Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

✎ ANEXO 1 [Worldbuilding] Un mundo roto.

Lamento Boliviano

Como dije anteriormente, tuve que quitar muchas cosas de la obra en su presentación final, y entre esas cosas está en ensayo de worlbuilding de la novela. La resumí lo más posible, pero al final no tenía lugar y se fue. Pero es importante que el lector tenga la oportunidad de entrar en conocimiento de este aspecto de la obra. 

En efecto, para lograr que "Corazón de Metal" funcione, tuve que crear un clon del planeta Tierra, su historia y civilizaciones. Deben saber que toda mi narrativa forma parte de un gigante multiverso, el "Gaburahverso". En mi narrativa, nuestro mundo, el tuyo y el mío, es el "Universo Principal Realmente Material". En contraste, "Corazón de Metal" pertenece a lo que llamo "Octavo universo de la sexta vertical". Es un universo casi idéntico al nuestro con excepciones en la historia humana. Muchas cosas salieron muy mal en este universo y su mundo está mucho más fragmentado que el nuestro. Por ejemplo: en nuestra realidad, la invasión de Ucrania empezó el 2014 y empeoró después de la pandemia con el conflicto del Donbás. En el universo de "Corazón de Metal", la guerra de Ucrania empezó en 1999 y la OTAN hace mucho que ya está involucrada. Como esa, hay también una larga lista de diferencias sutiles pero fundamentales. Y una de esas diferencias es la propia Bolivia.

La Bolivia del universo de "Corazón de Metal" es un país mil veces más roto que el país que habito en mi mundo real. Pero a pesar de ello, no es que hayan tantas diferencias en verdad. Mi país es, de todos modos, un narcoestado. Y lo sé muy bien, vivo aquí toda mi vida, conozco mi país, y me lamento por él pues no tiene remedio ni solución; éste, es un Estado Fallido, y estaba destinado a serlo desde su fundación en 1825. No lo digo solamente yo, si alguien quiere estar en desacuerdo, primero lea: "Ni con Lima ni con Buenos Aires, la formación de un estado nacional en Charcas", de José Luis Roca García, texto al que muchos de mis connacionales le tienen alergia pues en el fondo, saben que Roca García tiene razón, así no nos guste admitirlo. 

A continuación, dejo el prólogo original de "Corazón de Metal", con todas las presiciones del worldbuilding de la novela. Depuré este ensayo de la trama principal por el bien de la novela, pero creo que queda bien como anexo.

https://youtu.be/0A0d5f1eNhQ

ANEXO 1 [Worldbuilding]: Un mundo roto.

Aquí estamos, en este maravilloso presente, imperio de lo subjetivo, donde nada importa realmente. Una época en que la verdad es solo una convención caprichosa y la realidad es tan maleable como una masa de plastilina en manos de un niño hiperactivo.

Nos hemos visto envueltos en el icor insano de un sueño imposible, en este circo de espejos distorsionados donde la paradoja se eleva a la categoría de entidad disforme. Maldita justicia poética, la justicia que jamás es justa, sino pura sátira e ironía. Nos hemos convertido en un chiste, en un meme; el cinismo es nuestra religión y rezamos a él en cada diálogo que nos enfrenta a la otredad, como si fuese la respuesta a todos nuestros problemas existenciales. La verdad está tan pasada de moda, ¿quién necesita esa carga pesada cuando, puedes adornar cada facto con un toque de sarcasmo? ¡Oh, qué mundo tan fascinante donde la seriedad es para los débiles y la apatía es la nueva forma de iluminación!

En esta era de deconstrucción, todo se desmorona. Las grandes narrativas han muerto y la única historia que importa es la que cada uno se cuenta a sí mismo antes de ir a dormir. ¿Quién necesita verdades universales cuando puedes tener tu propia versión personalizada de la realidad? ¡Viva la diversidad de interpretaciones, aunque nadie entienda realmente de qué carajos estamos hablando!

En un mundo como este, como el nuestro, quizá no tan nuestro, en un tiempo que nos pertenece, o al menos pensamos que nos pertenece, los juegos del poder y los infinitos dramas individuales cuentan su propia tragedia cómica en una noche de verano. ¿O será de otoño? Qué importa.

Así llegamos al escenario de esta historia, la que nos presenta personajes que podrían ser cualquiera: tu vecino, tu amigo, familiar o conocido, incluso tú mismo. Es un tiempo de desigualdades y contradicciones, donde el sinsentido campea a sus anchas, una distopía posmoderna con diversos modelos políticos y económicos que van desde las democracias occidentales, hasta las autarquías orientales. Un mundo fragmentado en su propia ilusión de globalidad y, sobre su faz, los países compiten y se explotan unos a otros en guerras absurdas, ya sea en el campo militar o económico. Sudamérica no es la excepción, el continente entero estaba —lo está, lo estará—, gobernado por administradores de pacotilla. La miseria es el hilo conductor de civilizaciones dirigidas por élites corruptas en estado de inflamación hedonista y sumergidas en algo parecido al poder.

En esa pútrida realidad continental existe aquel —ese, nuestro— país conocido como Bolivia, una suerte de "republiqueta" post colonial y "plurinacional" que se ha convertido en una caricatura de sus propias raíces. Hacía ya tiempo que el Estado perdió el monopolio de la fuerza bruta. Las mafias cocaleras del Chapare, armadas con lo mejor que el dinero del narcotráfico puede comprar, han alcanzado no solo impunidad, sino además poder. Su dinero se volvió tan importante para las arcas nacionales que no existe —existió ni existirá— autoridad que se atreva a cuestionarlos. Después de todo, la cocaína es la que paga gran parte de la deuda pública del país desde tiempos de Luis García Meza. Claro, existe un "estado de derecho" muy bien maquillado para sostener el teatro de "país libre y democrático" que se proyecta al mundo exterior. Pero por dentro, en el estado profundo, es un secreto a voces que los narcotraficantes están en el poder; no es de extrañar que el Fondo Monetario Internacional ya no confíe en la solvencia boliviana. Y no solo ellos desconfían, incluso Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos han advertido el riesgo que corre Bolivia de convertirse en un Estado fallido, muchos ya consideran a la nación transandina como un narcoestado muy poderoso y peligroso.

Las mafias auríferas se enriquecen en las selvas y montañas, desangrando la tierra y negociando el oro de sangre boliviano con organizaciones chinas, rusas, islámicas y norcoreanas que pagan bien en el mercado negro. En las minas, no solo se extrae oro, sino que una gran industria ilegal de explotación de piedras preciosas y tierras raras se ha apoderado de gran parte del territorio del país. El abandono del Estado ha llevado a la población a entrar en ciertos "acuerdos" con los capos de las cooperativas mineras, a fin de evitar tener problemas con los "señores del oro". Incluso las autoridades estatales del sector minero están en el negocio.

En las carreteras del país, las mafias de los caminos han prosperado gracias al contrabando y el tráfico de armas que alimenta organizaciones delictivas por todo el continente. Los sindicatos de transportistas son muy poderosos y saben muy bien cómo hacer lobby con el poder, después de todo son ellos los que mueven todo en el país. Bolivia es un importante hub de tránsito para grandes cargamentos de armas, drogas e inmigrantes ilegales que se ocultan en operaciones de contrabando con destino internacional. De vez en cuando, la Policía boliviana hace operativos e incauta lo suficiente para justificar su existencia y llenar algunos titulares, arrestos espurios incluidos. Empero, la policía es también parte del negocio y todos lo saben en tácito silencio.

Los pozos petroleros y gasíferos del país, nacionalizados hace tiempo, se hallan en las garras de una élite política corrupta, cuyos negocios con Corea del Norte, organizaciones islámicas extremistas y regímenes dictatoriales comunistas del sudeste asiático, le han costado al país sanciones internacionales. Bolivia es uno de los países en la lista negra de Estados Unidos por su beligerancia política hacia las potencias de occidente, siendo Argentina uno de los países más afectados en términos de relaciones internacionales por la postura política boliviana. Los judíos argentinos temen el ingreso de numerosos terroristas islámicos que vienen del caribe y usan a Bolivia como país de tránsito hacia Argentina. Ya hubo atentados terroristas en plena Buenos Aires en tiempos pasados, reivindicados por yihadistas chiitas.

En las calles de las ciudades bolivianas más importantes, existe una actividad económica informal efervescente y un "capitalismo de estado" al paraguas de subvenciones estatales y privilegios fiscales para los mimados del gobierno. Los mercados callejeros son un caos con patrones distinguibles en los que es posible encontrar de todo, desde ropa estadounidense a medio uso hasta munición de grueso calibre. Y claro, tan comunes como los mercaderes, son los indigentes. De estos los hay en variedad y cantidad: pobladores rurales empobrecidos provenientes de comunidades lejanas, venezolanos refugiados después de la decadencia de su país, brasileros huyendo de las mafias cariocas, peruanos que llegan en busca de un futuro distinto, narcotraficantes colombianos y mexicanos intentando tener participación en el negocio, somalíes y bantúes africanos buscando asilo, haitianos en cruce hacia Chile, incluso terroristas yihadistas que vienen en tránsito desde Trinidad y Tobago buscando sembrar caos en las comunidades judías de Argentina. Las ciudades bolivianas son un tambo metropolitano sorprendente, colorido, pero peligroso. Las mafias han establecido un pacto de "control de actividad" con el gobierno central. El trato es un simple acuerdo de no agresión de ninguna de las partes bajo la condición de no llevar el país a un caos asimétrico que perjudique a todos los interesados. Bajo esos términos, las pandillas no aterrorizan más de lo necesario a la población ni las autoridades controlan más de lo acordado. Es un delicado equilibrio de poder que sostiene un sistema anarco-capitalista con tintes feudales, pero bien disfrazado de una economía pujante y transparente en consonancia con todas las directrices socialistas. Hasta la banca privada del país está involucrada en lavado de dinero.

Por supuesto, las máximas autoridades del país son los mayores beneficiarios de este modelo de Estado; son los actores políticos y su enorme militancia quienes tienen la parte más jugosa del pastel, y no son pocos. El Estado tiene varios miles de trabajadores bien pagados, muchos más de los que realmente necesita, incluso una cantidad obscena de ítems fantasma. Hace mucho que la iniciativa privada y el empresariado sobrevive en un mercado controlado por los políticos, prosperando solo aquellos emprendedores que pactan su progreso con las fuerzas del Estado y/o las mafias. Además, los sindicatos, movimientos sociales y cooperativas se benefician de privilegios y concesiones muy apetitosas a cambio de sostener el statu quo. Esto ha llevado a un nivel de desempleo tan aberrante que gran parte de la población se ha lanzado al mercado informal. Según el poder adquisitivo, la demografía boliviana ha quedado dividida entre quienes tienen mucho, los que viven al día y los que subsisten en las sombras. La política nacional no consiste en el estado del bienestar, por mucho que los políticos juren que así es, pues en el fondo, la política no es más que otro campo de lucha por privilegios y poder. Y aunque los pobres son muchos más que los ricos, los ricos tienen el monopolio del poder a la fuerza gracias a su aquiescencia con las mafias y pandillas que dominan el territorio nacional.

Desde luego, en Bolivia hay democracia y un sistema electoral. Lo que no hay es la posibilidad de elegir candidato alguno que esté fuera del pacto social que han firmado los actores hegemónicos, quienes se pasan la banda presidencial unos a otros, compitiendo como auténticos enemigos solo hasta que es hora de sostener las dinámicas de las clases acomodadas. Los políticos permitirán todo, salvo perder el péndulo del poder.

La ciudad más importante del país es La Paz y su hermana siamesa, la ciudad de El Alto. Ambas urbes se hallan a menos de treinta minutos de distancia en carretera y forman un sistema binario de metrópolis que danzan una junto a la otra. La naturaleza de sus habitantes es una intrincada red de culpas y resentimientos que han ido dejando huella permanente; fricciones que han consumido generaciones enteras en ismos de etnia —aunque en este contexto sería más correcto decir "raza"—, cultura, credo, pensamiento político, etc. Y cuando la cosa se torna insostenible, el fútbol, las celebraciones chauvinistas o las prestes en honor a santos paganos disfrazados de católicos, chorrean sobre los beligerantes como lubricante social. Alcohol, drogas, prostitución, la población encuentra un espacio de consuelo atendiendo cualquiera de sus vicios. Entonces el ciclo se repite. Ocurre en cada fecha importante, en cada año electoral, en cada transición de poder, en cada esquina donde la corrupción se pega como una baba viscosa irrefrenable. El pueblo está enfermo, desmoronado bajo la desesperanza; la auténtica sociedad del cansancio que describe Byung Chul-Han, pero llevado a la más miserable distopía foucaultiana con sabor a mafias y pandillas.

En este mundo, este ahora, ese o aquel, es donde ocurren los eventos que hablan de algo más que una roja redención a la muerte de un ocaso —May I stand unshaken. Amid, amidst a crashing world—. La vida y la muerte danzan en duelo y apuestan el tormento eterno de cada desdichada alma que tiene que nacer en este mundo sin tener opción a elegir. Cualquiera que pudiese tomar la decisión de nacer o no, si supiera a lo que debería enfrentarse, se regresaría directo al útero.

No vale la pena existir aquí. Aunque no todos están tan de acuerdo en eso. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro