33. El rey de Wakanda
Como había dicho Rhodey, el efecto del tranquilizante sólo le duró unos minutos. Cuando despertó, la estaban esposando y amarrando contra el asiento de la camioneta. Apenas recuperó su conciencia, le propinó una patada a quien la estaba esposando.
Se sorprendió de lo que ocurrió después. No un agente, sino media docena de ellos, rápidamente se le abalanzaron. Tres de ellos le apuntaron a la cabeza y los otros tres se la maniobraron para forzarla. No dejó de forcejear y adaptó su dentadura a la de un gorila para darle un mordisco al más cercano, hasta que Steve lo impidió, gritándole que se detuviera.
—No tiene caso, Astlyr. Tienen a Buck esposado en una cápsula y lo están transportando en una camioneta atrás de la nuestra.
Resopló frustrada y le tendió las manos al agente alemán, quién no desaprovechó el momento y la esposó contra el asiento. A diferencia de Sam y Steve, iba más asegurada. Sí, Steve era más fuerte, pero Astlyr era una espía bien entrenada y mucho más escurridiza.
Sam fue sentado en el asiento de hasta atrás, a ella la pusieron después y en frente fueron Steve y luego el rey T'Challa. Suspiró aliviada cuando todo su cuerpo recuperó su fuerza y salud, cada herida curada.
—Así que ¿te gustan los gatos? —preguntó Sam de repente.
Astlyr sonrió divertida.
—Sam —lo calló Steve.
—Shhh, Capi, yo también quiero saber —protestó Astlyr.
—Sí, oye, el tipo apareció vestido como un gato. ¿No quieres saber más?
—Yo sí quiero —dijo Astlyr alzando sus manos esposadas.
—Tu traje —mencionó Steve, ignorándolos—, ¿es de vibranio?
—La Pantera Negra ha sido el protector de Wakanda por generaciones. Un manto, pasado de guerrero a guerrero —explicó el futuro rey, T'Challa Udaku—. Y ahora, a causa de que tu amigo asesinó a mi padre, también llevo el manto de rey. Así que, te pregunto, como guerrero y como rey, ¿cuánto tiempo crees que podrás mantener a tu amigo a salvo de mí?
Steve se quedó callado, sin querer responder. Por otro lado, Astlyr soltó una carcajada en siseos, como una hiena. Sam le advirtió con los ojos que se callara, aunque ella no podía verlo, y Steve volteó la cabeza para reprocharla con la mirada.
—Escuche, Kit Kat. Como novia del que usted cree que es el asesino de su padre, también le pregunto: ¿cuándo cree que si quiera podrá tocarle un pelo, mientras yo viva para protegerlo? Además, veremos si al menos podrá volver a actuar como Gatito Negro después de que su alteza firmó los Acuerdos de Sokovia. Qué forma de gobierno le espera, rey T'Challa. ¿Rompiendo sus propias normas? Gatito malo.
Astlyr sabía perfectamente que el rey T'Challa podría despedazarla, pero ella no iba a quedarse callada ni mucho menos bajar la cabeza. Si tendría que pelear con él y morir por proteger a Bucky, lo haría. Además, era conocida por tener un filtro disfuncional.
—¿Estás clínicamente loca o eres increíblemente irritante?
—No lo sé —respondió a Sam—. Probablemente ambas.
Se quedaron en silencio por un momento. Astlyr miró por las ventanas polarizadas de la camioneta. Se preguntó a dónde los llevarían.
—¿Acabas de decir "novia"?
Inhaló profundamente al escuchar la pregunta de Steve, anticipando un regaño o un discurso de traición o decepción.
—Sorpresa, sorpresa —canturreó.
Sam no dijo nada, lo que le sorprendió un poco, pero luego se le pasó al escucharlo decir:
—¿Y qué tal el brazo de metal? A que es divertido, ¿eh?
—¡Sam! —exclamó sonrojada, rehusándose a contestar otra cosa.
El viaje en el auto siguió en silencio después de eso. Sam le susurró que era su ídolo por cómo le había respondido al futuro rey de Wakanda y Steve ni volvió a mirarla.
Astlyr se durmió por unos 20 minutos durante el trayecto. Fueron trasladados a Berlín y llegaron escoltados por muchos policías. Bien podría haberse convertido en un ratón y esconderse debajo del asiento, pero no podía abandonar a Steve y a Sam, y menos a Bucky, que venía en la camioneta de atrás. Cuando supiera cómo liberarlo, iría por él y escaparían a Noruega, el lugar donde ellos no buscarían porque supondrían que ella jamás iría ahí por ser un lugar obvio para refugiarse.
Al bajar de la camioneta, Astlyr se aseguró de verse como si nada malo le hubiera sucedido en las últimas 24 horas. Se vistió con el atuendo que había usado antes de que los cazaran en Bucarest, con toda la intención de molestar a los de cargos altos (que habían mandado capturar a Bucky) por no verla en un estado crítico, de tristeza, enojo o malestar. Parecía como si estuviera lista para ir a pasearse por la Potsdamer Platz.
Miró su alrededor y rápidamente ubicó a Bucky encerrado en una enorme cápsula, esposado por todas partes con metal, para que no se moviera ni un centímetro. Sin embargo, ella sabía que con la suficiente fuerza, él podría liberarse de ese confinamiento sin ayuda de nadie.
Bucky la miró y ella lo notó preocupado, examinándola de arriba abajo. Un sentimiento de necesidad por estar con él la embargó. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia él para verlo de cerca y asegurarse de que estuviera bien.
Un agente le apuntó con una pistola, pero con un simple movimiento de rutina se la quitó de las manos, le puso el seguro y la aventó por el suelo, que se deslizó varios metros lejos. La escena provocó que el resto de los agentes voltearan a verla y le apuntaran. Sin embargo, ella no se inmutó y siguió su camino hasta que quedó frente a él.
—¡No disparen! —ordenó una voz.
Astlyr miró por encima de su hombro y vio al dueño de esa voz: era un hombre con traje gris que la miraba atento, esperando escuchar lo que decían.
Volvió a dirigir su atención a Bucky, quien la veía fijamente, analizándole el rostro, asegurándose de que su curación acelerada ya hubiese borrado todo rastro de herida, incluso las que fueron hechas por las filosas garras de vibranio de la Pantera Negra.
Sentía que el pecho le ardía al recordar que la habían tratado como a un verdadero animal, y cómo él había sido incapaz de ayudarla.
Parecieron decirse todo y nada con una simple mirada. Saldrían de ahí de una forma otro, les costara lo que les costara. Astlyr le dio una media sonrisa que él le correspondió de la misma forma.
Entonces, un agente llegó a tomar a Astlyr por el hombro y ella se dejó. Permitió que se la llevaran, recordando que tendría que mantener una buena conducta para que se confiaran en que no escaparía. La llevó de vuelta hacia donde estaban Steve y Sam, quienes hablaban con el tipo de traje gris.
—Pueden quitarles las esposas —permitió el de traje.
Uno de los soldados más cercanos asintió y se acercó a cada uno para quitarles los aparatos que dejaban sus manos inútiles. Se llevó una sorpresa cuando Astlyr, en lugar de extender sus manos hacia él, sólo le entregó las esposas de tecnología avanzada como si fueran basura. Fácilmente se las había quitado al cambiar sus manos por unas más pequeñas.
—¿Qué le pasará a él? —preguntó Steve.
—Lo mismo que a ustedes. Evaluación psicológica y deportación.
—¿Evaluación psicológica? Bien, sólo avísenme a qué hora... para avisarle a las voces que se callen durante la sesión, y así no me delatan —dijo Astlyr con una sonrisa grande y rodando los ojos mientras señalaba su cabeza.
Sam contuvo la risa y ella disfrutó de ver al de traje elegante mirándola con desprecio, irritado por su comentario y presencia.
—Él es Everett Ross, Comandante Adjunto de la Fuerza Especial —presentó la agente de cabello rubio a su lado.
Astlyr hizo una reverencia exagerada como si fuera un rey, a lo que Sam contuvo una risa. Nadie más encontró graciosa su acción, sino molesta, que fue justo lo que Astlyr había querido provocar: irritación por su presencia.
—¿Y el abogado? —interrogó Steve.
—Un abogado. Es gracioso —ironizó, riéndose en sus caras—. Asegúrense de que sus armas estén bajo llave. Les daremos un recibo.
—Mejor que no vea por la ventana y me encuentre a alguien volando por ahí en eso —advirtió Wilson.
—Si algo le pasa a mi látigo, usted se las verá conmigo —advirtió, mostrándole al agente Ross unos enormes dientes de gorila que le hizo dar un brinco en su lugar—. Buen chico —se burló, dejando que se la llevaran casi a rastras.
Antes de seguir el camino con el resto, miró por última vez a Bucky y le dedicó un guiño, a lo que él sonrió divertido. Astlyr estaba segura de que saldrían de ésta, sólo tenía que armar un plan. Podrían quitarle su látigo, pero nunca su ADN.
Astlyr reaccionó fuera de sus pensamientos, dejando de maquinar un plan, para poner atención a lo que decían.
—No voy a tener el escudo de regreso, ¿verdad?
—Técnicamente —dijo Natasha—, es propiedad del gobierno. Las alas también.
—Qué cruel —dijo Sam.
—Y el látigo es mío —añadió Tony, mirando a Astlyr—, e igual debe ser confiscado.
Astlyr cambió de forma, duplicando el cuerpo y cara de Tony como si se estuviera viendo en un espejo.
—Y el látigo es mío —imitó con voz de Tony, en un tono chillón para molestarlo—, e igual debe ser confiscado.
—Lo siento, copito. ¿Preferirías estar en la cárcel? —respondió alejándose.
Uno de los guardias los escoltó a la oficina en la que los tendrían encerrados hasta terminar con el papeleo. Astlyr le sonrió al guardia cuando éste cerró la puerta de cristal con llave.
Steve y Sam tomaron asiento y ella los imitó, después subiendo un pie a la mesa que estaba en el centro de la oficina, mostrando el poco interés que tenía en el asunto en el que estaba metida.
—¿Vas a explicarme ahora? —interrogó Steve. Astlyr tragó saliva con dificultad, sabiendo la reprimenda que venía— Astlyr, ¡estuve dos años buscándolo!
—Lo sé —suspiró, desviando la mirada hacia el exterior de la oficina. Realmente no quería tener esa conversación en ese momento.
—¿Por qué no dijiste nada?
—Sí, me hubieras ahorrado dos años de seguir pistas falsas —añadió Sam, cruzándose de brazos.
—Lo sé, lo siento, pero no podía decir nada. Entiéndanme —suplicó con voz desesperada, volviendo a mirarlos.
—No entiendo. ¿Cómo es que diste con él?
—Yo no lo busqué, lo encontré. Le ofrecí mi ayuda y él la aceptó. Quise llamarte y decírtelo, pero él me pidió que no te dijera nada hasta que recordara todo —explicó con calma. Suspiró otra vez para calmarse y alentarse a seguir—. Él sólo...
—¿Recuerda todo?
Ella sonrió de lado con un toque quisquilloso.
—Bueno, recuerda bien cómo besar, si me preguntas...
—¡Estoy intentando tener una conversación seria contigo, Astlyr!
—¡Y yo estoy tratando de evitarla! —exclamó, pero al ver la desesperación en los ojos de Steve, no pudo seguir evitándolo— Recuerda mucho, pero no todo. No todavía. Está progresando.
—¿Me recuerda a mí?
—Lo hace, pero es un poco más complicado que eso. No lo entenderías. No lo has visto. Él...
—Maldición, Astlyr —masculló, cerrando los ojos con fuerza—. Todo eso lo hubiera sabido si me hubieras dicho la verdad desde un principio. Yo también podría haber ayudado. Es mi mejor amigo.
—Pero es su novio —comentó Sam divertido, ganándose una mirada fulminante de Steve—. ¿Qué? Es la verdad.
—No es seguro, Astlyr. Corriste mucho riesgo al estar con él —reprendió Steve, empezando a calmarse.
—¿Me ves muerta? ¿Lastimada? ¡Él tiene salvación! Lo he visto. Vamos, ¿crees que el Soldado del Invierno se enamoraría? Él es James, te recuerda. Sólo debes tenerle paciencia.
Steve se quedó callado por varios minutos, dejando de verla, prestando atención a los monitores y a las personas afuera de la oficina en la que estaban encerrados.
—Así que... ¿James? —preguntó Sam, rompiendo el silencio.
—Sí, pero no lo llames así —dijo, señalándole con el dedo en advertencia—. Sólo yo puedo.
Astlyr notó una leve sonrisa queriendo escaparse de Steve, pero rápidamente se contuvo y evitó que saliera.
—¿Dónde estuvo todo este tiempo?
—En mi apartamento. Ha vivido conmigo. Lo encontré en un callejón en Brooklyn, dos meses después de la caída de SHIELD. Cuando Sam tuvo esa pista hace un mes, tuvimos que irnos.
—Así que fue más una luna de miel que un descanso del trabajo —se burló Sam.
Astlyr se sonrojó ante la mención de la luna de miel. Ellos todavía no llegaban a esa etapa de la relación.
—¿Y desde hace cuánto que están juntos? —preguntó Steve, ignorando el comentario de Sam.
—Desde que me uní al equipo, más o menos —confesó, sin poder evitar sonreír como boba.
—Ugh, huele a boda.
—Cállate, pollo de metal.
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