volvió a sonar.
-¡¡Papá!! ¡¿Estás bien?!
-...Adrien, ni se te ocurra salir de tu habitación.
-¿Y mamá? ¡¿Dónde está?!
Gabriel cogió aire, su alma amargándose poco a poco.
-Ha echado a volar.
EPÍLOGO
Lo que alguna vez fue un corazón de oro, ahora era una masa deforme de sentimientos enfrentados, confusión y odio.
Ya casi no quedaba rastro de ese amor tan puro y sincero, sino que se había convertido en un amor enfermo.
El oro que antes recubría la carne se había desgastado, resquebrajado e incluso oxidado. Todos esos sentimientos buenos se quedaron atrapados en un sinfín de rencor y culpa propia.
Pasó lo que se creía imposible:
Ese corazón de oro se convirtió en piedra.
Y la marca del cantero, el rostro de la única persona que antes lo mantenía vivo:
Paonine.
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