Me miraste con tus ojos desprovistos de maldad
Que reflejaban la ilimitada tierra sin fin
Con tus pequeños dedos
trazaste el recorrido de tus lágrimas en mi olvidada mejilla

Malice Mizer - Le Ciel

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Beatrice.
Por Kat Clein

Tan pequeñita y frágil, mi amada princesa, como te vi a este mundo llegar; creyéndote delicada como la porcelana y hermosa como una muñequita de cristal. Conocerte fue mi mayor gozo, porque desde el día que naciste supe que tú y yo estaríamos juntas por siempre, fuera de todo sollozo.

Eres mi hermanita, mas yo aquí vivo amándote como a una hija. Viéndote crecer en toda tu fragilidad, en todo ese dolor que nos embarga a ambas bajo el mismo techo de una injusta tiranía en manos de alguien que no es una madre, sino una cruel madrastra. Y sueño, mi amada Beita, con el día de abrir mis alas y llevarte lejos conmigo, a un lugar de sueños y nubes de algodón donde no haya más palabras hirientes ni bofetadas de madrugada.

Miro tus ojos y en ellos veo, la niña que fui y que no pude proteger. Esa niña eres tú, toda la ternura de la vida resumida en tu dulce rostro de azúcar, atesorando en mis sentimientos de arcilla, el amor líquido de este lazo de hermanas que danza al borde de un lago de esperanzas.

Mira mis ojos, mi amada hermanita, mírame cuando tengas miedo, cuando sientas frío, yo no voy a abandonarte nunca porque sería como abandonarme a mí misma. Y un día verás que escaparemos juntas para seguir siendo familia. Te amo, Beita.