50. La cita
Sintió una gran descarga de alivio cuando despertó. De nuevo, sólo había sido una pesadilla. Una horrible y tormentosa pesadilla. ¿Sería la culpa por lo que haría el día de hoy, o sería una señal para que no cumpliera con sus planes ese día?
Suspiró. Tenía que cancelar la cita con Jesse Collins.
Después de cumplir con su rutina mañanera, incluido su entrenamiento, y ducharse, se dejó caer sentada en el sillón del salón donde Natasha estaba recostada con una tableta holográfica, revisando la seguridad del Centro.
—¿Nerviosa?
—Asustada —admitió.
Natasha frunció el ceño.
—Creí que Copiadora no le temía a nada.
—Copiadora no. Astlyr sí —resopló, y miró a su madrina con una mueca—. Creo que voy a cancelarle. Sí, voy a cancelarle.
—No —la detuvo, jalándola del brazo antes de que terminara de levantarse, y la obligó a pegar el trasero en el sofá otra vez—. Necesitas esto. Tienes que salir. No sabes cómo podrían terminar las cosas, puede ser algo bueno.
Astlyr se abstuvo de decir que justamente de eso estaba asustada. ¿Y si la cita salía perfecta? ¿Y si Jesse era todo un caballero encantador, del tipo de hombre que le gustaban? ¿Y si sentía mariposas? ¡Sería traicionarlo, engañar a su corazón! Casi sintió como si su anillo de bodas la observara acusador desde el cajón de su cómoda. Ella no quería tener sentimientos por nadie más. Sólo quería una cosa, y no podía tenerla: su soldado.
Netflix fue una buena solución para distraerla hasta que fue la hora de arreglarse. Natasha había elegido películas de miedo, todo lo contrario al romance, lo que ayudó a Astlyr a olvidarse por completo de su verdadero temor.
—Te ves hermosa —felicitó Natasha, viéndola salir del ascensor que la había traído al salón principal desde el segundo piso, donde estaba su dormitorio—. No podrá quitarte los ojos encima.
Astlyr no sabía si eso era bueno. Recordaba muy bien los ojos azules verdosos, claros y hechizantes, de Jesse. Si la miraba demasiado, temía que fuera a temblar como gelatina, a olvidarse de su verdadero amor.
El atuendo no era muy provocativo, contrario a lo que le había sugerido Natasha. Había optado por un corto vestido rosa de satén con una blusa del mismo color y mangas largas. El conjunto era lindo y elegante, enseñaba las piernas y delataba su figura femenina, y combinaba bien con su melena purpúrea.
Se exaltó nerviosamente cuando el sistema avisó sobre un coche intentando entrar por la puerta principal del Centro. Natasha observó con una ceja arqueada la imagen mostrada de la cámara de seguridad. Era Jesse Collins, manejando un Jetta negro del año.
—Qué puntual —notó Natasha, leyendo la hora—. Siete en punto.
Astlyr sólo asintió, sin saber qué decir. Jesse estaba comenzando con el pie derecho y eso la asustaba. Natasha abrió la puerta y el auto entró, recorrió todo el camino hasta el edificio principal, donde Astlyr le había indicado que la recogiera. Abrió la puerta y salió a esperarlo. Dos segundos después, el Jetta se detuvo justo frente a ella.
Astlyr caminó y estiró la mano para abrirse la puerta del copiloto, pero se detuvo en cuanto Jesse salió rápidamente del carro y lo rodeó para llegar a ella.
—Permíteme.
Astlyr sonrió y Jesse la imitó.
—Luces preciosa.
Sintió sus mejillas tomar color. No sabía si era el simple cumplido o la sinceridad y el brillo en sus ojos turquesas, o el halago viniendo de un hombre tan guapo.
—Gracias. Tú también te ves muy bien.
Era verdad. Jesse llevaba un pantalón formal, una camisa azul y unos mocasines negros de piel. Cuando se inclinó para abrirle la puerta, Astlyr pudo distinguir el aroma de su colonia. Era de un olor amaderado con menta. Exquisito.
Su auto estaba tan limpio y cuidado como su dueño. Obviamente no era un hombre desordenado. El camino fue un poco silencioso. Astlyr, por primera vez en mucho tiempo, pudo admirar las estrellas en la ciudad de Nueva York. La disminución de la contaminación había permitido aquello. No había visto un cielo así de claro desde que dejó Wakanda.
El valet parking se llevó el auto cuando llegaron a un pequeño restaurante francés, llamado La Via Douce. Apenas se bajó del auto, una vez que Jesse volvió a abrirle la puerta, le llegó el olor de la comida y supo que su cita había elegido bien el lugar para cenar.
—Espero que te guste la comida francesa.
—Nunca la he probado —admitió—, pero huele delicioso.
Jesse sonrió aliviado.
Una vez que les dieron su mesa reservada, que Astlyr notó que estaba un poco alejada de las demás y casi oculta, logró respirar con más tranquilidad. Todo estaba yendo bien, pero no maravilloso. Estaba contenta de que Jesse hubiera pedido aquella mesa. La gente no la notaría si no la miraban con fijeza. Aunque sí se dio cuenta de un par de meseros mirándola con fingida sutileza.
Rápidamente les trajeron los menús y ordenaron. Hasta ese momento, no habían conversado sobre algo que no fuera superficial o necesario para el momento.
—Háblame de ti —pidió Jesse—. Sé lo que todos saben, por supuesto, pero los asuntos personales sobre ti no han sido nunca publicados como los de Stark.
Astlyr sonrió divertida.
—Sí, siempre me he mantenido fuera de los reflectores. De todos modos, son Steve y Tony los que más llaman la atención en los medios. Pero... mejor háblame sobre ti. Me gustaría oír sobre alguien no súper.
Jesse se rio.
—Mi vida no es tan excitante o interesante como la tuya, debo advertirte —le dijo, y sonrió en rendición cuando Astlyr sólo lo siguió mirando a los ojos y acomodó su mentón sobre la palma de su mano, insistiendo en oír sobre él—. Bueno. Soy médico, tengo treinta y cuatro y una hermana menor.
—Eso es lindo. Yo también tenía una. ¿Cómo se llama?
—Tracey —respondió—. Tiene quince años... y es una gran fan tuya. En realidad, eso es decir poco. Está obsesionada con ser como tú.
Sonrió enternecida.
—Es agradable escuchar que soy la ídolo de alguien.
La cena continuó en una conversación amena y entretenida. La comida resultó ser tan deliciosa como había predicho por los olores. Astlyr siguió sintiéndose segura. Jesse era un hombre por el que fácilmente cualquiera caería de rodillas, pero en ella no estaba haciendo el suficiente efecto como para olvidar el peso en su dedo anular izquierdo, incluso aunque no llevara el anillo.
En el silencioso instante en que Jesse se encargó de pagar la cuenta, Astlyr cayó en cuenta de que, a pesar de que la estaba pasando bien, no quería repetirlo. Esa sería probablemente la última vez que lo vería.
En el camino de vuelta al Centro, su actual hogar, hablaron sobre música, películas y libros. Tenían gustos muy diferentes. Jesse ni siquiera conocía a Michael Bolton. Nunca había visto Hairspray, y sólo leía libros de medicina. Al final, cuando admitió ser un terrible bailarín, Astlyr sólo pudo pensar en lo excelente que era Bucky bailando, incluso con la memoria borrada.
—La pasé muy bien hoy, Jesse. Gracias por la cena.
Jesse sonrió. Se había bajado del auto, no sólo para abrirle la puerta y ayudarla a bajar con la mano, sino para también escoltarla hasta la puerta, donde estaban parados ahora, frente a frente.
—Gracias a ti por dejarme invitarte.
Le devolvió la sonrisa y abrió la boca para desearle buenas noches, pero no pudo hacerlo. Ni siquiera le dio tiempo de echarse hacia atrás o reaccionar lo suficientemente rápido como para mover la cabeza y poner el cachete. Era tarde. Jesse la estaba besando.
Se le estrujó el corazón. Él besaba muy bien, ciertamente sabía lo que hacía. Sin embargo, aquello no se sentía correcto. Cerró los ojos. No era posible. ¿Acaso nunca sentiría nada romántico por nadie más? Le siguió el beso, buscando alguna sensación, alguna mariposa... sin conseguir nada. El beso era bueno en sí, y por un momento disfrutó culposamente del tacto cariñoso que tan había perdido por cuatro años, pero no le causaba nada como para lanzarla a las estrellas. Su corazón estaba demasiado ocupado anhelando a alguien más como para darse cuenta de que un hombre estaba ahí cortejándola.
Jesse se separó con una pequeña sonrisa, que pronto borró al darse cuenta de la expresión en el rostro de su cita. Astlyr no lucía muy emocionada por el beso que acababan de compartir.
—Lo siento —murmuró, dando un paso atrás para darle su espacio.
Astlyr negó con la cabeza, sus ojos delatando la culpa y la derrota. Era oficial. Nadie nunca lograría nada con ella.
—Tengo que ser honesta —le dijo, cuadrando los hombros y mirándolo a los ojos—. Eres un hombre muy agradable, Jesse, de verdad; pero... hace cuatro años perdí a alguien en el chasquido —confesó, dejando caer un poco los hombros—, y temo que mi corazón se fue con él. No estoy lista para estar con alguien más. Discúlpame.
Jesse parpadeó sorprendido, y negó con la cabeza cuando logró digerir la información.
—Está bien. No es tu culpa. Entiendo.
Le sonrió de lado.
—Me alegra que mi primera cita en años fuera contigo. Lo decía en serio cuando dije que la pasé bien. Gracias.
Le alegró ver que Jesse no se enojara ni la hiciera sentir más culpable.
—Ha sido genial conocerte, Astlyr —le dijo con esos ojos tiernos y seductores, hechizándola por un momento con su belleza. No podía evitar admitir que era una verdadero adonis—. Y si alguna vez sientes que estás lista..., no dudes en llamarme.
—Lo haré —asintió—. Gracias por entender.
Si alguna vez lograba superar su amor verdadero, al menos lo suficiente como para empezar su vida amorosa otra vez, él sería a quien buscaría. Estaba segura de que caballeros como él estaban en peligro de extinción.
Al ver el auto de Jesse alejarse hacia la puerta del terreno de los Nuevos Vengadores, entró al edificio y taconeó a través del silencio del lugar. Las luces estaban encendidas, sin embargo, lo que la hizo pensar que probablemente sería Natasha esperándola. Así que se dirigió al salón principal y encontró a su madrina y Steve sentados en diferentes sillones, comiendo comida china de un restaurante con servicio a domicilio y viendo una vieja película de comedia.
Los dos voltearon a verla al mismo tiempo, en silencio y con expresión expectante. Astlyr sólo dejó salir un largo y pesado suspiro al sentarse en el sillón restante, mirando a la nada.
—No es él —dijo simplemente, formando una mueca con la boca en señal de rendición.
Steve levantó ligeramente la comisura izquierda de su boca, sólo un poco divertido por aquella revelación. Era algo que ella debía haber esperado, y parecía muy decepcionada.
—Nadie va a ser como él —le dijo comprensivo—, pero eso no quiere decir que no debas darle una oportunidad.
Astlyr arqueó una ceja y finalmente lo miró.
—¿Así como tú le has dado una oportunidad a...? Ah, es cierto. A nadie. Y eso es porque...
Steve borró el suave rastro de sonrisa que se le había dibujado y la diversión en la expresión de sus ojos. Suspiró, se dejó recargar en el respaldo del sillón con los brazos cruzados y contestó:
—Porque ninguna es ella.
—Exactamente, Capi.
—A veces olvido lo lista que puedes ser —concedió Natasha, con una sonrisa triste—, y que ya tienes treinta.
—¡Hey! Los treinta son los nuevos veinte —aclaró con el ceño fruncido.
—¿Desde cuándo?
—Desde que yo los cumplí, porque me veo fantástica —sonrió orgullosa.
Steve y Natasha se rieron. Tal vez Astlyr no estaba lista para darle un lugar a alguien más en su corazón, pero sí para seguir adelante. Algo bueno había salido de aquella cita: su buen humor estaba por regresar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro