15. Tony Stark
Los días eran tranquilos. Cuando Astlyr despertaba, Bucky ya estaba duchado y desayunado. Una vez que ella se bañaba, él le preparaba su habitual tazón de yogurt con granola. Al salir vestida y arreglada para ir a trabajar, desayunaba y le agradecía el gesto.
Finalmente, Astlyr volvía de la clínica a las dos de la tarde para preparar el almuerzo y ver juntos una película, o escuchar música o leer. Finalmente, después de platicar sobre sus días, opiniones o intereses durante horas, cenaban y se iban a dormir.
Lo que ninguno de los dos nunca mencionaba era cómo dormían. Astlyr era la primera en conciliar el sueño, pero tan sólo unas horas después era despertada por las pesadillas de Bucky. Al principio, no tenía idea de cómo ayudarlo o calmarlo. Pero, noche tras noche, se dio fue dando cuenta de que se relajaba con el tacto.
Una vez levantado en sudor y jadeos, le acariciaba su brazo humano hasta relajarlo y dormirlo. A la semana, cambió esas caricias por un abrazo. Debido a eso, ahora despertaban abrazados, pero nunca llegó a notarlo porque Bucky era el primero en despertar y se alejaba. Le daba vergüenza la forma en que se aferraba a ella, como un niño abraza a su peluche.
Con el tiempo, sin que ninguno de los dos se diera cuenta, aquello creó un lazo de confianza y comodidad bastante fuerte.
—James —lo llamó, saliendo del baño. Él dejó de revolver la taza llena de té para prestarle atención—. ¿Debería ponerme algo más profesional?
A Bucky realmente no le importaba lo que ella visitera, pero hoy se fijó en lo bien que se veía con ese vestido verde, corto hasta la mitad del muslo y con mangas infladitas y el escote de línea recta. La melena plateada, voluminosa y casi hasta la cadera, llena de ondulaciones que parecían naturales, le hacían resaltar su diminuta cintura y lo infantil y adorable de su cara; pero también hacía notar su figura delgada y ejercitada.
Astlyr dio un vuelta en su propio eje para enfatizar en el vestido, esperando su opinión. Su piel blanca brilló como la de una muñeca de porcelana.
—Te ves bien —mintió, no atreviéndose decirle lo hermosa que le parecía.
Sin embargo, ella sonrió satisfecha. Tomó su celular y se lo guardó en el pequeño bolsillo de la parte baja de su vestido. Siempre les ponía un bolsillo a los vestidos para no cargar con un bolso. Se apareció una chaqueta de mezclilla, ya que afuera el clima era bastante fresco (aunque no se comparaba en nada con el frío de Noruega; para ella, eso era sólo un poco de viento).
—Prometo volver a la hora del almuerzo para ver una película.
Sacudió su cabello para sacarlo de entre su chaqueta y el vestido, haciendo que a Bucky le llegara el olor a coco y almendras. Quiso despedirse, pero ya se había convertido en una paloma blanca. Aleteó un poco y después salió volando por la ventana hacia la sede de los Vengadores, cruzando el puente de Brooklyn.
Sabía que llegaría más rápido si se convertía en un águila, pero eso llamaría la atención.
Llegó a Nueva York y no le tomó nada ubicar la Torre de los Vengadores. Era alta y llamativa, muy distinguible del resto por la gigantesca letra A. Pronto se metió al edificio por el área de aterrizaje, donde estaba un Quinjet, y aterrizó en una elegante sala vacía.
—Buenos días. Usted debe ser la señorita Astlyr Buskerud. Un placer darle la bienvenida.
Astlyr miró a todos lados, esperando encontrarse con algún mayordomo o algo similar, pero no vio a nadie.
—Hmm, gracias —respondió con tono dudoso e inseguro—. ¿Dónde estás? ¿Quién eres?
—Soy Jarvis, el asistente del señor Stark. No puede verme, porque no tengo forma. Soy un programa.
—Inteligencia Artificial —comprendió.
—Correcto.
Ella asintió, mirando a su alrededor.
—Los Vengadores no la esperaban tan temprano, por lo que se encuentran en el gimnasio. Piso veinticinco —anunció, al tiempo en que la puerta de un ascensor se abría.
—Vaya. Gracias, Jarvis. Clint está aquí, ¿verdad? ¿Y Natasha? —preguntó mientras caminaba al ascensor.
—Ambos se encuentran en el gimnasio.
—Gracias.
—Es un placer. Anunciaré su llegada.
Al entrar al elevador, presionó el botón con el número 25 y observó lo lujoso que incluso esa caja de metal era. Notó la cámara en la esquina, le sacó la lengua y le hizo caras durante el largo trayecto en el que descendió. Cuando las puertas se abrieron, miró el lugar con curiosidad. Escuchó pesas cayendo, algunos golpes, pisadas y quejidos, y entonces vio al famoso Tony Stark soltando dejando unas pesas en su lugar correspondiente.
—Hola, copito.
No comprendió el apodo hasta que recordó que su cabello y piel blanca, igual a un copo de nieve. Sonrió ante eso y luego saludó a todos los que vio con una sacudida de mano en el aire. Clint, Natasha, Tony Stark y Steve Rogers.
—Llegaste antes —habló Clint, apareciendo detrás de una pared.
—Bueno... no quería llegar tarde.
—Noruega.
—Nat —saludó aún sonriente.
Natasha le devolvió el gesto más sutilmente, no deseando mostrar tanto afecto por la ex agente frente a sus compañeros de trabajo.
—Capi. Es lindo verlo y no tener que saltar desde un helicarrier para salvarlo —bromeó, haciendo un saludo militar, y se ganó una risa de parte Steve Rogers.
—Hola a ti también, Astlyr.
—Bien, ¿podrían dejar de hablarse como si yo no existiera? Copito, yo soy Tony Stark.
Astlyr se acercó para estrecharle la mano con esa sonrisa tierna y brillante, característica de ella.
—Astlyr Buskerud, hojalata. Un placer.
—Igualmente —asintió—. Bien, ya que no encontré nada sobre ti en la red ni en los archivos de SHIELD, ¿por qué no me muestras cómo funcionan tus habilidades?
Astlyr miró a Clint, como si esperara su aprobación, y volvió a mirar al empresario fijamente cuando tutor asintió. A los dos segundos, Tony Stark estaban mirándose frente a frente.
—Creo que estoy viviendo mi peor pesadilla —declaró Natasha.
Steve y Clint sonrieron por el comentario.
—¡Vaya! —halagó Tony.
—Lo sé, soy genial —dijo Astlyr con la voz del empresario, al mismo tiempo en que imitaba sus típicos gestos al hablar (que con anterioridad había notado que él hacía).
—Iba a decir que me veo genial con ropa deportiva —confesó—, pero sí, también eres genial, aunque no más que yo.
—Nadie es más genial que yo —corrigió Astlyr, moviendo su mano hacia su cabello para pasarlo hacia atrás, haciendo que su persona como Tony se viera afeminado con esa acción.
Steve rió.
—Impresionante, Astlyr, pero un Stark es suficiente para soportar. Con dos creo que tendré un dolor de cabeza.
Astlyr obedeció, volviendo a su persona.
—Jarvis me avisó que Astlyr había llegado —dijo Banner, saliendo del elevador. Todos voltearon a verlo, y él captó la presencia de la mencionada.
—¡Doctor Banner!
—Astlyr, ¡vaya! —soltó Bruce, mirándola sorprendido.
No era tan unida a él como lo era con Clin y Natasha, por lo que le estrechó la mano y le sonrió amablemente. Recordó el día en que el doctor, poco después de la invasión alienígena en Nueva York, le realizó unos análisis con la esperanza de que su ADN tuviera la solución para deshacerse de Hulk o al menos controlarlo.
—Lo sé, me veo fantástica —presumió en juego. Miró al resto del equipo—. Supongo que sólo falta por que conozca a un vengador.
—Thor —confirmó Steve—. Pero no sabemos cuándo volverá.
Asintió, algo decepcionada. Thor, después de todo, era el héroe en toda su cultura y el dios que todavía algunas familias alababan. Conocerlo habría sido... No. Sería un honor para ella (porque definitivamente iba a conocerlo, costase lo que costase). Thor era el héroe de miles de cuentos que su madre le contó para dormir en su niñez.
—¿Cómo vas con tus habilidades? ¿Ya has dominado por completo la metamorfosis? —preguntó Bruce, sentándose en uno de los bancos que usaban para ponerse a hacer pesas, mientras se acomodaba los anteojos y la bata.
—Sí —afirmó, orgullosa.
—¿Qué tan amplias son tus habilidades? —cuestionó Tony.
—Puede alterar su cuerpo de la forma en que ella quiera —explicó Banner—. Puede ser cualquier persona o animal. El término científico para su habilidad sería metamorfosis.
—¿Es difícil? —siguió curioseando Tony.
—Mi cerebro sólo manda las órdenes a mi cuerpo y mis células obedecen. Controlarlo del todo me costó trabajo —admitió—, pero ahora es tan fácil como respirar.
—Bueno, entonces, bienvenida al equipo. Te mostraré tu habitación.
—¿Tendré una habitación aquí? —preguntó, con los ojos bien abiertos.
—Todos tenemos una —explicó Natasha.
—Pero... no puedo quedarme —negó Astlyr, luciendo preocupada. No podía ni quería dejar a Bucky.
—No te preocupes. No tienes que quedarte —le dijo Tony, encogiéndose de hombros.
Astlyr sonrió.
—De acuerdo.
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