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❄🔥Prólogo🔥❄

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Aclaración : Nada me pertenece, ni One Piece, ni Frozen, ni las imágenes utilizadas.

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El oleaje del mar caía como cascadas por sobre la cubierta del barco, haciendo que la movilidad de la tripulación se entorpeciera cada vez más con cada minuto que pasaba. Las cuerdas se resbalaban por las manos de los marineros, cayendo ellos mismos varias veces y la escolta real, aunque aún estoica, debido a su falta de experiencia en alta mar, poco y nada podían hacer para ayudarles.

Sin embargo, el capitán del navío más rápido de Arendelle, miró el caos en cubierta desde la cabina de mando, y sonrió. No era una gran tormenta, las había pasado peores. Los gritos de pánico de algunos de sus propios marineros a cargo eran más que un dolor de muelas que algo que realmente atrajera preocupación a su mente. Eran pueblerinos de Arendelle, incapaces de resistir la mínima ventisca del Grand Line, por todos los dioses ¿Qué estaban haciendo allí? ¿En que estaba pensando el Rey Agnarr cuando se los asignó? El capitán no podía entenderlo, así como tampoco podía entender porque este era el primer viaje de Arendelle fuera del Archipiélago de la Rosa de los Vientos después de casi dos siglos.

Una ola, repentinamente más grande que las anteriores, apareció de la nada desde estribor, y barrió con los que estaban expuestos, casi botando del barco a dos marineros desprevenidos. Un tic en el ojo apareció en el rostro del capitán, y caminando con todo el peso de sus años, se dirigió hacia la puerta dispuesto a hablarles de la manera menos amable de sus familias, cuando de repente, una fracción de segundo después de que abrió la puerta, sintió un artefacto de metal en su espalda que solo pudo imaginar como la punta de una pistola, mientras una risa oscura hizo que hasta su respiración se detuviera.

—Lo siento capitán —dijo una voz que no pudo identificar con nadie a bordo— pero esto es un motín.

Y el último pensamiento que pudo elaborar el capitán, fue que se había equivocado. Porque lo que sintió en su espalda no era la punta de una pistola, sino la punta de un lanza llamas. El fuego iluminó la cabina en segundos, devorando al capitán. Nuevos gritos no tardaron en aparecer.

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—Pero porque ¡¿Por qué nunca me lo dijiste?!

—Lo intenté pero tú nunca me hiciste caso, nunca siquiera intentaste creerme.

Las manos que antes estaban aprisionando fuertemente los hombros de su esposa se aflojaron. Agnarr no podía negar la verdad, negar el pasado, ni mucho menos confrontar la mirada de Iduna. Se rindió mirando por unos breves segundos, su escritorio, lleno de papeles, dictámenes y planes que no se llevarían a cabo según lo previsto. Tal vez, nunca. Luego volteó su atención a su único soldado disponible. Joven y pálido, ahora él representaba toda la fuerza de la escolta de Arendelle. Los demás no aguantarían mucho más en cubierta.

—Tienes prohibido hablar sobre lo que has escuchado aquí ¿está claro?

—Sí, su majestad. Pero debemos irnos

—Lo sé, tráeme mi espada.

Iduna sujetó el brazo del Rey, mientras el soldado cumplía la orden. Agnarr pudo ver humedad en sus ojos, y le pareció tan vulnerable, que por un momento, creyó verla mucho más joven de lo que era.

—No te atreverías ¿verdad?—dijo Iduna con la voz quebrada

—Debo hacerlo. Por el bien de Arendelle, de nuestras hijas, y del tuyo, no tengo opción.

—Hay otra opción —la mirada del Rey se ensombreció mientras su esposa hablaba— podrías entregarme.

—Ellos no te buscan a ti específicamente y lo sabes, Iduna.

—Pero eso te daría tiempo para ir a Arendelle, advertirles, sobre todo a Elsa. Solo cuando me examinen en un laboratorio podrán saber que es un engaño y eso llevará...

—¡No!

Agnarr tomó la espada que le ofrecía su soldado y se dirigió a las escaleras por donde parte del agua se filtraba. Iduna, aunque lo soltó, lo siguió de cerca, e iba a volver a hablar para disuadirlo cuando se sobresaltó al ver a Agnarr girándose de repente hacia ella.

—Iduna, sé que me tratas de decir pero entiende que no puedo.

—¿Y qué pasa con Elsa y Anna? Nuestras hijas tienen que saber la verdad para prepararse.

—Y lo sabrán. Tú se los dirás.

—Agnarr...

—Es cierto, tenías razón, yo no escuché. Es mi culpa y responsabilidad. Por eso debo ser yo quien solucione esta situación.

Agnarr se inclinó hacia Iduna y le dio un corto beso en los labios.

—Sobrevivirás.

—Tú también— ella replicó.

Fueron las últimas palabras que se dirigieron.

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Al llegar a cubierta todo era una confusión entre incompatibles llamas danzantes y masas de agua vertidas a cubierta. La reina Iduna cerró los ojos por instinto al ver los cuerpos de los marineros y de sus propios soldados carbonizados en el suelo, sin embargo debió seguir caminando entre ellos mientras se dirigían hacia uno de los botes salvavidas. Iban en fila: Agnarr adelante, Iduna en medio, y el soldado en la retaguardia, el cual tenía la orden de solo escoltar a la reina hacia el bote salvavidas. Eso si quedaba algún bote intacto.

Sin embargo, tambaleándose por la superficie resbalosa, llegaron a babor y se dieron cuenta de que al menos uno se veía en condiciones, y el soldado ayudó a la Reina a subir al bote.

El silencio en cubierta le pareció sospechoso a Agnarr. Si el asesino seguía a bordo, no se notaba y eso lo colocaba nervioso. Sujetó con mayor fuerza la empuñadura de su espada. Estaba seguro de que un rato para otro pasaría algo, lo sabía.

Y no se equivocó.

Justo cuando el soldado soltaba la mano de la reina, una risa en su espalda hizo que el susodicho alzara su espada para girarse y darle una estocada al no reconocerlo. Pero no fue suficientemente rápido, y un golpe en la cabeza lo derribó más rápido que el mismo fuego acabara con sus compañeros. Su cuerpo rebotó en cubierta. La ira de Agnarr se reflejó en su espada iluminada por las llamas de la nave.

El hombre corpulento, sin embargo, alzó con un dedo, y negó, indicando a Agnarr que mirara la boquilla de uno de sus lanzallamas. Iba dirigida al bote donde estaba Iduna.

—Un paso en falso, Rey Agnarr, y verá como la Justicia ilumina a su Reina Consorte.

—¿Justicia? —Agnarr apretó los dientes pero no se atrevió a moverse, aun cuando su espada no dejara de apuntar al asesino —¿Quién eres? Responde.

—Oh, vamos, usted no está en posición de dar órdenes. Sin embargo, debido a mi formación como marine me es inevitable contestar: soy el Vicealmirante Draw. Un gusto, su alteza.

—Creo que solo eres un vil asesino.

Draw solo sonrió ante el desprecio del Rey Agnarr. Asesino no parecía ser un insulto para él.

—Me han enviado en misión especial para escoltar a la Reina Iduna devuelta a los médicos del Gobierno Mundial. Un chequeo de rutina, si no me equivoco.

No hacía falta la mirada despiadada para evidenciar la mentira, sin embargo eso solo confirmaba sus sospechas. Agnarr dio un paso adelante lo que sorprendió al Vicealmirante. Un movimiento en el suelo le había dicho que solo necesitaba algo de tiempo y una oportunidad para actuar.

—Cuidado, Rey Agnarr. Tengo órdenes; o ella viene conmigo o morirá, aquí y ahora. No fuerce la mano a la Justicia Absoluta del Gobierno Mundial.

Atrevidamente el Rey Agnarr avanzó otro paso.

—No existe ningún tipo de justicia cuando se hace daño a inocentes —masculló, con sudor perlando su frente.

—Que pensamiento más anticuado, aunque supongo que no debo sorprenderme.

—¿A qué te refieres con eso?— replicó Agnarr con voz tensa.

—Pues que, después de todo, usted es solo un Rey de uno de los reinos más aislados del mundo— frunció el ceño al ver que avanzaba otro paso —Quédese quieto, no estoy bromeando.

—Y yo tampoco— miró sobre los hombros de Draw y gritó —¡Hazlo ahora!

El Vicealmirante no alcanzó a reaccionar suficientemente rápido. Por el rabillo del ojo alcanzó a ver como el soldado, supuestamente inconsciente en el suelo, corría hacia uno de los aparejos del barco y cortaba la cuerda que sostenía la proa del bote, mientras el Rey Agnarr hacía lo mismo con la otra cuerda. La Reina Iduna gritó al sentir que el bote caía bruscamente al mar. Pero el bote no resultó dañado y el furioso oleaje se encargó por cuenta propia de separar velozmente ambas embarcaciones entre sí.

El Vicealmirante Draw gruñó al ver que su objetivo se alejaba, y se desquitó con el primer sujeto cerca de él: el soldado. Apuntó y el mortal aparato hizo el resto del trabajo; una antorcha humana apareció en el lugar que ocupaba antes el soldado, y Agnarr vio con horror como su cuerpo se retorcía agónico para luego quedar carbonizado en segundos. Una patada de Draw al cadáver de su fiel servidor, terminó por explotar la ira contenida del Rey. Y una feroz batalla comenzó.

Por otro lado, la Reina Iduna temía por la vida de su esposo, lo cual había hecho que tomara los remos al ver como el fuego comenzaba a esparcirse por la cubierta del barco. Remó hacia el barco, sabiendo que eso era contrario a los deseos de su esposo. Pero ¿Cómo iba a permitir que muriera? Debía esperarlo, incluso si eso iba en contra de las órdenes expresas del Rey.

Sin embargo fue el clima que dirimió la situación, y una nueva tempestad, peor a la que se vivía hasta ese minuto, comenzó a azotar ese lugar del Grand Line con tal rudeza, que las olas ya no parecían montículos sino inmensas montañas. Los remos eran ineficaces ante tal muestra de fuerza por parte de la naturaleza, e Iduna vio impotente como el barco de Arendelle se alejaba cada vez más. Pero antes de que pudiera desaparecer completamente de su vista una fuerte explosión hizo que el barco estallara en mil pedazos, devorados por llamas. Iduna gritó el nombre de Agnarr. Sólo el rugido del viento le respondió. Y después de la explosión, lo que quedaba de barco fue tragado por una de las descomunales olas, como un monstruo devorando a un pequeño niño. Iduna siguió gritando por más de una hora luego del hundimiento. Sin embargo, ya todo era inútil. Estaba sola.

Pero, tiempo para llorar y deprimirse, casi no había e Iduna lo comprobaría en carne propia. Arendelle y sus hijas eran lo que le permitía mantenerse despierta, y mantenerse despierta era lo que le permitía seguir viviendo, porque las olas también deseaban arrastrarla a ella a sus oscuros abismos, y ella debía agarrarse con todas sus fuerzas de la cuerda que la mantenía unida al bote. Cuantas horas se mantuvo implacable esa tortura, Iduna no lo supo, porque su mente había comenzado a confundirse tras constantes idas y venidas de su estado de vigilia. Un milagro fue la única explicación que encontró Iduna para encontrarse en un bote no hundido después de que pasó la tormenta.

El frio, el calor, el hambre y la sed, empezaron a hacer sus compañeros habituales en el bote, luego de que las horas se convirtieran en días. Sentía grietas en su boca y garganta, que quemaban por dentro, el sol traspasaba sus frágiles parpados, y el agua de mar descascaraba y encallecía su tersa piel. Pero lo realmente grave lo notaría cuando intentara levantarse (en el amanecer del segundo día) y no pudiera hacerlo. Algo estaba realmente muy mal con ella.

La muerte mostraba cada vez más su gran y feo rostro ante ella, aunque hiciera todo lo posible por desviar la mirada.

El día cuatro ni siquiera tenía voz para susurrar el nombre de sus hijas y su esposo.

Agnarr estaba muerto ¿Acaso su esfuerzo había sido en vano?

¿Por qué su boca tenía sabor a sangre?

Debía sobrevivir, para cumplir los designios de Agnarr.

Quería volver a ver a sus hijas, no deseaba ser otro cadáver más de un náufrago que no lo logró.

Y mientras las últimas fuerzas y la conciencia la abandonaban, Iduna vio como de repente un hombre envuelto en llamas azules aterrizaba en su bote. Vio como el hombre se acercaba e intentaba preguntarle cosas, pero ella no lograba responder. Hasta el sonido de aquella voz llegaba amortiguado. Iduna entendió, antes de que todo se fuera a negro, solo una frase:

"Somos piratas de Barbablanca, hemos venido a ayudarte"

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¿Se convertirá la Reina Iduna en parte de una tripulación pirata?

¿Realmente los piratas de Barbablanca salvaron a la mamá de Elsa y Anna?

¿Qué me fumé para escribir esto...? Digo... qué interesante ¿no?


Hola, espero que estén bien queridos lectores. Gracias por leer, y si gustan dejen su voto.

Se cuidan 💖

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