48. Viaje al espacio
Mientras Rocket y Nébula se dedicaban a reparar la nave lo más rápido posible, todos los demás se preparaban.
Astlyr recordó que Thanos tenía las gemas, que sería increíblemente peligroso y casi invencible. Pero ella tenía una ventaja: esperanza y sed de venganza. Si recuperaban las gemas y daban un chasquido con ellas, todos volverían a casa.
Se miró al espejo, y recordó cómo la había encontrado Steve cuando la salvó de la Balsa. Se veía moribunda, derrotada, débil, sin motivo para seguir adelante o sonreír. Cerró los ojos y se concentró, enfocando su habilidad para regenerarse, y cuando los abrió se encontró con su rostro original y natural. Lo único que no podía cambiar, reparar, era su mirada: vacía, decaída. Era como si la hubieran dejado sin alma, y justamente así se sentía.
—Va a volver —suspiró, mirándose los ojos por su reflejo, tratando de ahuyentar el dolor—. Todo saldrá bien —trató de convencerse.
Cambió su atuendo, que consistía en un pantalón de chándal y un suéter negro, por su traje de batalla de la Loba Blanca, y recogió su largo cabello platinado en una larga trenza. Tomó su látigo del buró de la habitación donde se había estado quedando, su antigua habitación de cuando era vengadora, y se dirigió a la sala de armas. Agarró la pistola y la enfundó en su otra pierna. Llenó el resto de los bolsillos con dagas y balas.
Entonces escuchó los motores de la nave, y supo que habían logrado arreglarla. Convertida en una paloma, salió por la ventana de la sala de armas y aterrizó frente a la nave, sorprendiendo a Rocket.
—¡Casi me das un infarto, chica albina!
—Relájate, zarigüeya —se burló, pero no había ningún rastro de diversión o sonrisa en su rostro, lo que asombró tanto a Steve como a Natasha, quienes ya estaban adentro de la nave.
Una vez que todos se acomodaron en un lugar, dejando a Nébula, Vesta y Rocket al frente, el mapache despegó. Estaban volando en el aire a toda velocidad, lo que la hizo pegar su cabeza y cuello al respaldo, y volvió a revisar su cinturón. Estaban cruzando la atmósfera cuando Rocket desaceleró y preguntó:
—De acuerdo, ¿quién de aquí no ha ido al espacio?
Los únicos en alzar la mano fueron Steve, Natasha, Rhodey y Astlyr, pues Thor, Bruce, Danvers, Nébula y Vesta ya habían viajado por el espacio en incontables ocasiones.
—Más vale que no vomiten en la nave de Vesta —les advirtió.
—¿Es tuya? —preguntó Rhodey.
—Era de mi vinculado —explicó a secas, lo que tensó un poco el ambiente—. Preparen el salto.
A Astlyr no le cupo duda de que la líder (de lo que ellos se llamaron como "Guardianes de la Glaxia") era Vesta, aunque Rocket se diera el aire y el crédito de ello.
—Salto en tres... dos... uno...
La nave aceleró a un nivel que a Astlyr le dio miedo, se aferró a los reposabrazos y todo su cuerpo se pegó a la silla como si la estuvieran empujando. Pero nada de eso importó, porque cuando vio los colores en el espacio ante el salto, se olvidó de todo. No era nada igual a lo que hubiera visto antes en su vida, ni siquiera las auroras boreales de Noruega estaban cerca de ser tan maravillosas como el espacio. Por desgracia, aquello sólo duró un minuto. Cuando la nave se detuvo, se encontraba frente a un planeta con colores y forma similar a la Tierra. Danvers se desabrochó y salió de la nave hacia el espacio. Se asomó por la ventana grande que daba vista al frente y los miró.
—Bajaré a hacer el reconocimiento —avisó antes de volar directo hacia el planeta y desaparecer.
Todos se desabrocharon también, pero ninguno se levantó de su asiento.
Natasha, quien iba al lado de Steve, aunque el pasillo entre ellos los separara, notó cómo observaba la vieja fotografía del amor de su vida, Peggy Carter, como hacía cada vez que se dirigía a alguna pelea importante.
—Va a salir bien, Steve —le aseguró, sonriendo ligeramente, cuando éste cerró la brújula con la fotografía.
—Sé que lo hará —asintió, quedándose un momento en silencio mientras le echaba un vistazo a Astlyr, quien iba todavía sentada y no dejaba de observar ansiosamente el látigo en sus manos—. Porque no sé lo que haré si no resulta bien.
—Se recuperará —lo calmó, refiriéndose al caso en que las cosas no salieran como lo planeado.
—Lo sé —concedió—. Yo lo hice tras perder al amor de mi vida. Sé que estará bien. Lo que me preocupa es el tiempo que le pueda tomar.
—Bueno, no debemos preocuparnos por eso, porque esto funcionará. Sé que lo hará.
—No hay satélites, ni naves, ni ejércitos —avisó Danvers, acercándose a la nave. Astlyr frunció el ceño, confundida ante por qué estaría desprotegido—. Sólo está él.
—Y eso es suficiente —declaró Nébula.
—Bien, esto es lo que haremos —habló Steve, poniéndose de pie. Todos se reunieron a su alrededor, atentos al plan formulado y recordándose la parte de cada uno. Astlyr no se quejó cuando Steve le pidió que sólo entrara con él y Natasha una vez que Thanos fuera inmovilizado, lo único que le interesaba era encontrarlo y revertir lo que había hecho.
Cuando entró a la cabaña, entre Steve y Natasha, se dio cuenta de lo indefenso y magullado que se veía Thanos, siendo ahorcado por Danvers con sus brazos. Vesta había destruido una pared de la cabaña y posteriormente le había cortado la mano del guantelete con su sable. Ignorando los quejidos e intentos por respirar mejor, Rocket se acercó al guantelete y lo giró, dejando ver espacios vacíos. Las gemas no estaban.
Tras un breve momento de pánico interno y confusión, Steve preguntó:
—¿Dónde están?
—Responde la pregunta —ordenó Danvers, fortaleciendo el agarre, obligándolo a responder.
—El universo exigía una corrección —explicó—. Luego de eso, las gemas no servían para nada... salvo para tentar.
—¡Asesinaste a billones! —gritó Bruce antes de acercarse y empujarlo.
Danvers logró quitarse a tiempo y Thanos aterrizó en el suelo, sin un rasguño, pero no volvió a levantarse.
—Deberían estar agradecidos —no logró decir nada más, pues Banner le propinó un golpe duro y limpió en el centro del rostro.
—¿Dónde están las gemas? —volvió a preguntar Natasha, sintiéndose ansiosa tras haber visto a Astlyr retroceder con sus ojos llenos de lágrimas.
Astlyr ya lo había entendido. Las gemas no estaban, Thanos se veía casi moribundo, herido por todo su brazo y un lado del rostro, no luchaba por defenderse, no hacía nada ni se protegía con las gemas, porque éstas ya no existían.
—Ya no están —contestó Thanos sin inconveniente—. Fueron reducidas a átomos.
—¡Las usaste hace dos días! —exclamó Bruce.
—Usé las gemas para destruir las gemas. Hacerlo casi me mató, pero ya está hecho, y siempre será así.
Perdió toda fortaleza, esperanza, y se dejó caer de rodillas, mirando a la nada, horrorizada con ver cómo la única esperanza se le iba de las manos. No había nada más que pudiera hacer. Su sonrisa, su risa, sus besos, todo él... ya nunca más lo vería.
—Soy... inevitable.
—Hay que destrozar este lugar. ¡Debe estar mintiendo! —luchó Rhodey contra la verdad.
—Mi padre puede ser muchas cosas —habló Nébula, dando un par de pasos hacia él—. Pero no es mentiroso.
—Ah, gracias, hija —dijo con voz cansada y rasposa, mirándola con lo que parecía arrepentimiento—. Quizá fui demasiado duro contigo.
Nunca sabrían si su plan era decir algo más, porque Thor alzó sus brazos con Stormbreaker entre sus manos y los bajó con toda su fuera, llevándose la cabeza de Thanos en el acto. Astlyr entonces se permitió llorar, una vez que Thanos fue completamente decapitado, se dio cuenta de que no se sentía mejor, y su muerte no traería de regreso a su familia. Nada podría traerlos de regreso.
—¿Qué? ¿Qué hiciste? —cuestionó Rocket, impresionado.
—Fui por la cabeza —contestó, agitado.
Se dio media vuelta, aún pasmado, y caminó lentamente, con aires de derrota, hacia la salida. Avergonzado, sintiendo lástima y furia consigo mismo, miró a Astlyr desde arriba. Sus ojos se cristalizaron de dolor al verle sufriendo con tanto dolor que no se podía mantener de pie. Tenía el rostro rojo, sus ojos no dejaban de lagrimear y su gran y adorable puchero le rompía el corazón a todo el que la mirara.
—Lo lamento, Lady Astlyr.
Steve, tras haberse recuperado de su lapso de shock, se volvió hacia Astlyr y le tendió la mano. Pero no se movía, sólo lloraba, mirando las flamas de la fogata, por lo que Steve se inclinó y decidió tomarla en brazos. Pensó que se alejaría, que negaría con la cabeza y le gritaría que la dejara sola, pero... no tenía las fuerzas ni las ganas. Ni siquiera encontraba su voz, así que se dejó llevar y sollozó sobre su hombro.
Natasha recordó el día en que la conoció, cuando ella y Clint fueron a salvarla de ser capturada también tras haber perdido a su hermana y madre. No hablaba, sólo lloraba en silencio constantemente, no aceptaba comida ni dormía, porque decía que sus pesadillas eran incluso peor que la realidad. Se sumió en su soledad y tristeza por tanto tiempo que temió por su salud. Finalmente, logró salir de su caparazón y recuperar su sonrisa. Ella sabía en esos días que estaría bien, que se recuperaría, pero ahora... no estaba tan segura de que fuera a salir de ésta.
FIN DE LA CUARTA PARTE
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