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Capítulo 6

Todos somos cobardes. Solo es cuestión de que nos atemoricen lo suficiente

KATNISS POV

"Soy Katniss Everdeen, estudié en esta preparatoria, de hecho, esta era el aula de pintura cuando yo asistía " empiezo mi presentación.

He llegado con la justas, tuve que esperar fuera del aula a que la señora Mellark termine de hablar. La profesora de bienestar que ya estaba dentro, al lado de la puerta, no me dejó pasar hasta que la madre de Peeta terminó. Me quedé dormida. Debía estar a las nueve en punto y me desperté a las ocho y cincuenta.

Noto en las mejillas de las estudiantes rastros de lágrimas. No sé cuál es la historia de la señora Mellark, Peeta alguna vez mencionó que antes que naciera Madge su madre perdió un bebé pero nunca me dio detalles.

"Fui muy feliz aquí, tenía muchos amigos y un novio maravilloso al que amaba con locura" continúo. "Nunca fui brillante en los estudios, digamos que apenas alcancé el promedio. De no haber sido por mi novio no habría podido aprobar algunas materias" sonrío esperando ver si están atentas a mi discurso. Me están oyendo, pero con caras largas.

"Todo era perfecto hasta que me embaracé, en el último año. Ya había empezado a notar los síntomas días atrás, tenía mucho sueño, cansancio y la sensación de que la comida no me caía bien. El periodo no me vino ese mes y empecé a sospechar. Reuní todo el valor que pude y compré una prueba de embarazo en la farmacia. La señora Sae me miró raro pero no me dijo nada ¿Aún sigue de farmacéutica?" pregunto. Algunas asienten con poco interés.

"Fueron los peores 3 minutos de mi vida, hasta ese momento. La prueba salió positiva y empecé a llorar. Y no era de alegría sino de miedo. Estaba aterrada. Mis padres son divorciados, yo vine a vivir con papá por un año pero me quedé hasta acabar la prepa. Mi padre era de la policía forestal, cargaba sus flechas y un viejo rifle, me dio miedo de su reacción. Y sobre todo que me dijera que lo había decepcionado. También que persiguiera a mi novio" sonrío. Pocas me siguen, parecen aburridas. Desvío la mirada hacia el fondo, Peeta ha sonreído con los ojos tristes.

"Creí que mi papá se enojaría muchísimo y me diría que sólo vine a Laconia a embarazarme. También tenía miedo de la reacción de mamá. Ella diría Te lo advertí, Dónde tenías la cabeza, Te dije que usaras protección." A pesar del tiempo me ruborizo, recordando aquello.

"Y las usábamos, algunas veces. Ustedes saben cómo es eso. En ocasiones los preservativos se terminan, ir a comprarlos a la farmacia da vergüenza. Y si llevábamos por docena la señora Sae movía la cabeza de un lado al otro" escucho algunas risitas. ¡Por fin!

"Y allí estaba, con 17 años, a punto de terminar la escuela. Yo tenía muchos sueños, quería estudiar periodismo, viajar de corresponsal al otro lado del mundo, ser presentadora en el noticiero estelar y hacerme famosa. También deseaba ser ambientalista, irme a salvar a las ballenas con el Green peace, acosar buques chinos en alta mar o cerrar alguna granja de pollos. Pensar que todos mis sueños iban a postergarse o pensar que jamás podría realizarlos me hizo sentir peor. Varios días me callé la verdad. Creía que si no lo pensaba o no lo decía el problema iba a desaparecer..."

Una mano se levanta a la derecha. Dejo de hablar para prestarle atención. Quizás una pregunta.

— ¿Sí?

— ¿Y no pasó por tu cabeza que embarazarte era una bendición?— pregunta una niña de mirada angulosa.

—¿Bendición?

—Sí, una señal del cielo para quedarte aquí, dejar esas locuras que pensabas y tener una linda familia, un esposo amoroso y una casita perfecta a orillas del lago.

—Pero tener sueños y metas no son locuras— contesto. Me extraña muchísimo que una adolescente encinta, de la misma edad que yo tenía cuando me embaracé me diga que mis sueños eran locuras.

—Laconia es un lugar maravilloso ¿Para qué ir por allí si aquí hay todo?— pregunta otra de cabello rubio y grandes ojos azules.

—Pero no hay universidades— respondo.

—Una madre prefecta no las necesita— me corrige la primera.

—¿Ustedes no quieren ser profesionales?— pregunto contrariada.

—Yo sí— dice Madge que está en primera fila pero nadie más la apoya.

—¿No quieren tener un esposo médico, abogado, ingeniero, contador... o rico?— pregunto.

—No se necesita tener profesión para ser rico. Mi novio es hijo de un electricista y no le va mal, gana lo necesario ayudando a su papá— dice una de las embarazadas, de las que aún no han hablado. Apenas se le nota el embarazo, su cabello liso y rubio casi le cubre los ojos.

—La familia de mi novio tiene un barco de pesca, no vamos a pasar hambre— responde otra.

—El padre de mi hijo va a entrar al ejército pero regresará la siguiente primavera, será un soldado condecorado y podremos vivir de eso— sonríe la más pequeña, ella no parece embarazada.

—¿Ustedes sólo quieren ser amas de casa?— pregunto atónita.

—Y madres— dicen al unísono las tres que me respondieron anteriormente. De reojo puedo ver que al fondo, Peeta se levanta y camina unos pasos.

—Está bien. Esposas y madres, con una hermosa casa, un marido guapo y un perrito— digo sarcásticamente. No me puedo creer lo poco profundas que son estas niñas. ¿En verdad es lo único en lo que piensan?

—Yo quiero criar gatos— dice la rubia más fastidiosa. Varias se ríen.

—¿Y sus novios? Me refiero a los padres de sus hijos ¿Quieren lo mismo?— pregunto.

—Sí— dice la más decidida. –Mi novio Cato quiere lo mismo que yo. Él no es como Marvel. Nos casaremos apenas dé a luz porque no puedo entrar en el vestido de novia que siempre he querido. Y viviremos nuestro "felices por siempre".

—¿Felices por siempre? ¿Es broma? Eso es de cuentos de hadas— intento aclararles.

—¿Y qué si queremos vivir un cuento de hadas? Tú querías una profesión, salir de Laconia, conocer el mundo, pero eso no se puede cuando eres madre— me reclama la rubia.

—¿Te crees mejor que un ama de casa por tener un título universitario?— pregunta otra de ellas.

—No. Claro que no...

—Porque mi madre no lo tiene y es muy feliz. Ninguna de nuestras madres es profesional. Las únicas profesionales en el pueblo están solas o son divorciadas. Las dejaron por egoístas— arremete la más atrevida, la pequeña de cabello negro y mirada punzante.

Me tomo un par de segundos para responderles a estas crías locas. ¿Egoísmo querer estudiar?

—Entonces... ¿Ustedes están embarazadas porque quieren vivir un cuento de hadas? ¿No es cierto?— pregunto.

—Lo estamos viviendo— me corrigen. No sé que más decirles, estas niñas me aterran, parecen sacadas de algún culto a la fertilidad o algo parecido.

—¿Qué hiciste con tu hijo?— pregunta otra, la que no parece estar embarazada. Vuelvo a mi discurso. Miro el papel que tengo entre mis manos, allí solo hay unas cuantas directrices de cómo seguir. Puntos importantes para no dispersarme.

"Decidí que mi novio debía saberlo, lo cité en el parque memorial ese mismo día..."

—¿Te casaste o no con tu novio?— me corta la rubia guapa.

—No— digo secamente.

Desvío la vista hacia Peeta que había avanzado desde el fondo hacia las carpetas delanteras pegado a la pared. La señora Mellark conversa con la profesora regordeta de bienestar, al fondo. Se susurran mirándome.

—¿Qué pasó con tu novio? Dijiste que se amaban, cuéntanos que pasó— pide la pequeña pelinegra.

—Yo se lo dije. Pero él...— aun ahora me cuesta aceptarlo.

—¿No te apoyó?— parece desconcertada.

—No. No lo hizo. Y además, dudó de mí— se me hace un nudo en la garganta impidiéndome tragar.

—¿Cómo podía dudar de ti? Debiste ser una zorra por eso no te creyó— me ataca.

—¡Clove!— escucho la voz de Peeta intentando apaciguarla.

—¡No!— elevo mi tono de voz. No voy a dejar que unas pubertas que ni siquiera saben lavar sus pantaletas me ofendan. —Él fue mi primer novio, mi primer hombre. No tenía por qué dudar— me defiendo.

—¿Qué hiciste con el bebé? ¿Lo criaste sola?— pregunta la rubia.

—No...— estoy decidida a pelear y decirles algunas cositas a estas nenas pero recordar aquello aún duele.

—¿Lo regalaste?— pregunta la tal Clove.

—No— mis ojos se llenan de lágrimas. Son crueles. Un grupo de adolescentes crueles que sueñan con cuentos de hadas, con felices por siempre y finales perfectos. Pero la vida no es un cuento. No lo es. Yo lo sé por experiencia, lo viví en carne propia. Presencié como todos mis sueños y fantasías adolescentes se hacían pedazos. En aquella sala de operaciones, en la clínica de Concord murió la tierna Katniss Everdeen que aparece en el anuario.

—¿Lo diste en adopción porque no lo querías? ¿O lo mataste?— pregunta Clove. Su mirada fiera me da a entender que sabe muy bien que me está dañando. Echa sal en mis heridas a propósito.

—Señoritas ¡Basta!— Peeta se coloca delante de mí.

—Disculpen, ya no quiero seguir con esto...— anuncio. Hago todo el esfuerzo posible por contener mis lágrimas. Tomo mi bolso dispuesta a salir de allí, lejos de esa manada de adolescentes dementes.

—¡Lo mataste!— me grita la rubia.

—¡Asesina!— grita Clove.

—¡Niñas tranquilas por favor!— la señora Mellark aparece entre las jóvenes y toma mi brazo para sacarme de allí.

—Te vas a ir al infierno— me dice tranquilamente con una sonrisa la pequeña pero descarada Clove. 

—Señora Mellark, después de oír su triste historia, no puedo creer que nos trajeran a una asesina aquí. Nosotras pertenecemos a "Unidos por la vida" y defendemos el derecho de los niños por nacer...— la rubia guapa con su enorme barriga parece repetir frases que ya he leído antes. ¡Ahora recuerdo! Esa asociación de radicales que hacen guardias delante de los pocos hospitales que tienen licencia para interrumpir los embarazos. Me topé con un par de esas mujeres cuando mi madre me llevó a la clínica en Concord. Cuando salí de allí, una de ellas arrojó pintura roja sobre mi ropa.

—¡Silencio!— se escuchó la voz fuerte de Peeta. —Delly, hazte cargo de esto— pide. La profesora que sigue junto a la puerta avanza y las mira a todas, haciendo gestos para que se calmen. Inmediatamente se tranquilizan.

Antes que pueda llegar a la puerta del salón un brazo me sujeta, rodea mis hombros y yo me dejo guiar. Puedo sentir su olor, hace tantos años que no lo tengo tan cerca y eso no ha cambiado.

Camino con la mirada gacha, solo alcanzo a ver mis zapatos y los de Peeta, siento un nudo tan fuerte en mi garganta. Algo que me quema y apenas me deja respirar. Podría gritar durante horas y no me sentiría mejor.

Entramos en una oficina, Peeta cierra la puerta tras de sí. Me doy cuenta que estamos en la dirección del colegio. Alguna vez he pasado por aquí.

—Siento que hayas tenido que pasar por esto. No sabía el grado de fanatismo que tienen. He estado investigándolas y creo que más que un pacto alguien ha estado lavándoles el cerebro a esas niñas— dice por fin.

Me alcanza un vaso de agua el cual acepto de inmediato. Tengo la garganta seca debido al enorme esfuerzo de mantener mis lágrimas a raya y no abandonarme al llanto.

—Solo tengo que descubrir cuál de todos los profesores es el responsable— vuelve a hablar Peeta. No sé si me lo dice a mí o a sí mismo.

—Quiero salir de aquí— digo intentando levantarme pero mis piernas aún tiemblan. Todavía no me recupero del impacto. Una cosa fue escuchar a Peeta llamarme asesina y otra muy distinta escucharlo de boca de varias adolescentes.

—No hasta que te calmes— me mira. –Tranquila. Yo no creo que tú seas... lo que ellas dicen.

—¡No es cierto!— digo después de tirar el vaso de cartón a la basura. – ¡Tú también me lo gritaste!— reclamo.

—Lo sé y te pido me perdones. Nadie tiene derecho a juzgar a otra persona. Lo lamento Katniss. De verdad, perdóname— dice sin mirarme. Puedo ver que solo lo dice de la boca para afuera. Él también me culpa, también grita por dentro que soy una asesina. Siento el sabor amargo de la bilis en mi boca y el ardor en mi estómago que quiere salir a borbotones. Me voy a atragantar con mis cólera si no lo suelto ahora.

—¡Pero yo no soy una asesina!— grito fuera de mis cabales. —¡No lo soy! ¡No lo soy!— intento llegar a la puerta para marcharme pero Peeta me lo impide, forcejeamos y siento que su cuerpo me atrapaba contra la madera.

—¿No lo mataste?— pregunta respirando entrecortadamente. –Respóndeme Katniss ¿No abortaste?— sus ojos desesperados me asustan. Una mirada llena de angustia que no le conocía. Aprieta más fuerte, urgiendo mi respuesta. –Por favor... te lo ruego...

—No— susurro para calmar su tortura. Puedo ver su sufrimiento, quisiera aplacarlo...

PEETA POV

Me llamas cobarde pero aún me temes,

me condenaste al olvido sin embargo

sé que todavía recuerdas...

Mentirme es más fácil,

esconder mi alma bajo una dura careta

para seguir adelante.

Luego me doy cuenta que tanto engaño me agobia

¿Para qué mentir? ¿Para qué sufrir?

Todavía anhelo la verdad de tus labios.

Dentro de mi corazón cobarde aún intento apagar

la llama del odio que una vez motivaste.

Pero el fuego del amor lo consume todo,

no me queda más que vivir con el tormento

de haber arruinado nuestro mundo.

Apenas pude dormir. Escucharla narrar parte de nuestra historia será algo difícil de asimilar. De todo el amor que nos tuvimos, de las noches especiales bajo la luna, nuestras escapadas al bosque... tanto amor compartido, sólo queda una triste historia. Una que va a servir de ejemplo para que no cometan nuestros errores.

Pero amarnos no fue un error. El primero error lo cometí yo al dejar que el miedo me nublara la razón. Ella esperaba otra cosa de mí. ¿Cómo no me di cuenta en ese momento? El hecho es que lo arruiné. Lo fregué todo y llevo años maldiciéndome por ello. Porque si yo no hubiera sido tan cobarde, ella no habría salido corriendo a matar a nuestro hijo. Tendría cinco años, hubiera nacido en diciembre. Un niño decembrino, quizás sagitario, alegre y aventurero.

Ya no puedo permitirme pensar en eso. Tengo que dejarlo correr, dejar ir esas tontas ideas recurrentes. Necesito el perdón de Katniss para poder empezar nuevamente. Y perdonarla también. Quizás a ella no le haga falta, siempre fue más fuerte que yo. Cada vez que reñíamos, era yo quien le hablaba primero. Quien se lanzaba a sus pies porque no podía estar un día sin su sonrisa.

Me di tiempo de escribir nuevamente para liberar mis tensiones...

No, no lo sabrás.

De mi desesperado amor,

de la batalla que libro

cada vez que te veo.

De mi desierto,

de mi agonía.

No sabrás nada de eso.

Mi máscara sigue intacta,

mi careta en pie.

Busco la fuerza del rencor

para combatir tus ataques.

Fuego con fuego,

quizás acabemos incendiándonos.

Tú me atacas yo me defiendo.

Tu golpeas yo me protejo.

¿Cuánto más podremos soportar

sin hacernos pedazos?"

Mamá me ha preparado el desayuno, tengo un departamento cerca de la escuela, pero sigo viviendo con mis padres. He intentado vivir sólo pero cuando mis depresiones llegan es más difícil enfrentarlo sin ayuda.

—Hay cosas que no te he contado— dice mi madre tomando su café.

—¿Cosas?— pregunto saboreando sus huevos revueltos.

—De mi primer matrimonio— dice ante mi mirada de sorpresa. No tenía idea.

—No necesitas contármelas si no quieres. Eso es parte de tu pasado y sea lo que sea te pertenece sólo a ti— trato de animarla.

—Pero hoy vas a oírlo todo, así que es mejor adelantártelas para que no te asombres.

—Cómo tú quieras, mamá— me preparo para oírla.

—Me casé a los 17 porque me embaracé— empieza. — Yo no quería hacerlo pero mis padres insistieron mucho, eran muy religiosos y lo que había cometido era un pecado que debía remediarse cuanto antes. Pero mi esposo dejó de ser el novio gentil de un inicio. Tú sabes que yo no soy una dulce mujer Peeta, tengo mi carácter. Peleábamos tanto, en una de esas discusiones, él me pateó la barriga—me quedo de piedra escuchándola.

—¿Qué?— pregunto asombrado.

—Empecé a gritar tan fuerte que alerté a los vecinos pero Phillip no se detuvo, siguió y siguió pateando y gritándome que me lo merecía por ser una mala esposa, que me odiaba por arruinar su vida. Me sacaron de allí medio muerta. Me hicieron una cesárea pero mi pequeña no lo resistió. Vivió sólo dos días. ¡Ni siquiera pude ponerle nombre!— solloza. La abrazo ante su confidencia. No tenía idea que todo eso hubiera pasado.

—Lo siento mamá— beso su cabeza.

—Cuando desperté, cuando pude ponerme de pie, fue para ir a enterrarla. Y juré que nunca permitiría que nadie volviera a lastimarme. Fui a ver a Phillips a la cárcel para decirle que me divorciaría de él pero se rió de mí. Entonces hice algo terrible y a pesar de saber que no debía, no me arrepiento.

—¿Qué pasó mamá?— pregunto tomando sus manos.

—Era una prisión de Belknap, todo mundo se reunía en una sala de visitas, los detenidos, condenados y prisioneros primarios, aún no lo condenaban. Me subí en una silla y pedí que me escucharan. Les dije la clase de hombre que era Phillips. Cómo había perdido a mi hija porque él me pateó el vientre, logré hablar un poco hasta que él me hizo callar. No fue necesario continuar, salí de allí y no volví a verlo más.

—¿Qué pasó con él?- pregunto.

—A la mañana siguiente, amaneció colgando en el baño de la prisión.

Se limpia las lágrimas y me mira.

—Lo siento tanto mamá— digo acomodándole un mechón de cabello que se le ha salido del gorro de la panadería que lleva puesto.

—Creí que tenerte a ti sería como curar mis heridas... no quiero hacerte sentir mal hijo...

—¡No! No lo haces continúa, dímelo todo— pido.

—Pero eras varón. Yo añoraba tanto una hijita. Luego quedé embarazada otra vez y la perdí. Cuando Madge nació se convirtió en mi princesa. Me dolió tanto saber que ella estaba embarazada. Fue como volver a pasar por lo mismo. Los mismos miedos, las mismas dudas. Por eso es que me he opuesto a que se case.

—Pero Thom no es Phillips, mamá. Estoy seguro que él la ama.

—Lo sé hijo pero eso no evita que aún desconfíe. No es lo mismo ser novios que marido y mujer. Las cosas cambian, las personalidades aparecen y vienen las primeras riñas. El matrimonio no es fácil— suspira.

—Lo sé, ustedes siempre riñen.

—No es cierto, tu padre es un hombre maravilloso. Soy yo la que grito todo el tiempo.

—Bueno mamá, no tienes que decir nada si no quieres. De una u otra forma haré que hablen, esas niñas deben entender que sólo queremos ayudar.

—Debo hacerlo. Quiero que sepan que esos cuentos que parecen defender no son ciertos.

—¿Cuentos?

—He oído a Clove y a Glimmer decir lo mismo. Creí que fue coincidencia pero Lavinia, la hija de Portia repitió lo mismo hace unos días cuando hablaba con Madge. Todas creen que tener un hijo hará que sus novios se queden con ellas. Sueñan con una historia de amor perfecta y esas cosas, no existen. No en la vida real.

—¿En esta época?— pregunto dudoso.

—Las mujeres hemos sido románticas en todas las épocas hijo. Pero a esas niñas, alguien les ha llenado la cabeza de pajaritos— suspira.

Llegamos temprano a la escuela y ordeno personalmente las sillas para la reunión. Me parece extraño que Delly, que siempre es muy puntual no aparezca. Madge con su enorme barriga balancea los pies nerviosa. Lavinia llega con su madre pero la señora se va asegurándose que su hija entre. Clove, Glimmer, Cashmere y Venia no tardan en llegar. Johanna Mason no va a venir.

Delly llega y se disculpa por la tardanza, mi madre viendo la hora decide comenzar.

Katniss aún no aparece, quizás se lo pensó mejor y se arrepintió. Dentro de mí siento un poco de alivio, no quiero remover esa parte de mi vida con tanta gente presente.

Mamá les narra con palabras muy sentidas, su experiencia. Les habla de lo difícil que es la vida de casada, que la gente se muestra tal cómo es y a veces quienes pensábamos buenos en realidad no lo son. Algunas niñas rompen a llorar. Menos Clove. Ella permanecía firme y decidida.

Cuando mamá termina no se hacen esperar los aplausos. Sólo Portia se atreve a preguntarle si se arrepentía de haberse embarazado la primera vez. A lo que mi madre sin dudar dice que no.

La puerta se abre, Katniss entra agitada. Debió quedarse dormida, siempre fue dormilona. Yo pasaba por ella media hora antes de la entrada a la escuela. Demoraba en levantarse y vestirse, hace tanto tiempo.

Cuando empieza a hablar me parece estar oyendo a una participante de un talk show contando sus anécdotas. Esperaba de ella mucho más que eso, creía que se abriría con las estudiantes no que intentaría parecer graciosa.

Debió llegar más temprano, así sabría el clima que dejó mi madre.

Obviamente las estudiantes empiezan a atacar a Katniss, me acerco un poco para asegurarme que no sean groseras. La interrumpen varias veces y la sacan de control, puedo ver la incertidumbre en su rostro. Le hacen preguntas hirientes para desmoronarla y al mismo tiempo me convencen que sus argumentos no son propios. Alguien ha estado hablando con ellas, dejando que esas ideas románticas echen raíces. Es hora de concertar una cita con las parejas de estas niñas y saber si sólo son las chicas las que creen firmemente en esa historia utópica del "felices por siempre".

De entre todas, Clove, es quien más ataca. Esa niña siempre fue muy impetuosa, ha causado problemas desde el primer día de clases. Yo le dicté literatura una vez y tuve que sacarla del aula porque no se callaba. En estos últimos meses me pareció que se había tranquilizado, que el embarazo la hizo reflexionar.

Tengo que imponerme para que dejen de ofender a Katniss, la reunión llega a un punto insostenible, las ofensas pasan a los insultos y tengo que sacarla de allí.

La han lastimado, su mirada firme y sarcástica de periodista, ha caído. En su lugar está ella, la Katniss que recurría a mí cuando se peleaba con alguien. Como el día en que su madre le dijo que habían decidido con su nuevo marido agrandar su familia. Ella lloró en mis brazos, celosa de dejar de ser la única.

Pero Katniss no se tranquiliza, después del shock le sobreviene la histeria. Trato de calmarla disculpándome con ella, no quiero que salga corriendo sin escuchar lo que tengo que decirle.

Quisiera poder abrirme como lo hago ante mi diario personal, decirle lo que vuelco en esas hojas en blanco cada noche...

Perdóname por todo lo pasado,

perdóname por el presente,

por esta guerra en la que estamos inmersos.

Perdóname por obligarte a defenderte.

Por no poder manejar mis monstruos interiores.

Perdóname por llamarte asesina,

cuando los asesinos fuimos dos.

Yo más que tú, por cargarte la culpa de mi cobardía

Pero no puedo, las palabras no salen cuando ella está presente, los recuerdos vuelven, las noches desesperadas, los días de angustia.

¡Debo dejarlo ir!

Por el bien de ella, por mi propio bien. Quisiera que me gritara a mí, quisiera que se desquitara conmigo. Yo fui el culpable... vamos Katniss...

Toma mi corazón, aquí estoy dispuesto

úsalo como el blanco de tus dardos...

Luego pienso que en lugar de hacerla rabiar debería recordarle como ella recordó minutos atrás, el maravilloso tiempo que pasamos juntos.

Nuestro amor que pudo ser,

que dio un fruto marchito y temprano.

Mi castigo siempre será ver las sonrisas infantiles

pensar que podrían ser nuestro hijo.

Todo se perdió, fue culpa mía, fue culpa tuya.

Fue culpa de los dos,

de nuestra inmadurez,

de nuestra debilidad.

Y cargaremos toda la vida con aquella culpa,

mientras no intentemos estar en paz.

Antes que pueda tomar el valor de hablarle no como a una enemiga sino como  la mujer de la cual me enamoré y con quien quise envejecer, ella grita.

"No soy una asesina. ¡No lo soy! ¡No lo soy!"

Dejo de respirar al oírla. Mi cuerpo se detiene y mi sangre como lava ardiente me quema, golpeando con fuerza en mis venas.

Intenta marcharse pero no dejo que huya, no otra vez.

No te vas a volver a ir de mí,

llevándote contigo mis respuestas,

mis esperanzas, mis rencores.

No te voy a soltar nuevamente...

—¿No lo mataste? Respóndeme Katniss ¿No abortaste?— creo que le hago daño, la estoy sujetando con mucha fuerza pero no puedo permitir que salga corriendo. Aflojo un poco mi agarre sólo para suplicar. 

—Por favor... te lo ruego...— susurro.

—No— responde con el rostro empapado de llanto.

—¿No?— vuelvo a preguntar para asegurarme.

— No lo hice... —confiesa dejándose caer entre mis brazos.

**************

¿Qué pasó? ¿Cuál es la verdad? Lo sabrán en el siguiente capítulo. Espero sus comentarios.

Gracias por leer

PATITO

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