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20. Trampa


—¿Cómo te fue hoy con el entrenamiento?

—Al principio creí que sería genial tener a Steve de entrenador, pero me equivoqué. ¡Me puso a golpear un saco por treinta y cinco minutos! —relató, llevándose unos cuantos fideos a la boca. Masticó, tragó y siguió contando—. Me rendí antes de cumplir con el tiempo, pero él se negó a dejarme. Yo le dije que haría cualquier otra cosa, menos golpear el saco. Así que me retó a hacer un circuito militar.

—¿Y lo hiciste?

—¡Claro! Aunque sea el Capitán América, yo no iba a permitirle dejarme en ridículo. Así que quien lo dejó en ridículo fui yo —sentenció con orgullo. Bucky sonrió divertido mientras aún comía, practicando con los palillos tailandeses—. En fin, dejé a todos con la boca abierta. Ojalá hubieras visto. Nadie esperaba que hiciera el circuito de esa forma.

—¿Cómo que de esa forma? ¿Usaste tus poderes?

—Por favor, no los necesito para pasar unos simples obstáculos —negó, a lo que Bucky rodó los ojos—. Dije que "de esa forma" porque hice el circuito con pasos distintos, usando mis habilidades de gimnasia.

—Entonces hiciste el circuito de la forma fácil —concluyó—. Hiciste trampa.

—¿Trampa? —exclamó con la boca abierta, indignada. Bucky rió burlón al darse cuenta de cómo había dañado su orgullo— No hice trampa. Sólo... usé otro método.

—Creo que eso significa hacer trampa para ganar.

—No es cierto. ¿Crees que no soy capaz de hacerlo al estilo militar?

Bucky se encogió de hombros.

—Yo no lo dije. Tú sí.

—Bien —sonrió maliciosa—. Mañana haré el circuito otra vez, para que veas que puedo hacerlo a tu manera, anciano.

Bucky volvió a reír. Astlyr nunca se dejaba vencer, y le gustaba eso de ella. Estaba tan llena de vida, y le encantaba cómo lograba contagiarle toda esa energía. Ella sólo sacaba lo mejor de él, y eso lo hacía feliz.

—¿Y cómo lo sabré yo?

—Le diré a Natasha que me grabe con mi celular. Y tú lavarás los platos —castigó, dándole un último sorbo de agua a su vaso.

—Pero yo me hice cargo de la comida...

—Sólo la compraste, no la hiciste. Es decir, lo hiciste de la forma fácil. Eso es trampa. Ni modo.

Bucky rodó los ojos con una sonrisa. Qué chica, pensó.

—Estaba pensando...

—¿Y no te dolió? —insultó Astlyr. Bucky la miró mal— Bueno, bueno. ¿Qué pensabas?

—Que... Tal vez... Podríamos salir —propuso, inseguro.

Astlyr dejó el vaso y suspiró, negando con la cabeza.

—Sabes que no podemos, James —le recordó, poniéndose de pie. Tomó su plato, cubiertos y vaso, y Bucky la imitó—. Te dejo ir por comida porque sé que eso toma quince minutos, pero ¿salir, salir? No lo sé...

Entraron a la cocina y dejaron los trastes sobre el lavabo. Ella se sentó sobre la barra con una mueca de decepción y lo miró lavar los platos. También quería salir con él, pero no valía la pena arriesgar su seguridad por una cita.

—Es sólo que no quiero que te pase nada —explicó.

Bucky asintió, comprendiendo. Le sonrió levemente y le dio un corto beso en la mejilla.

—Lo sé, y te agradezco que me protejas, pero... estar aquí encerrado me está volviendo loco.

—Entiendo, pero ¿qué tal si te ve Sam o Steve? O aún peor: ¡HYDRA! Podrían mandarte capturar. Yo... no quiero arriesgarme a que te hagan daño otra vez, James.

Bucky la miró y sonrió conmovido. Sentir que alguien lo quería y se preocupaba por él era reconfortante, pero saber que esa persona era la que él también quería era una emoción que no cambiaría por nada.

Se secó las manos con el trapo y se acercó a besarla. Poco a poco, puso las manos sobre sus piernas, que estaban desnudas por el vestido que se había cambiado para comer. Duraron unos cuantos minutos en un beso lento y suave, que luego empezó a tornarse un poco más desesperado. Bucky deslizó sus manos, empujando el vestido más arriba. Por fin podía sentir sus piernas, masajearlas y tomarlas, y no iba a perder la oportunidad.

Astlyr acarició su nuca cuando él se posicionó entre sus piernas para estar más cerca de ella. Lo siguiente que supo fue que la estaba cargando con su brazo de metal y ella le abrazó el torso con sus piernas. Sintió el cómodo colchón en su espalda. Bucky no la soltó y se mantuvo sobre ella, sin cargarla con su peso.

—James...

No recordaba haber besado a una chica con labios tan carnosos y suaves. Las mujeres de su tiempo generalmente tenían bocas delgadas. Los labios de Astlyr definitivamente eran algo nuevo, y mucho más placentero. Se sentían dulces y calientes, húmedos e hinchados, y se le estaban haciendo una adicción.

—¿James?

Escucharla decir su nombre en un jadeo le dio escalofríos. Su nombre se oía tan bien con su voz y saliendo de su boca. Sin embargo, presintió que lo estaba llamando por algo más, así que se separó un poco para poder verla a los ojos. Ella parecía nerviosa, mirando en sus ojos con atención, como si estuviese analizando sus opciones.

—Podemos parar —le dijo con voz calmada. Astlyr asintió lentamente—. Tranquila —murmuró, dejando un beso tierno y corto en sus labios. Estuvo por quitarse de encima para darle su espacio, pero ella lo detuvo, encerrándolo con sus piernas alrededor de su torso.

Astlyr disfrutaba de su compañía, besos y caricias, pero aún no estaba lista para llegar a más. Apenas se habían declarado el día anterior, y él era su primera verdadera experiencia amorosa.

—Que no quiera llegar a más, no quiere decir que no puedas besarme. Quédate —pidió, acariciando su cuello con las yemas de sus dedos, y lo jaló con cuidado para volver a fundir sus bocas en otro beso.

Después de una larga sesión de besos, empezaron a conversar sobre sus gustos. Era irónico. Conocían sus pasados y se tenían bien analizados en cuanto a sus comportamientos, pero no tenían ni idea de los detalles más sencillos y personales.

—¿Comida favorita?

—Hmm, ¿tu boca cuenta? ¿No? Bien... Creo que todo lo que sea del agua. Me encantan los mariscos. Te sorprenderías de la clase de mariscos que he probado. Mi favorito es el salmón. ¿Y tú?

—Pues... los fideos tailandeses y las ciruelas me gustan.

—Bueno, esa es un combinación interesante —dijo, divertida—. ¿Color favorito?

—No lo sé... ¿El verde? ¿Cómo se llamó tu primer mascota?

—Lola. Era un pececito rosa, pero murió.

—¿Cómo murió?

—Me lo comí.

Bucky, que antes estaba mirando el techo al igual que ella, mientras le acariciaba la mano, la miró asustado. Astlyr estalló en carcajadas.

—Estoy bromeando. Murió por vejez. Ya tenía dos años. Ese tipo de pez no dura mucho. ¿Y tú?

—Creo que no.

Esta vez fue Astlyr quien lo miró espantada.

—¿Nunca?

Él negó.

—No, hasta donde yo recuerdo. ¿Qué es lo que más extrañas de Oslo? De la ciudad, quiero decir.

—Las auroras boreales, definitivamente. Siempre subía al techo de mi casa para verlas —respondió, algo nostálgica—. ¿Qué hora es?

Bucky le alcanzó el celular.

—¿Las siete? Qué rápido. Debo empezar a elegir algo para ponerme antes de ir a comprar un regalo.

—¿A qué hora volverás?

—No lo sé. No muy tarde.

Astlyr empezó a buscar entre sus fotos, eligiendo el álbum que tenía llamado "Clóset". Bucky vio que de ahí elegía toda su ropa, solamente duplicándola. Empezó a ver varios atuendos y dejó dos opciones viables.

—¿Éste o éste? —le preguntó, mostrándole las dos imágenes de su celular.

—Me gusta el verde.

Ella reprodujo el atuendo, mirándose en el espejo del baño. El vestido verde tenía las mangas debajo de los hombros y era largo hasta los tobillos, con suaves y diminutos lunares blancos, además de una abertura por su pierna izquierda. Completó el atuendo con unos zapatos abiertos y blancos, de tacón bajo.

Bucky supo que no le quería dejar ir cuando vio cómo cepillaba su largo cabello con los dedos. Era demasiado hermosa para ser verdad.

FIN DE LA PRIMERA PARTE

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