8. Soldat
Bucky despertó poco a poco, sintiendo como si hubiera dormido varias horas seguidas, sin interrupciones, pesadillas o dolor. Quiso quedarse así otro rato, hasta que se dio cuenta de que estaba demasiado cómodo para haber dormido en un sillón.
Abrió los ojos y miró su alrededor. No estaba en el sofá, sino en la cama. Al no verla recostada sobre el sillón, miró a su costado, pero tampoco la encontró ahí. Se sentó, tocando el suelo con los pies, y se talló los ojos. Entonces, escuchó los pasos de Astlyr saliendo del baño.
—¿Qué ocurrió anoche? —interrogó al instante.
—Buenos días a ti también —dijo con sarcasmo—. Nada. Sólo tuviste una pesadilla y te quedaste en shock por un rato. No quise dejarte en el sillón después de eso, así que te recosté en la cama.
Bucky suspiró frustrado, tomándose la cabeza entre ambas manos.
—Lo siento —dijo, con una voz ronca que a Astlyr le dio escalofríos de placer—. No era mi intención molestarte. Ya hago suficiente de día. De noche es... demasiado.
—Basta de disculpas , James —le cortó el habla, tratando de distraerse de los notables músculos tensos de su brazo y toda su espalda, marcada y corpulenta, que encontraba perfecta para rasguñar—, ya te dije que no las necesito. No soy una niña, sé dónde me estoy metiendo.
—Aún así, perdón por despertarte.
—No pasa nada, en serio. Además, mi sueño fue bastante ligero por tus ronquidos, hubiera despertado con cualquier otro ruido después.
Bucky la miró, insultado, y notó que ya estaba vestida y arreglada para salir.
—Yo no ronco.
Ella rió con ganas, mientras se servía un vaso de agua.
—Oh, sí que lo haces. Así, observa —indicó. Transformó su rostro en el de él y cerró los ojos, imitando unos ronquidos que casi sonaron leoneses.
—Tu duermes con la boca abierta —contraatacó.
Ella volvió a su persona y lo miró indignada.
—¿Yo? ¡Claro que no!
—Claro que sí.
—¿Y cómo lo sabes? Acabas de despertar.
—Anoche, cuando te miré para saber si ya te habías dormido, estabas con la boca abierta.
Astlyr se mostró más exaltada.
—No es cierto, yo duermo como princesa.
—Sí, claro.
—Olvídalo —bufó—. Y te harás el desayuno tú solo, porque esta princesa tiene que irse.
—¿A dónde?
Astlyr, con un vestido veraniego, tenis blancos y una trenza francesa, lo miró con sospecha, preguntándose por qué Bucky se veía tan preocupado por verla irse.
—Ayer te lo dije, ¿recuerdas? Tengo trabajo.
—¿Tardarás mucho?
—No —respondió, dejando salir una media sonrisa, a la vez que aparecía una chaqueta de mezclilla para complementar su atuendo.
—Aún me confunden tus habilidades —admitió.
—Ya te acostumbrarás. Pueden ser divertidas —respondió sonriente, tomando las llaves del departamento.
Bucky frunció el ceño al darse cuenta del acento en su voz. Antes no se había fijado lo suficiente para notarlo.
—¿De dónde eres?
Astlyr se detuvo frente a la puerta, dio media vuelta y lo miró confundida por la repentina pregunta.
—Noruega. ¿Por qué?
Bucky negó, dándole a entender que no era por algo en especial. Astlyr supuso que se había dado cuenta de su acento extranjero. Era bastante obvio que ella no era americana, aunque por su apariencia la gente siempre pensaba que era alemana, a pesar de que no tuviese la estatura promedio de una.
—¿Cómo es allá?
—El lugar es hermoso, la gente es buena, pero no volvería ahí por nada del mundo —admitió con una mueca triste, olvidándose por unos momentos de que tenía que llegar al trabajo.
Bucky asintió, sabiendo que no valdría la pena preguntar por qué, ya que al instante comprendió que ella no hablaría al respecto.
—¿En serio vas a dejarme solo en tu apartamento? —preguntó extrañado— ¿No temes que...?
—¿Que... qué? ¿Qué robes algo? —ella preguntó, alzando sus perfectas cejas en desconcierto, metiendo la llave en el picaporte— Eso es tonto —dijo, girando la llave y abriendo la puerta—. Si quisieras robarme algo ya lo hubieras hecho. Además, lo único de valor en este apartamento soy yo.
o
—Ugh, no puedo moverme.
Astlyr reposaba su cabeza hacia atrás, mirando el techo y sentada en la silla del comedor con las piernas y los brazos abiertos, completamente desparramada, como si no tuviera huesos.
—Estoy a esto —dijo, mostrándole un diminuto espacio entre su dedo índice y pulgar—... de no volver a levantarme en toda mi vida.
—Supongo que no debería preguntar cómo estuvo tu día.
Astlyr alzó con pesadez su mano, mostrándole el dedo índice y moviéndolo en negación. La clínica había tenido una agenda llena ese día y cientos de llamadas para reservar espacios al siguiente, y algunos pacientes molestos.
—Bien, James, después de tomar una siesta y una ducha, iré por un café y...
—¿Por qué no te preparas uno aquí?
Astlyr lo miró y por la cabeza se le cruzó la idea de que tal vez Bucky no quería que lo dejara solo en su apartamento... de nuevo.
—Porque lo que en realidad necesito es internet, no un café.
—¿Internet?
Astlyr suspiró, recordando que también debía ir a rentar algunas películas y conseguir unos libros para ponerlo al tanto sobre todas las cosas que se había perdido durante décadas.
—Sí, luego te explicaré lo que es. En fin, después del café, iré a la biblioteca y a comprar algunas películas.
—Puedo acompañarte —sugirió, encogiéndose de hombros, desesperado, pero sin querer lucir como tal.
Astlyr sabía bien que estar ahí encerrado sin nada que hacer no era muy divertido.
—No creo que sea buena idea, pero si no temes que alguien te reconozca...
—Llevo dos semanas vagando y nadie me ha reconocido.
—De acuerdo, bien, pero tenemos que cubrirte mejor, por si cualquier cosa. Tal vez podamos vestirte de ciego y yo sería tu perro guía, piénsalo. Además, le queda a la situación —bromeó, riéndose sin descaro ni vergüenza.
Bucky quiso sonreír, pero se contuvo. ¿Cómo podía ella bromear en momentos así, o con cosas de esa gravedad? Aunque... debía que admitir que le agradaba eso de ella. Toda la seriedad que él tenía, ella parecía absorberla. Se preguntó si el antiguo Bucky Barnes de los 40s habría sido así de serio como ahora, o carismático como ella.
—¿Qué pasa?
Reaccionó al oírla llamarlo. La miró sin expresión.
—Nada. Sólo... Nada.
—¿Recordaste algo?
Él supo que no sería muy capaz de mentirle en todo ese tiempo que ella pasaría ayudándolo. Tenía que ser honesto, o las cosas nunca funcionarían.
—No, sólo pensaba en algo sobre... mi época.
Ella pareció satisfecha con la respuesta y no preguntó más. Eso a Bucky le gustó. Ella comprendía los límites de la privacidad. La vio pensativa, absorta, tal como él lo había estado segundos atrás.
—¿Qué pasa?
—Pienso en otra manera de ayudarte.
Bucky seguía sin entenderlo: lo que ella hacía era más que suficiente y se lo agradecía, pero ella no parecía conforme con eso. Astlyr quería ayudarlo a recordar todo, hacer hasta lo imposible para recuperar sus memorias. Estaba decidida a sacarlo de su abismo y Bucky no creía merecerlo.
—¿Qué? —volvió a preguntarle, al ver que tenía una sonrisa victoriosa en el rostro.
—Ya verás, soldat. Te ayudará.
Bucky entendió perfectamente el noruego. Hablaba tantos idiomas que ya ni siquiera sabía cuáles en particular.
—Hvis du sier det...
Ella sonrió, luciendo sorprendida por que Bucky pudiera hablar muy fluidamente su idioma natal, y por un momento... se sintió como en su primera casa.
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