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15. Decisiones de Vida

https://youtu.be/EqqPYySZnVY

"¿Renacerás del caos en mi mente
donde aún estamos unidos?
¿Estarás allí esperando junto a las puertas del amanecer
cuando cierre los ojos para siempre?"

Kamelot – Forever

✎﹏﹏﹏ 🎸 🎶 🎸 ﹏﹏﹏✎  

Un largo sostenuto de La bemol menor coronaba un histriónico riff de guitarra para dar un final apoteósico a "Forever", de Kamelot; una de las bandas a las que RainHell hace tributo. El ensayo del día casi había terminado, el pelotón se dio unos minutos de receso antes de la siguiente canción. Rick necesitaba hacer gárgaras con agua de limón, decía que le ayudaba a mantener la afinación. Speedy requería hidratarse, la canción recién ejecutada es muy veloz y demanda una alta resistencia física en la percusión, estaba exhausto. Joe encendió un cigarrillo para relajar los músculos. Arturo se bebió un vaso de Cuba Libre de un solo sorbo, sudaba mucho, lucía nervioso, aunque su ejecución de guitarra había sido impecable esta vez.

—Muy bien —Joe prorrumpió en la inercia—, ya que el cumpleaños del King es mañana, tiene derecho de elección para una canción en este under, cualquier tema de todo nuestro reportorio, no importa lo viejo o cuánto tiempo llevemos sin practicarlo, el cumpleañero decide. Qué dices, Arthur, el tema es tuyo y nosotros te acompañamos.

Arturo bufó de mala gana y respondió:

—Hubiera preferido que lo olviden.

—No seas aguafiestas, cabrón —dijo Speedy—, aunque no te guste debes aceptar que cumples años y te haces viejo como todos nosotros.

—Además —prosiguió Rick—, es un buen motivo para beber hasta la muerte, como tiene que ser.

—Todo es un buen pretexto para beber hasta la muerte, no difames al alcohol — inquirió Arturo. Joe se le aproximó y puso su mano sobre su hombro.

—Beberemos a tu nombre.

—Qué curioso, de repente me dieron ganas de elegir canción para el cierre de la noche. Toquemos "Vuela conmigo", de Dragonfly.

Los metaleros se miraron unos a otros y de inmediato bajaron tablaturas y se pusieron a estudiar con disciplina. Era una canción que hace bastante tiempo no tocaban, desde sus días de primer año de universidad, cuando usaban esa canción para seducir mujeres; pero luego de tanto tiempo, volver a tocarla les parecía algo extraño, aún más que hubiera sido el propio Arturo quien la hubiera pedido. Él siempre decía que no le gusta Dragonfly, pero ahí estaba, pidiendo un tema de liricas acarameladas para un público ansioso de brutalidad.

—Muy bien, ReinHell —tomó Arturo la iniciativa—. A ponerle huevos. ¡Vamos carajo!

Luego de algunas rondas, el tema había vuelto a resurgir en la memoria de los músicos, quienes terminaron el ensayo al promediar las diez de la noche.

El calendario marcaba jueves 26 de septiembre del 2019. En efecto, Arturo cumpliría años ese viernes. Odiaba sus cumpleaños, de niño su madre se empeñaba en hacer fiestas infantiles con niños que él odiaba, pues eran hijos de gente importante con quienes sus padres trataban de congeniar, motivados por la conveniencia. En la adolescencia, pidió a sus padres no ser celebrado nunca más y así fue. Los amigos de Arturo entendían eso y para redimir su onomástico, lo celebraban bebiendo y tocando en un escenario con publico ardiente de ganas por escucharlos, así cada año desde la fundación de la banda; lo cual no cambió el hecho de que Arturo odiase sus cumpleaños.

Finalizado el ensayo, Arturo le pidió a Joe que lo acompañara un momento, Speedy y Rick se fueron primero. El Gran Maloy estaba parqueado en la acera, Arturo había venido en moto a la práctica.

—¡El Gran Maloy! hace tanto tiempo que no lo veo —exclamó Joe.

Quizá el adjetivo de "motoquero clásico" es de los que mejor le quedan a alguien como Joe. Es un hombre grande, robusto, casi gordo, rosado cual lechón, con abundante melena y barba oscuras. Tiene una voz de bajo que puede aflojar los esfínteres de quien fuera, la "nota marrón", le decían. Por supuesto, un timbre tan privilegiado al estilo Barry White no podía ser desaprovechado, por lo que Joe dedicaba parte de su tiempo a la Sociedad Coral Boliviana, donde era guía de la sección de bajos. Un bajista cuyo registro de voz es bajo, con un cuerpo de gran tamaño, aspecto de Capitán Cavernícola, conduciendo motos gigantescas. Su afición por los motores y las armas lo acercaron a Arturo, con quien compartían una pasión inmensa por la historia militar y todo asunto bélico posible. Estudiaban Derecho juntos en la misma universidad, aunque en semestres distintos. No tardaron en hacerse amigos. Joe, Rick y Arturo fundaron una primera banda a la que llamaban "Andromeda Gerät", pero no duró. Con el tiempo fundarían RainHell, conformado la alineación titular con la posterior integración de Speedy en la batería.

—Sus llantas están un poco bajas — observó Joe.

—Sí, tengo que ponerles aire mañana —respondió Arturo.

—Y cómo así te animaste a sacarlo a pasear.

—Estoy aprovechando mis últimos días con él —Joe miró a Arturo con profunda aflicción, en cuanto le oyó decirlo.

—¿Lo venderás?

—Así es, necesito el dinero. Creo que mi padre me mandará orden desahucio mucho antes de lo esperado. Necesito un anticrético cuanto antes.

—Demonios, qué hiciste ahora. ¿Te mandaste una bacanal con drogas y perras en casa de tus padres?

—No, pero hasta eso habría sido más sencillo de arreglar.

—Qué pasó entonces —Joe seguía indagando, le resultaba difícil que Arturo quisiera vender al Gran Maloy luego de tantas aventuras legendarias vividas a su lomo. Es una moto que cumple con creces todas las necesidades metaleras y motoqueras.

—Mira, no le vayas a decir a los demás, en especial al Rick, yo se lo diré a su tiempo. No quiero que me esté jodiendo en este momento con el tema —Joe tragó saliva, cada vez más ansioso por escuchar el chisme, porque sí, es cierto, los metaleros también son unos greñudos barbo-chancludos; las cosas como son—: Lo que ocurre es que estoy enconchado.

—Ratito, ¡qué! Tú, King, el rey, ¿enconchado?

Arturo asintió con cara de culpable.

—Un momento —y bajando su tono de voz con una modulación tan grave que casi parecía ultrasonido, cual eructo de Sauron, Joe interrogó tenebrosamente—: No será con una metalera, ¿o sí?... ¡King!

—Para nada.

—¡Excelente! ¿Y piensas presentárnosla un día?

—Es inevitable que lo haga, ella quiere venir a vernos tocar mañana.

—Vaya, vaya, y en tu cumpleaños, suena a que no beberás.

—No, no puedo mandarme una farra mañana, debo cuidar a mi pareja.

—Entonces, ¿por eso pediste "Vuela conmigo" de Dragonfly como rola de cierre?

—Sí, será su primer under y quiero se lleve una buena impresión de nuestra música.

—Pues, eso puedo entenderlo; pero, y en toda esta historia, no comprendo qué tiene que ver el Gran Maloy.

Poniendo su mano sobre el manubrio, Arturo respondió:

—Queremos vivir juntos.

—¿Sirviñaku? sirviñaku era una palabra aymara para referirse a una pareja que convivía fuera del matrimonio.

—Positivo.

—Ya veo —dijo Joe mientras se frotaba la barba con expresión pensativa

—Ella y yo queremos vivir juntos, pero ya te puedes imaginar lo que harán mis padres cuando lo sepan. Por esa razón necesito irme pronto de esa casa, conseguir un anticrético y mantener distancia de mi familia. Para lograr todo eso no me quedó más remedio que vender al Gran Maloy. Lo que me trae a este momento, quería saber si la oferta que me hiciste por él aún está en pie.

—Mmm, han pasado dos años desde que quería comprar tu moto, King.

—¿Y aún te interesa?

—Mmm, no puedo negarlo. Mira nada más esta bestia, Harley Davidson serie Street Glide modificada del año 2000. Motor de cuatro tiempos Milwaukee-Eight 114 de 1700 de cilindrada, también modificado. Una moto hecha para La Paz, potencia y poder puro.

—Mira, si voy a vender al Gran Maloy, al menos quiero que sea a alguien digno de confianza. Eres uno de los mayores expertos en motos que conozco, no creo que nadie podría apreciar lo que es esta moto más que tú.

Joe bajó la cabeza, sonrió de forma nostálgica y puso su mano sobre el hombro de Arturo.

—Tendrá un sitio privilegiado en mi garaje, la mejor gasolina, el mejor aceite, yo mismo cuidaré al Gran Maloy. Esta moto es parte de nuestra historia como banda, debe quedarse en la banda.

Arturo sonrió con una sensación de saudade en el alma, casi con tristeza. Echó un largo suspiro, pensando en todo lo vivido a lomos de su moto, y agregó:

—¿Te parece si te la dejo en tu taller la próxima semana?

—Claro, así ya tendré el dinero que te oferté.

—¿Tan rápido?

—Sí, descuida, te pagaré el total en efectivo. Estoy vendiendo unas motos del taller esta semana y podré pagarte de esa venta.

—Gracias Joe.

—Está bien, comprendo que es una decisión difícil. Espero que no estés haciendo todo esto solo por una mujer.

Arturo rio.

—Esta vez voy muy en serio. No es joda, realmente quiero estar con ella.

—Es curioso oírte hablar así de una mujer, siempre fuiste un cabrón de mierda sin ganas de ningún compromiso. Debe ser muy bonita.

—Lo es, pero no tengo una fijación de ese tipo con ella. Es difícil de explicar, jamás había sentido algo así por una mujer.

—La puta madre, King, vos estás encamotado hasta las patas; me preocupas, cuidado termines dejando tus bolas colgadas por una chica.

—Tendré cuidado, no descuidaré a los cuates o al metal por ella, si es lo que te angustia. Nada más no lo vayas a decir a los demás sobre este asunto, es importante, Joe, tú sabes. No quiero que la banda crea que me volveré un poser irresponsable por andar firmeando con una chica. Les bastará con saber que es mi novia, nada más; lo otro que acabo de decirte no lo debes comentar con nadie.

—No, no lo haré, no sería prudente. ¿Y ya sabes cómo lograrás andar con mujer y evitar que el Akron y los Ancelot se hagan eco de la noticia? Recuerda que juraron venganza, y conociendo al Akron, pues...

—Lo sé, es complicado. Necesitaré la ayuda de la comunidad RainHell mientras no resuelva mis problemas con los Ancelot.

—Y estaremos ahí, King, tenlo por seguro. Mientras el asunto no llegue a mayores o se terminen metiendo blackeros en el lío, todo irá bien.

Una vez pactados los términos de la compra, Arturo y Joe separaron sus caminos, cada uno en su moto. Por su parte, Arturo tenía que recoger a Sibyl de sus clases de horario nocturno, estaba algo tarde así que debería acelerar. Para evitar que los de tránsito —policías— le detecten el tufo a ron si es que lo detienen, se bebió abundante enjuague bucal, siempre llevaba una botella consigo. Se colocó con firmeza el casco y partió rumbo a la Facultad de Letras y Humanidades de la UMSA.

Durante el camino Arturo no podía evitar pensar en lo rápido que había ocurrido todo. En tan solo un mes había pasado del status de soltero a estar de concubino, un cambio bastante radical. Había trascurrido poco tiempo desde que conoció a Sibyl y ya habían acordado convivir juntos. Bueno, tampoco es que la situación les permitiera hacer las cosas con más calma. Arturo sabía que su novia tenía problemas muy delicados y rudos con su familia, si no la albergaba era capaz de quedarse días durmiendo en la terminal de buses o algo peor. Sin embargo, sus padres no tardarían mucho en enterarse. Para ganar algo de tiempo, Arturo había pactado con Sibyl tratar de ser lo más precavidos posible, lo último que él quería era cruzarse con sus padres estando en compañía de su chica, en especial por su madre, quien lo tendrá mártir ni bien saberlo.

Llegando a su destino, vio a Sibyl conversando con algunas otras chicas en la puerta de la facultad. No parecían ser amigas suyas, ni siquiera parecía que estuvieran hablando por propia voluntad; solo estaban intercambiándose libros. Todas eran más altas y grandes que Sibyl, dejando a su novia un tanto invisible, llegando a lucir incluso un poco insignificante. Entonces Arturo tocó la bocina de su moto, el rostro de Sibyl se iluminó con una sonrisa ni bien lo vio y corrió a su encuentro. Arturo se sacó el casco, dejando su cabellera oscura emerger como si fuera un comercial para champú. Ella se enganchó al cuello de su novio y se dieron un apasionado beso de lengua en plena calle. Sibyl se subió a la moto, las chicas de su clase la miraban con cara de estupor. El Gran Maloy rugió, Sibyl rodeó la cintura de su hombre, miró a sus compañeras de clase y les sacó la lengua mientras la moto partía como caballo galopante.

Al avanzar por las calles, Sibyl podía sentir un gozo palpitante bajo su pecho como no creía posible. Había visto en ánimes y videos musicales, a chicas siendo recogidas por sus apuestos novios rebeldes en motos como esa, pero jamás pensó que le pasaría a ella. Tenía entre sus brazos al hombre que nunca creyó que llegaría a conocer, uno que se preocupase por ella, que la amase, que la hiciese sentir segura y que estuviese ahí para ella, aún en las situaciones más difíciles; como en un shojo. Sibyl pensaba que si no fuera por Arturo, sus días de arraigo lejos de su madre habrían sido un periodo constante de frío y hambre en lugares inmundos para pasar la noche. El presupuesto casi se le había acabado, las propinas fueron breves y faltaban tres días más para su paga, en verdad la necesitaba; los días previos a pasar las noches con Arturo había tenido que comer lo mínimo necesario. De no ser por el metalero que ahora le ofrecía su techo, comida y la seguridad de su compañía, los días que transcurrían se habrían convertido en el vacío del ayuno, la escasez de dinero y la fría soledad de las noches entre lágrimas.

Llegando a la cueva de Arturo, con el silencio y la agilidad de un ninja, ambos ingresaron al apartamento. Una vez Sibyl estuvo dentro, Arturo recién guardó su moto en el garaje. Estaba por regresar al apartamento cuando su nana, Mercedes, lo sorprendió.

—Joven Arturo.

—Ho... hola Mechita —saludó él, muy nervioso.

—Pensé que estabas en la casa, joven. Tengo algo que darte —dijo Mercedes y sacó un aguayo dentro del cual había dos contenedores de plástico con comida caliente—. Para que comas con tu novia, joven.

Arturo se ruborizó tan rápido, que Mercedes no pudo evitar reír un poco.

—Mechita, no le vayas a decir a mi viejo, porfa.

—Mirá joven —Mercedes hizo el ademán de cerrarse la boca con una cremallera—, por mí, don Alonso jamás lo sabrá.

—Gracias Mechita. Solo será un tiempo breve, tomaré un anticrético cuanto antes.

—¿Te vas a ir de la casa, mi niño? —lo interrogó la nana, rompiendo el corazón de Arturo con su expresión de madre acongojada.

—Si quiero vivir con mi novia, debo irme.

—Pero. ¿Estás seguro, joven Arturo? ¿Es la indicada esa señorita?

—No lo sé, Mechita. No me importa si es o no la indiciada, yo la amo, la necesito. Le dio un nuevo significado a mi vida y está haciendo que me conozca en facetas que no sabía. Ella saca lo mejor de mí, me motiva a hacer mi mejor esfuerzo.

Mercedes pudo distinguir el brillo de la esperanza en los ojos de Arturo. Hacía tiempo que no veía una mirada tan llena de ilusión en aquel muchacho, que durante tantos años ha sido como un hijo para ella. Vio el abandono en el que lo tenían, una jaula de oro que más parecía un refrigerador. De qué había servido tanta disciplina, si al final terminaron rompiendo al muchacho. Pero el Arturo que tenía en frente era otra persona, renovado por el único poder que puede mover ese corazón de metal: el amor puro e intenso por una mujer. "Lo que te falta aprender todavía, mi niño", pensó Mercedes y agregó:

—Nada más ve con cuidado, joven Arturo. No vayas a estar haciendo wawas, ni casados están.

—Ay, Mechita. Tú quédate tranquilita de eso, soy responsable.

—Ya, mi niño. Coman bien, yo misma hice esto para la cena de don Alonso.

Con dulzura, Arturo abrazó a su nana y dejó un beso sobre su cabeza.

—Gracias, Mechita —dijo y se retiró.

Sibyl estaba mirando su celular dañado cuando Arturo regresó a su cueva. El aparato tenía la batería afuera, se veía desteñido de lo viejo que estaba.

—Se mojó —dijo Sibyl con expresión triste—, fue mi primer celular, lo extrañaré.

—¿Ya lo hiciste ver con un técnico? —consultó Arturo en tanto repartía la comida que su nana le dio, en un par de platos.

—Sí, dijo que la placa entró en corte, ya no funcionará más.

—Puedo ayudarte con eso, tengo un celular que ya no uso, lo buscaré en la mañana.

—¿Me prestarás ese celular?

—Así es. Necesitas uno para que estemos en contacto.

Sibyl dibujó una sonrisa y se encogió de hombros para luego agregar:

—Eres muy bueno conmigo, gracias por tu ayuda.

El comentario de inmediato hizo sonrojar a Arturo, que fijó su mirada sobre la comida que Mercedes le había entregado, para evitar hacer evidente su pudor.

—Mi nana nos envía esto.

—¿Tienes una nana?

—Sí, bueno, es la criada de la casa. Se llama Mercedes, es la persona más dulce del mundo.

—Tus papás deben ganar muy bien.

—Sí, mi viejo tiene sus negocios, pero nada de este patrimonio será para mí. Mis padres y yo tenemos muchas diferencias y ellos solo heredarán a los hijos más sumisos a sus deseos y expectativas, yo no soy de esos. Creo que al final mi hermano mayor terminará heredándolo todo. Ojalá le saque provecho, yo no quiero nada de esta familia.

—Te entiendo, yo tampoco quiero nada que venga de mis padres, pero en especial de esa señora que es mi madre.

No dijeron más durante la cena, la chica tenía un hambre voraz. Arturo también tenía hambre y la comida de Mercedes estaba muy buena, pero al ver a Sibyl comer con tantas ganas, decidió cederle la mitad de su plato. Ella se negó al principio, pero Arturo le puso como pretexto que no tenía mucha hambre y que era mejor que ella comiera esa comida o tendría que desperdiciarla. Sibyl no estaba conforme con la explicación, pero aún tenía el apetito abierto, así que aceptó la oferta. Arturo observaba con disimulo a Sibyl, su manera de comer le parecía dulce; tenía que cortarlo todo en bocados muy pequeñitos antes meterlos a su boca pues podía atorarse con facilidad, su garganta es estrecha; y no era lo único que tenía estrecho.

Querían turnarse para tomar una ducha, pero luego pensaron que se extrañarían demasiado así que se bañaron juntos. Aprovecharon la desnudez para hacerse algunos arrumacos. La luz le brindó a Sibyl la total revelación del cuerpo desnudo del hombre que amaba. Su piel era de un tono acaramelado, parecía algo bronceada, aunque eso era efecto de años de alcoholismo y no del sol. Estaba definido, muy definido, con el trasero más duro que el de un balletista asustado —producto de un intensivo y clandestino entrenamiento en artes marciales—, pero su masa muscular lucía significativamente menor cuando no llevaba su ropa metalera encima. Tenía un enorme tatuaje en la espalda, con la figura de un águila bicéfala sosteniendo una guitarra eléctrica con las patas. El cuerpo y extremidades, cubiertos de cicatrices, como si hubiera estado en alguna guerra, visión que, al mezclarse con su abundante vello corporal, daba la sensación de ser el cuerpo de aquel Wolverine que Hugh Jackman había interpretado hace tiempo.

Quería Sibyl preguntarle por el origen de sus marcas, pero hubo un factor diferente que llamó su atención femenina por completo; nada que un poco de imaginación morbosa no pueda figurar, para evitar descripciones más escatológicas. "Tiene muchas venas", Sibyl pensó y de inmediato sintió que moriría de la vergüenza. Al sentirse Arturo observado, miró a su novia, que tenía el rostro enrojecido y oculto tras su cabello; rió el metalero con voz grave, sonriendo. Ella no sabía cuán apenada estaba por haber sido sorprendida examinando "el paquete", pero Arturo la tranquilizó con besos y caricias que le quitaron las ganas de sentirse culpable. Había tanto amor allí que solo faltaban que las burbujas de jabón tomen forma de corazones.

Una vez en la habitación, Arturo vistió a su novia con el pijama que había traído el otro día; descubrió un placer muy personal por vestirla y desvestirla, gesto que Sibyl encontraba adorable. Luego se cepillaron las cabelleras mutuamente, pero a la hora de recostarse, la chica hizo algunas muecas de dolor. Estaba adolorida por los pesos que tuvo que cargar en el trabajo, a pesar de los cinco días de impedimento que le había dejado la última golpiza de su madre. Por falta de personal de cocina, Sibyl tuvo que trasladar pesadas cajas de refrescos del depósito para tener siempre abastecida la nevera.

De inmediato Arturo sacó de su velador la crema para dolores musculares que él mismo se aplica cada vez que tiene alguna pelea importante. Con delicadeza, se dedicó a masajear la espalda de Sibyl con el ungüento para el dolor y mientras lo hacía, depositaba alguno que otro beso sobre su cabeza y cuello. Los masajes resultaron ser tan buenos que la chica empezó sentir alivio de sus dolencias, pero lo que en verdad le hacía recuperar era el recibir tantas atenciones esmeradas de otra persona. Eso era algo muy nuevo para ella, se sentía en las nubes. Por su parte, Arturo disfrutaba mucho cuidando de Sibyl, le llenaba la vida de un nuevo significado como protector y proveedor.

Faltaba poco para la medianoche, la feliz pareja de enamorados estaba ya en cama, abrazados y muy juntos. Reían, se hacían bromas mientras miraban episodios de "31 minutos" en la televisión; era el show de marionetas preferido de Sibyl. Entonces Arturo abordó el delicado tema que le había estado ocupando la mente todo el día:

—Amor, tendremos que irnos a un nuevo apartamento lo antes posible.

—Por tus padres, ¿cierto?

—Así es, no podemos vivir juntos aquí, mis padres no lo tolerarán.

—Arty...

—Pero no debes preocuparte por eso. Ya lo tengo todo resuelto, conseguiré un buen dinero pronto y podremos irnos juntos a donde queramos.

—¿Y puedes contarme cómo conseguirás ese dinero?

Arturo desvió un poco la mirada.

—Venderé mi moto a un amigo —aseveró.

—Pero, ¿es en serio?

—Sí, con ese dinero podremos irnos.

—Espero que no estés vendiendo tu moto por mi culpa.

—Para nada. De todas formas, tenía que desalojar este lugar en unos meses. Además, no quisiera que estemos cerca de mis padres. Quiero que tengamos nuestro propio lugar para vivir.

—Suena bien —dijo Sibyl en voz baja mientras miraba el rostro de Arturo. A sus ojos se veía como un hombre tan grande y fuerte. Hablaba con tal seguridad que sintió que había tomado muy en serio ese amor. No sería un romance pasajero, ella podía presentirlo y eso le dejaba cierto temor, quizá por la posibilidad de perderlo, de no estar a la altura, o quizá...

—He estado haciendo cálculos. Con mi salario y lo que tú puedas aportar nos debería alcanzar para la comida y servicios, además... —Arturo hablaba y hablaba sobre ingresos y egresos, planificando cuidadosamente los pasos que debían seguir para tener su presupuesto equilibrado. Sibyl había dejado de prestarle atención a lo que decía, solo lo miraba mientras oleada tras oleada, el apego hacia él crecía y crecía. Jamás había sentido algo así de poderoso, no sabía hasta dónde era el límite de lo que podía amar, pero en ese momento le era imposible siquiera pensarlo. Estaba enamorada, embriagada de Eros y Cupido, era lo único que sabía—... y de esa forma, si ahorramos un poco en transporte, podremos vivir sin muchas privaciones. No será una vida holgada, pero tendremos todo lo necesario.

—No importa, si es contigo, cualquier vida será buena para mí —dijo Sibyl, quien hace rato había dejado de pensar en planes y solo sentía un mar de emociones dentro de ella. Arturo sonrió y se dedicó a besarla hasta que la televisión se apagó de forma automática y el sueño los venció a los dos.

***

Viernes 27 de septiembre de 2019, el día del under había llegado. El motivo tributo de la noche era power metal. Tres bandas invitadas: "Longinus", "Clan Cóndor" y "RainHell" como banda principal. El repertorio abarcaría covers desde ArticSonata hasta DreamTheater. No habría piedad alguna, la noche prometía alcohol, sexo, drogas y muchos billetes de las tribus power de la ciudad, las que se veían más interesadas que ninguna otra por ese under de viernes en el Boca y Sapo. Desde luego, Akron el inquisidor, líder la facción Ancelot, la más importante de las tribus power de la zona occidental de la ciudad, no se lo perdería.

Las reglas son claras, nadie derramaba sangre en territorio del Boca y Sapo, todas las tribus metaleras del país entero lo sabían. Akron no era la excepción, no atacaría ni ordenaría a los suyos hacerlo, a ningún miembro de las bandas invitadas de la noche hasta la jornada siguiente; eso también era ley. Pero el under se mostraba propicio para estudiar la situación de cerca.

Las primeras bandas estaban por tocar, los metaleros ya habían empezado a beber. En una esquina mal iluminada del boliche, Akron aguardaba. Su cabellera y barba rubias podían confundirlo fácilmente con un extranjero. Se sabe que él es miembro de una de las familias más importantes de la nación, con una larga trayectoria política y empresarial. Sus mayores rivales eran, sin duda alguna, los Mendoza, a quienes consideraban una especie de "clase inferior". Así es, aunque la familia de Arturo ya era poderosa y adinerada, había familias en La Paz aún más adineradas y poderosas que la suya; la de Akron era una de esas familias.

En su rincón oscuro aguardaba a su informante, quien no tardó en traer las noticias:

—RainHell ya está aquí, míster —reportó un metalero a Akron de forma muy disimulada, el informante agregó—: Vienen la banda, sus acompañantes, los ayudantes de sonido y el King.

—¿Los observaste cuando salieron de su sala de ensayo?

—Sí, míster. Pero hay algo raro, una chica muy pequeña viene con ellos. Parece una niña. Tenía tomada la mano del King.

Akron levantó una ceja, extrañado.

—¿Su hermana quizá?

—No, míster. Se sabe que ella regresó a Cochabamba. Esta chica es otra.

—Mmm, extraño. Averíguame cosas sobre ella.

Sin mediar más palabra, el informante desapareció en la oscuridad. Entonces, de las sombras que estaban detrás de Akron, una figura negra emergió. Era un tipo enorme con la cara tatuada y llena de modificaciones corporales escalofriantes. La totalidad de sus globos oculares era negra, producto de un proceso de tatuaje corneal. Vestía una larga gabardina negra, proveyéndole un aspecto misterioso y sombrío. Se trataba de un blackero conocido por ser "sparring". En el universo metalero de La Paz, un "sparring" era una especie de guardaespaldas de nicho que ciertos metaleros muy adinerados suelen contratar como guardia y entrenador personal; a veces también fungen de tutores y hasta de maestros en artes místicas. Este blackero en particular, llamado Asmodius en el medio metalero, se hizo famoso por sus métodos despiadados para atender las exigencias de su oficio. Dicen de él que es un agente del caos y la aniquilación, un ser de panteísta existencia cuyo único dios es la destrucción.

—¿Oíste, Asmodius? —dijo Akron.

—Lo suficiente —respondió, su voz era profunda como un eco—. Tu obsesión por la venganza será tu perdición, Akron.

—El poder debe establecer bien sus fronteras —respondió el power, inspeccionando con disimulo el boliche. Quería observar a la chica que Arturo trajo, no era usual que un hombre como él invitara gente foránea al metal a uno de sus espectáculos. Era una señal importante.

—Tienes unos intereses demasiado mundanos —sentenció Asmodius.

—Quizá a tus ojos, pero yo sé lo que hago. No puedo permitir que una basura como Arturo Mendoza se haya besuqueado con mi mujer y quede impune. Pagará su osadía con sangre, ese hijo de puta.

—Anhelos huecos, pura banalidad, podrías aspirar a más —replicó el temible blackero y agregó—, ustedes, los power, viven una vida superflua. Su arrogancia es fácil de provocar y engañar.

Ese último comentario había causado un fastidio profundo en Akron quien volteó hacia Asmodius para mirarlo con firmeza y mostrarle que, a diferencia del resto, él no le tenía miedo.

—Te pago para que cuides mis espaldas, no para opinar. Espero que lo entiendas bien —Akron dijo, Asmodius dibujó una sonrisa macabra y se perdió en las sombras, como un fantasma.

"La venganza es un plato que se come frío", se dijo Akron. 

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