63. Rencuentro
Astlyr conocía muy bien el deseo de triunfar, la adrenalina y el terror a vivir un último día, era la mezcla perfecta para dar una buena pelea. Lo había sentido cientos de veces, y hasta ese día, jamás lo había vivido con tanta intensidad como en la guerra por las gemas en Wakanda. El recuerdo de ese día era capaz de paralizarla, pero no hoy. No en ese momento. Todo estaba revertido. Los desvanecidos habían regresado, estaban ahí, y también estaba la segunda oportunidad para derrotar a Thanos. Sólo que esta vez, fallar no era una opción.
Sangre, tierra, fuego, humo, gritos, cuchilleos, disparos, desgarres, mordidas, golpes, balazos, espadazos y latigazos era todo lo que existía a su alrededor. Electrocutaba, acuchillaba y disparaba a todo aquel que se le atravesara. No era difícil distinguir a los malos. Eran todos igual de horribles, además de que iban directo a matar a todo lo que vieran moverse.
—¡Cuidado!
El grito de una voz femenina la hizo voltear. Un gorila chitauri iba directo a ella, a punto de tomarla entre sus enormes colmillos y aplastarla en una mordida. Si no fuera por Wanda y sus poderes...
Se había puesto frente a ella y sus manos habían hecho el resto. El gorila chitauri fue lanzado por los poderes de Wanda y cayó casi inconsciente, varios metros a lo lejos. Antes de que pudiera levantarse, Scott pasó sobre él y lo pisó como si fuera una cucaracha.
Astlyr sintió sus ojos llenarse de lágrimas. Wanda se volteó para mirarla. Le estiró la mano, ayudándola a levantarse. Astlyr, apenas se puso en ambos pies, abrazó a la sokoviana con todas sus fuerzas. Wanda le recibió con el mismo cariño.
—No puedo creer que te estoy viendo otra vez —murmuró Astlyr, separándose—. Creí que jamás...
—Lo sé —asintió Wanda, con una sonrisa triste—..., pero ahora no es el momento. Hay alguien más con quien debes reunirte. Preguntó por ti apenas volvimos.
Astlyr sabía a quién se refería.
—¡Te cuidaré la espalda! —gritó, alejándose con los ojos comenzando a destellar con su característica luz escarlata que combinaba con la energía que brotaba de sus manos.
Astlyr miró alrededor. Wanda le estaba dando la oportunidad de hacer lo que ella no pudo con Pietro: despedirse.
Atravesar el terreno entre el ejército de Thanos era una tarea increíblemente difícil, pero no desistió. Aunque Wanda la cubría desde el aire, tenía que encargarse de muchos obstáculos por su cuenta. Esperaba que la carga de los látigos fuera suficiente para durar toda la batalla en el modo más potente.
De repente, un grito familiar la hizo mirar a su derecha. Ahí, Rocket disparaba como un lunático a todo el que cruzara cierto perímetro a su alrededor. Y a su lado... estaba Bucky.
Se veía exactamente igual que el día en que se desvaneció, quizá un poco más sucio por la tierra que se había levantado por el derrumbamiento del centro de los Nuevos Vengadores, pero... era el mismo.
Casi sintió como si aquellos años nunca hubieran sucedido. Deseaba que fuera así, pero ya no importaba. Estaba de vuelta, con una segunda oportunidad.
Avanzó un paso hacia él, lista para el reencuentro que había soñó por cinco años, cuando la voz de Clint a través del comunicador llamó su atención.
—¡Cap! ¿Qué quieres que haga con esto?
El nano-guantelete. Astlyr buscó a Clint con la mirada. Había olvidado por completo que las gemas seguían en juego. Thanos aún podía recuperarlas y chasquear los dedos.
Miró de vuelta a Bucky.
—¡Lleva las gemas lo más lejos posible!
—¡No! —intervino Bruce— Las necesitamos para regresarlas.
—No podemos regresarlas. Thanos destruyó el túnel cuántico —les recordó Tony.
—¡Aguarden! —intervino Scott— Esa no es nuestra única máquina del tiempo.
Menos de un segundo después, la balada de la canción La Cucaracha, sonó a lo lejos. La camioneta de Scott. Si sonaba la alarma, quería decir que la máquina del tiempo dentro de la van seguía funcional incluso después del derrumbe. Miró a su alrededor, tratando de localizarla.
—¿Alguien ve una horrible camioneta por ahí?
—¡Sí! Pero no te va a gustar dónde está estacionada —respondió una vozz de mujer en el comunicador, alguien a quien Astlyr desconocía.
—Scott, ¿cúanto tiempo necesitas para hacerla funcionar? —pregumntó Tony.
—Tal vez diez minutos.
—Ponla en marcha. Te llevaremos las gemas.
—Estamos en eso, Cap —respondió una voz femenina diferente, e igualmente desconocida para ella.
Odiaba admitirlo, pero la camioneta no se encontraba alrededor de ella y no podía ubicarla. Mientras que Bucky... él estaba tan cerca. Aún faltaba a travesar un gran tramo y enfrentar otras bestias alienígenas, pero ya podía verlo. ¡Casi podía sentirlo!
Continuó el camino hacia él. Cada latigazo que lanzaba se sentía más pesado, pero eso no la detuvo. En cuanto terminaba con otro chitauri, sólo podía pensar que se trataba de un paso menos hacia él.
Entonces, cuando electrocutó a una de las bestias en cuatro patas y cayó al suelo, se dio cuenta de cuánto había avanzado, y sintió el aire escaparse de sus pulmones.
—Astlyr...
Ahí estaba... Agitado, polvoriento y sosteniendo la misma arma que en la batalla de Wakanda por las gemas. Se veía exactamente igual, el tiempo no había pasado a través de él. La miraba con la misma intensidad que ella podía imaginarse que encontraría en sus propios ojos si se viera al espejo.
Sus piernas reaccionaron antes de que pudiera pensar en llegar a él. Corrió tan rápido que ni siquiera alcanzó a frentar, pero poco afectó porque Bucky la atrapó con sus brazos. Jamás, desde que lo conocía, había ejercido tanta fuerza en un abrazo con ella por temor a lastimarla. En ese momento, ese día, no pareció recordar la inmensa fuerza que era capaz de infligir. Sin embargo, Astlyr no se quejó ni le pidió que la soltara.
Y de repente, ya era imposible detener las lágrimas, que se corrían y humedecían el cuello de Bucky, mezclándose con el sudor.
—Te dije que no te alejaras.
Quería sonreír, sólo que no podía deshacerse del sentimiento de que ese encuentro también podía ser la despedida.
Se despegó lo suficiente para poder mirarlo a los ojos. Se sorprendió al verlo soltar una lágrima. Él no tenía ni una idea del infierno por el que había pasado en esos cinco años de soledad, pero le dolía por ella.
La soltó en el suelo, ya que la había levantado al recogerla en un abrazo, y cubrió su bella cara con las manos.
—Lo lamento.
Astlyr negó con la cabeza. Aún no había podido decir palabra. Qué raro. Jamás se quedaba sin cosas que decir, y creía que cuando lo viera le diría cuánto lo amaba y todo lo que extrañado de él. Pero ahora que lo tenía en frente, sólo podía sentirlo y mirarlo. Las palabras, esta vez, le resultaron innecesarias.
Se sentía como si todo su alrededor pasara en cámara lenta, y que su pequeño momento había durado horas, y sin embargo no era suficiente porque en realidad sólo habían pasado unos cuantos segundos, en los que Rocket había logrado mantener la guardia por ellos.
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