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11. La Hermana de Arturo

"Escucho un golpe en la puerta, acercándome a mis ojos, perdido en la conciencia es tu susurro, Sobre venir un corazón derretido, un retrato descolorido, refleja mis recuerdos que desaparecen".

X Japan - Weekend

✎﹏﹏﹏ 🎸 🎶 🎸 ﹏﹏﹏✎

>Sib: Espero que mejores pronto, siento mucho lo que pasó. Y_Y
(Arturo está escribiendo)
>Arturo: Tranquila, ya me vio el médico en la mañana.
(Sib está escribiendo)
>Sib: ¿En domingo?
(Arturo está escribiendo)
>Arturo: Así es, conozco a alguien que es médico, me dijo que guardara reposo. Mañana estaré como nuevo, descuida.
(Sib está escribiendo)
>Sib: Espero que sí, me tenías muy preocupada.
(Arturo está escribiendo)
>Arturo: Estaré bien, ¿tú lo estás? Cómo está tu cabeza.
(Sib está escribiendo)
>Sib: Bueno, mi cabeza ya no me duele, tengo un chichón en la frente, pero ya casi se pasó la hinchazón, así que mañana la vida debe seguir, tengo trabajo y clases.
(Arturo está escribiendo)
>Arturo: Trata de no esforzarte demasiado.
(Sib está escribiendo)
>Sib: Eso debería pedirte yo a ti, tú te llevaste la peor parte. Por cierto, ¿este viernes tienes algo de tiempo?
(Arturo está escribiendo)
>Arturo: Después de las seis de la tarde, lo que quieras.
(Sib está escribiendo)
>Sib: Ok, ¿será que puedes venir a mi trabajo a recogerme?
(Arturo está escribiendo)
>Arturo: Sí, desde luego. ¿Dónde queda?
(Sib está escribiendo)
>Sib: Te mandaré GoogleMaps, es súper céntrico.
(Arturo está escribiendo)
>Arturo: Venga, ahí estaré...
(Sib está escribiendo)
>Sib: Bueno, chateamos mañana, ¿chi? Tengo que mimir.
(Arturo está escribiendo)
>Arturo: De acuerdo, que descanses.

En ese momento, Sibyl apareció como desconectada. Eran casi las dos de la mañana del día domingo. En la jornada previa, Arturo había vivido la cita más intensa de su vida. No era solo el hecho de haber tenido que pelear a lo salvaje para evitar que le asaltaran a él y su nueva amiga, sino esa creciente esperanza que iba aflorando bajo su pecho. En aquel momento, en que parecía que ambos se estaban jugando la vida en una apuesta mortal, Arturo sintió una auténtica revolución en lo más profundo de su ser, en sus venas. Ver a Sibyl en peligro activó alguna clase de gen dormido en Arturo, uno que lo convertía en celoso protector de lo que considera importante.

¿Era posible que, de forma repentina, una chica recién encontrada levantase tal instinto de protección en aquel rudo metalero? En principio, sí. Arturo llevaba años soñando con vivir algo así. Una experiencia que su violento universo jamás le iba a poder brindar. La ley es la ley: "Jamás enamores con una chica metalera". Eso dictaba el código de su tribu, y razones para estricto cumplimiento, no faltaban. Después de todo Arturo conocía muy bien los peligrosos problemas que traía enamorar con chicas pertenecientes a un mundo tan temerario como el suyo.

Luego de su accidentada cita, Arturo sacó fuerzas de sus últimas reservas para cumplir el rol de guardaespaldas de Sibyl, no trastabilló siquiera hasta dejarla segura en casa de su padre, lugar donde ella pasaría la noche. Al verla entrar al pequeño edificio que la cobijaría, el guerrero herido caminó hasta la salida de la calle y se sentó en un camellón. Buscó algo que fumar, solo le quedaba un cigarrillo, lo encendió para apaciguar todo el fuego que inundaba sus pulmones. Por poco lo matan y, aun así, aquel agreste ejemplar metalero no tenía otra cosa en su mente que no fuera Sibyl: "Pequeña, qué me has hecho", Arturo pensó.

Llegó de madrugada a casa, su nana lo estaba esperando, muy angustiada. Ni bien le vio, le preguntó varias veces si estaba bien. Arturo sonreía como un imbécil, no parecía que hubieran intentado asaltarlo solo unas horas antes. Mercedes pensó que el muchacho estaría ebrio, pero bastó con que Arturo le confesara que venía de una cita con una chica para que todo se aclare. Con más tranquilidad, la nana regresó a su habitación, un cuarto modesto para servidumbre, no sin antes hacerle algunos cariños a Arturo en la cabeza.

El domingo, ni bien despertó, lo primero que Arturo hizo fue llamar a Sibyl para confirmar que todo había salido bien. Hablaron durante algún tiempo, ella le dijo que logró conciliar un sueño profundo, estaba exhausta. Al mediodía, nuestro metalero tuvo que afrontar la inevitable audiencia con sus padres quienes lo interrogaron cual policías de inteligencia sobre lo ocurrido, haciendo especial énfasis en la chica con quien Xavier, el hermano mayor, lo había visto en el hospital municipal. Arturo aclaró, muy específicamente para su madre, quien era la más interesada en el tema, que no se trataba de ninguna cita de una noche ni de una prostituta. No brindó más detalles, aunque tal hermetismo no era para nada del agrado de doña Isabel.

Por la tarde, Arturo fue a visitar a un amigo, un traumatólogo metalero, fan suyo desde que lo escuchó tocar un solo de guitarra de una canción de Stratovarius. Él solía atenderle de aquellas heridas que resultaban como producto de peleas anónimas cuya existencia no podía ser revelada fuera del cónclave metalero, mucho menos a la familia de Arturo. Le diagnosticó un par de días de impedimento y una suerte endemoniada. Dijo que el cuchillo por poco pudo haberlo matado, cuestionándole qué clase de salvaje epifanía pudo llevarlo a tal situación. Arturo no brindó precisiones de los hechos, solo dejó muy en claro lo difícil que podía ser robarle. Un ladrón inteligente no lo intentaría sin un buen plan de contingencias y las armas apropiadas.

Llegada la noche, Sibyl le llamó. Le relató un poco de su día, que en ese momento estaba en casa de su madre, lugar donde solía pasar la mayoría de sus noches cuidando de su pequeña hermana. Cuando la medianoche llegó, para no hacer ruido, siguieron su charla en chat. No se detuvieron hasta la madrugada.

El día lunes sorprendió a Arturo con un reluciente día soleado y un evidente atraso al trabajo. Quizá todo lo acontecido el fin de semana había dejado la responsabilidad de Arturo en estado de narcolepsia. Salió de casa como alma poseída por Cthulhu y llegó al taller con veinte minutos de retraso. Ni bien Rick lo vio, lo primero que hizo fue decir:

—¡Arturo, conchudo de mierda! Mirá tu cara, estás hecho concha hijo de puta.

—Calla, mierdita, que aún me sigo viendo mejor que vos.

—Pero qué te pasó, ¿no te habrás metido en problemas de nuevo?

—Nada que no pueda resolver. Intentaron asaltarme. Por desgracia para los ladrones de mierda, no sabían que eligieron un mal día para intentar calcarme.

—Puta, qué jodido man. ¿Estás bien, Arty? Si quieres le digo a la Moira que estabas enfermo o algo. Yo te cubro este día si necesitas.

—Tranquilo, brother. Trabajaré hoy, unos cuantos warak'azos no me van impedir laburar. Pero gracias de todos modos.

—Bueno, no olvides que la Moira está en la oficina. Supongo que esperaba verte ebrio o algo así, cuando vea tu cara yo creo que entenderá tu atraso.

Ciertamente, Arturo no quería tener que reportarse con Moira. Al entrar la vio mucho más angustiada en su computadora que en alimentar bronca. Tan inmersa estaba que cuando Arturo la saludó, ella respondió un monosílabo random. Él no tardó en notar que su jefa tenía problemas informáticos y al ojear la pantalla supo cómo solucionarlo. Moira no había hecho otra cosa más que fastidiarle desde que empezó a trabajar, ¿por qué demonios él haría algo por ella? "Estrategia, usa la cabeza, como un buen general en la Segunda Guerra Mundial".

—¿Necesitas algo de ayuda? —dijo Arturo. Solo en ese momento, su jefa se volteó a mirarlo y se le quedó observando la cara.

—Qué te pasó —Moira le interrogó.

—Intentaron asaltarme el sábado, pero me defendí y no lograron robarme.

—Qué peligroso; no debes intentar defenderte, podrían matarte.

—No, jefa; yo no me dejo con nadie. Pero puedo ayudarte con esa CPU.

Moira esbozó una sonrisa mínima y asintió. Arturo se acercó a la computadora, notó que su jefa estaba escribiendo algo en Word, pero el sistema operativo estaba intratable. Windows 7, nada que Arturo no conociera, después de todo él mismo usaba ese sistema operativo para hacer sus grabaciones musicales y maquetas de audio. Lo único que tuvo que hacer era aplicar una restauración de sistema y ejecutar MSCONFIG. Cuando la computadora reinició, recuperó el documento que estaba haciendo Moira y todo quedó solucionado.

—Vaya, no sabía que eras bueno con las computadoras.

—Aprendí en la vida, jefa. Es necesario.

—Sí, lo es. Gracias.

—De nada.

—Mira, Arturo, si necesitas el día para recuperarte...

—No, no, para nada. Quiero trabajar. Iré a terminar el pedido del viernes.

Y lo hizo, Arturo terminó ese mismo día el empaste de un largo lote que tenía acumulado desde la semana anterior. Moira pensó que, a pesar del aspecto de piedra sin cerebro que tenía el chico, su tenacidad para aprender las tareas era asombrosa. Se cortó sinfín de veces, manchó libros con sangre, pero al final aprendió a hacer su trabajo muy eficazmente. "No es tan malo, según parece", pensó Moira ese día antes de retirarse. Se sentía muy agradecida con Arturo pues el documento que salvó era algo muy importante que estaba escribiendo. Usaba sus ratos libres entre tareas del trabajo para hacer sus avances. Habría perdido meses de trabajo si Arturo no arreglaba la CPU.

Terminada la jornada laboral, Arturo regresó a casa con seis latas de cerveza, única bebida con contenido alcohólico que él se permitía beber en soledad; la consideraba "juguito de malta", "pan líquido", no trago en sí, ni para sí. Además, ya había pasado demasiado tiempo sin alcohol y su hígado demandaba atenciones etílicas mínimas. Pero cuando llegó, una visitante lo esperaba en su puerta.

—¡Oni-chan!

—¡Oh, monstruo! ¿No tendrías que estar en Cocha pasando clases?

—Al menos salúdame bien, baka.

—Ya, ya, mejor ven y dame un abrazo.

Andrea era la hermana otaku de nuestro metalero. He ahí el por qué Arturo percibió algunas semejanzas entre Sibyl y su hermana. Claro que Arturo conocía aquel mundo, pero lo veía como algo extravagante, frívolo, innecesariamente exagerado, casi ridículo; le provocaba cierto cringe, o modorra, el sobrepensarlo. Por mucho que Andrea se esforzó, jamás logró despertar el interés de su hermano mayor por el mundo de lo japonés, del manga y sus coloridos ánimes. Lo intentó con mucho entusiasmo, pero sus métodos no eran los adecuados para enganchar a alguien como Arturo. Empero, él no tenía corazón para decirle a su hermana que todo aquel tema lo aburría, no deseaba desilusionarla así que fingía interés para satisfacerla. Cuando Andrea lo notó, dejó de intentarlo.

La hermana de Arturo estudiaba comercio internacional en una costosa universidad privada situada en la ciudad de Cochabamba, a siete horas en carretera de La Paz. Su casa de estudios era un internado católico en el que se priorizaba la excelencia académica por encima de cualquier otro factor. Ello hacía que la chica tuviera poco tiempo libre, pero esa semana habían ocurrido una serie de eventos que le permitieron volver a La Paz por unos días. Arturo la invitó a pasar y le sirvió un vaso de leche mientras él abría su primera lata de cerveza.

—Oye, Arty —dijo Andrea—; oí que intentaron robarte, y ahora que veo tu carita...

—Tú misma lo dijiste, lo intentaron.

—Si te vuelve a pasar, Kami-sama no lo permita, trata de no poner resistencia.

—Eres la segunda persona que me dice eso hoy.

—Es por sentido común, oni-chan. Podría pasarte algo muy grave.

—Andrea, dudo que un ladrón de porquería pueda ser una amenaza para mí. Están mal alimentados, lentos, sin disciplina. Ni siquiera saben darle mantenimiento a un arma, según yo mismo vi. No son una amenaza para mí, no te preocupes.

—Me preocupa porque te conozco. Sé de lo que eres capaz, conozco el mundo del metal. Me he pasado años observando lo que haces, la música que tocas con tu banda, todas esas cosas macabras y peligrosas de las que vives rodeado.

—¿Debería sentirme espiado también por ti?

—No, pero sé que un maleante cualquiera no es capaz de dejarte la cara así. Solo existen dos posibilidades: o los maleantes eran expertos o tú estabas demasiado distraído, y ahora que me confirmas que los ladrones eran unos novatos, entonces andabas muy distraído. Dime con qué o, mejor dicho, con quién.

"Esta niña es muy suspicaz", pensó Arturo. Sabía que no era sencillo guardarle secretos a Andrea, era hábil para deducir las cosas. Desde niña, su mayor sueño era convertirse en detective, pero en el mundo real y concreto en el que don Alonso quería anclar a sus hijos, los oficios policiacos quedaban fuera de discusión. El hombre no podía imaginar a su infanta en la peligrosa vida de un profesional dedicado a investigar delincuentes; creía que el trabajo policiaco era principalmente para varones. Don Alonso no quería a su hija metida en el putrefacto mundo de las élites policiales, la política y la justicia, así que la motivó, por no decir que la obligó, a que estudiara comercio internacional. Él consideraba que una mejor forma de adquirir el poder era por la economía.

—Estás sospechoso —continuó Andrea—. Además, la Mechita ya me dijo que estabas con una chica. Dime, quién es, ¿una metalera? ¿Del trabajo? Quién es.

—Y por qué razón fatal yo tendría esta clase de conversación con mi hermana menor, ¿eh?

—Porque tu hermana menor tiene el cerebro que tú no, y porque cuando tú estás de ida, yo ya estoy de vuelta. Si quieres, puedes decirme quién es ella, o si prefieres, te lo puedo decir yo.

En ese instante, el interés de Arturo por la situación se hizo notorio.

—Muy bien, al grano. ¿Cuál es el precio? —Arturo ya sabía a dónde estaba encaminándose la charla. Conocía a su hermana.

—Precio de qué —Andrea respondió, no se lo dejaría tan fácil.

—Tú has averiguado algo que crees que me interesa, y si es acerca de lo que estoy pensando, podría ser así. Pero no me dirás nada sin recibir algo a cambio. Adelante, cuál es tu precio.

Andrea sonrió con picardía y empezó a chocar suavemente sus dedos índices uno contra el otro.

Eto... eto... hay algo que tú puedes hacer por mí. Si hubiera otra forma, no te pediría esto, pero eres el único que puede ayudarme con este dilema —la ansiedad de Arturo se incrementaba, Andrea sonreía con el rostro enrojecido—. El domingo volveré a Cocha y ya no regresaré hasta el invierno, pero hay una persona con quien quisiera charlar un poco antes de irme. Esa persona es tu amigo...

—Un momento —la interrumpió Arturo—, espero que no estés pretendiendo pedirme lo que yo ya te dije hace tiempo que no haría.

¿Y qué es lo que Arturo no haría? Permitir que su pequeña hermana y el degenerado que tiene como vocal de su banda y, además, amigo más próximo, tuvieran una cita. Rick no era la clase de hombre confiable y caballeresco a quien le confiaría algo tan importante como su hermana; tenía dotes de conquistador, eso Arturo también lo sabía. Además, su consumo de sustancias podía ser peligroso.

Por otra parte, él estaba muy consciente que Andrea sabía qué clase de malandro era Rick y que era justamente eso lo que le atraía. Se lo confesó en su quinceavo cumpleaños, momento en el que Arturo dejó un "no" rotundo a cualquier facilidad para aproximar a ambos.

—Mira, entiendo tu posición —continuó Andrea—, tú no me crees capaz de lidiar con alguien como Rick, pero tampoco pretendo tener un romance con él, ya no soy una niña. Él fue mi primer amor y ni siquiera tuve una sola oportunidad de cruzar palabra con él.

—No te pierdes de nada, es un animal.

—Sí, pero yo quiero conocer a ese animal de primera mano y no quedarme solo con tus relatos de cómo es él. No quiero casarme con Rick, solo conocerlo un poco y quedar tranquila. Quiero cerrar ese capítulo de mi vida de una vez por todas.

—No, simplemente no.

Andrea hizo una mueca de disgusto y continuó:

—Podría ir directamente y hablarle yo misma, ¿sabes?

—No, no podrías. Leyes de RainHell: "Jamás salgas con una chica metalera", "jamás salgas con la hermana de tu hermano del metal", "jamás traiciones". Por código, el Rick no te daría ni la hora.

—A no ser que tú le digas que sí.

—Y yo ya te dije que no haré eso.

—¿Y te seguirías negando si yo te digo que sé algo que te interesa?

—Eso ya me lo hiciste notar desde un principio y no creo que tú...

—Se llama Sibyl, es una chica pequeñita que suele ser vista en eventos de ánime. Es miembro de las "Le'ciel", un grupo de chicas fanáticas de L'Arc~en~Ciel, una banda japonesa que seguro no conoces. Su serie favorita es Clannad, le gusta el shojo y el josei. Actualmente escribe prosa poética en Wattpad bajo el alias de Kat Clein, tiene muchas seguidoras por su forma de expresar sus sentimientos; suele hacer reseñas y críticas lindas a otras usuarias sin pedir nada a cambio. También tiene una cuenta de Instagram con sus cosplays, la que suele tener en modo privado, pero yo ya logré acceso. Soy una de sus lectoras desde hace tiempo y parece que actualizó su libro de prosa escribiendo cosas sobre ti. Si quieres saber el user de sus demás redes sociales, tendrás que dejarme salir con Rick.

—Cómo demonios averiguaste todo eso.

—No es tan difícil cuando tienes una comunidad sólida de lectoras y frikis donde el chisme cunde como una plaga.

No había nada que argumentar al respecto y la información parecía ser veraz. Arturo se encontraba en un dilema, al fin tenía a la mano una posibilidad de poder confirmar algunas cosas sobre Sibyl, pero no estaba dispuesto a aceptar el precio de esa información, ¿o sí?

—Dime, oni-chan —interrumpió Andrea las cavilaciones de su hermano—. ¿Te gusta ella?

Arturo lo pensó unos momentos, aún no había logrado abstraer ese asunto, pero tenía que ser honesto consigo mismo al menos.

—Es lo más probable —respondió.

—Mira, francamente no sé si puedan cuajar. Ella es muy diferente a ti. Es una chica tierna, sensible, frágil. Por otra parte, tú eres una especie de hombre de Java. Pero, aunque parezca que me estoy preocupando mucho por ella, en realidad me preocupas tú. Te conozco, oni-chan, por dentro eres una persona que puede ser herida y no conoces lo que la ternura le puede hacer a un corazón como el tuyo. No estás listo para tanta dulzura.

—¿Estás tratando de tomarme el pelo?

—No, yo solo digo. Y claro, tú también podrías hacerle daño a ella. Eres torpe, impulsivo, demasiado inocente a veces; no te das cuenta de nada. Pareces un oso grande y fuerte, pero a gente como tú le flaquea el cerebro. Quizá tú y ella se lastimarían mutuamente.

—No intentes psicoanalizarme, Andrea, pues de seguro te equivocarás. No pienses que soy el mismo sujeto que conociste cuando eras niña, ahora soy más listo, más viejo y ya conozco la vida. Es más, ni siquiera estoy seguro de que ella me guste realmente, solo estaba buscando alguna amistad fuera del metal.

—Así que no estás seguro de que ella realmente te guste, pero no luces muy convencido al decirlo. Yo creo que hay más en tu corazón de lo que dices, oni-chan, pero eres tan cabeza dura que no lo admites.

—Suficiente, Andrea. Lo que haga de mi vida amorosa no es tu problema, yo ya sabré arreglármelas, no necesito tus chismes para hacer mis propias investigaciones.

Andrea suspiró lastimeramente y agregó:

—Bien, entiendo. Quizá no fue buena idea hablar de esto contigo. En fin, me voy a dormir.

Un paso, dos pasos, tres pasos.

—Andrea, espera —Arturo la retuvo, ella sonrió para sus adentros—. Entiende que jamás en la vida aceptaré que salgas con el Rick ni con ningún metalero. Esa gente no es para ti, son peligrosos, egoístas, solo piensan en su propio beneficio.

—¿Y por qué son tus amigos?

—Porque yo tampoco soy un buen sujeto. Tengo lo que me merezco.

—Opino lo contrario y creo que no todo es tan agrio y podrido como crees.

—Si acepto tu trato, solo será una única vez.

—Lo sé, no necesito otra cita tampoco. Solo que debe ser antes del domingo.

—Bien, yo me encargaré de que así sea. Pero a cambio hay una cosa que me ha estado comiendo la cabeza y que no he sabido cómo confirmar. Es un dato que quizá tú conoces. Dime si ella realmente tiene veinte años.

Y tras esa pregunta, un ataque de risa se apoderó de Andrea, quien no dejó de regodearse en hilarante bufa hasta que Arturo abrió su segunda lata de cerveza, esbozando una cara que fundía el fastidio con el aburrimiento.

—Un momento, oni-chan. ¿No le creíste la edad que tiene?

—Claro que no, una mujer adulta no puede verse así y no quiero tener problemas legales. Es demasiado pequeña, me cuesta creer que me haya dicho la verdad respecto a su edad. Creo que miente.

—Como se nota que saliste con muy pocas chicas, oni-chan. Eres inocente como una mascota grande y peluda; pareces un San Bernardo. Pero quédate tranquilo, ella no te mintió, la chica es legal, te doy mi palabra. Se ve muy infantil, pero que su aspecto no te engañe, todavía no lo has visto todo.

Arturo no podía desconfiar de la palabra de su hermana, pues cuando la cosa era seria ella no mentía ni se equivocaba. Si desconocía la respuesta, preferiría admitirlo antes que inventarla; era una persona en quien Arturo confiaba, así que se quedó mucho más tranquilo respecto a ese asunto.

—Bien —Arturo continuó—, y respecto a sus redes sociales...

—Te mandaré un mensaje de WhatsApp con los links de tu nuevo interés amoroso. También para confirmar el cumplimiento de tu parte del trato. Pero eso sí, de su Instagram déjame adelantarte que no te aceptará una solicitud de amistad. Tendrás que lograr acceso por tus propios medios.

—¿Por qué estás tan segura de eso?

Andrea sonrió, guiñó un ojo y solo dijo:

—Cuando logres acceso, si lo logras, lo sabrás. Tampoco vayas a anunciarte a sus redes sociales o sabrá que lo averiguaste por ti mismo. No le gusta ser observada en sus actividades de internet por gente que vive en la misma ciudad que ella, es algo paranoica con ese asunto. Rara como mínimo. No la presiones, ella te irá dando acceso a su tiempo, pero no dejes que se entere lo que ya averiguaste o podrías espantarla; si realmente quieres que las cosas te salgan bien con ella, ve con paciencia y cuidado, debes saber que ella viene cargada de problemas y tendrás ser estratégico para avanzar. Por último, cuídate mucho tú mismo, ella no es una mala persona, todo lo contrario, pero creo que estás tratando con alguien que está roto por dentro. No quieras ser un héroe al rescate de una damisela en peligro, o acabarás rompiéndote tú también, y mucho.

Aquella última advertencia caló profundo en la mente de Arturo, que ya no tenía muy claro qué pensar. Andrea notó la circunspección de su hermano, así que se levantó de la silla, dejó un beso en la frente de su oni-chan y antes de despedirse, agregó:

—Mucha suerte, hermanito. ¡Gambate kudasai!

Y se retiró sin darle tiempo a Arturo a despedirse también.

Una vez en soledad, Arturo empezó a beber sus cervezas una a una mientras esperaba a que Sibyl se conectara, pero esa noche no lo hizo. Eso sí, Andrea cumplió y esa misma noche le hizo llegar links a los perfiles en Twitter, TikTok, Wattpad, Pixiv e Instagram de Sibyl. El último lo tenía bloqueado con opciones de privacidad muy cerradas. Su perfil de Pixiv estaba repleto de dibujos hechos por fans de ánimes random, según parecía. Un TikTok lleno de citas de libros con fondos de ánime y música melancólica. Un perfil de Twitter (X) tan fantasma como el de Facebook. Pero Wattpad, eso constituía toda una ventana nueva para conocer a Sibyl. Y así fue, pues en cuanto Arturo puso sus ojos sobre ciertos relatos en prosa, escritos por la propia Sibyl, no pudo evitar sentir el hervir de pensamientos y emociones nuevas, algo estaba ocurriendo. 

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