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40. Amor y dolor


Astlyr se sorprendió de despertar a mitad de la noche. Se dio cuenta de que todavía no amanecía porque el cielo, que podía ver desde los ventanales del dormitorio, sólo tenía la tenue iluminación de la luna y las estrellas.

Su rostro estaba presionado contra un duro pecho y sus dedos tanteando en un vientre desnudo y musculoso. Olía a jabón y hombre. Por el ritmo de su respiración, supo que Bucky estaba profundamente dormido, hasta que hubo un crujido de la ropa de cama cuando él se movió.

De repente, la agarró con su brazo y la hizo rodar, atrapándola con su cuerpo contra el colchón. No podía verlo, pero lo sentía sobre ella, sus piernas entre las suyas.

—Lo siento, cariño —murmuró, jadeante, algo sorprendida por el repentino movimiento—. No quería despertarte.

Bucky recordó cómo se había arrullado para dormir hace unas horas, con sólo la presencia de su aroma natural, que tanto había extrañado durante su captura en la Balsa. Había pasado por un profundo sufrimiento de preocupación por ella, que sólo hasta ese día en la tarde, al verla bajar del jet, pudo respirar con calma.

Su sueño fue tan ligero, que el mínimo movimiento de ella lo había despertado, el temor a que la arrebataran de su lado seguía latente. Se sentía bien tenerla de vuelta. No podía imaginar cómo sería alejarse de ella otra vez. Lo destrozaría.

—James, ¿estás bien? —preguntó ante su silencio, acercando la mano a donde imaginó que estaría su cara, y acarició su mejilla.

Lo sintió destensarse ante su toque. Levantó la otra mano y, guiándose por el tacto, deslizó las manos de sus mejillas a sus hombros, y acarició su brazo derecho y su espalda con cada mano.

Si él hubiera estado conteniéndose, ese movimiento rompió el último hilo de su control. Unió sus labios en un beso pasional, necesitado y hambriento. Aquello rápidamente tuvo repercusiones en él, todo su cuerpo se endureció con anticipación.

Astlyr no pudo evitarlo, extendió las piernas y empujó sus caderas hacia arriba, frotando su ingle contra la de él. Su cuerpo estaba pulsante por la excitación. Lo sintió gruñir sobre el beso. El deseo se concentró en su zona más íntima, tanto que dolió de necesidad.

Por fin sentía que era el momento y el lugar correcto, sin temores a que alguien los encontrara y los arrestara. Todo se sentía bien, y ella se sentía lista. Estaba tan lista que se sentía ansiosa, había esperado tanto tiempo para esa sensación de querer entregarse a él.

—Astlyr —gimió con casi dolor, deteniendo el beso. Aún estaba tan cerca que sus bocas rozaban— ¿Estás segura?

—Te quiero a ti... Quiero esto —afirmó, pasando los dedos por su pecho y su cabello—. ¿Tú no?

Bucky sonrió en la oscuridad, y ella casi pudo sentirlo.

—Nos quiero a nosotros —murmuró, volviendo a besarla, con una voracidad que la dejó sin aliento.

Cuando lo sintió morderle el labio inferior, Astlyr empezó a tantear a ciegas hasta que le quitó los pantalones, y él empujó la camisola hacia arriba sobre sus pechos. Él bajó su boca hacia su cuello y dejó un rastro de besos húmedos hasta llegar a uno de sus pezones, succionándolo y mordiéndolo hasta que ella se retorció y mordió el labio para reprimir los gemidos en respuesta. Bucky gimió complacido. Sentir partes de su piel que nunca antes había explorado fue algo que lo dejó delirando.

Se arrastró hacia abajo, dejando otro camino de besos por su abdomen, y se arrodilló en el suelo. Tiró de ella hasta que su culo quedó casi en el borde de la cama y con cuidado se deshizo de sus pantalones y bragas, dejándola completamente expuesta.

Astlyr se quedó sin aliento cuando él deslizó su mano, lentamente, desde sus caderas hasta sus muslos, los cuales empujó para separarlos. Bajó la cabeza y lamió. Su lengua caliente y húmeda acabó directamente en su clítoris. Ella se arqueó y se agarró a la colcha.

Él gruñó de nuevo mientras presionaba su boca con más fuerza contra su coño. Lamió la yema sensible rápidamente y el placer la hizo abrir más los muslos para darle un mejor acceso.

La presión de su lengua la hizo gemir y presionar la cabeza contra la cama. Bucky le pasó las piernas alrededor de sus hombros y comenzó a devorarla más rápidamente.

Sintió que iba a morir. No podía soportar el placer que le estaba dando. Era demasiado. Bucky encendía el "interruptor" de su cuerpo con tanta fuerza que pensaba que nada podría apagarlo. Se tensó y clavó las uñas en la tela.

—James —gritó.

Su cuerpo se sacudió bajo su boca cuando el éxtasis la golpeó con fuerza. Bucky retiró la boca de su coño y le acarició el interior del muslo con la mano. Retiró el rostro de entre sus piernas, quitó las piernas de sus hombros y le colocó los talones en la cama.

Astlyr se quedó así, jadeando mientras intentaba volver a pensar, pero no pudo. Era como si su mente se hubiera separado de su cuerpo. La cama se movió y abrió los ojos. Bucky subió a su lado, se apoyó en su brazo doblado sobre su codo y se acercó hasta que quedaron cara a cara. Ahora que se habían acostumbrado a la oscuridad y la poca luz, podían verse mejor, y Bucky lo agradeció. Se veía hermosa con esa expresión de satisfacción y deseo.

La mirada de Astlyr vagó por el pecho bellamente esculpido de Bucky mientras se colocaba en la mitad de la gran cama. Todavía llevaba los calzoncillos, pero no ocultaban lo excitado que estaba. Ella colocó la mano sobre su gruesa erección y sintió la suavidad del algodón debajo de la palma mientras deslizaba la mano a lo largo de su polla. Cerró la mano con suavidad alrededor de su eje. El cuerpo de Bucky se apretó contra el suyo. Su temperatura corporal era caliente.

Lentamente tomó el elástico de la prenda y la bajó. Él terminó de quitárselos y aventarlos a alguna parte de la habitación.

—¿Segura?

Su voz era ronca y su boca le rozó la oreja. Ella se estremeció en respuesta, lo que lo hizo reír bajo. Su risa le pareció muy sexy.

—Sí —consiguió decir, con la voz quebrada.

Se agarró de su espalda y cerró los ojos para concentrarse en la sensación maravillosa de él alineándose con su entrada, deslizándose lentamente a lo largo de sus pliegues resbaladizos.

Fue apretado, pero no incómodo, como creyó que sería. Y su primer empujón la hizo arquear la columna vertebral y hacer un sonido de placer tonto e infantil. Bucky gruñó profundo ante la sensación y apretó la sábana de la cama con fuerza.

Ella gimió, alentándolo a que siguiera, asegurándole que estaba bien, y luego lo sintió presionado más en su interior. Cuando él empujó dentro de ella una vez más, dejando que su cuerpo se adaptara a él, otro gruñido desgarró la garganta de Bucky. Astlyr acalló un gemido de satisfacción, enterrando las uñas en su espalda. Temía que si emitía algún sonido, él podría pensar que le estaba haciendo daño.

Sin embargo, Bucky no volvió a moverse.

—¿Quieres que pare? —le preguntó de repente, en tono desesperado y dolorido por el deseo.

—Ni se te ocurra —suplicó, aflojando el agarre de sus uñas, y rodeándolo por la cintura con sus piernas.

Fue todo lo que necesitó escuchar. Se retiró un poco y empujó de nuevo hacia delante, profundizando más en su coño. Ambos gimieron. Continuó con movimientos suaves y lentos, hasta que estuvo seguro de que podría hacerlo sin arriesgarse a que le doliera.

Comenzó a empujar más rápido. Astlyr gemía cada vez que volvía a entrar. Era increíble, potente y crudo, cada embestida la llevaba más cerca del orgasmo. Sus labios rozaron su hombro con un beso.

No podía verlo muy bien. Sólo sentirlo, caliente, urgente, tan increíblemente fuerte, mientras trabajaba un ritmo rápido y constante de empujones y gruñidos.

Mantuvo su brazo doblado para que su rostro estuviera cerca de ella, tan cerca que podía sentir el jadeo de su aliento contra su piel caliente. Sus pechos se frotaron contra su pecho mientras él seguía moviéndose, y una profunda presión en su centro se hinchó en los comienzos de un orgasmo.

Soltando pequeños y suaves sonidos de placer, Astlyr le arañó la espalda. Su velocidad se aceleró, sus embestidas se volvieron rápidas y firmes, sacudiendo la cama. Su cuerpo se tensó y gritó el nombre de Bucky. El calor la atravesó cuando llegó al clímax con un grito ahogado, su cuerpo temblando y contrayéndose cuando el placer latió a través de ella.

Él fue justo detrás de ella, sus gruñidos se convirtieron en algo animal cuando se apalancaba en cada golpe, empujando contra sus contracciones con unas últimas y ásperas exclamaciones.

Su peso cayó sobre ella cuando ambos comenzaron a relajarse. Era pesado, pero no insoportable. La textura de su respiración era densa y húmeda junto a su oído.

Después de un minuto, él tiró hacia arriba y se giró a un lado, gimiendo mientras se estiraba sobre su costado, abrazándola contra él. Todavía estaba demasiado oscuro para ver bien.

—Eso fue...

Se quedó callado, claramente demasiado agitado y todavía afectado como para pensar en la mejor palabra para describirlo. Pero ella no necesitaba oírlo decir lo que pensaba, lo entendía.

—Lo sé —jadeó Astlyr en respuesta, y esbozó una sonrisa contra la curva de su cuello, inhalando su aroma masculino—... Te amo, soldat.

Lo sintió sonreír sobre su cabello, y le dio un tierno y casto beso.

—Te amo, muñeca.

o

Astlyr repasaba lo sucedido una y otra vez en su cabeza mientras las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas. Después de esa noche, ocurrida hace tres días, lo habían repetido cada vez que estaban a solas y tenían tiempo. Así de rápido, sus caricias en la cama se habían vuelto como una adicción.

Su labio inferior tembló. Su nariz, cachetes y ojos estaban enrojecidos por tanto llorar. Sam no dejó de mirarla y se mantuvo en silencio.

—No puedo —confesó con la voz rota y demasiado baja—. No puedo perderlo. No quiero.

—¿No lo esperarías?

Astlyr lo miró casi insultada.

—Toda mi vida —aseguró.

—¿Entonces? Trata de entenderlo...

—¿Entenderlo? ¡Eso es lo único que he hecho desde hace tres años! Perdón si desear que se quede a mi lado es algo egoísta. Pues sí, soy una egoísta porque no quiero que se vaya y no quiero estar sin él. No puedo, no sé cómo —estalló en llanto otra vez.

Sam la acercó a su cuerpo y la rodeó con sus brazos para consolarla mientras ella sollozaba en su pecho.

—Le di todo. Le ayudé en todo. Hice todo lo posible para borrar lo de HYDRA ¡y nada fue suficiente! ¡Fallé!

—Esto podría curarlo. Sólo tienes que ser paciente.

Rompió el abrazo para mirarlo, desesperada.

—¿Y si no hallan una forma de remover a HYDRA de su cabeza pronto? Pedirá que lo congelen hasta que hallen una cura, sin importar el tiempo. Me dejaría para siempre si no encuentran una forma.

—Pero encontrarán una —insistió, viéndola a los ojos para que le prestara su absoluta atención, y viera sinceridad y seguridad en ellos—. Aquí está la mejor tecnología del mundo. Está en buenas manos. Verás que la princesa hallará una forma y pronto tendrás a tu soldadito de vuelta.

—Es mucho riesgo —siguió sollozando, echando un vistazo al atardecer, a través del enorme ventanal del pasillo—. No quiero hacer nada que implique quedarme sin él. ¿Recién lo recupero... y ya lo estoy perdiendo?

Astlyr derramó una última lágrima y Sam volvió a atraerla para rodearla en un abrazo fraternal, dejando que recargara la cabeza sobre su pecho, sin importarle que mojara su camisa.

—No quiero.

Negó con la cabeza con un puchero, aferrándose a la playera de Sam con su mano hecha puño, como si estuviera a punto de derrumbarse. Cerró los ojos con fuerza, esperando que todo fuera un sueño cuando los abriera.

—No quiero perderlo.

—No lo estás perdiendo —le dijo con tono conciliador.

—¿Cómo estás tan seguro?

Sam suspiró.

—No lo estoy —admitió—. Pero si de verdad lo amas, tienes que dejarlo hacer esto. Es lo mejor para él, y sé que los sabes.

Él tenía razón. Sabía que era lo mejor para su salud y seguridad.

—Te odio.

Sonrió de lado, acariciando su brazo con cariño.

—Es mutuo —respondió.

o

—James, ¿estás seguro de esto?

—Tengo que hacerlo.

—Pero... —quiso protestar, pero rápidamente se calló y cerró sus ojos con fuerza.

Bucky suspiró, mirando el piso desde la camilla donde estaba sentado, esperando a que estuviera todo listo para ser criogenizado.

—Muñeca, sabes que no puedo protegerte si ni siquiera tengo control sobre mí mismo —dijo, con la voz ronca—. No puedo confiar en mi propia mente. Estoy harto de lastimarte cada vez que tengo una pesadilla o un mal recuerdo. Mereces mucho más que eso, y quiero dártelo.

—Tú eres todo lo que quiero —insistió, dándole un apretón a sus manos unidas—. Contigo tengo todo, soldat.

Bucky negó con la cabeza, mirando el entrelazamiento de sus manos. Él sabía que le decía eso porque lo amaba y haría lo que fuera para convencerlo de no ser criogenizado. Sin embargo, estaba seguro de que eso era lo mejor para él y (sobretodo) para ella. Astlyr era y siempre sería su prioridad. No podía seguir poniéndola en riesgo.

—Está todo listo —anunció uno de los científicos.

Bucky lo miró y asintió. Astlyr no lo soltó, negándose a aceptar la realidad de que sólo en unos segundos tendría que darle un último beso por un tiempo. Quizá por demasiado tiempo. ¿Meses, años, una década?

—No te metas en muchos problemas, ¿de acuerdo? —pidió en un murmuro, apenas siendo capaz de decirlo por el nudo en su garganta.

—Puedo intentarlo... —balbuceó con un puchero.

Miró sus ojos enrojecidos y el corazón se le estremeció de dolor. No iba a decírselo, pero tenía miedo de dejarla. Le asustaba tener que irse y no encontrarla al volver, o recibir la noticia de que ella había seguido con su vida. Era un riesgo que le rompía el alma, pero que tendría que tomar por su seguridad y la de los demás.

—Te estaré esperando —prometió con una media sonrisa, que salió más como una mueca entristecida—. Aún no hemos vuelto a bailar, ¿recuerdas?

—No puedo esperar a eso.

Astlyr cerró los ojos con fuerza. Deseó con todas sus fuerzas que nada de eso fuera real y que, al abrirlos, aparecieran en su apartamento de Bucarest, o de Brooklyn; desayunando o leyendo, viendo películas, probando comida de un restaurante nuevo, escuchando música de varias épocas..., bailando.

—Mantente a salvo —le pidió Bucky con una leve sonrisa, limpiándole las lágrimas.

—Siempre —respondió ella, uniendo sus frentes una última vez.

FIN DE LA TERCERA PARTE

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