Capítulo 3
En uno de los sillones negros había un chico de cabello color azabache. Estaba sentado en una postura cómoda y miraba sus pies con indiferencia. No sabía como no le había visto antes.
—¿Perdón?
—La chica del cuadro, es la princesa del infierno, la hija de Lucifer. Nadie sabe que pasó con ella, algunos dicen que murió, otros que Dios la ocultó para mantenerla en secreto.
Me sorprendió ver que ese chico parecía saber más sobre mí que yo misma.
—¿Qué es lo que cree usted? — Pregunté dudosa.
Una de las cosas que nos enseñaban nuestros padres, tanto a demonios como ángeles, era la educación. Se suponía que hasta el matrimonio debías referirte a un hombre como "usted", y ellos a las mujeres igual, era una muestra de que a pesar de los conflictos, siempre nos respetabamos unos a otros.
Por primera vez desde que lo había visto me miró a los ojos. Sus ojos eran oscuros, muy oscuros, casi negros.
—No creo que esté muerta. Lucifer nunca lo habría permitido, y los demonios tampoco. Ni mucho menos creo que Dios hubiera dejado que alguien así se le escapase —contestó mientras se levantaba.
Volví a girarme para mirar el cuadro y lo miré con confusión. Sentí su presencia a mi lado y me tensé un poco.
—Sí, cierto. Dios nunca deja escapar una buena oportunidad —dije.
Él me miró con algo de confusión.
—¿Quién es usted?
—Creía que una de las reglas del baile era mantener la confidencialidad —le observé con una sonrisa ladina y regresé mi vista al cuadro.
Él sonrió divertido y ladeó su cabeza para mirarme.
—Es usted demasiado lista para ser un demonio, pero tiene demasiado carácter para ser un ángel, ha conseguido confundirme, Señorita. En todo lo que llevo de fiesta he conseguido averiguar quienes eran demonios y quienes ángeles, sin embargo no sabría que pensar de usted.
—Me temo que tendra que quedarse con la curiosidad, demonio o ángel, hay ciertas reglas que prefiero seguir.
—¿Puedo saber su nombre o eso implicaría que sé demasiado? —Se burló, risueño.
—Haneul, Kim Haneul.
Era obvio que no le diría mi verdadero apellido. Parecía demasiado informado con respecto a mi familia como para arriesgarme. Sabía que ciertas familias preferían poner su apellido antes que su nombre, así que lo hice para evitar cualquier sospecha por su parte.
—Es un placer, señorita Kim.
—¿Y usted? —Me giré hacia él, divertida—. Si tiene algo de honor sabrá que debe darle a una dama lo mismo que ella le da a usted.
—Es usted astuta —niega con la cabeza mientras rie—. Jungkook, Jeon Jungkook.
—Bonito nombre, señor Jeon.
—Lo mismo digo.
Nos miramos unos instantes, ambos sonriendo levemente, hasta que se oyeron unos gritos a lo lejos de alguien llamándole.
—Parece que le buscan, señor Jeon —no puedo evitar sonar algo decepcionada. Me había sentido muy cómoda con él, creí que podríamos haber conectado.
—Sí, eso parece.
Me sorprendí por sus palabras al notar cierto detalle.
¿acabo de oír decepción en su voz? ¿Se ha sentido igual de cómodo que yo?
—Ha sido un placer, señorita Kim. Estoy seguro de que nos volveremos a ver, y esta vez sin máscaras y normas que no desee incumplir —sonrió.
—Lo mismo digo. Espero que volvamos a vernos —hice una reverencia, ocultando una mueca de tristeza que esperé que él no notara.
Él se inclinó de igual manera, respetuoso, y se marchó por donde se había oído la voz.
Me sentí más feliz en ese momento, la euforia comenzó a expandirse por mi cuerpo y una sonrisa genuina se escapó de mis labios junto a una risa. Sentía que quizás esa estación me iba a dar algo nuevo, algo que necesitaba desde hacía mucho. Solo esperaba que durase.
Cuando mi madre entró en mi cuarto para despertarme, se sorprendió al verme despierta y preparada. Ese día había querido ponerme algo más personal. Consistía en un vestido que tranparentaba ciertas partes, sin llegar a ser obsceno. Mi pelo estaba rizado y caía hasta mi espalda, tenía flores dispersas por él y estaba adornado por una diadema de flores.
—Vaya, ¿me perdí algo de anoche? —Se rió mi madre—. En los 17 años que te conozco nunca te has levantado tan pronto, ni tan feliz. Parece que la fiesta fue bien.
—Digamos que fue bastante tolerable —la sonreí de vuelta ocultando un pequeño sonrojo.
—Bien, entonces estamos listas para el desayuno real.
—Sí —la observé detenidamente—. Madre, ¿estás nerviosa por ver a p... Lucifer? —Me retracté.
—No, pero igualmente hija, te recuerdo que debes disimular, es mejor que nadie sepa quien eres, y mucho menos los demonios, quién sabe que podrían hacerte. Iran los principes del infierno, ten cuidado, ¿vale?
—Madre...
—Dime.
—Puede que anoche le dijera a un chico que me apellidaba Kim —agaché la cabeza avergonzada.
—No te preocupes, hablaré con Dios, le dire que las personas nos conoceran por ese apellido.
—Gracias.
—No es nada, venga vamos, o llegaremos tarde.
Llegamos a una especie de palacio. Era bastante bonito, estaba rodeado de flores y su estructura era sin duda ejemplar. Antes de la rebelión de Lucifer ese era el lugar donde se reunían todos los arcángeles para discutir temas. Cuando Lucifer y Dios pactarón la paz, se decidió que se usaría como punto de encuentro de ángeles y demonios de la realeza. Yo solo estaba allí por ser la hija de una arcángel.
—Bienvenidas. Están en la última planta, disfruten.
Mi madre y yo hicimos una reverencia y entramos.
Cuando llegamos a la última planta nos encontramos a todos ya sentados. Distingí a los hijos de los demás arcángeles, y a los que debían de ser los príncipes del infierno. Habíamos llegado las últimas.
Genial.
Al vernos, todos se levantan respetuosamente.
—Oh, aquí estais. Habitantes del infierno —empieza Dios, respetuoso—. Os presento a Sarah, la arcángel de la noche —todos inclinaron la cabeza hacía mi madre—. Y a su hija, Haneul, la estrella de esta temporada.
Todas las miradas cayeron en mí y no pude evitar sentir unas inmensas ganas de salir corriendo. Tregué con fuerza e intenté ocultar mi nerviosismo mientras hacía una reverencia.
—¿Por qué no te sientas a mi lado, Haneul? Estoy segura de que a tu madre no le importara sentarse junto a Lucifer.
Cabrón.
Ya estaba viendo sus intenciones. Estaba intentando dejar mal a mi madre.
—Por supuesto —dije un poco resentida, y me acerqué para sentarme junto a Dios. Vi como mi madre se sentaba en frente de Dios y al lado de Lucifer con el semblante serio e inexpresivo.
—Es un honor tener a la estrella de la temporada a mi lado. Digame, señorita Haneul, ¿alguien que llamase su atención en la fiesta?
—Usted dijo que no podíamos hablar de temas privados con nadie —dije sin mirarle, mientras agarraba unas pastas que me ofrecía un demonio. Le sonreí agradecida y luego se retiró con la bandeja.
Sin duda mi mayor debilidad siempre habían sido las pastas de té, eran mi pasión.
—He pensado que querría conocer a mi hijo, decidió unirse esta temporada cuando la vió a usted —comentó Dios con arrogancia.
—Debe ser un hombre de vista rápida, estoy segura de que será un honor felicitarle el día en el que se case —expresé de forma cortante.
—Bueno, aprovechare para presentarle a los príncipes del infierno —Carraspeó el arcángel Miguel, tratando de cambiar de tema y liberar la tensión del lugar—. Ellos son, Jin, Suga, Namjoon, Hoseok, Jimin, Taehyung y Jungkook —los fue señalando mientras mi vista se paseaba rapidamente en cada uno que iba mencionando, hasta pararme en el último. Al go en mi mente hizo clic cuando oí el último nombre y miré al chico a los ojos.
Ese fue el momento en el que fui consciente de a quien tenía delante. Había estado tan ocupada intentando no soltar algo demasiado inapropiado a Dios que no me había dado cuenta de que él me había estado mirando desde que llegué.
Era un demonio... sentí como una parte de mi ilusión se caía a pedazos. Dios nunca lo permitiría.
—Es un placer —dije mirándolos a todos.
Jungkook me observaba con un destello de risa en sus ojos.
—Y dime, Haneul, ¿ya sabes que cualidad vas a escoger? —Preguntó Miguel.
—¿No cree que es demasiado pronto para que ella lo tenga claro? —habló Lucifer, seco.
—Bueno, hay personas que lo tienen más claro que otras, ¿no cree, Lucifer? —le miró desafiante.
—La verdad es que no estoy segura de cual escoger aún —respondí rápidamente, para evitar esa incomoda situación.
—¿No vas a guiarte por tu resultado? —Preguntó uno de los principes del infierno sin mirarme. Recordaba que se llamaba Suga.
—Yo...
—Su resultado fue inconcluso, tuvo tres resultados —dijo Dios.
Hubo un breve silencio incomodo. Sin duda Dios estaba atacando a mi familia desde todos los lados, se suponía que mi resultado debía ser privado y secreto.
—¿Qué quieres decir? ¿Inconcluso? Es imposible tener más de dos cualidades —defendió Lucifer.
—Pues creo que la señorita ha roto esa regla —respondió Dios, con demasiada seriedad.
Incluso creí captar un poco de envidia en su voz.
—¿Cuales han sido tus resultados? —Cuestionó Lucifer. Noté un destello de ira en sus ojos.
Eso no iba a acabar bien. Por alguna razón ver ese sentimiento en sus ojos me hizo procesarlo de igual forma. Ira.
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