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34. El psiquiatra


Los tres nuevos criminales miraron los monitores a través del cristal de la oficina en la que los tenían custodiados. Estaban grabando en vivo a Bucky, seguía en la cápsula y tendría que escuchar al doctor, que le haría una evaluación psicológica. Por desgracia, no tenían acceso al audio de la grabación.

—Aquí está el recibo de su equipo —avisó la agente rubia que Astlyr aún desconocía el nombre, entregándole un papel a Sam.

—No es cierto. ¿Disfraz de ave?

Astlyr se rió, sin dejar de mirar el monitor donde aparecía Bucky.

—Yo no lo redacté —se excusó la agente—. Y Ross quiere que bajes el pie de la mesa.

Volteó a mirarla de arriba abajo. Arqueó una ceja con desafío, sonrió socarrona y subió el otro pie que no tenía arriba. No iba a obedecer a Ross, y menos a su mensajera.

—Dile que a él que venga y me lo diga. Me gustaría ver eso.

Poco después, la pequeña pantalla dentro de la oficina que antes estaba apagada, se encendió y proyectó también el mismo video de Bucky siendo evaluado, inclusive con sonido.

Steve y Astlyr miraron para ver qué había causado eso y vieron a la agente cerca de unos botones. Se preguntó por qué los ayudaba. Algo en ella no le daba una buena vibra, pero no tenía tiempo ni ganas para evaluarla.

No vine aquí a juzgarte —dijo el psiquiatra, con un extraño acento que Astlyr sintió familiar—. Sólo quiero hacerte algunas preguntas. James, ¿sabes dónde estás?

Steve vio por el rabillo del ojo cómo Astlyr gruñó al escuchar cómo el doctor había llamado a Bucky.

No puedo ayudarte si no hablas conmigo, James.

—Y no va a responderte si le sigues llamando así, tarado de quinta.

Steve le dirigió una mirada de advertencia a Astlyr.

—Sí, ya sé. Lenguaje —dijo con tono monótono.

Mi nombre es Bucky.

—Sólo para que estés seguro, debo decirte que estuve con él todo el tiempo en los últimos tres días. El de la fotografía no es él, créeme. Lo reconocería donde fuera y ése no es James —informó Astlyr, todavía mirando la pantalla con los ojos entrecerrados, como si buscase algo en particular en el video—. Alguien lo incriminó.

—Y el culpable ¿por qué difundiría la fotografía?

—¿Para involucrar a tantos testigos como se pueda? —supuso la agente.

Astlyr quiso callarla, pero se quedó en silencio al haber notado que ella le agradaba a Steve. Es que... ¡por qué se metía en algo que no le incumbía? ¿No tenía trabajo?

—Claro —concordó Steve, asintiendo—. Es una buena manera de hallar a alguien que se esconde. Detonas una bomba, filtras una foto y tienes a siete billones de personas buscando al Soldado del Invierno.

—Estás diciendo que alguien intentaba encontrarlo —siguió la agente.

Astlyr escuchó todo con atención, pero no quitó los ojos de la evaluación psicológica, tratando comprender por qué el psiquiatra era tan... peculiar.

—¿Por qué miras tanto al psiquiatra? —preguntó Sam.

—Tengo la esperanza de que combustione espontáneamente —respondió.

—¿Por qué el odio? —cuestionó Sam— Sólo es un psiquiatra.

—No lo sé. Hay algo en él que no me gusta. Y su acento... me es familiar. No es ruso, tampoco rumano.

—Eres tan paranoica como Natasha —se burló, rodando los ojos—. Steve... Buscamos por dos años y no hallamos nada, y Astlyr lo estuvo protegiendo de los ojos ajenos todo este tiempo —le recordó Sam.

—Pero no bombardeamos la ONU, y eso atrae mucho la atención.

—Esto no garantiza que quien lo incriminó lograría estar con él. Garantiza que nosotros lo atrapemos.

—Steve... —llamó Astlyr con tono nervioso, observando al psiquiatra.

Su corazón se aceleró. El único que había obtenido estar con él estaba justo ahí. Ahora todo caía en su lugar. El psiquiatra.

—Lo sé —comprendió Steve.

Entonces, toda la electricidad falló. Las luces se apagaron y con ello las pantallas y las cámaras de seguridad.

—¿Dónde está? —interrogó, mirando a la agente.

—Subnivel cinco, ala Este.

Astlyr no perdió el tiempo, se levantó de golpe y salió de la oficina sin hacer ruido. Antes de que alguien se diera cuenta, se transformó en un murciélago y voló fuera de la sala de controles. Siguió a Sam y a Steve por el aire, casi tocando el techo. Al llegar al subnivel cinco, observaron varios cuerpos en el suelo. Ninguno parecía estar consciente.

—Ayuda... Ayúdame —suplicó una voz.

Astlyr miró desde lejos a la persona tirada que pedía ayuda. Era el psiquiatra. Antes de siquiera pensar en volver a su persona, Steve se adelantó y se dirigió a él.

—Levántate —ordenó, pero no obedeció, así que lo levantó del suelo, tomándolo por el cuello de la chaqueta y estampándolo contra el muro—. ¿Quién eres y qué quieres?

—Ver un imperio caer.

De un segundo al otro, Bucky apareció y empezó a luchar con Sam, pero la pelea no duró mucho. El Soldado del Invierno lo tomó sin dificultad y lo lanzó hacia la cápsula, lastimándole la espalda. Steve soltó al falso psiquiatra y atacó al Soldado. La pelea sólo duró un poco más que con Sam, ya que finalmente lo tumbó por un elevador, dejándolo caer un piso.

—¡Sam, ve por el psiquiatra! —ordenó, aterrizando de vuelta en su persona frente al Soldado.

Tenía una mirada fría. Claramente la desconocía. Hace seis meses que no veía esa mirada vacía. Esperaba poder noquearlo antes de que otros agentes llegaran.

—James, por favor —suplicó Astlyr, consciente de que pelear con el Soldado no era trabajo sencillo.

El Soldado dio el primer golpe y ella lo desvió a duras penas. Cada vez se le acercaba más y le lanzaba patadas y golpes con sus puños, pero ella lograba escabullirse justo a tiempo. Cuando el Soldado empezó a frustrarse por no lograr alcanzarla, se lanzó sobre ella y ésta se volvió un ratón, se trepó sobre su espalda y volvió a su persona, encerrándole el torso con sus piernas. Lo ahorcó con su brazo derecho, pero antes de poder asfixiarlo Bucky logró tomarla y lanzarla como balón hacia el muro frente a ellos. Jadeó al caer sobre su espalda.

—Me vas a pagar ésa cuando despiertes —masculló con dolor.

El Soldado la levantó bruscamente, la estampó contra la pared y empezó a golpearle el estómago con su brazo biónico. Ella aguantó sólo unos golpes antes de volverse una boa y lanzarse a su cuello para intentar asfixiarlo una vez más.

Bucky encerró el cuerpo de la serpiente con su mano de metal, lo que hizo que Astlyr lo soltara y cayera al suelo. No tuvo tiempo de recuperarse, él la tomó con sus manos y la lanzó contra la pared, retirándose del lugar sin mirar atrás.

No pasó más un minuto cuando Astlyr despertó y se encontró sobre el hombro de Steve como un saco de papas, corriendo escaleras arriba hacia el techo del edificio.

—Capi, estoy bien. Bájame —bisbiseó Astlyr en un quejido.

Sus heridas aún no se curaban por completo. Steve obedeció y la dejó en el suelo, sentada sobre un escalón, y siguió subiendo solo. Astlyr quiso ir tras él, pero se quedó quieta al sentir el dolor en su abdomen y su espalda. No podría mover un dedo hasta recuperarse, lo cual ocurrió un segundo antes de ver a Sam subir por la escaleras y llegar a ella.

—¿Estás bien? ¿Dónde están?

—Estoy bien. Vamos.

Subieron el resto de las escaleras faltantes y llegaron al techo del edificio, donde ella y Sam vieron el momento en que Steve y el helicóptero que Bucky piloteaba caía del edificio. Corrieron a la orilla y observaron cómo se hundieron en el agua dulce.

—Del uno al diez, ¿qué tan malo piensas que sería si...?

—Al menos un veinte —contestó Sam como reflejo, sin atreverse a escuchar su plan.

Astlyr suspiró.

—Espero que sepas nadar.

—Sé lo suficiente, pero...

—Con eso me conformo —respondió.

Sam la miró sin entender, pero no pudo preguntarle nada. Astlyr lo empujó de una patada y él cayó al río, lejos de donde estaba el helicóptero. Después, tomó vuelo y saltó.

Apenas tocó la superficie del agua, tomó la forma de un cocodrilo grande y blanco para que no la confundieran con uno real. Nadó dentro hasta dar con Bucky, que estaba inconsciente dentro del helicóptero. Atrapó el brazo biónico con su hocico, sin hacer mucha presión, y lo jaló de vuelta a la superficie. Steve la ayudó a ponerlo sobre su cuerpo y Sam nadó detrás de ellos para llegar a la orilla y escapar antes de que los vieran.

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