68. El futuro
Nathaniel y Cooper estaba tan emocionados con la idea de Bucky viniendo de otra época, siendo un súper soldado y teniendo ese brazo, hecho con el metal más fuerte en la Tierra, que terminaron siendo ellos quien le dieron un recorrido por la casa. Astlyr sólo los siguió de cerca.
—¡Niños! Déjenlo tranquilo. ¿Por qué no mejor me ayudan a recoger sus juguetes en la sala?
Nathaniel y Cooper resoplaron y se quejaron, pero obedecieron a su madre y bajaron al primer piso, justo en el momento en que sólo quedaba un último cuarto por ver. Bucky le sonrió a Astlyr.
—Tus hermanos son graciosos —comentó.
Las entrañas de Astlyr se sentían extrañamente cálidas y vibrantes. Una felicidad apenas contenida, un deseo olvidado y una necesidad por él resurgiendo. Se acercó a él y lo miró, el recuerdo de su salto en el tiempo a 1943. Ahora era muy apuesto, no cabía duda, pero cómo se había visto en aquella década la hacía casi salivar.
—¿En qué piensas?
—En tantas cosas —murmuró, acariciando su barba—. Aún me es difícil aceptar que no estoy en un sueño. Y si lo estoy, sólo espero jamás despertar.
Vio el dolor cruzando el rostro de Bucky. Le dolía, le frustraba pensar en esos cinco años ella sola, llorando su pérdida. Quería hacerle tantas preguntas. Para él, sólo había pasado un segundo entre su desaparición y su regreso. Para ella, habían sido cinco años.
Pero hoy no era el día para hablar de eso.
—No es ningún sueño —le prometió, tomando su mano con la que todavía acariciaba su barba—. Estoy justo aquí.
Astlyr sonrió. Bucky podía ver sus ojos soñadores, ella lo miraba como si fuera una muy buena ilusión. Lo que tendría que haber sufrido todos esos años para que ahora lo mirara con tanto anhelo. Esperaba poder compensarle todo ese tiempo en que la había dejado sola.
—¿Quieres ver mi cuarto?
Bucky arqueó las cejas.
—No lo sé, señora Barnes, hay niños en la casa.
Astlyr se rio como si acabara de compartirle un secreto sucio.
—Eso no fue lo que los otros chicos me dijeron cuando les pregunté.
Todo rastro de diversión se borró de la cara de Bucky. Astlyr se rio y lo llevó de la mano a la habitación en la que durmió por unos cuantos años.
Su habitación no era más grande que la de sus hermanos, y tenía el mismo papel tapiz. Era un cuarto femenino, perfectamente combinando con el estilo campestre americano del resto de la casa. Caminó en él, mirando sus cosas.
Astlyr observó el cuarto también, no lo había visto en años, y se enterneció de ver que todo estaba igual que como lo había dejado. Seguía su mismo cepillo del pelo sobre el tocador, la cama tendida de la misma forma, sus pinturas en el mismo lugar y varias fotografías pegadas en su espejo.
Sólo para asegurarse, abrió el último cajón de su tocador. No había ropa ni juguetes o libros escolares, sino sus diarios. Todos sus diarios estaban ahí, acomodados cronológicamente.
—No puedo creer que todo sigue igual —murmuró Astlyr para sí misma.
—¿Son tus diarios? —preguntó Bucky, dejando una cajita musical de una bailarina de vuelta en su mesita de noche, y se acercó a mirar—. Tenías razón, tienes cientos.
Astlyr sonrió con nostalgia.
—Hace tiempo que no escribo.
Bucky frunció el ceño, extrañado.
—¿Hace cuánto?
Ella se encogió de hombros.
—Cinco años.
Bucky cada vez más quería hablar de ese tiempo en que se había desvenecido, pero seguía sin ser el momento o el lugar.
—Mira, este fue el primero —tomó el que estaba en el extremo izquierdo, nostálgica—. Probablemente sea el más oscuro de todos.
Lo miró unos segundos, y lo regresó a su lugar. Cerró el cajón y se puso de pie. El espejo frente a ella la hizo ver su reflejo y el de Bucky a sus espaldas. Él la miró por el reflejo, pero luego desvió su mirada a las fotografías sostenidas por el marco del espejo. Todas eran de ella con Laura, Clint, Lila y Cooper, y una donde sostenía a Nathaniel en brazos cuando era un bebé.
Por primera vez se dio cuenta del cambio que Astlyr había tenido con los años. Aún lucía increíblemente joven, incluso él no podía creer que huiera cumplido treinta años y que no haya estado para celebrarlo juntos. Era toda una mujer adulta, casada. En esas fotografías se veía más adolescente. Los cambios eran extremadamente sutiles, debido a su curación acelerada, que la hacía envejecer muy, muy lento.
Incluso él encontraba difícil ver los cambios, pero ahí estaban. No podía negarse que se veía más madura ahora, aunque pocos le creyeran que tenía más de veinticinco. Ahí, en el espejo, vio la diferencia entre ellos dos. Bucky era mayor, claro, pero su aspecto con cabello largo y barba lo hacía ver varios años más grande de lo que era. Tal vez era momento de un corte.
—¿En qué piensas? —fue el turno de Astlyr de preguntar, mirándolo aún a través de sus reflejos.
—En lo hermosa que eres —respondió, acercándose para abrazarla por detrás. La sintió relajarse en sus brazos instantáneamente. Le gustaba verla sentirse protegida cuando estaba cerca, ella confiaba en él para cuidarla—. Y en lo que pasará ahora.
Para su sorpresa, Astlyr no se tensó o mostró algún signo de incomodidad o negación al tema. Sólo pareció pensativa y... un poco triste.
—Pronto será el funeral de Tony —comenzó, sintiendo la boca un poco seca—. Luego ayudaremos a Steve y a Bruce a devolver las gemas. Clint y Laura planearán una pequeña ceremonia para Nat cuando mis hermanos sepan lo que pasó. Después de eso, volveremos a Wakanda.
Bucky no parecía muy contento con el plan.
—¿Qué hay de Brooklyn?
Astlyr sonrió ante el recuerdo de su apartamento, el tiempo que compartieron juntos en ese pequeño lugar que era totalmente suyo.
—No podemos, eres el criminal más buscado del país, ¿recuerdas? Diría que yo también, y Sam, pero me parece que Steve lo ha arreglado con el Secretario de Estado hace un tiempo.
—Sí —dijo pensativo. Astlyr enarcó una ceja, curiosa sobre lo que Bucky estaba pensando en verdad—, quizá yo podría hacer lo mismo. Arreglar la situación, quiero decir.
Astlyr frunció el ceño, un poco confusa y sorprendida por su sugerencia. Giró en su propio eje, sin salir de los brazos de Bucky, y él bajó la mirada para verla a los ojos.
—Como... ¿un perdón gubernamental?
Bucky se encogió de hombros.
—Ya no quiero huir o esconderme. Nuestro hogar está en Brooklyn. No me malentiendas, vivir en Wakanda ha sido increíble y muy relajador, pero...
—Quieres ser un hombre libre —comprendió Astlyr—. Podemos hacerlo, sí. No sé cómo, pero lo averiguaré. Será lindo volver a Brooklyn.
Pero Bucky parecía que todavía tenía más por decir.
—Quiero darte la vida que mereces.
Astlyr casi pudo escuchar cómo se estrujaba su corazón. No iba a preguntarle, no deseaba tocar más ese tema o indagar para estar segura si hablaba de lo que ella pensaba. Se le formó un nudo en la garganta ante el recuerdo de su aborto.
—Tú eres todo lo que quiero —le dijo con voz suave, subiendo la mano a su cuello, acariciando su nuca, pasando sus dedos a través de su cabello—. Contigo tengo todo, soldat.
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