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26. Los Maximoff


—¡Stark es una enfermedad!

—Oh, júnior... ¿Así tratas a tu padre? —dijo Tony con fingida tristeza, aterrizando a unos metros de Ultrón y los dos sokovianos mejorados.

Habían logrado entrar al barco sin ser detectados, pero ahora estaban listos para combatir a Ultrón y detenerlo, antes de que se adueñara del vibranio que Ulyses Klaw tenía oculto en alguna bodega. Astlyr no se sorprendió de ver a los mellizos Maximoff atrás de Ultrón. Ella estaba ahí, con Thor, Steve y Tony, precisamente para tratar de persuadirlos. Steve le había dicho que era joven y podría empatizar con ellos por las pequeñas coincidencias de sus pasados.

Sin embargo, no estaba tan segura de eso. A diferencia de ella, su madre y su hermana menor, los Maximoff fueron a HYDRA voluntariamente, para ser tratados como experimentos humanos. Pero no iba a discutir con el Capitán América. Si él decía que podría ayudar, lo intentaría.

Vio a Steve enganchar su escudo a las correas del traje, en su espalda. Thor fortaleció el agarre del Mjölnir, dispuestos a atacar en cuanto fuera el momento. Tony no se quitó la máscara para hablar, estaba preparado para pelear en cualquier segundo. Por el rabillo del ojo, vio a Natasha ocultarse detrás de una pared y parar el oído para escuchar mejor. Clint estaba en el piso más alto, posicionándose con su arco.

Astlyr no se movió, no quería parecer a la defensiva tan pronto si iba a hablar con los mellizos, pero se sintió tranquila con el peso de su látigo láser en el cinturón de su traje.

—Si no hay opción... —respondió Ultrón.

—Nadie tiene que romper nada —protestó Thor.

—Es evidente que jamás hiciste un omelette.

—Me ganó por un segundo —aclaró Tony.

—Sí, qué gracioso —ironizó el sokoviano, dando unos pasos al frente—. Señor Stark. ¿Está cómodo? ¿Como en los viejos tiempos? —acusó, mirando el armamento debajo de ellos: explosivos de alto alcance.

—Mi vida nunca fue así.

—No tienen que hacer esto —habló Astlyr, con tono suave y calmante. Thor y Steve no la dejaron dar un paso más, dejándola entre hombro y hombro de ellos—. Sé que sufrieron, sé lo que se siente haber perdido la esperanza, pero esto no...

Ultrón la interrumpió con una sonora carcajada.

—¡Bah! ¡Astlyr Buskerud, la Copiadora! —exclamó con burla y asco— La niña que sufrió la pérdida de su pequeña familia, y busca salvar al mundo después de que no pudo proteger a su hermana. No puedo vomitar físicamente, pero...

Astlyr sintió un golpe duro en el estómago. Eran tan pocas las veces que escuchaba hablar de su familia, y menos las que hablaba de ella. Ultrón sabía de su pasado a la perfección, y supo dónde lastimarla con sólo unas cuantas oraciones.

—Si crees en la paz, entonces déjanos mantenerla —interrumpió Thor, con su voz grave y alta.

—Creo que estás confundiendo "paz" con "silencio".

—¿Para qué es el vibranio? —interrogó Tony.

Astlyr sintió nervios cuando sintió una vibración en el suelo. Algo fuerte y veloz se acercaba, pero no podía ver nada alarmante en su entorno.

—Me alegra que preguntes —dijo Ultrón, sarcástico—. Porque quería tomarme el tiempo para explicarles mi plan malvado.

Unos robots, casi del mismo tamaño que Ultrón, entraron volando al barco y los atacaron. Astlyr se echó hacia atrás, sacó su látigo y lo encendió con un botón. El láser, flácido y eléctrico, brilló fuera del mango. Lo blandió con fuerza y encerró el torso de un robot en el aire, electrocutándolo. La máquina inteligente hizo corto circuito y cayó al suelo como peso muerto.

Los que trabajaban en el barco para Ulyses Klaw se unieron a la pelea, atacando a los Vengadores y robots. Había disparos de luz y balas, y Astlyr se concentró en esquivara todo y destrozar a cada robot que entraba al barco y se le acercaba.

Pietro Maximoff salió volando contra el cargamento cuando trató de empuñar al Mjölnir en el aire. Ultrón y Iron Man llevaron su pelea fuera del barco. Steve se encargó de varios robots con uso de su escudo. Natasha y Clint les cubrieron las espaldas al dejar fuera de combate a los piratas, mientras los demás destruían a los robots.

Astlyr se dio cuenta un poco tarde que estaba sola y a mitad del puente, luchando contra un robot que se negaba a ser atrapado por su látigo.

¡Thor, estado! —exigió Steve por el comunicador.

La chica intentó manipularme mentalmente. Cuídense de ella —advirtió—. Dudo que un humano se pueda resistir. Por suerte, yo soy poderoso...

Astlyr se preocupó al escuchar su voz apagarse.

—¿Thor? ¿Thor, estás bien?

No hubo respuesta y Astlyr supo que la mejorada había logrado entrar a su mente. Finalmente logró enlazar al robot y con toda su fuerza logró hacerlo impactar en el aire contra otro robot. Los hombros y brazos le ardieron del esfuerzo. Se alivió de ver a Steve a unos metros de ella, hasta que un haz azul lo tiró al suelo, dejándolo con la guardia baja por unos segundos.

Comprendió que se trataba de Pietro Maximoff. Debía haberse recuperado del golpe de Steve hace rato. Ahora estaba tras ellos. Bajó la mano a su cinturón para agarrar su arma, sin dejar de mirar su alrededor. El sokoviano era increíblemente rápido, no tendría oportunidad contra él si trataba de noquearla.

Volvió a mirar a Steve, que estaba de pie y con la mirada perdida. En sólo un momento que no lo había vigilado, Wanda Maximoff había conseguido embrujarlo también. Estaba como en un trance, igual que como se imaginaba que Thor estaría.

—Nat, ¿me copias? ¿Dónde estás? —preguntó por el comunicador. No hubo respuesta— Clint, están atacando las mentes de todos. Ayudaré a Steve e iré por Natasha.

Escuchó por el comunicador que Clint le respondía, pero no entendió lo que le dijo. Se oyó como un zumbido. Entonces sintió un intenso dolor en su frente, y se dio cuenta de que la había golpeado con fuerza. Pudo mantenerse de pie, hasta que otro puñetazo le dio contra el pómulo. Lo siguiente que supo fue que estaba contra el frío suelo de metal del puente. Su labio estaba sangrando, pudo percibir el sabor a hierro en su lengua.

Abrió los ojos, y cuando lo hizo no vio el interior del barco. Una brillante luz cegadora la hizo parpadear hasta que se pudo acostumbrar a la iluminación. Era el sol, observándola con una escalofriante calidez. Parecía tan familiar, tan hermoso y tranquilizador.

El suelo bajo su cuerpo era frío, pero no duro. Estaba sobre un montón de pasto y hierba. Una mariposa, de alas cafés, franjas naranjas y manchas blancas pasó volando frente a ella. Reconoció el insecto casi de inmediato. Sólo había de esas en su país natal, específicamente en su ciudad de origen. Siempre había varias en su jardín.

Levantó la cara de la hierba y se puso de pie sin dolor. Se dio cuenta de que no estaba usando su traje. Llevaba un lindo vestido blanco y veraniego, e iba con los pies descalzos. Su labio ya no sangraba, ni su cara le dolía. Tampoco estaba en el barco de Ulyses Klaw, sino en el patio frontal de su casa en Oslo. Estaba en su hogar.

—Astlyr, ¿no vas a venir?

En el mismo jardín, a sólo un par de metros lejos de ella, estaba Romee sentada sobre la manta que siempre usaban para sus picnics. Al lado de ella había una canasta llena de comida, en sus piernas tenía el libro de cuentos noruegos que su madre les leía para dormir, y su madre estaba rodeándola con sus brazos y entre sus piernas.

—Mamá nos va a leer sobre el Yggdrasil —insistió Romee, entusiasmada.

Astlyr caminó con cuidado hacia su familia, temiendo que con cualquier movimiento brusco se desvanecería. Su madre le sonrió cuando se sentó sobre la manta y frente a ellas, bajó la mirada al libro y lo abrió en el primer capítulo.

—El Yggdrasil es un fresno perenne: el árbol de la vida, o fresno del universo, en la mitología nórdica —leyó en voz alta, con voz suave y entonada. Astlyr sintió escalofríos. Había olvidado cómo era su voz—. Sus raíces y ramas mantienen unidos los diferentes mundos: Asgard, Midgard, Helheim, Niflheim, Muspellheim, Svartalfheim, Alfheim, Vanaheim y Jötunheim. De su raíz emana la fuente que llena el pozo del conocimiento, custodiado por Mímir.

Romee observó el dibujo del Yggdrasil en la página del libro. Astlyr quiso acariciar sus mejillas suaves y tiernas, pasar los dedos por sus brillantes hebras platinadas; pero no pudo moverse.

—A los pies del árbol se encontraba el dios Heimdall, que era el encargado de protegerlo de los ataques del dragón Níðhöggr y de una multitud de gusanos que trataban de corroer sus raíces y derrocar a los dioses a los que este representaba. Pero también contaba con la ayuda de las nornas, que lo cuidaban regándolo con las aguas del pozo de Urd. Un puente unía el Yggdrasil con la morada de los dioses, el Bifröst, el arcoíris, y todos los dioses cruzaban por él para entrar a Midgard.

—Mamá, ya nos tenemos que ir —la interrumpió Romee, echando la cabeza hacia atrás para mirar a su madre.

Bera la miró y asintió con la cabeza, de acuerdo con ella. Las dos se pusieron de pie y Astlyr las imitó sin pensarlo. Bera frunció el ceño hacia ellas mientras agarraba la mano de su hija más pequeña.

—Tú tienes que quedarte, Astlyr.

—No. Iré con ustedes —protestó.

Bera negó con la cabeza y empezó a caminar hacia la puerta de la reja que rodeaba la casa. Astlyr la siguió, pero se detuvo cuando ellas dos lo hicieron.

—No puedes venir —le dijo Romee, mirándola extrañada—. Sólo mami y yo.

—Quiero ir con ustedes —insistió, desesperada.

—No —determinó Bera, abriendo la puerta de la reja, que chilló por la falta de aceite—. Tú estás viva, ¿recuerdas?

—No importa —dijo con la voz quebrada. Quiso agarrar el brazo de su madre, suplicarle que la llevara con ella, pero su cuerpo no respondía—. Por favor, déjame ir con ustedes. Las necesito.

—No puedes —repitió Romee.

Astlyr sintió el duro peso de una piedra en su garganta. Sus ojos se llenaron de lágrimas y la desesperación acalambró su cuerpo. Las vio salir de la casa y caminar juntas por la calle, sin mirar atrás. Se estaban alejando, tomadas de la mano, y sin ella. Deseó poder gritar, correr hacia ellas. Las estaba perdiendo, otra vez.

—Por favor —sollozó. Sintió el rostro caliente y mojado. Estaba llorando—... Por favor, ¡déjenme ir! ¡Por favor, mamá!

—Astlyr, ¡mírame! ¡No es real!

Esa luz abrumadora y cegadora del sol se había desvanecido. Estaba sentada en algo duro y frío, y se encontraba en un lugar oscuro y cerrado.

—Vamos, Astlyr, mírame. Estás bien, ya pasó. No es real. Nada fue real.

Le costó un momento enfocar la vista, pero cuando lo hizo distinguió a Clint hincado frente a ella, sosteniéndole la cara entre sus manos y limpiando las lágrimas con sus pulgares. Clint suspiró aliviado cuando la vio observarlo fijamente.

—Tranquila, estarás bien —le dijo con tono conciliador—. Sólo fue una pesadilla.

¿Había dormido? Se miró a sí misma y vio que estaba usando el traje de Copiadora otra vez. Poco a poco analizó su entorno y comprendió que estaba sentada en una esquina del quinjet. Escuchó un jadeo y volteó a su derecha. Natasha estaba ahí, sentada con cansancio y sudando.

—La chica Maximoff se metió en las mentes de todos —le explicó—. La tuya incluida. Sólo Tony y yo estamos bien.

Astlyr fue recopilando los recuerdos de lo sucedido poco a poco, hasta que cayó en cuenta de lo que le había ocurrido.

—Oh, esa perra —maldijo, apretando los dientes y frunciendo la nariz—. ¿Dónde están los demás?

Clint miró a sus espaldas y ella siguió su mirada. Steve y Thor no se encontraban mejor que Natasha. Seguramente ella lucía peor, ya que al parecer era la única que había llorado.

—¿Puedes darme mi celular? —le pidió, suspirando.

Él frunció el ceño.

—¿En serio? ¿Ahora?

—Por favor —insistió—. Es importante.

Clint sintió escalofríos. La había escuchado decir "por favor" docenas de veces en los últimos minutos, llorando con fuerza. Nunca la había visto así. Astlyr jamás se había mostrado vulnerable frente a él. Era de las que lloraba a solas, que se aislaban para sufrir y volvían al mundo con una enorme sonrisa. Le había resultado difícil verla así. Adivinar de qué se trataba su alucinación fue sencillo. Obviamente, Wanda había usado los recuerdos de su familia en su contra para debilitarla.

No dudó de nuevo en buscar su celular, que había dejado conectado al quinjet para que se cargara la batería. Apenas se lo entregó y ella lo tomó, fue a checar el estado de Natasha.

Astlyr se acomodó mejor en el suelo, llevándose las rodillas a la altura de su barbilla. Revisó su celular, pero no leyó los mensajes e inmediatamente le llamó a Bucky. Nadie podría escucharlo, y estaban demasiado aturdidos como para fijarse en su llamada. No levantaría sospechas sobre quién era el verdadero contacto bajo el apodo de RoboCop.

¡Astlyr! —exclamó al otro lado de la línea. Sonaba terriblemente preocupado y aliviado— No respondías los mensajes, y estoy viendo las noticias. Dime que no estás con ellos en la ciudad.

Frunció el ceño, sin entender a qué se refería, pero se sentía demasiado agotada como para preguntarle.

—Estoy bien —respondió con voz ronca.

No suenas bien —dijo con desconfianza.

—¿Cómo estás viendo las noticias? —preguntó, cambiándole el tema— No tenemos cable.

Estoy en un bar.

—No confíes en las noticias —le sugirió—. Emocionalmente, una bruja nos hizo mierda; pero físicamente estamos bien.

¿Estás a salvo ahora?

—Sí, lo prometo. Tranquilo —le dijo, cerrando los ojos para concentrarse en su voz.

Lo escuchó suspirar con pesadez.

—¿La bruja te hizo daño?

—Bastante —admitió—. Jugó con mi mente y me destrozó desde adentro. Uso mis buenos recuerdos en mi contra y los usó para convertirlos en una pesadilla.

—Lo lamento. Debes estar mortificada.

—Lo estaba hasta hace un momento —comentó—. Por eso te he llamado. Me ayudaste a distraerme. Gracias.

Casi pudo oírlo sonreír, y ella lo hizo también. Deseó tenerlo a su lado y abrazarlo con fuerza. Escuchar su voz no era suficiente, pero al menos la relajaba lo suficiente.

Me alegro. Ya era hora de que pudiera ayudarte yo a ti con algo —le dijo, abochornado. Hubo un breve momento de silencio, que Astlyr encontró muy reconfortante, y sólo porque sabía que él seguía en la llamada—. Date prisa en volver.

—Créeme, lo haré —prometió con una sonrisita—. Te llamaré en cuanto pueda.

Bien. Estaré esperando —le advirtió, sonando entre divertido y demandante.

—Sí, señor —bromeó.

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