61. Nano-guantelete
Ahora, todos rodeaban el guantelete, exhibido tan intimidante y esperanzador sobre la mesa, flotando en una base iluminada.
—Muy bien, el guantelete está listo —confirmó Rocket, después de analizarlo de cerca—. La pregunta es: ¿quién tronará los dedos?
—Yo lo haré —Thor se ofreció rápido y decidido, pero tan pronto como avanzó, Steve se interpuso y junto con los demás interviniendo, evitó que se acercara más al guantelete.
—Thor, espera —le pidió Steve—. No hemos decidido quién se lo pondrá.
—Perdón. ¿Estamos acá sentados esperando la mejor ocasión?
—Al menos deberíamos discutirlo —propuso Scott.
—Estar acá sentado mirando esa cosa no va a traer a todos de vuelta. Soy el Vengador más fuerte. Es mi responsabilidad.
—Normalmente, sí —dijo Tony—, pero esta vez no.
—Es mi deber.
—No se trata de eso. Oye, amigo...
Abrumado por ser rechazado y sentir que no lo escuchaban, la impotencia, la necesidad de hacer algo y revertir sus errores, lo llevó a actuar desesperado, exclamaba y discutía con Tony.
—¡Basta! Déjenme.
—Calma, escucha...
Thor, en otro intento de dejar que le dieran el guantelete, tomó la mano con la que Tony intentaba hacerlo retroceder, y lo miró suplicante.
—Por favor, déjenme hacer algo bueno. Algo bien.
—Escucha —pidió Tony nuevamente—, no es sólo porque ese guantelete canaliza muchísima energía, creo que no estás en condiciones.
—¿Qué crees que fluye ahora mismo por mis venas?
—¿Queso cheddar?
La broma de Rhodey casi hizo sonreír a Astlyr, tal vez la hubiera hecho reír si no tuviera el último acontecimiento rodando por su cabeza y estuvieran hablando sobre quién se pondría el guante y tronaría los dedos para traer a todos los desvanecidos de vuelta.
Thor lo ignoró y volvió a mirar a Tony.
—Rayos.
Tony, por la expresión de su cara, no sabía cómo explicarle a Thor por qué él no era la persona indicada para el trabajo.
—Yo lo haré —habló Astlyr.
Todos voltearon la cara y la miraron. Clint inmediatamente se negó.
—No, no. No. Olvídalo, no estás en mejores condiciones que Thor.
—Esto no se trata de condición emocional. Admitámoslo. Vieron lo que esa cosa le hizo a Thanos. ¡Casi lo mató! —exclamó. Dio dos pasos al frente y miró el guantelete con terror, aunque determinada. Miró a Clint—. Soy la única que tiene la oportunidad de curarse de algo así.
—La curación acelerada no te ayudará —interrumpió Bruce—. Tengo que ser yo.
Astlyr no había pensado en Bruce, pero cuando lo miró, entendió por qué se postulaba. Era el único con la mentalidad y fuerza para lograrlo.
—No sobrevivirías. Ninguno de ustedes —continuó Bruce, caminando hacia el guantelete.
—¿Cómo sabes que sobrevivirías? —preguntó Steve.
—No lo sé —corrigió Bruce—. Pero casi toda la radiación es gamma. Es como si... yo estuviera hecho para esto.
Nadie más protestó o se opuso, no a Bruce. Así que tomó el guantelete entre sus manos, los demás se movieron para rodearlo.
—Hagámoslo —dijo Bruce.
—Recuerda, Thanos los hizo desaparecer hace cinco años —clarificó Tony—. Tú los traerás de vuelta al presente, a hoy. No cambies nada de los últimos cinco años.
—Entendido —confirmó Bruce.
Astlyr sintió escalofríos por todo el cuerpo y la sensación de anticipación llenó su estómago, presionando tan fuerte que se sintió intranquila. Esperaba con toda su fuerza que los desvanecidos volvieran. Bucky.
Cerró los ojos.
Lo necesitaba tanto de regreso que sólo pensar que el guantelete no fuera a funcionar, sus ojos se llenaron de lágrimas. No soportaría otra decepción, otro error.
Lang activó su casco, Rhodey cerró la máscara de su traje, Rocket bajó sus gafas de ingeniero y Thor lo cubrió casi completo con su cuerpo. Tony activó su traje de nanotecnología, Clint preparó su arco y se protegió con el escudo de Tony. Steve levantó su escudo y lo puso entre Bruce, y él y Astlyr, a quien cubrió con la mitad de su cuerpo. Astlyr replicó su clásico atuendo de batalla, enfundó ambos látigos en su cinturón, sostuvo el martillo con su mano derecha y se puso las nuevas gafas de lentes naranjas, que Tony le había diseñado (estas le permitían protección ocular, comunicador, reconocimiento facial, una computadora y cámara, entre más cosas).
—Viernes, activa el protocolo Puerta de Granero, por favor.
—Sí, jefe —respondió la inteligencia artificial a través de los altavoces que se encontraban en cada habitación del complejo.
Las puertas, de un metal muy pesado y resistente, comenzaron a cubrir cada entrada y salida, encerrándolos dentro del complejo y dentro de aquella habitación. De este modo, ninguna clase de explosión saldría y dañaría el exterior.
—Todos regresan a casa —dijo Bruce con esperanza, comenzando a meter la mano en el guantelete. Este, al estar hecho con nanotecnología, se adaptó al tamaño de la mano y antebrazo de Bruce.
En el instante en que el guantelete quedó a la talla de Bruce, las gemas tuvieron contacto y generaron energía que se reflejó como rayos, conectándose y formando un poder casi imposible de contener, que viajó por el brazo de Bruce, casi alcanzando su cuello. La manga de su traje comenzaba a des-integrarse, como si fuera quemada.
Bruce cayó en su rodilla derecha, con su mano izquierda tratando de sostener la mano enguantada.
Astlyr, temerosa por el dolor que veía a Bruce sufrir, apretó el brazo de Steve, tratando de aferrarse a algo.
—¡Suéltalo! —exclamó Thor, asustado.
Bruce se quejaba, intentando resistir.
—No, espera —interino Steve—. ¿Estás bien, Bruce?
Los rayos finalmente alcanzaron su cuello, su piel comenzaba a ennegrecer, casi carbonizada.
Astlyr no quería mirar. No quería perder a otro amigo, sólo mirando, sin poder hacer nada. Otro sacrificio por un bien mayor.
—Háblame, Banner —pidió Tony.
Bruce sudaba, se quejaba más gravemente, pero llegó un momento, un punto exacto, en que lo soportó y logró asentir y decir:
—Estoy bien.
Thor le mostró los pulgares, animándolo a resistir, pero la preocupación era obvia en sus facciones.
Entonces, Bruce gritó con toda la fuerza de sus pulmones y logró levantar su mano enguanta con ayuda de su otro brazo, y unió su dedo anular con su pulgar con increíble esfuerzo y se escuchó el chasquido.
La energía de las gemas actuando en conjunto causó una luz blanca que dejó a Astlyr sin visión por un momento. Al segundo, vio a Bruce caer casi inconsciente. Fue la primera en correr a auxiliarlo.
Los demás lo rodearon también, Clint empujó el guantelete con una patada.
—No lo muevas —ordenó Steve, mientras Tony rociaba el brazo quemado de Bruce con congelante, aliviando un poco el ardor.
Bruce jadeaba y se aferraba a la pequeña mano de Astlyr, quien revisaba sus signos vitales con ayuda de sus nuevas gafas inteligentes, otra función útil que agradecía que Tony hubiera agregado.
—¿Funcionó? —preguntó Bruce.
—No estamos seguros —respondió Astlyr—. Tienes que relajarte, está bien.
Las puertas de metal se abrieron y levantaron. Pero Astlyr no podía pensar en otra cosa que en calmar a Bruce. Odió verlo sufrir, ella pudo estar en su situación.
—Fuiste muy valiente, Bruce.
Bruce sonrió a medias.
—Sólo espero que haya funcionado.
Astlyr estuvo por aliviar su preocupación, diciéndole que sólo le importaba que él hubiera sobrevivido al impacto de chasquear los dedos con las gemas, cuando una nube, o lo que pensó que era una nube, cubrió el sol y generó una sombra sobre ella y Bruce. Como mera reacción involuntaria, levantó la mirada... y descubrió que no era una nube.
—Oh, mier...
El infierno se desató.
Sólo pudo escuchar todo derrumbarse y sentir los brazos de Bruce rodearla en un abrazo que la dejó inmóvil antes de ver pura oscuridad.
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