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41. Centro de los Nuevos Vengadores


Astlyr estuvo con Sam, Natasha y Steve durante todo el tiempo que ellos la consideraron necesaria para completar la misión que se habían planteado, para la cual no tuvieron más opción que pedirle ayuda por sus habilidades inhumanas. No era que no la quisieran con ella, sino que preferían que tuviera una vida tranquila y descansara del asunto de la acción y el heroísmo.

Steve no dejaba de verla como a una niña, Sam deseaba que siguiera adelante y formara una vida libre de peligro, mientras que Natasha sólo quería darle el apoyo y el amor que ella nunca recibió a su edad.

Cumplió con todas las expectativas durante la misión, logró el objetivo y fue mandada de vuelta a Wakanda para que siguiera con su nueva vida. Natasha sufrió de mucha dificultad para despedirse. No podía quitarse el presentimiento de que su ahijada se estaba sumergiendo en una interminable tristeza.

Intentaba mantener una sonrisa todo el tiempo, eso era obvio. Natasha tenía que darle crédito por su esfuerzo, pero sus ojos ya no brillaban como antes. Tampoco manifestaba esa chispa de alegría tan característica de ella. Fue así como se dio cuenta de lo mucho Bucky Barnes significaba para Astlyr.

Al llegar al aeropuerto y acercarse a comprar el boleto de avión a Wakanda, la mujer que la atendió le sonrió abiertamente y le preguntó su destino. Cuando abrió la boca para responderle, la televisión llamó su atención. El canal de noticias estaba comunicando cómo el Hombre-Araña había hecho otro acto heroico en Nueva York. El chico que conoció en Alemania había salvado lo que iba a ser transportado de la Torre Vengadores al Centro de los Nuevos Vengadores.

Su corazón se encogió al ver los dos lugares que llegaron a ser su trabajo y su hogar. Parpadeó y cerró la boca finalmente cuando la empleada le volvió a preguntar su destino.

Tomó aire profundamente, sabiendo que lo que iba a hacer era probablemente una mala idea.

—Nueva York.

Tan pronto como se subió al avión con su mochila en brazo, sólo llevando dentro de ella unas cuantas cosas de aseo personal y su látigo láser de vibranio, temió que las cosas no fueran a salir muy bien. El avión aterrizó luego de un poco de turbulencia, y sus nervios incrementaron.

En ningún momento dejó la apariencia de una mujer afroamericana. No podría haber viajado por aerolíneas comerciales con su verdadera cara. Había tenido que tomar otro aspecto que nadie la reconociera, usando la identidad wakandiana que T'Challa había tramitado para ella. Aún era una fugitiva, igual que todos los que se opusieron a los Acuerdos de Sokovia. Pero cuando usaba ese rostro, era Ashanti Buhle, una wakandiana de veintiséis años.

Tan pronto como se topó con un callejón, se ocultó detrás de un contenedor de basura y salió volando como una paloma blanca. Se sintió extraña, porque había pasado mucho tiempo desde la última vez que se había convertido en algún animal.

Emprendió vuelo directamente hacia el Centro de los Nuevos Vengadores. Trató de ir lo más rápido posible, como si estuviera huyendo de algo. Y de hecho, lo hacía: huía de recuerdos de sí misma, de su empleo como asistente de una clínica, de ella siendo voluntaria en un asilo, de momentos con Bucky, con la familia Barton y los Vengadores. No quería desviar su camino hacia Brooklyn, donde todavía era dueña de un lindo apartamento.

Aterrizó cerca de una ventana abierta y examinó el lugar, tanteando el terreno y revisando quién estaba. Pocos minutos después, escuchó la voz de Tony Stark acercándose y esperó a ver si venía acompañado. Y, efectivamente, estaba llegando con un chico delgado de aproximadamente quince años.

Fue cuando abrió un espacio y dejó ver un nuevo traje para el Hombre-Araña, que Astlyr entendió lo que sucedía. Aquel adolescente era el Hombre-Araña y Tony le estaba ofreciendo oficialmente un lugar con los Nuevos Vengadores.

Una punzada de celos hizo a Astlyr mirar hacia otro lado. Ella alguna vez fue una vengadora, parte de ellos, una heroína. Ahora... ellos inmediatamente tendrían que arrestarla si la veían.

Voló alrededor de las instalaciones por un rato, y aterrizó con el cuerpo y el rostro de Rhodey (poco después de verlo entrar a su recámara, a través de un ventanal). Recordando perfectamente cómo funcionaba cada pasillo y qué era cada habitación, se dirigió al laboratorio. Ahí encontró a Tony, sentado en un banco y mirando a través de una lupa el cableado de su armadura.

Notando la presencia de alguien, se dio vuelta y la vio.

—¿No dijiste que ibas a descansar?

—Como si eso fuera posible —respondió con la voz masculina de James Rhodes—. ¿Trabajando en fallas?

—Sí —suspiró, volviendo a lo que hacía—. No las soporto.

Astlyr sonrió de lado, conteniendo sus ganas de abrazarlo. Caminó con calma para no llamar su atención y se colocó del otro lado de la mesa de trabajo. A pesar de los conflictos y diferencias, lo extrañaba.

—Siempre puede haber fallas, Tony —comentó.

—No si puedo evitarlas. ¿Me pasas la cosa amarilla junto a tu codo, que está recargado groseramente sobre mis cosas? —le pidió, sin levantar la mirada.

Astlyr miró su codo y le pasó lo que parecía un diminuto desarmador con dos puntas.

—Sólo venía a decirte que, cuando iba camino a mi cuarto, vi las noticias —mintió—. Alguien vio a Astlyr en la ciudad y le tomó una foto que ahora ronda por los medios.

Tony recibió un pequeño choque electrizante en sus dedos que lo hizo sobresaltarse, y la miró con el ceño fruncido.

—Pues debe estar loca —respondió—. La van a atrapar. Ahora la deben estar buscando. Ross no tardará en llamarme para que vaya a capturarla.

—Y si te llama... ¿lo harás?

—¿Tengo opción? —cuestionó con las cejas arqueadas, en tono sarcástico— Son órdenes.

—¿Y tú desde cuándo sigues órdenes? —le reclamó, enderezándose. Tony la miró extrañado— Estamos hablando de una niña que se enamoró de un mal hombre —le recordó, sintiendo un sabor amargo en la boca por la elección de palabras. Bucky no era malo, pero nunca Rhodey diría eso—. Era tu amiga, Tony.

—Ella eligió otro camino, eligió a Steve, ella se fue y decidió ser una fugitiva —protestó rápidamente. Astlyr notó que empezaba alterarse—. Nunca te ha desagradado, pero tampoco es tu persona favorita. ¿Por qué la estás defendiendo?

—Es sólo que... Si en realidad la considerabas tu amiga, no deberías ser capaz de encerrarla otra vez cuando Ross te llame —murmuró. Se preparó mentalmente para lo que diría después, consciente de las consecuencias que eso traería—. Creo que ella nunca te habría hecho lo que le hiciste, y lo sabes. Astlyr no te habría encerrado por enamorarte de Pepper si ella fuera erróneamente considerada una delincuente.

Tony sólo mantuvo una expresión reflexiva por unos segundos, hasta que frunció sus cejas y la miró con sospecha.

—¿Qué acabas de decir?

Astlyr lo miró sin pestañear, sabiendo perfectamente que había captado la indirecta. Tony había entendido que era ella, no Rhodey, al oír tal referencia. Su altura disminuyó, su piel, sus ojos, su cabello y todas sus facciones volvieron a ser las suyas.

—Creo que ha sido un error venir aquí.

Tony se levantó del banco.

—No, debes tener un deseo suicida si viniste aquí —le corrigió con reproche, alzando la voz—. ¿En qué estabas pensando? Todo mundo te está buscando ahora.

—Ay, Tony, eso sólo lo inventé para sacar el tema —bufó, haciendo un ademán con la mano para restarle importancia—. ¿De verdad crees que me dejaría ver tan fácil, con los poderes que tengo? —inquirió con diversión— Tampoco me preocupa que intenten atraparme. Sólo podrían si yo me dejara.

—Yo te atrapé en Alemania —le recordó.

—Corrección: me atrapaste porque te dejé hacerlo. Ese era el plan para que Steve pudiera irse —aclaró, evitando mencionar a Bucky—. Mi trabajo, al igual que el de los demás, era quedarme a cubrirlos y asegurarme de que no los siguieran. Y lo conseguimos, ¿ no?

—¿Y Rhodey en Bucarest?

—Si hubiera estado sola, me habría convertido en un ratón y nunca volverían a saber de mí. Hoy sólo tengo que cuidar de mí misma —explicó, encogiéndose de hombros.

—Oh —fingió tristeza—. ¿Las cosas con el asesino de mi padre no funcionaron?

Astlyr ni siquiera se inmutó ante sus palabras. No iba a tocar el tema de Bucky, porque si las cosas podrían salir peor. Ella no iba a permitir que Tony lo insultara en su presencia, cuando sabía que era un hombre inocente y bueno.

—No vine a discutir.

—Ah, ¿en serio? No me digas... Vienes por ayuda.

—No —respondió, negando con la cabeza.

Rodeó la mesa de metal que los separaba para acercarse a él, quedando a medio metro de distancia. Lo vio directamente a los ojos con toda la sinceridad que pudo mostrarle con una mirada y confesó:

—Vengo a disculparme.

Tony se sorprendió, pero rápidamente cambió su expresión por una de desconfianza, y la miró con los brazos cruzados.

—No voy a suplicarte —le dijo con voz suave y baja—. Sólo quiero decirte que lo siento. Y aunque no me perdones, necesito que sepas que yo siempre estaré dispuesta a arriesgar mi cabeza por ti. Sí, discutimos y nos dijimos cosas horribles, pero no he dejado de considerarte parte de la familia que he formado con los años. Sólo quiero que estemos bien —pidió—. Yo te quiero, Tony —terminó encogiéndose de hombros, como si se disculpara por sus últimas palabras.

Lo primero que Astlyr vio, después de unos segundos de silencio, fue una ligera sonrisa ladeada.

—Ven aquí, copito.

Sintió un momento de paz cuando él la estrechó entre sus brazos. El gesto duró unos momentos, y ella disfrutó cada segundo de cariño en el que notó cómo también trataba de transmitirle una disculpa con ese abrazo. Sabía que a Tony le costaba perdonar y olvidar, así que apreció mucho que lo hiciera.

—Lamento no haberte creído —admitió— y haberme enojado contigo por algo que tú no hiciste.

Astlyr movió la cabeza sobre su hombro, sin decir nada más.

—Te extrañé.

—Yo también, niña —bisbiseó con un dolor calándole en el pecho—. Yo también.

o

Varios minutos después de llegar a las afueras de Wakanda y presentar su identificación, una nave aterrizó frente a ella y le abrió la compuerta, convirtiéndola en una rampa para ayudarla a subir.

Entró al jet con una sonrisa. Se sentía contenta por lo que había hecho en el último mes. Dos semanas en la misión con Steve, Natasha y Sam y otras dos en el Centro de los Nuevos Vengadores, oculta con el consentimiento y la ayuda de Tony.

Miró por la ventanilla, esperando con emoción. Sam le había mencionado lo increíble que fue cruzar la barrera. Ella no había podido verlo, ya que estuvo inconsciente en el viaje de la Balsa a Wakanda.

Sus ojos brillaron de ilusión al ver Wakanda desde esa altura y perspectiva, pero su sonrisa se borró cuando pasó la Tribu Fronteriza. Se acercó al piloto y carraspeó para llamar su atención..

—Disculpa, creo que está yendo al lugar equivocado. Voy a la Tribu Fronteriza.

—La princesa Shuri y M'Bwana dieron órdenes de que la dejáramos en el palacio. Quieren darle la bienvenida de vuelta con una comida.

—Oh —comprendió, finalmente sonriendo—. De acuerdo. Gracias.

La nave aterrizó bastante pronto frente al palacio, entusiasmándola.

Tenía que admitir que moría de hambre, a juzgar por cómo su estómago rugía. La comida del avión no le había llamado la atención debido a la forma en que lucía, así que había preferido sólo tomar agua y comer nueces y galletas saladas.

Cuando la puerta descendió hasta el suelo, formando con ella una rampa, Astlyr miró su mano (que sostenía el asa de su pequeña mochila) para no encandilarse. Si miraba fijamente hacia fuera, le dolerían los ojos por el cambio de luz. En Wakanda, el sol era mucho más potente.

Bajó la rampa paso a paso, todavía incapaz de ver algo más que luz solar, hasta que tocó el suelo. En ese momento, su mano soltó la mochila cuando su cuerpo se debilitó y el alma se le fue a los pies. Un ardor en el pecho le quemó tan fuerte que le provocó un llanto que no pudo controlar. Se llevó la mano a la boca para contener un grito, que ahogó en su garganta. Sus rodillas temblaron, amenazando con fallar y hacerla caer.

Bucky sonrió de manera amplia, mostrando todos sus dientes blancos. Le dolieron las mejillas de sonreír tan fuerte por la emoción, que terminó reemplazando a sus nervios.

—También te extrañé, muñeca.

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