21. La justa
https://youtu.be/6xjJ2XIbGRk
"Fin del juego de la pasión, desmoronándose
Soy tu fuente de autodestrucción
Venas que bombean con miedo, chupando el claro más oscuro.
Liderando la construcción de tu muerte"
Master of Puppets - Metallica
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Martes 19 de noviembre de 2019. Una jornada más en la que Arturo pasaba sus horas empastando libros. La lesión de su mano había sanado favorablemente, pero aún tenía ciertas dificultades a la hora de hacer su trabajo o de ensayar con la guitarra. No quiso ir al médico, por mucho que la mordida fuera profunda. Tampoco quiso fijar la atención en el hecho de lo limitante que puede ser una lesión como aquella, aún más considerando lo mortificada que Sibyl estaba por lo que había hecho. Arturo trivializó el asunto con su retórica más cariñosa, mas, eso no quitaba el que tuviera dolores en la mano.
Los días transcurridos tras el último under con los RainHell, habían dejado un fin de semana en amnistía etílica y sin compromisos; ni sábado ni domingo hubo contratos, así que la banda dedicó su tiempo a hacer un ensayo exhaustivo de todo el repertorio. La llegada de Gao permitió tener una suplencia en el puesto de primera guitarra, delegando la segunda guitarra a Arturo mientras sus dolencias persistieran. Desde luego, al orgulloso King no le agradaba la idea, pero debía aceptar que no estaba en condiciones de tocar de forma apropiada. Sin embargo, nada de aquello lo privó de hacer sus propias pesquisas respecto a lo ocurrido aquel día en el que un tornado de malentendidos con su novia acabó con la memorable mordida.
Por su parte, Sibyl sentía que parte de la magia que vivió al principio de su relación se había desvanecido por sus propios miedos. Extraños pensamientos conspiranoicos le llenaban la mente, celadas ignotas, infidelidades imaginarias. Confiaba en Arturo, pero no en las mujeres de su entorno. Su estima propia había sufrido un duro golpe.
Los días a cargo de su pequeña hermana habían transcurrido al tenor de sus angustias, no actualizó ninguna de sus redes sociales a excepción de Wattpad, el desánimo conducía a Sibyl a la apatía. Beatrice notaba que algo ocurría con su hermana mayor, a pesar de ser una niña con tantas limitaciones podía intuir que su cuidadora de media jornada estaba angustiada por cosas que no podía entender. Todo lo que pudo hacer para ofrecerle algo de consuelo fue un tosco dibujo hecho con crayolas en el que ambas estaban representadas y tomadas de la mano. En efecto, aquello tuvo un efecto anímico en Sibyl quien se sintió conmovida por la empatía que su hermanita podía exhibir a pesar de todo. Claro, una de cal y otra de arena, como siempre, pues durante un berrinche, Beatrice mordió la mano de su hermana poco después de haberla dibujado con tanto amor. "Justicia poética", Sibyl pensó.
La jornada estaba acabando y Arturo había concluido los pedidos del día, así que Moira le dio permiso de salir más temprano. Era curioso el cambio de actitud que la supervisora había mostrado con él. Al inicio lo trataba como un auténtico estorbo, pero con los días se fue acercando a Arturo, al punto de hacer incluso preguntas un poco más personales. Desde luego, él no tenía nada sobre lo que aplicar discreción alguna, era transparente como un vidrio, tanto así que respondía incluso cuestionamientos con segundas intenciones en términos de una franqueza ciertamente infantil. Aquello sorprendía mucho a Moira y al mismo tiempo le encantaba, le atraía la inocencia de Arturo, la que se contradecía con su tamaño y temible porte. Le era muy raro encontrar un hombre que no sea facineroso. Gracias a esa buena relación laboral, el metalero podía tomarse alguna que otra licencia.
Arturo guardó su overol de trabajo, se alistó para salir y ya a punto de abandonar el taller, Rick le anunció que alguien le estaba buscando. No era una visita cualquiera sino la del vocal de la banda Mistic Mascarade, una de las muchas bandas amigas de RainHell, quien venía con información sobre los eventos del último under. Ambos se quedaron unos momentos en la oficina del taller para conversar:
—Qué tal, King —el informante saludó—; espero que tu mano haya mejorado.
—No es nada, me recuperaré pronto.
—Muy bien, tengo la información que me pediste el otro día. Te cuento que los Windharia tocaron el fin de semana pasado en el Walhalla. Como sabes, su vocalista es amigo de los Ancelot. Bebimos con su banda y entre copas, oí que Masha había recibido dinero y algo más de Akron a cambio de seducirte frente a tu novia. Según parece, el objetivo del Akron es dañar tu relación por cualquier medio posible, no creo que ninguno de los Ancelot apruebe sus métodos, pero ya sabes cómo es él.
—¿Estás seguro de que Akron fue el responsable?
—No del todo, tú entiendes, fue charla de borrachos. Pero el descontento de los power podría ser alguna clase de evidencia. Ya sabes que odian ese tipo de maruleadas viniendo de un líder de facción, esa no es forma de resolver las cosas entre hombres.
—Entiendo, gracias por los datos. Lo arreglaré ya mismo.
—Qué piensas hacer, King.
—Resolver esto como metaleros.
Entre las tribus metaleras existe una forma civilizada de resolver los pleitos: con música. Cuando es viable, el duelo metalero se establece bajo estrictas reglas que, una vez aceptadas, deben terminar de facto con cualquier pleito o diferencia bajo pena de exilio (o de muerte) en caso de incumplimiento. Es necesario entender que entre las tribus hay pocas cosas tan apreciadas como el honor, y éste se califica tanto por logros, hazañas, acciones o posesiones de valor metalero. Perder el honor significa que ya nadie te respeta entre las tribus, siendo pasible de vetos a los unders y a un ostracismo progresivo, dejándote fuera de la vida del metal, su extraña sociedad y los privilegios que trae pertenecer a ella.
"La justa", así se llaman los duelos, consiste en una guerra de bandas. Eso quiere decir que las tribus eligen a sus mejores músicos para tocar un set de canciones de la forma más virtuosa posible. El público no perteneciente a los grupos beligerantes y los dueños del boliche anfitrión son el jurado. Pero en caso que la justa sea de carácter personal, ésta solo puede establecerse cuando los duelistas tocan el mismo instrumento: guitarra vs guitarra, vocal vs vocal, bajo vs bajo, batería vs batería, teclas vs teclas. Se establece una canción larga a cuya grabación se le silencia el instrumento de duelo; de este modo suena toda la banda menos el canal que será objeto para la competencia, como si fuera un karaoke instrumental. Ambos músicos tocan ciertos compases y el que lo haga mejor, es el ganador.
Para lograr la imparcialidad del juicio individual, el lugar de duelo siempre será alguno de los grandes boliches de música en vivo de la ciudad cuyos dueños, casi siempre, suelen ser veteranos ya en retiro de la vida activa del metal; ellos convocan a verdaderos maestros de la música, incluso docentes de Conservatorio, para conformar un jurado. Existen solo seis antros metaleros que cumplen ese requisito en La Paz: Boca y Sapo, Obertura, La Manzana, Puerta Secreta, Walhalla y Equinoccio. Allí, las tribus metaleras, representadas por sus mejores músicos, resuelven diferencias diplomáticamente antes de iniciar una guerra de pandillas. Los conflictos violentos suelen ser muy frecuentes en el universo del metal paceño, a veces con disparos y muertos incluidos. O en su defecto, los solistas establecen su supremacía.
Sabiendo los riesgos, Arturo se embarcó al corazón del territorio controlado por los Ancelot. Su cuartel general era un antro metalero situado cerca de la plaza Uyuni, en la zona de Miraflores; el lugar era conocido como Emerald Sword.
Ni bien entró al local, un enorme guardia de seguridad con larga barba y melena le cerró el paso:
—¿Quieres morir, King? —dijo el guarura que, de inmediato, reconoció al recién llegado—. Aquí no eres bienvenido.
—Vengo a ver al Akron.
—Él no te atenderá.
—Estoy aquí para exigir una justa.
Era la palabra mágica, nadie podía evitar que un metalero desafíe a otro a un duelo, era una norma que todos respetaban sin importar que sean heavys, powers o blackeros. Habiendo declarado su intención, el guardia no tenía más opción que darle paso a Arturo.
El Emerald Sword es un boliche clásico de powers. Hay espadas y escudos colgados en las paredes a modo de ornamento. En ese local en particular se idolatraba a la banda Rhapsody Of Fire, así que había afiches y artes de la mencionada banda por todas partes. Era como entrar a una taberna de fantasía medieval, incrustada por alguna clase de magia al mundo "real" de los hombres mortales. El lugar más premium del antro era el mezzanine, donde los invitados especiales, los dueños del local y jefes de facciones suelen regocijarse en alcohol, drogas y sexo, un auténtico tabernáculo de placeres con ínfulas de mafia. Desde la planta baja, Arturo identificó de inmediato a Akron, quien estaba en compañía de dos rubias exuberantes y algunos de sus acólitos. Sin dudar, King subió hasta donde su némesis se regodeaba de placer. Akron puso cara de sorpresa al ver a su visitante.
—¡Vaya, vaya! Esto no me lo esperaba —exclamó Akron mientras una sonrisa sardónica se dibujaba en su rostro—. Arturo Mendoza, mejor conocido como King, el legendario violero de los RainHell. Dime qué clase de deseo suicida te trajo directo a mi territorio a sembrar tu muerte.
Arturo se irguió, desafiante, y señalando a Akron con el dedo índice, respondió:
—Exijo una justa contra ti, Akron.
Los presentes exclamaron una expresión de asombro. Akron elevó una ceja, algo confuso.
—Qué pelotudo que eres —dijo Akron—. Mas bien debería cortarte en pedacitos y tirar tu cuerpo al Choqueyapu —el río más icónico de La Paz—, huevón de mierda.
—Recuerdo —respondió Arturo, sonriendo con suspicacia—, que lograste tu lugar de jefe venciendo a tu predecesor en una justa. ¿O me equivoco? Se dice que eres un guitarrista veloz capaz de tocar como Luca Turilli —Luca es el guitarrista de Rhapsody—. Si eres tan bueno como dicen, deberías poder ganarme en una justa de guitarras.
Arturo podía ser impulsivo, pero no era un imbécil. Sabía a la perfección que la vanidad de Akron no tenía límites. Era un gran guitarrista de power metal que dejó de tocar en bandas para dedicarse a negocios más rentables y menos lícitos. Su posición económica acomodada le dio la oportunidad de formarse en la música, aunque Akron estaba más cerca a ser un jefe de mafia de élite que un guitarrista. Tenía un ego enorme y Arturo lo sabía, su plan era provocar la vanidad de Akron para llevarlo a justa, confiaba en poder vencerlo, humillándolo y consiguiendo la paz que necesitaba para mantener su relación con Sibyl libre de injerencias metaleras.
Aún incrédulo, Akron bebió un vaso de trago en silencio, ante la impaciente expectativa de sus subordinados. Se sintió ofendido pues su rival lo había puesto en evidencia ante su propia gente. Si ordenaba darle una golpiza o se la daba él mismo, su gente le perdería respeto pues, como Arturo dijo, el puesto de jefe se lo ganó tocando la guitarra. Huir de ese duelo por sus ansias de venganza violenta lo dejarían en una complicada situación con su gente. En cambio, humillar a Arturo Mendoza en escenario empezaba a parecerle una idea atractiva.
—Muy bien, Mendoza, acepto tu desafío —dijo por fin Akron—, pero bajo mis condiciones. Ya que tú eres el retador, yo, como retado, tengo derecho a elegir la canción de justa, y lo haremos en modo jam —es decir, que Arturo no sabría qué canción ha elegido Akron hasta el último minuto.
—Acepto, pero en cambio yo elijo el escenario. Será en el Walhalla.
Arturo había elegido el territorio más neutral posible, muchacho astuto.
—De acuerdo. Si gano, te cortarás la cabellera y te humillarás ante mí, me dejarás todos tus instrumentos y jamás volverás al metal.
—De acuerdo, pero si te venzo nunca más volverás a hacer nada contra mí ni contra mi novia.
—Pactado. Lo haremos este mismo viernes en la noche. Disfruta tus últimos días como metalero, Arturo Mendoza.
Nada qué decir al respecto, Arturo se marchó en silencio sin mirar atrás.
Desde luego, los primeros en regañar a Arturo por la imprudencia de desafiar en justa a Akron fueron los miembros de su propia banda. Ninguno de los RainHell aprobaba la acción, pero estaba hecho. Le dieron asueto y apoyo para practicar con la banda todas las posibles canciones de power metal que Akron podía escoger para el desafío. Se pasaron la semana tocando temas de Rhapsody, ArticSonata, Kamelot, Angra y DragonForce. Había mucha tensión en los ensayos, todos estaban nerviosos por lo que podría ocurrir. Era como un examen final.
Desde luego, Arturo le explicó a Sibyl la situación como mejor pudo y aunque ella lo entendía, tenía una visión mucho más práctica del conflicto. Pensaba que sería mejor acudir a la policía y sacar una orden de restricción judicial contra Akron, como cualquier persona normal haría. Pero Arturo era un metalero y las cosas en su universo jamás se resuelven por medio de la ley.
Las almas consagradas al metal ven al Estado y sus dependencias como meros usurpadores de un poder que no les pertenece, no tienen respeto alguno por ninguna autoridad fuera de sus propios caudillos. Además, al ser los metaleros, pandillas poderosas, habían pactado con el Poder Ejecutivo y Judicial, una distancia conveniente del Estado y las fuerzas del orden público a fin de vivir a su modo, la corrupción lo tolera todo. Y aunque hay algo de anarquía en su visión del mundo, en realidad se rigen por estrictas leyes internas que le dan a su tribu cierto orden y jerarquía. A Sibyl le costaba trabajo creer que algo como aquello existiera en la ciudad que, por años, no había hecho otra cosa más que demostrarle caos. Le resultaba exótico todo lo que ocurría entre los metaleros.
La noche de la justa tenía un cielo despejado. Era viernes 22 de noviembre, la hora era la indicada. El dueño del local anunció el evento como un under, lo que atrajo a muchos fanáticos con deseos de alabar al ganador y humillar al perdedor. Ambos duelistas eran conocidos, incluso admirados, con una fama de músicos prodigiosos. Más allá del resultado, la noche prometía música de la buena, la mejor posible.
Los RainHell acompañaron a Arturo, aunque esa noche fungirían como público pues ambos duelistas tocarían con una pista de audio pregrabada. Sibyl también estaba allí, preocupada por las consecuencias que podía traer el duelo. No entendía muy bien eso de "exilio del metal", pero sabía que aquello era parte fundamental en la vida de su novio. Quería verlo ganar a toda costa.
Arturo tenía una pequeña desventaja de partida, la que no dijo a nadie en lo absoluto; y es que la mordida que Sibyl le había propiciado hace días aún le generaba algunas molestias al tocar la guitarra, pero eso no importaba. Tenía que empezar a deshacerse de sus enemigos en el metal; caso contrario, su amor con Sibyl podía correr riesgos. Lo ocurrido con Masha sentó precedente.
Estaba Arturo preparándose para tocar tras el escenario cuando Sibyl apareció. Arturo le sonrió, ella devolvió la sonrisa y se acercó a su novio. Colocó un pequeño peluche con forma de colibrí dentro del bolsillo de su chamarra.
—Se llama Picudo —dijo Sibyl—. Ha estado conmigo desde que era una niña, me trajo suerte —poniéndose de puntitas, dejó un delicado beso sobre los labios de su novio—. Gana, amor. Confío en ti, eres el mejor en lo que haces.
El cariño de Sibyl operó como un bust de voluntad extra en Arturo.
—Ganaré y cuando lo haga, ya nadie intentará separarnos. Hoy tocaré la guitarra para y por ti.
Las palabras de Arturo llenaban de orgullo el alma de la chica. Esa tenacidad, esa seguridad, era algo que Sibyl podía admirar y amar a la vez.
Por su parte, Akron estaba acompañado de sus seguidores más leales y su sparring personal, Asmodius, quien veía todo aquello como una pérdida de tiempo. Por lo general, los blackeros sienten algo de desprecio por los power, pero el dinero y los negocios son más imperantes que su antipatía por la vanidad metalera. Podría decirse que es un desprecio recíproco el cual halla pretextos cooperativos bajo ciertas condiciones de conveniencia mutua, entonces intentan soportarse como mejor puedan.
—No entiendo cómo puedes arrastrarnos a esta tontería —se quejó Asmodius.
—Ni lo entenderás jamás. Hoy romperé el alma de esa rata de Arturo. Lo destruiré en su propio terreno y ante todos. Nunca más lo volveremos a ver por aquí —dijo Akron y luego dio una breve ojeada hacia su contrincante, quien estaba besándose con su novia—. Hay más premios posibles en esta victoria.
Asmodius empezó a entender las posibles nuevas motivaciones de su jefe.
—Tu vanidad realmente no tiene límites.
Fastidiado por tal incordio, Akron clavó una mirada de odio sobre su sparring.
—A veces hablas demasiado —respondió—. No se trata de satisfacer mis deseos únicamente. Es una cuestión de honor y poder, mi supremacía no será cuestionada. Y eso me da derecho de pernada.
—Si pierdes, eso no será posible.
—Lo haré posible, soy el mejor, no perderé. Además, elegí una canción que Mendoza no podrá ejecutar. Oí rumores de que su mano está superando una lesión reciente. No logrará afrontar un tema demasiado difícil.
—Qué tienes en mente.
—Yngwie Malmsteen.
Entonces Asmodius entendió lo serio que era el asunto para el ego de su jefe. No cualquiera tiene las bolas para intentar ejecutar la música de Yngwie Malmsteen. Por supuesto, tal impacto solo puede entenderse cuando se conoce lo inauditamente difícil que es tocar la música de semejante cultor. Considerado por muchos como el mejor guitarrista de todos los tiempos en su género, Malsmteen tiene el honor de ser fundador de una escuela de música neo-barroca que mezcla el metal progresivo con las estructuras teóricas de Johan Sebastian Bach. Para cualquier guitarrista, intentar ejecutar los temas de Malsmteen es un infierno de frustración por lo absurdamente imposible que puede ser. Muchos lo intentan, pero pocos lo logran; demasiado difícil, demasiado virtuosismo. Nada que envidiar a las partituras más grandiosas de la música clásica.
Sin embargo, Akron jamás dejó de ensayar y un día descubrió que podía aproximarse a su maestro Malsmteen. Él creía que Arturo habría ensayado temas de power metal y que no estaría preparado para afrontar un tema de Yngwie. Sumado a su lesión, aquello debería bastar para lograr una victoria clara y contundente.
—Buenas noches, hermanos del metal —el dueño del local, además maestro de ceremonias, empezó a anunciar el inicio del evento—. Esta noche tenemos una justa muy esperada por todos ustedes. Hoy, Akron el Inquisidor, señor de Ancelot, se enfrenta en un duelo de guitarras contra King Arturo, guitarrista de RainHell. Tenemos un jurado de lujo a quienes todos ustedes ya están viendo.
Un aplauso cerrado y respetuoso se apoderó del local. La audiencia aún estaba demasiado sobria, lo que no duraría demasiado. Los tragos empezaban a llegar a las mesas.
—El retador es el King Arturo, así que Akron el Inquisidor tiene derecho a elegir tema para esta justa en modo de jam. Akron eligió "Far Beyond the Sun" de Yngwie Malmsteen, increíble desafío no apto para cardiacos —una expresión de asombro se apoderó del local, era un tema legendario solo indicado para guitarristas de nivel dios.
Ni bien Arturo oyó el tema que debía tocar sintió que se le aflojaban los esfínteres. En efecto, no estaba preparado para el calibre del reto, además su mano no estaba al cien por ciento. Pero tenía una ventaja a pesar de todo: era pianista. Conocía la teoría musical como la palma de su mano y sabía que la música de Malsmteen puede ser tan barroca como la de Bach o Haendel. Solo tenía que recodar las estructuras de piano y transponerlas en los trastes de la guitarra; el resto sería cosa de memoria muscular. Bueno, al menos eso en teoría. En la práctica sería un duelo infernal.
—Los términos para el perdedor y ganador se pactaron en privado —continuó el maestro de ceremonias—, pero los ganadores absolutos seremos todos nosotros con este duelo de guitarristas legendarios. El dispendio de licores acaba de empezar, estamos listos, que la justa empiece y que gane el mejor.
https://youtu.be/WdAqnc-AjoQ
El momento temido había llegado. El desafiado, Akron, tocaría los primeros compases. Intercalaría con Arturo en cada sección. El tema, que era puramente instrumental, estaba en compás de cuatro, así que las variaciones se organizaban en una estructura de cuatro compases por sección. Muy intuitivo para un duelo. Toda la estructura melódica iba a constituir un pandemonio a dos trastes, el poder del overdrive; las guitarras gritando, gimiendo de placer en glorioso orgasmo de escalas y progresiones.
Akron empezó a lo grande con una escala barrida en sol menor frigio antes de iniciar la línea melódica. Ni bien empezó, los metaleros se animaron y comenzaron a bramar, emocionados. La primera sección es un adagio específicamente, Akron tomó los compases iniciales y los ejecutó con precisión y sentimiento. La segunda sección fue para Arturo, que no se dejó intimidar y aplicó sus mejores oficios para hacer clamar a la guitarra, incluso haciendo escalas barridas. Fue ahí cuando el dolor de su mano empezó.
La batería hizo un ingreso explosivo y cada guitarrista empezó a tomar sus turnos para ejecutar sus solos. La melodía era conocida así que cualquier error sería de inmediato percatado no solo por el jurado sino por el público también. No había margen de equivocación, debía salir perfecto a la primera.
Arturo había empezado a sudar pues el dolor y el calor de los reflectores ya hacían mella en él. No había ensayado el tema, se preparó para un reto totalmente diferente. En cambio, Akron estaba como pez en el agua, conocía cada compás de memoria; entonces llegaron las escalas más salvajes de la partitura, las que Akron se comió como si fuera un paseo en el parque. Arturo empezaba a dudar de sí mismo, no sabía cómo superaría esa ejecución. Comprendió que había cometido un error fatal al subestimar a su rival y se lamentaba de haber provocado aquella situación. Al final tenía más posibilidades en una pelea a puño limpio. Después de todo, no era tan buen guitarrista, solo era un pianista fallido que entró al metal en búsqueda de una identidad; su existencia era un error, no pasaba de ser un músico fracasado, una vergüenza para él y su familia...
—¡Arty! —una voz, venía del público... chillona, conocida—. ¡Arturo, amor, solo disfruta tocar! ¡Piensa que la guitarra soy yo! ¡Tú eres mejor que ese desgraciado!
Era Sibyl, al borde del escenario. Tenía una enorme determinación en la mirada. "Tiene razón, toco porque amo la música", pensó Arturo, "y ahora toco también porque la amo a ella".
Pronto Arturo entendió que sería difícil para él superar el solo de guitarra de su rival, pero tomó una decisión osada. El tema tenía un solo de teclado bastante demencial al medio; durante ese solo, la guitarra solo acompaña con riffs. En lugar de acompañar, Arturo se apoderaría del solo de teclado y lo superaría con una combinación de escalas en segunda de dominante sobre la tónica de las teclas, aplicando un taping ultra heavy. Así cuando se suponía que el teclado debía brillar, Arturo empezó a tocar, tomando por sorpresa al público, al jurado y al propio Akron. El duelo empezó a tornarse cada vez más competitivo y desesperante; ambos tocaban con gran prodigio. No conforme, Arturo empezó a realizar armonías en quinta sobre la línea tonal del solo de su rival. El público estaba llegando al orgasmo por tal exhibición de empeño, los dos músicos sudaban copiosamente mientras se desafiaban con la mirada al tocar.
Arturo empezó a tomar ventaja de su contendiente, usando su línea melódica para improvisar su propio solo. Al final de la interpretación, el público aplaudió a rabiar el esfuerzo. Acto seguido el jurado debía decidir al ganador. Durante los diez interminables minutos que duró la deliberación, Akron y Arturo estuvieron de pie en el escenario guardando el más absoluto de los silencios.
—El jurado tiene veredicto —anunció entonces el maestro de ceremonias—. Como saben, es una decisión inapelable. Los términos del ganador y el perdedor deben cumplirse estrictamente. Fue una deliberación muy difícil, ambos son unos músicos excelentes y tienen el respeto del jurado. Pero la capacidad de improvisar durante un tema de tales exigencias, y hacerlo funcionar sin cagarla, es algo que no se ve todos los días. Por ello el jurado decidió que King Arturo ha ganado esta justa.
Estalló el júbilo entre los RainHell, el público parecía también satisfecho con el veredicto. Pero el rostro de Akron exhibía una ira inusitada, sus subordinados no podían creer lo que acababa de ocurrir.
Sibyl invadió el escenario y se lanzó sobre Arturo en un cálido abrazo coronado de besos. La siguieron los RainHell, no podían estar más orgullosos de su guitarrista. Arturo entonces se acercó a Akron, mirándolo fijamente. Aproximó su rostro de manera desafiante, al punto que Akron podía oler el aliento de Arturo.
—No vuelvas a meterte conmigo ni con mi mujer —advirtió Arturo en voz baja, de modo que solo Akron pudiese oírlo. El orgulloso metalero derrotado no tenía nada que decir al respecto, solo clavó una mirada de odio sobre Arturo y escupió a un costado del escenario mientras se retiraba en solitario.
A la salida del local, los miembros de RainHell decolaron hacia sus respectivas cuevas. Era una noche consagrada a la gloria del amor y la victoria. Arturo llevó a su novia a comer unos pastelitos de la confitería más cercana, la acompañó con una cerveza para celebrar. Ambos estaban felices, como si las intrigas pasadas solo hubieran sido un mal sueño. Arturo estaba seguro de que, con su victoria, ya nadie trataría de interponerse en su relación. Error.
Estaban Sibyl y Arturo, tomados de la mano en tanto volvían a su apartamento. La noche auguraba arrumacos y pasiones.
—Eres el mejor guitarrista del mundo —Sibyl elogiaba su novio con devota admiración.
—Aún no, no sé si lo sea un día. Pero si estás tú a mi lado siempre tocaré dando todo de mí. Eres mi musa de inspiración.
—¡Qué dulce! —ella exclamó, deteniéndose a una cuadra de su hogar para darse algunos besitos a plena luz de estrellas.
Siempre sucede, que cuando el amor impera, los sentidos se ciegan al peligro. Fue una emboscada bien planeada. Primero un golpe arrollador en su cabeza, Arturo cayó como tronco al piso. Sibyl no tuvo tiempo de entender lo que estaba pasando, alguien le amordazó la boca con una cuerda mientras la tenían reducida de pies y manos. Miró a su novio y vio que habían varios tipos golpeándolo en el piso con bates de baseball y enormes llaves inglesas. Apareció uno más, su adversario vencido, que de un brutal guitarrazo terminó rompiendo su instrumento en la cara de Arturo; la hemorragia era impresionante.
—No olvidarás esta noche, basura —sentenció a tiempo que sus acólitos seguían con la golpiza.
No conforme, Akron se aproximó a Sibyl, que estaba pálida del terror. Empezó a lamer las lágrimas de su rostro, metió la mano bajo su calza, palpando su vulva sobre la ropa interior.
—Nada mal, debes tener una vagina muy estrecha y deliciosa —dijo él, relamiéndose—. Qué te parece si lo comprobamos.
Akron iba a arrancar la ropa de la aterrorizada chica cuando empezó a notar que sus subordinados estaban volando por los aires. Uno de sus hombres salió arrojado contra una pared, otro más había quedado en el piso, con la nariz rota. Otro tenía el talón dislocado y uno cuarto, un brazo fuera de su lugar, el quinto parecía tener roto el cuello. En medio se levantaba Arturo. Estaba todo ensangrentado, su rostro era irreconocible, apenas podía estar en pie. Akron no podía creer que se pudiera levantar.
—¡Rompiste el trato! —gritó Arturo—, te dije que si ganaba no te acercarías más a mí o a mi mujer— apenas podía entendérsele, parecía Rocky Balboa después de una paliza.
—Tocaste la parte de teclado, así que ganaste con trampa; y a los tramposos los trato como lo que son.
—Entonces enfréntame a mí, pero déjala a ella.
Akron sonrió y dijo:
—Se nota que la quieres. Quizá te deje ver cómo le lleno todos los orificios de semen.
Se dice entre la comunidad metalera, que el King Arturo es poseedor de una ira peligrosa. El maltrecho metalero se irguió, se tomó del antebrazo y tiró con fuerza de él, hasta acomodarse el hombro que tenía dislocado; un crujido sonó de su cuerpo, que tenía destruido. La sangre que bajaba de su cabeza lo cegaba. Pero su mirada no era la de un hombre vencido, estaba furioso.
Sorprendiendo a Akron, que no esperaba que Arturo tuviera fuerzas, tomó un impulso certero y tacleó a su enemigo con tal potencia que ambos cayeron. El tipo que tenía reducida a Sibyl la soltó para ayudar a su jefe, mas, ella, al ver cómo luchaba su novio, se subió a las espaldas de su secuestrador y le clavó los dientes en un lóbulo, casi arrancándole la oreja. El tipo se sacudió para sacarse a la vehemente y agresiva chica, pero ella estaba pegada a su espalda de tal forma que no podía quitársela de encima. Estaba por lanzarse de espaldas al piso para aplastarla, cuando vio el rostro desfigurado de Arturo en frente suyo. Un atroz golpe en la boca del estómago bastó para dejarlo en el piso, seguido de un rodillazo en la sien de la cabeza que lo mandó a dormir.
Entretanto Akron, recuperando el aire tras la tacleada, se levantó y logró empalmar una plancha brutal a la altura de los riñones de Arturo, que cayó de cara al piso, inconsciente después de tanto castigo. Sibyl corrió hacia él y lo tomó en sus brazos, mirando a Akron con la mirada inyectada de odio.
—Quítate del camino, pequeña —Akron amenazó.
—¡Tendrás que matarme! —respondió con los ojos inyectados de coraje.
Una sonrisa cáustica coronó la boca de Akron y sacó un revólver de su chamarra.
—Quizá entregue el cadáver de ambos a los blackeros de El Alto para que filmen películas de necrofilia con sus cuerpos —percutó el arma, apuntó. Sibyl cerró los ojos, Arturo estaba desmayado.
—¡Suficiente, Akron! —una voz terrible y profunda, la de Asmodius, su sparring.
—¡Qué haces aquí! Te ordené que regresaras.
—Me pagas para que te cuide —Asmodius respondió—, si matas a estos dos serás condenado por la comunidad del metal.
—Ya no, a este mierda ni su familia lo quiere —replicó Akron, poseído por la sed de venganza—; nadie lo extrañará. Y ella es una marginal. Sus muertes no representan nada.
—No seas ingenuo, Akron. Ocasionarás una guerra de pandillas, los RainHell son más que una banda, lo sabes. Y los Ancelot no te lo perdonarían, ya estás a un paso del exilio. ¿Acaso quieres perderlo todo?
Vapores fatuos fugaron de la boca de Akron en una profunda exhalación. Parecía un toro encolerizado, recuperando control de sí mismo, y agregó:
—Ya lo perdí todo. Este hijo de puta me humilló en público, jamás se lo perdonaré.
—Se acabó, Akron, su muerte no arreglará nada bajo estas condiciones, conoces las reglas. Vuelve al Emerald Sword antes que sea demasiado tarde. Tus hombres están buscándote.
No conforme, pero con la cabeza más fría, Akron suspiró y bajó el arma, guardándola de nuevo bajo su chamarra.
—Derrotado por una triquiñuela —masculló—. Haz lo que quieras, yo ya no perderé mi tiempo con este infeliz o sus cosas. Me cansé de este juego —y se retiró, dejando a Asmodius a solas con Sibyl y Arturo.
Ella estaba aterrada, no solo por todo lo que había sucedido, sino por el monstruoso aspecto de quien, por razones incognoscibles, les había salvado la vida. El impresionante blackero se aproximó a Sibyl y Arturo, se puso de cuclillas, luego empapó su dedo en uno de los pequeños charcos de sangre que Arturo dejó en el suelo, y se relamió. Miró a Sibyl, diciendo:
—En el abismo del no-ser, donde el silencio era la única voz y la oscuridad, la única compañía, Dios despertó a la conciencia de sí mismo. En ese instante, sintió el peso abrumador de su propia existencia, un sufrimiento tan profundo que ni la eternidad podría contenerlo. Entonces, en un acto de desespero, decidió desvanecerse, desintegrarse, fragmentarse en mil pedazos. Y así, el universo nació, no como una explosión de luz, sino como una lenta dispersión de esa esencia divina que, en su huida del ser, dio forma a las estrellas, a los planetas, a la vida misma. Cada átomo, cada suspiro de la creación, lleva en su núcleo el eco de aquel deseo primigenio de retornar al olvido. La existencia, entonces, no es sino la larga sombra de ese grito, un viaje inevitable hacia el anhelado vacío donde, al final, todo volverá a ser nada.
Los negros ojos de Asmodius habían capturado a Sibyl en una telaraña de pesadilla, sus palabras habían conjurado el más profundo horror cósmico en su alma. El blackero agregó, en voz muy grave y tenebrosa:
—Escucha una profecía, niña, pues el hombre que tienes en tus brazos pertenece a un mundo que no eres capaz de entender. No apruebo las acciones de mi protegido, me parecen una banalidad totalmente trivial, pero fue humillado y eso tiene un precio. La ruina vuela alrededor de sus almas como buitres al acecho de un cadáver putrefacto. El amor, y las pasiones que éste enciende, no es más que la química y la biología que el humano no puede controlar. Pero sus almas, sus almas son el premio. El Señor de la Plaga vendrá a llevarse sus almas, así que aprovechen sus días juntos. Beban, coman, duerman y forniquen, el tiempo que tienen es limitado.
Sentenció Asmodius y se perdió entre inescrutables sombras, como si fuera un fantasma. Solo entonces Sibyl pudo reaccionar y pedir ayuda.
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