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4.

Cuando la puerta se abrió, luego de una semana, no pudo evitar querer esconderse al ver de reojo quién era el que había entrado a su habitación. Simplemente salió corriendo como pudo, cerrando la puerta donde tenía todo tipo de flores y llevó la mano a su corazón. Sabía bien que el otro no se quedaría quieto de ninguna forma. Con cuidado se alejó lo suficiente, escuchando su voz salir de la nada.

—JeongGuk, venga, ¿dónde estás, pato amarrado? Necesito que me hagas un favorzote.

¡No! No, desde que TaeHyung se había enterado de que le seguía gustando YoonGi, estaba haciendo todo lo posible por tirar indirectas incluso frente a su mamá y su papá de lo bueno que sería volver a tener al muchacho por los lares. Además, algo le decía, quizás su instinto o el presentimiento, lo que fuese, que esa vez la cosa iba a ir más lejos de lo que pudiera pensar. Por ende, estaba escondido allí, en medio de las cosas del baño, como si fuese un asesino que estaba en su cuarto, merodeando, acechando. No podía salir, de ninguna manera.

Los pasos de Tae se encaminaron de forma paulatina hasta la puerta del sanitario, riéndose de su poca valentía y abrió la puerta con una llave. Su hermano menor se sorprendió, recordando que en la cocina mantenían llaves de repuesto y se quiso dar una galleta en la cara por tremenda estupidez. Aún así, aunque vio que la puerta se movió, se quedó quieto. TaeHyung caminó un poco más, seguro buscando en donde estába, y de la nada lo encontró, asustando al otro.

—JeongGuk, te dije que me hicieras un favor.

—Es que... no puedo, estoy haciendo canciones.

El otro respiró hondo, como si le estuviera pidiendo a la divina persona que gobernaba los cielos que le diera un poquito más de paciencia porque le daba enojo. JeongGuk sonrió leve.

—Mira, sal justo ahora y deja de darme esa excusa tan estúpida. Ni siquiera siendo niño habías dado algo tan ridículo como esto.

El otro salió, siendo tomado con fuerza de la camisa por su hermano mayor, quien le apresuró a salir de ahí, metiéndole en su habitación. Se sentó en su cama, mirando a su hermano mayor. Parecía que esta botando fuego.

—Mamá y papá no pueden hacerlo porque están ocupados, y yo tengo una entrevista con mi novia justo en dos horas a otro lugar del país. Necesito que repartas las invitaciones que acaban de llegar y que no seas tan inmaduro.

Este se alejó hasta la mesita de noche, donde había una caja. Al abrirlas, encontró una línea invitación blanca, con un lazo negro y palabras bordadas en el fondo. Decía lo mismo, el nombre de la pareja, la fecha, la hora y la aclaración de que nadie más podía ir vestido de blanco que la novia. Cada invitación tenía una carta en donde estaba un tanto guardada, donde ya Tae y su novia habían escrito los nombres. Este sonrió, revisando una en específico para entregarla al otro.

—Esta es súper importante, JeongGuk. No te atrevas a hacer que al final se arrepienta.

Tragó con fuerza, mirando a otro lado.

—¿Lo haces a posta?

—Ya quisiera, pero sabes de que es cierto que tengo una entrevista, es importante. Faltar a ella sería un desperdicio —comentó, sentándose. JeongGuk sentía sus manos temblar, y ante eso a su pariente no le quedó de otra mas que intentar ayudarlo—. JeongGuk, eres un hombre hecho y derecho, lo sabes. Eres fuerte, eres bueno. Te confundiste en un pasado, pero eso no tiene que limitar todas tus relaciones amorosas futuras, eso no puede limitarte al miedo, al mundo, a conocer a fondo a las personas por temor a que les hagas daño. Si no quieres en serio a YoonGi, simplemente intenta de nuevo una amistad, pero si te gusta así como me dices... sólo díselo cuando sea el momento.

JeongGuk no dijo nada, y Tae sabía la respuesta. Era un rotundo rechazo. YoonGi no iba a aceptarlo, y eso lo tenían demasiado claro, pero al final de cuentas tampoco dejaba de pesarle y de doler. Entonces al saber ya porqué de su frialdad entendía que aquello no era necesario y que debía abstenerse de realizar algo estúpido, algo que su hermano mayor no entendía de ninguna forma. Aún así, asintió. Era un hombre, había cambiado su perspectiva de ver la vida y le seguía teniendo miedo a las relaciones fuertes, porque le herían, porque pensaba que nadie iba a estar a su lado porque era una mala persona.

TaeHyung le dio par de palmadas en su hombro, saliendo de la habitación para dejarlo solo. JeongGuk miró el nombre de YoonGi en la carta y suspiró.

***

Al final del día allí estaba JeongGuk, esperando afuera a que YoonGi saliera de su trabajo para no interrumpirlo y que pudiera acercarse. Quizás tampoco estaba haciendo bien en pensar eso. Quizás debería ser un tanto más activo en la realización de las decisiones, pero no se atrevía a entrar y dársela. Así que se mantenía como bobo mirando las calles un tanto desérticas. No mucha gente se pasaba por esos lares, le apenaba. La tienda de flores era lo suficiente bonita, pero no atractiva para llamar la atención de los consumidores.

Miró la hora. Le había tomado un lapso de 120 minutos entregar las otras, y ahora estaba allí, siendo casi las cinco de la tarde. Había visto que a esa hora cerraban. Se acomodó en las afueras. Hacía frío. No mucho, pero sí se sentía una brisa que podría dar el antojo de beberse algo caliente. Luego de minutos, quizás una media hora redondeando, la puerta del lugar se abrió y sintió que sus manos sudaban. Al voltear el rostro, se percató de que YoonGi estaba de espaldas, tal vez estaba colocando el seguro con un candado.

Se acomodó, acercándose un poco. YoonGi justo luego de unos minutos se dio un giro, viéndole. Y se iba a ir, pero el otro se acercó con rapidez, deteniendo su caminata.

—He acabado de cerrar, señor, si quiere mañana puede venir de nuevo —le dijo, serio. Sus ojos eran oscuros, y profundos, pero rabiosos, como quien no quería que lo molestaran.

—Y-YoonGi... ten.

Extendió lo que tenía en manos. El mencionado bajó su mirada, tomando la carta y se dio cuenta de que era la invitación a la boda. No la leyó, sólo la guardó en su bolsillo del pantalón antes de asentir y querer caminar para irse. Por impulso, el castaño se lo negó.

—Señor, ya le dije que estaba cerra-

—YoonGi, espera, espera por favor. Déjame hablar contigo.

—No tengo nada de qué hablar con usted, lo lamento —comunicó, dándose la vuelta, quizás para rodear el establecimiento, pero JeongGuk le siguió. Dios; tenía que darse fuerzas ahora que todo le estaba saliendo mal.

—YoonGi, escúchame.

—No me siga persiguiendo —este se dio la vuelta, demasiado cerca para mirarle con amenaza—. Sino voy directo a la comisaría a ponerle una denuncia por acoso.

—Sé que lo hice mal, pero... quiero solucionarlo.

—No sé de qué me habla.

Dijo aquello, pero sus labios temblaron. JeongGuk decidió alejarse un tanto.

—Lo sé, YoonGi. Lo he estado pensando, no fue bueno de mi parte hacerte aquella cochinada, lo sé. Solamente... ahora que te vuelvo a ver, quiero dejarte en claro que fui un chico muy estúpido que no midió las consecuencias de sus actos y que ahora ha vuelto y... no es lo mejor.

YoonGi seguía igual de indiferente.

—No recuerdo nada.

—Evadirlo no sirve —susurró—. Llevo cargando dentro de mi este arrepentimiento desde que te ví la última vez. Ya sabes, desde que ví cómo te ibas, desde que... lloraste.

Fue mala opción decir aquello. El otro endureció sus facciones al igual que sus ojos.

—Pues me sirvió bastante en este tiempo —gruñó molesto—. Sin embargo, poco me importas ahora. Mantente lejos de mi, y no molestes.

Se dio la vuelta, y JeongGuk le vio irse de a poco, así que gritó.

—¡Aún te amo!

De imprevisto el otro se detuvo y eso le dio tiempo al castaño para acercarse. Cuando estuvo a unos pasos, YoonGi se dio la vuelta, más enojado que antes y se le acercó para darle un empujón que le hizo retroceder. JeongGuk se dio cuenta que había invocado a un demonio.

—¡Eres un maldito imbécil! Después de jodidos cinco años donde no te he visto la cara, ¿vienes a decirme eso? ¿es que no tienes dignidad alguna, poco hombre? A mi, a mi que me dejaste tirado, no una, sino varias veces. A mi que me ocultaste, a mi que me hiciste llorar noches enteras en donde me culpaba y me preguntaba si había sido yo el que lo hice algo mal para recibir tu indiferencia. Yo que te esperé, esperé esas palabras de tu parte, pero nunca llegaron. No sé, en realidad no sé con qué cara vienes a decirme y a rebuscar un amor que tú mismo apagaste.

YoonGi se alejó, evidentemente dolido. De repente sacó la carta, tirándola en su pecho con fuerza mientras le miraba a sus ojos.

—Y no voy a ir, no para tener que verte. Déjame en paz y no vuelvas a mencionar nunca más en tu vida la estupidez que dijiste hace poco.

Ahí se fue en definitiva, con pasos fuertes y firmes, desapareciendo de su vista. JeongGuk cerró los ojos al sentir que estos se llenaban de agua y tomó con sus piernas débiles la carta estrujada. Además de que le habían, bien merecido, roto su corazón, le tendría que rendir cuentas a TaeHyung y a recibir sus críticas. Se fue de allí en silencio, quizá pensando en que aquello que dijo. Era obvio que no iba a ser bueno para YoonGi.

¡Es que había sido un estúpido! Demostraba que no había madurado en nada esos cinco años. Sin embargo, se lo había dicho aunque lo que recibió fue otra cosa, no había problema.

Al llegar a la empresa se dio cuenta de que no había nadie cerca, por lo que subió en el ascensor y se dirigió pronto hasta su piso, en donde abrió la puerta de su lugar favorito, en donde componía canciones. Con cuidado se adentró, cerrando la puerta y se encaminó hasta el escritorio. Tenía ganas de llorar, pero decidió que no tenía porqué, era un trato que no podía hacer, no podía ser más estúpido.

Se sentó en la silla, tomando el lápiz y comenzó a escribir lo que fuese que salía de su cabeza. Unas tres horas después, su hermano llegó al lugar, notando a JeongGuk durmiendo con el cuerpo en la silla y la cabeza en la superficie del escritorio, una botella de ron a medio tomar y un desastre. Se acercó a él, notando pronto la carta de YoonGi, estrujada, como si alguien hubiese querido hacerla una bolsa de papel. Inevitablemente supo bien que JeongGuk la había cagado, y suspiró.

Había sido mala idea por lo que veía, pero era algo necesario. Sólo la tomó, rompiendo la misma.

—Habrá que hacerte otra nueva, YoonGi. ¿Qué burrada te habrá dicho mi hermano para que la hayas devuelto?

A TaeHyung no le quedó de otra más que bajar el aire acondicionado y tomar un abrigo que tenía el otro para colocarlo en su espalda. Al darle un beso en sus cabellos, se percató de unas cuantas palabras.

Aún te amo.

Y sonrió.

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