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Capítulo 1


El suave sonido del viento era el único sonido que se podía distinguir a esa hora. Eran las tres de la tarde, una hora codiciada para los ángeles, su momento de descanso y paz. El sector 4 era un lugar donde reinaba la paz y la armonía. Este sector era el principal, después de consguir una pareja de por vida y alistarse en una función, pasabas a ser un ángel de pleno derecho. Aquí era donde vivían todos, bueno casi todos. Tras la rebelión de Luzbel, ahora Lucifer, los sectores no habían vuelto a ser lo mismo. Los ángeles tenían miedo. Miedo de la nueva amenaza que supuso Lucifer, miedo de que la oscuridad nos sucumbiera, y miedo de perder a nuestros seres queridos e incluso... a nosotros mismos. Para mantener el orden y la paz, Dios, decidió dividirnos en secctores, cuatro para ser exactos, y decretó que visto los acontecimientos, no todos los ángeles eran dignos para vivir en el cielo. Si queriamos vivir en él, deberiamos pasar por dos fases, la primera, una para la que en esta epoca, nos han preparado desde niños para ella. Al cumplir los diecisiete años humanos, debíamos presentarnos a nuestro primer otoño de la flor dorada, donde debíamos encontrar a nuestra pareja, con la que compartiriamos vida, para siempre. Nos decían que cuanto más rango de poder tuviera nuestra pareja, más posibilidades teníamos de asegurarnos un puesto como ángeles. Así fue como el baile de la flor dorada pasó de ser una cuestión de encontrar el amor, a una competencia por conseguir a la pareja de mejor rango. En el caso de los demonios, era exactamente igual solo que... más peligroso. Allí usaban la violencia para conseguir a la mejor pareja, para ellos, conseguir a la pareja de mejor rango lo era todo, su lema, "cueste lo que cueste". La segunda prueba consistía en aplicar para una clase de ángel, y sobrevivir a una especie de "iniciación". Los demonios tienen la iniciación más dificil, pues, no hay nada que el grandioso Lucifer no pueda empeorar.

Nunca mejor dicho, incluso a mi me ha dado problemas. ¿Por qué? Porque yo soy su hija.

Me llamo Haneul, hoy cumpló los 17 años. Mi madre fue una ángel guerrera, incluso lucho en la guerra contra Lucifer, en ese entonces Luzbel, mi padre. Una de sus alas acabó herida, nunca se recuperó lo suficiente como para regresar a su función, incluso la cicatriz de su ala aún sigue ahí, esa fue la que más tardó en cicatrizar, después de la del corazón...

Como recompensa por su valentía, Dios, le dió la oportunidad de unirse a los ángeles de la noche, y ahí, se convirtió en la líder. 

Mi madre dice que cuando yo nací, preguntaba mucho por mi padre. Ella nunca quiso que yo lo supiera, me hablaba de que mi padre fue un gran Arcángel que calló luchando en una guerra. Cuando descubrí la verdad, a mis 14 años, ella no cambió su versión de la historia, siempre dijo que el amor de su vida se perdió a si mismo, y por ello una parte de él murió. Sé que siempre lo ha dicho porque no quiere que le odie, a pesar de lo que hizó, mi madre nunca ha hablado mal de él, y le ha defendido de aquellos que lo odiaban. El amor que mi madre aún le procesa ha creado muchos problemas, incluso Dios se mostró en desacuerdo con ello. 

Yo no sé que pensar, sé que debería odiarle, pero en realidad solo cuento los días hasta que pueda verle. Sé que estará ahí en el baile de la flor dorada, creo que lo que más me aterra es que no sea capaz de reconocerme, o incluso... decepcionarle.

Mi madre me crió muy bien, en la sociedad, mi madre y yo somos vistas como una familia educada y hermosa. Después de tanto tiempo, ya nadie recordaba quien fue para nosotras Lucifer, mi madre se encargó de ello al trabajar tanto tiempo cada día para mantener un respeto hacía nuestra familia. Desde que él se fue, solo somos ella y yo. Mis padres siempre tuvieron claro que me llamaría Haneul. Cuando aún estaban juntos, veían ese nombre como una muestra de luz, la luz que traería a la familia. Pero tras la traición de Luzbel mi madre al fin entendió su verdadero significado. Haneul significa cielo, y cielo significa paz, siempre decía que cuando yo llegué, la paz llegó conmigo, y que el día en que yo me fuera, la paz, tan bien adorada aquí, se iría conmigo.


Hoy es el día en el que descubriré cual es mi cualidad. Muchos ojos se posarán en mi, preguntandose si tendre la misma que mi padre, o si tendré la de mi madre. Si mi cualidad fuera la de un ángel de la luz, no me importaría, nunca le he guardado rencor a Lucifer, pues a pesar de lo que hizó, sé que nunca quiso dejarnos ni a mi ni a mi madre.


La puerta se abre y me deja ver a mi madre con una caja vieja pero delicada en sus manos.

—Buenos días, Haneul. ¿Qué tal has dormido? 

Mi madre es una persona refinada, sabe cuando tiene que hablar y cuando tiene que quedarse callada. Siempre se encarga de que reciba la educación adecuada. Tiene un pensamiento altruista, lo hace todo por los demás sin esperar nada a cambio, todos saben que es una mujer trabajadora y respetada por todos, incluido Dios, quien muchas veces se ha compadecido de que tuviera que criarme sola. Ambas, mi madre y yo, sabemos que cuando dice esas cosas lo hace para dejar mal a mi padre, sé que tiene esperanzas de que mi madre le olvidé, pero yo sé que eso nunca podría llegar pasar.

—Perfecta, Madre, ¿y tú? 

Los ángeles debiamos ser muy respetuosos, por lo que a nuestros padres los llamabamos por "madre" y "padre", ya que resultaba más refinado y educado.

—Tal como cabría esperar. ¿Estás nerviosa? —Dice mientras se sienta a mi lado en la cama.

—¿Hay razones para estarlo?

Ella me sonrie orgullosa y me da un beso en la frente.

—Sé que lo haras genial, y recuerda, da igual cual sea tu resultado.

—Lo sé.

— Ven, te peinare —se acerca al tocador y la sigo para sentarme en la silla frente al espejo—. Creo que tengo el peinado perfecto para la ocasión.



Tardamos casi una hora y mi madre ya está acabando. Me ha recortado algunos mechones de pelo para que quede a capas. Ha recogido mi cabello en una elegante y a la vez informal media corona de trenza, que deja algunos mechones de mi cabello rubio sueltos. Me maquilla y se acerca a la caja.

—Fue un regalo que tu padre te hizo para el día en el que cumplieras los 17 años, decía que simbolizaba a la familia. Le habría gustado que lo llevaras puesto el día de tu prueba. 

Noto un destello de tristeza en los ojos de mi madre cuando abre la caja. Sé cuanto dolor le produce hablar de él, y por ello agradezco que el día de mi cumpleaños haya podido hablarme de él. 

Me entrega la caja y veo unas hermosas orquillas plateadas con forma de serpiente que tienen el apellido Morningstar, grabado en ellas.

—Son preciosas mama, gracias. 

Me levanto y la abrazo, notando las lagrimas que surcan mi rostro.

—No me las des, hija, son el regalo de tu padre —se aparta un poco para limpiarme las lagrimas—. Tenía muy buen gusto.

Ambas reimos.

—Te las pondré.

Me las coloca, una a cada lado de la cabeza. Las admiro en el espejo.

—Sin duda lo tenía. Me las pondré siempre, soy una Morningstar, y quiero que la gente lo sepa.

Ella me mirá con orgullo y asiente.


Después de cambiarme y ponerme un vestido blanco, largo, y elegante salgo de la habitación para dirigirme con mi madre a las pruebas.

Tenemos que separarnos, ella es la Arcangel de la noche por lo que ella estará entre el consejo que me dará su beredicto.

Hace tres años que ningún ángel me ve. Es una tradición que al cumplir los 14 años nos encierren en una habitación durante tres años. Dios decía que eso nos ayudaba a tener un mejor desarrollo, además de que según él esos tres años son los peores de nuestra existencia, pues nuestros cuerpos y rostros se empiezan a desarrollar. Y así, tres años después aparecemos completamente desarrollados y ya mayores. A partir de los 17 años humanos se para nuestro desarrollo. Y siglos después nuestros rasgos se endurecen dandonos un toque más adulto. Es por ello que no existen ángeles ancianos. Nunca veras a uno, ya que es imposible.

—¿Haneul Blith? —Pregunta uno de los ángeles guardianes que impide el paso al edificio del consejo.

—Morningstar —el ángel guardian me mira inmediatamente, sorprendido—. Haneul Morningstar. Me alegra que se sepa el principal apellido de mi madre, pero ambas dijimos en su momento que queriamos ser conocidas con el apellido que nos correspondía, el de mi padre, Luzbel Morningstar, ¿o debería decir Lucifer Morningstar? —Pregunté lo último burlona. Odiaba que nunca nos llamaran por nuestro apellido correcto.

El ángel se quedó mudo y volvió a mirar su libreta para empezar a tachar el nombre.

—Por supuesto, señorita Bli... Morningstar. 

Desde donde estaba pude oir como tragaba. En el cielo, mencionar el nombre de Luzbel o de Lucifer estaba prohibido, pero parecía que ahora Dios había conseguido que los ángeles también temieran nuestro apellido.

Le hice un asentimiento de cabeza respetuoso y entré al edificio.

Me paré frente a la puerta principal y respiré profundamente, esperando a que me dieran el permiso para pasar.


Despues de unos minutos esperando la puerta principal se abrió y entré.

—Buenos días, Haneul  —saludó la Arcángel de la guerra, serena.

Me arrodillé ante ellos respetuosa.

—Es increible lo que has cambiado —la grave voz de Dios me hace levantarme e inclinar la cabeza respetuosamente—. Aún recuerdo cuando corrías por todos los lugares y tratabas desesperadamente de volar.

Le miré inexpresiva. 

—Es un honor oir esos alagos de su parte, Señor —le dí una sonrisa agradecida.

La había ensayado más de cien veces. No era una fiel seguidora de Dios, nunca estuve de acuerdo con su filosofía para gobernar y mucho menos para tomar las decisiones.

—Adelante, Haneul. Es hora de que veamos a donde pertences  —habló el Arcangel principal, el mayor seguidor de Dios.

Me acerqué a donde señalaba. Había un circulo con el simbolo del cielo grabado en él. Agua subía hacia arriba como una especie de tuvo sin soporte. La gravedad actuaba de formas distintas aquí arriba, excepcionales. 

Entré en la cúpula de agua y cerré los ojos notando como desaparecía el suelo de mis pies.


Un silbido se oía, el cantar de unos pajaros, unos que nunca había oído.

Abro los ojos encontrandome que el fuerte brillo del sol. Estoy en un campo, en él hay una cabaña. Noto las plantas bajo mis pies al andar, una sensación que nunca había notado. Estaba en el mundo humano...

Pero, ¿que hacía aquí? ¿Me habían desterrado?

El ruido de una niña gritando me hace voltearme asustada. Detrás mio hay una niña de cabellos dorados como el oro, corriendo por el campo. Da saltos y vueltas como en una especie de danza. Sus ojos son los más oscuros que he visto, si no supiera que estoy en el mundo humano pensaría que es un demonio.

La niña empieza a correr hacia un barranco a mucha velocidad.

Asustada, empiezo a correr tras ella sin pensarlo. Me asusto al no sentir mis alas en la espalda pero no dejo de correr. Cuando pienso que es demasiado tarde y la niña va a caer, un borrón negro la agarra y la deja en la seguridad del campo. Siento su presencia.

La niña se rie mirando donde hasta donde hace unos segundos estaba el borron negro.

—Mi... ángel... 

Dice la niña con dificultad. Confusa miró tambien hacía donde miraba la niña y me encuentro con un par de ojos negros. Por una vez, me siento segura. 

 La imagen desaparece y salgo de la cúpula respirando entrecortadamente.

Toso algo de agua y caigo de rodillas al suelo, agotada.

Mi madre se acerca a mi rapidamente y me levanta para ponerme detrás suya, protectoramente.

¿Qué... pasa? Pregunto con la voz ronca.

Pase lo que pase quedate detrás de mi me dice.

Miro a los lados y veo a los demás Arcangeles quietos mirando al suelo, parecen consternados.

¿Qué es lo que pasa? ¿Cuál es mi habilidad? Pregunto en alto y más clara esta vez.

Es la primera vez que se ve algo así... un ángel con tantas cualidades... susurra Sabana, la Arcángel de la belleza y la mente. 

¿Cualidades? ¿Que...? ¿Qué ha pasado?

Quiero que quede claro que nadie va a tocar a mi hija, me da igual lo que sea o quien sea, es mi hija advierte mi madre ignorando mis preguntas.

Tranquilizate, Sarah, nadie va a hacerle daño a tu hija, te doy mi palabra dice Dios tranquilo. Noto como mi madre se tensa y de ella brota un aura que nunca había sentido por su parte, ira.

¿De verdad crees que tu palabra me sirve de algo? Creo que ya aprendí la lección de que tu nunca cumples lo que prometes, no eres alguien en quien se pueda confiar suelta mi madre arisca.

Me alejo de ella unos centimetros. Nunca la había visto así, creía que esos sentimientos no eran propios de los ángeles. ¿Cómo era posible que mi madre los estuviera teniendo?

Ya basta, Sarah, esto no nos llevara a ninguna parte. Tu hija estara bien, debemos decirle su resultado menciona Miguel, el arcángel principal.

Lamento decirte que eso no te corresponde a ti, Miguel suelta mi madre con aspereza.

¿Qué es lo que no sé? ¿Desde cuando mi madre se conporta así? ¿Que le hicieron Dios y Miguel?

Siento como mi madre me agarra del brazo y me arrastra a la salida. Aún puedo sentir esa aura negativa.


Cuando llegamos a casa nos sentamos en mi cama. Llevamos casi diez minutos en silencio. Ninguna sabe que decir.

Creí que no podiamos sentir esas cosas... Suelto.

¿Qué cosas? 

Sé que se hace la confundida porque no sabe que respuesta darme. Normalmente me habría callado y habría sido respetuosa al no insistir, pero ahora es diferente, sé que de alguna forma esto va a afectar a mi vida, y necesito saberlo. No puedo vivir siempre de una historia para niñas que sus padres le cuentan para que no se sientan mal, quiero la verdad, por mucho que duela.

Sabes de que estoy hablando. Lo he sentido... Mamá has sentido ira.

Espero una reacción mala de su parte por haberla llamado Mamá en vez de Madre pero no llega.

Ni el ángel es totalmente bueno, ni el demonio es totalmente malo. No hay tantas diferencias entre nosotros como Dios quiere hacernos creer. Es una especie de balanza se aclara la garganta y se aparta unas lagrimas de la cara, unas que yo no había vito caer. Somos quienes somos porque los otros existen, ¿somos los ángeles mejores que los demonios?

Voy a responder, segura de mi respuesta, pero me interrumpe.

Dime lo que tú piensas, no lo que Dios nos ha hecho creer.

Me quedo en blanco y la seguridad de mi respuesta se desvanece tan rápido como llegó.

Sé que ahora no lo ves, pero algún día, hija mia, seras capaz de ver lo que yo veo, de ver la realidad, con tus propios ojos me abraza y correspondo. Cuando sepas eso, será entonces cuando descubras quien eres realmente susurra.

Me separo y la sonrió calidamente.

Esta bien... pero para ello debo saber cual es mi cualidad, necesito saber cual es mi lugar.

Ella agacha la cabeza y me agarra las manos.

Ángel de la salud la miro muy atenta—. Y de la naturaleza noto como una pizca de terror se nota en mis ojos. Y de la belleza y mente. termina, agachando la cabeza.

Bueno... eso me da más oportunidades...

—No lo entiendes, Haneul me agarra brucamente de los brazos y me asusto. No solo tienes más de una cualidad, ¿no te has dado cuenta? Ninguna de tus cualidades es heredada. No deberían estar en tus genes se acerca más a mi y baja la voz. Eres lo más raro que se ha visto desde la creación de los demonios, no eres una sola cosa, eso podría significar que tú mereces más poder que Dios, que eres más excepcional. Podría desencadenar una guerra entre el cielo.

No lo entiendo, nadie puede tener más poder que Dios, ¿verdad?

No exactamente, Lucifer lo consiguió, ¿quien dice que no podría ocurrir de nuevo? Escuchame, no puedes dejar que te vean como una amenaza, que Dios te vea como una amenaza. No puedes destacar, debes hacerles creer que eres como todas las demás y que en ti no hay nada especial. Al final de la estación de la flor dorada escogeras una cualidad, la que más te guste. Casate con alguien de mayor rango que tú, eso te ayudara a sobrevivir.

—¿Sobrevivir? ¿Los demonios me atacaran?

No todas las amenazas vienen de fuera, Haneul. Como te he dicho, no existe un ángel que sea bueno del todo. Te sorprendería lo que Dios o cualquier ángel sería capaz de hacer. Esfuerzate en conseguir al mejor pretendiente esta estación, es el único modo de garantizar tu seguridad.




Hacia ya dos horas que mi madre se había ido de mi habitación para dormir y yo seguía despierta. No paraba de pensar en lo que había pasado, ahora toda mi vida dependía de un instante. Si no conseguía el pretendiente perfecto seguramente me matarían. Y si escogía mal mi cualidad lo harían tambien. Me sentía como cuando no sabes que camino tomar porque no sabes cual será el correcto.

Mi padre solía decir que no existía el camino correcto, solo caminos, eso me contó mi madre. Pero debía haber un correcto, ¿no?

¿Si no como iba a saber que escoger?

Mañana sería la presentación de las nuevas reclutas de ambos bandos, demonios y ángeles.

Nos presentarían ante Dios y Lucifer, quienes darían sus beredictos.

Estaba nerviosa, muy nerviosa. Iba a verle por primera vez en mi vida. Los ángeles decían que me parecía a mi madre, pero mi madre siempre ha dicho que yo era la viva imagen de mi padre. Quería verle por mi misma. Una parte de mi quería que me reconociera, que me dijera que me había echado de menos y que quizás se arrepentía de dejarnos a mi y a mi madre. Otra solo me decía que lo mejor era olvidarme de él, hacer como que nunca existió, y centrarme en mis objetivos. Sabía que solo sabría que hacer cuando le tuviera delante. Decidí cerrar los ojos y esperar a mañana.





Las luces del día me dieron directas en los ojos. Hoy era el día, ya no había vuelta atrás.

Me cambié por un vestido parecido al de el otro día pero más elegante, y una de mis amigas ángeles, quien es aprendiza de mi madre se ofreció a hacerme un bonito peinado, bastante parecido al que hizó mi madre.

—¿Estás nerviosa, Neul? —Pregunta la ángel. La conozco desde que era un bebé, es un año mayor que yo por lo que ella paso por esto el año pasado. 

—Algo —suspiro.

—No te preocupes, les encantaras—me guiña un ojo.

—Gracias, Hannah —la sonrío, agradecida.

Hannah y yo somos amigas desde los tres años, su madre nunca nos juzgo a mi madre y a mi por seguir apoyando a Luzbel. Su marido fue uno de los aliados de mi padre, por lo que el padre de Hannah es un demonio ahora tambien. Mi madre y la suya al igual que nosotras son mejores amigas desde una temprana edad, nuestros padres tambien se hicieron amigos inseparables. Era de esperar que lo que hiciera uno sería apoyado por el otro. La madre de Hannah también comparte nuestros pensamientos, piensa que a pesar de que el objetivo de mi padre fuese egoista, tenía razón al entender que Dios no debería tener el poder. Nuestras madres se apoyaron mucho tras la caída de sus esposos, ambas comparten su dolor, y añoran el día de su reencuentro. Todos saben de su intensa amistad, no por algo Hannah y yo tenemos nombres parecidos. Nuestras madres decidieron que al ser sus primeras hijas ambas tendríamos un nombre que empezara por la H, ya que comparten un collar de un H, la H significa Heaven, cielo, creyeron que era el mejor comienzo para nuestras vidas y que así nos darían suerte.

—Pareces triste, ¿es por los pretendientes o por Lucifer? —Se me acerca con una mueca de preocupación.

—Puede que ambos pero... me preocupa más mi padre.

—No te preocupes, aún recuerdo cuando yo ví a mi padre, al parecer estaba contando los días, años y horas para que pudieramos vernos. Sé que Lucifer tambien lo estara haciendo —me abraza.

—Ojalá sea como dices.

—Lo será, sé que lo será.

Me termina de maquillar y andamos hacia la salida. La paro antes de salir.

—¿Como supiste que Ashe era el correcto? —Pregunto.

Ashe es el esposo de Hannah, nunca llegué a saber mucho de como se conocieron, pero si sé que se aman de una forma tan fuerte como la de mis padres. 

—No lo sé, solo lo supe, creo que esas cosas se saben —se encoje de hombros.

—¿Almas gemelas?

—Quien sabe, quizas si, o quizas solo la madre luna —dice y la miro con una sonrisa.

Nuestras madres solían contarnos la historia del sol y la luna, y de como formaron el eclipse. Decían que la luna era la que juntaba a las parejas. Las unía en un lazo más fuerte que el propio corazón. Las unía en alma.

—Donde la luna alumbra, yacen dos almas que aún se buscan —comienza—. Era lo que decían nuestras madres. Si yo lo he encontrado, estoy segura de que tú tambien lo haras, solo, permitete ser libre por una vez, ¿vale?

—Vale —asiento.




Llegamos al lugar donde se llevara a cabo las presentaciones y debo separarme de Hannah, quien me desea buena suerte. Cuando entramos nos encontramos con un grupo de chicas demoniacas. Se separan en dos grupos y las ángeles las miran con recelo y rechazo. Decido acercarme a una chica demoniaca que está despistada mirando un cuadro donde se representa la lucha de Dios contra Lucifer.

—Guerra en el cielo, es un buen cuadro aunque no está bien del todo, esos son los campos de orquídeas, allí fue donde Dios creó a Lucifer, la orquídea dorada era su representación hasta la guerra, después paso a representarle una orquídea oscura, por eso hay una enrrollada en su pie, muestra como la soberbia pudo con su alma de ángel, aunque nunca estuvo claro si la tuvo. — Comenté observando el cuadro.

—¿De... de verdad significa eso? —Pregunta la chica demoniaca, tímida.

—Aja, pero a pesar de sus representaciones, a Lucifer siempre le ha gustado más la orquídea blanca —murmuro con nostalgia.

—Pareces saber mucho de él. Lucifer no nos permite ni hablar ni preguntar sobre su pasado como ángel, resulta bastante difícil resistir la curiosidad —menciona triste.

—Lo entiendo. Dios tambien es muy reservado con nosotros —comento con una mueca. Ella me mira durante unos segundos para después hacer un movimiento con las alas en forma de saludo.

—Soy Sabina por cierto —me sonrié.

—Haneul.

—Es un placer, Haneul.

—Lo mismo digo, Sabina —nos sonreímos.

—Sabina tenemos que... —Una señora que parace ser su madre no acaba la frase en cuanto me ve—. ¿Que haces con una de ellos? —Me fulmina con la mirada.

—Mama —le reprocha Sabina—. No me ha hecho nada.

—No os preocupéis, señora, yo ya me iba. Un placer Sabina —hago un movimiento de cabeza respetuoso y me alejo de ellas.

Las ángeles ya estaban poniéndose en fila para ir al salón principal. Nos presentarían individualmente y por orden de nacimiento. Eso significaba que yo sería la última.





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