Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

51. Esperanza

—Así que... yo, la otra noche, tuve una cita.

Cita. Astlyr formó una mueca, sin darse cuenta, ante el recuerdo. Había esperado que fuera aburrida, o un desastre, pero en realidad se la había pasado bien. Simplemente... nunca iba a funcionar. Lo sabía, no necesitaba tiempo para pensarlo. Jesse había sido su primera cita en cuatro años, y desde aquella noche ya había pasado otro año.

—La primera en cinco años —continuó Joe Russo, uno de los que asistían regularmente al grupo de apoyo de Steve—. Estábamos en la cena y... Ni siquiera sabía de qué hablar.

—¿Y de qué sí hablaron? —preguntó Steve, animándolo a seguir.

Joe suspiró.

—De lo mismo de siempre. Cómo cambiaron las cosas. Mi trabajo. Su trabajo. De cuánto extrañamos a los Mets.

Astlyr se removió en su lugar, sintiéndose culpable. Jesse se había cerciorado de no tocar aquel tema, realmente era un buen chico. Se preguntó dónde estaría ahora. No había vuelto a pensar en él desde esa noche. Se tocó los labios con dolor. Se estremeció al recordar el montón de culpa que llevó durante las semanas siguientes a esa cita por aquel beso. Aunque Bucky ya no estaba, sentía que lo había traicionado.

—Y nos quedamos en silencio —siguió—. Entonces, él lloró mientras servían las ensaladas.

—¿Y tú? —preguntó Jim Starlin, un hombre calvo y con gafas.

Joe entrecerró los ojos y asintió levemente con la cabeza, tratando de hacer memoria.

—Lloré... justo antes del postre. Pero lo veré mañana, así que...

Astlyr apretó las manos juntas. Se sentía feliz por Joe, orgullosa de que siguiera adelante..., pero también celosa. ¿Es que todos podían avanzar? ¿Por qué ella no? ¿Por qué, después de cinco años, seguía sintiéndose estancada?

—Eso es genial —felicitó Steve—. Hiciste lo más difícil: probar algo nuevo. No sabías cómo iba a resultar. Y de eso se trata. Esos pequeños y valientes pasos que debemos dar para tratar de recomponernos, para tratar de hallar un propósito.

Un propósito, pensó Astlyr, levantando la mirada con curiosidad. Tal vez esa era la clave. Necesitaba un propósito... al menos para distraer su dolor, suprimir los recuerdos.

—Me congelaron en mil novecientos cuarenta y cinco, justo después de conocer al amor de mi vida. Desperté setenta años después —se encogió de hombros, con una media sonrisa entristecida—. Debes seguir adelante —concluyó, perdiendo la sonrisa. Pausó por un momento, Astlyr adivinó que por el recuerdo de su amada Peggy—. Debes seguir adelante. El mundo está en nuestras manos. Depende de nosotros. Y debemos hacer algo con él. De lo contrario... Thanos debería habernos matado a todos.

—Como si tuviera tanta suerte —bisbiseó para sí misma.

Desaparecer con él habría sido mucho más fácil.

Después aquella reunión semanal del grupo de apoyo, volvió al Centro de los Nuevos Vengadores en la camioneta que le pertenecía al grupo, uno de los muchos autos aparcados en el estacionamiento del subsuelo que nadie usaba, excepto ella y Natasha.

Al llegar, escuchó a Natasha en la sala principal, así que dejó la llave del coche en su lugar y se dirigió allí. No se sorprendió de verla en llamada holográfica con el pequeño Consejo que había formado. Rhodey, Carol, M'Bwana, Nébula, Rocket y Vesta estaban ahí.

—¿Quieres uno? —le ofreció, tendiéndole una mitad del sándwich de mermelada y mantequilla de maní que estaba preparándose.

Astlyr tragó duro. Aquel simple y dulce preparativo le traía uno de sus más atesorados recuerdos al frente de su mente. El primer beso que ella y Bucky habían compartido.

—No tengo hambre. Gracias —respondió.

—Astlyr —saludó M'Bwana, sonriéndole con cariño desde la llamada holográfica—. Es bueno verte.

—Igualmente, majestad —saludó con una pequeña sonrisa.

—Luces mejor —mencionó Vesta.

Astlyr la miró. La atractiva extraterrestre, de la especie zorniana, ahora lucía su cabello azabache a la altura de sus hombros y los cuernos cortados, sólo dejando unos centímetros de la base.

Se encogió de hombros sin borrar la sonrisa.

—Me siento mejor —admitió.

Aunque el dolor seguía ahí, su vida ahora no se sentía como un abismo oscuro por el que se deslizaba hasta quedarse dormida para escapar y descansar. Además, su complexión era menos delgada y mucho más fuerte ahora. Natasha la había sometido al más duro entrenamiento que jamás había tenido, para mantenerla saludable y distraída. Nunca había estado en mejor forma.

—¿Encontraron la nave sospechosa de la que les hablé? —interrogó Carol a Vesta, la líder de lo que quedaba de los Guardianes de la Galaxia.

—Sí —contestó Rocket en su lugar, notablemente malhumorado—. La abordamos.

—Era un basurero con desechos infecciosos —masculló Nébula, todavía más irritada.

Astlyr se cruzó de brazos y sonrió divertida. Vesta no decía nada, tampoco parecía enfadada como el resto de sus compañeros.

—Gracias por la información —añadió Rocket con sarcasmo.

—Estaban más cerca —se excusó Carol.

—Sí, ¡y ahora olemos a basura!

—Podrías tomar una ducha para cambiar eso —sugirió Vesta con tono acusador, mirando a su compañero.

Rocket se rio entre dientes.

—¿Tienes una lectura de esos temblores? —preguntó Natasha, mirando a M'Bwana.

—Fue una subducción moderada bajo la placa africana —respondió la semidiosa con un leve asentimiento de cabeza.

—¿Podemos verlo? ¿Cómo van a manejarlo?

M'Bwana ladeó la cabeza, observándola. Astlyr, conociendo a su majestad y las costumbres e ideas del país, que hace cinco años había adoptado como nuevo hogar junto con Bucky, ya se imaginaba la respuesta.

—Natasha —comenzó—, es un terremoto bajo el océano. Lo manejamos, al no manejarlo. Aquí no interferimos con la naturaleza —explicó con serenidad—. Pero me he comunicado con mi madre, Bast, y parece que estaremos bien.

Natasha asintió antes de mirar a Danvers.

—Carol, ¿te veremos el mes que viene?

—Es poco probable.

—¿Qué? ¿Te harás otro corte de pelo? —se burló Rocket, señalando con un movimiento de cabeza hacia su cabello recién cortado.

—Escucha, cara peluda —dijo, enfadada con las contestaciones del mapache—. Estoy cubriendo mucho territorio. Las cosas que están pasando en la Tierra, están ocurriendo en todos lados. En miles de planetas.

—Oh. Muy bien —murmuró, arrepentido—. Es una buena razón.

—Así que quizá no me vean por mucho tiempo —informó Carol, volviéndose hacia Natasha.

Natasha inhaló y asintió.

—Bien. Este canal siempre está activo. Así que, si algo anda mal, si alguien causa problemas donde no debería... háganmelo saber.

—Está bien. Gracias —respondió Vesta.

—De acuerdo —dijo M'Bwana.

Todos los hologramas se desintegraron, excepto uno. Rhodey. Astlyr sabía por qué. Traía noticias. Y aunque no estaba segura de si quería enterarse, no se movió.

—¿Dónde estás? —le preguntó Natasha, al darse cuenta de que seguía en la llamada.

—México. Los federales hallaron un cuarto lleno de cadáveres. Parecen muchos tipos del cartel. Ni siquiera pudieron disparar sus armas.

—Probablemente sea una banda rival.

—Salvo que no es así —le corrigió Rhodey—. Definitivamente es Barton.

Astlyr apretó la mandíbula y se sentó en el borde del escritorio. Rhodey se dio cuenta de su reacción, pero no dijo nada. Natasha seguía cabizbaja.

—Lo que hizo aquí... lo que estuvo haciendo los últimos años... Digo, la escena que dejó... Debo decirte que hay una parte de mí que no quiere hallarlo.

—¿Averiguarás dónde irá después?

Natasha trataba de lucir como si estuviera bien, pero su nariz enrojecida y sus ojos llenos de lágrimas la delataban. Astlyr había dejado de llorar después del primer año. Bucky no la había dejado por elección, pero Clint sí.

—¿Nata? —cuestionó Rhodey.

—Por favor.

—Está bien —se rindió, terminando la llamada holográfica.

Astlyr apretó los dientes. Clint no sólo las había dejado a ella y a su madrina en el peor momento, sino que continuamente la hacía llorar mientras él estaba ahí afuera asesinando gente (criminales o inocentes, le daba igual). Se levantó y se sentó de nuevo, esta vez a un lado de Natasha, y la observó llorar con impotencia. Las ganas que tenía de golpear a la única figura paterna que había tenido en su vida no se acababan.

—Les ofrecería hacerles la cena..., pero ya se ven lo suficientemente miserables.

Se compuso tan rápido como se había puesto a sollozar. Astlyr se giró un poco para mirar a Steve, que estaba recargado en una estantería con una media sonrisa en la cara.

—¿Has venido a lavar ropa? —bromeó Natasha.

—Y a ver a unas amigas —añadió, pasando a mirar a Astlyr—. Te veías molesta cuando te fuiste de la reunión.

—Estamos bien —respondió Natasha, tomando la mano de su ahijada con un apretón.

Astlyr comprendió la señal: no quería que mencionara lo de Clint.

—Saben, vi un grupo de ballenas al cruzar el puente —mencionó.

Ambas se sorprendieron.

—¿En el Hudson?

—Hay menos barcos, el agua está más limpia...

Astlyr se quebró en una sonrisa irónica. Estaba enterada de todas las ventajas del chasquido de Thanos, y aunque comprendía el peso de aquellas buenas consecuencias, odiaba pensar en ello. Era como pensar en que era bueno que Bucky hubiera muerto, porque el mundo estaba mejor así.

—Si vas a decirme que vea el lado positivo... voy a golpearte con un sándwich de mermelada y mantequilla de maní.

Astlyr sonrió. Al menos una de ellas aún tenía el suficiente buen humor hoy.

—Lo siento —suspiró, acercándose a tomar asiento en una silla frente a ellas—. Es la costumbre.

Natasha le acercó el plato con la otra mitad de su sándwich, ofreciéndosela. Steve estaba muy pensativo como para notarlo. Se cruzó de brazos y respiró profundamente.

—No paro de decirle a la gente que deben seguir adelante y crecer. Algunos lo consiguen —asintió en reconocimiento. Astlyr deseaba con toda su fuerza ser parte de aquel grupo de personas—. Pero nosotros no.

—Si sigo adelante, ¿quién haría esto? —dijo Natasha, haciendo referencia al Centro de los Nuevos Vengadores y el nuevo Consejo.

—Quizá no hace falta hacerlo —consideró Steve.

Natasha negó con la cabeza.

—Antes no tenía nada. Y luego conseguí esto. Este trabajo. Esta familia —murmuró. Astlyr se apresuró a limpiar la lágrima que le corrió por la mejilla a Natasha. Le dolía verla así, ella no se rompía tan fácil. Natasha sonrió suavemente y levantó la mirada—. Eso me convirtió en mejor persona. Y aunque ya no estén..., sigo intentado serlo.

—Creo que tenemos que empezar a conseguirnos una vida —sugirió Steve con burla.

—Tú primero —respondieron al unísono, en débiles sonrisas, que Steve les correspondió con otra.

Un aviso holográfico de repente se apareció frente a Astlyr. Una cámara de seguridad había detectado movimiento y sonido. Así que deslizó el botón hacia la derecha para tener acceso a la visión de la cámara.

¡Hola! ¿Hay alguien en casa?

Astlyr frunció el ceño y se movió en su lugar para encarar la pantalla. La cámara de la entrada les estaba mostrando a una vieja minivan y a un sujeto que saludaba y trataba de llamar la atención. Sus recuerdos conectaron al segundo. Lo conocía.

¡Soy Scott Lang! Nos conocimos hace unos años en el aeropuerto, en Alemania.

Astlyr se levantó al mismo tiempo que Steve, sin dar crédito a lo que sus ojos veían. Scott Lang había entrado en la lista de los desvanecidos. ¿Cómo era posible que estuviera ahí?

Me hice muy grande. Llevaba máscara. Tal vez no me reconozcan.

—¿Es un mensaje viejo? —preguntó Steve.

¿Ant-Man? Sé que... sé que reconocerán el apodo.

—Está en la puerta principal —respondió Natasha.

—Mierda —jadeó Astlyr.

Tengo que hablar con ustedes.

Astlyr activó la pantalla de controles y presionó el botón que abrió la reja de la entrada. Scott Lang, de repente, había regresado. Trató de no emocionarse, pero no pudo evitarlo. Sintió que algo en su interior y en el ambiente cambiaba.

Esperanza.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro