13. El Proyecto Soldado del Invierno
Astlyr abrió los ojos al notar que algo la movía. Lo primero que notó fue el rostro de Bucky desde un ángulo en el que podía observar bien su mandíbula. Miró su alrededor sin moverse, tratando de entender qué había sucedido.
Bucky la llevaba en brazos a algún lado. Cuando estuvo por preguntarle qué hacía, sintió el colchón bajo su espalda y cómo sus brazos la fueron dejando con cuidado. Vio que su torso, bien definido y musculoso, estaba desnudo. Sólo usaba un pantalón de mezclilla y su cabello estaba húmedo y goteaba un poco.
—¿Qué hora es? —preguntó en un murmuro casi inaudible.
—Apenas son las tres.
—¿Me...? ¿Me quedé dormida? —frunció el ceño, extrañada.
Bucky asintió.
—Sí, en el sofá y con el celular en la mejilla —respondió algo divertido.
Astlyr sonrió somnolienta, poniéndose cómoda para seguir con su siesta y murmuró un "gracias" antes de cerrar los ojos.
Bucky fue a tomar su playera del pie de la cama y se la puso para dirigirse a la cocina y preparar algo de comer, pensando cómo era posible que incluso dormida luciera como uno de esos osos de peluche que daban ganas de estrujar por tanta ternura incontrolada.
Su belleza era tan extraña, pero tan placentera de admirar. Bucky no dudó que era muy diferente de las chicas de su época o de cualquier otra época.
Hizo el almuerzo con todo lo que vio comestible, preguntándose cuál sería la comida favorita de Astlyr... O su color favorito. Se dio cuenta de lo poco que sabía de ella y se sintió un poco mal. Él nunca le preguntaba nada, todo siempre giraba en torno a él. Ella se enfocaba tanto en ayudarlo y él en recibir su ayuda, que nunca se tomó el tiempo de preguntar algo más allá de su nombre o su ciudad natal.
Dejando el almuerzo sobre la mesa, Bucky escribió en su diario mientras esperaba a que Astlyr volviera a despertar. Había usado las libretas no sólo para sus recuerdos, sino también para escribir todo lo que pensaba y sentía. Le ayudaba a mantener su cabeza en orden. Se sentía desahogado cuando escribía todo lo que le pasaba por la cabeza, fuese lo que fuese, y esperaba con ansias para ver a Astlyr y contarle sobre su progreso. Ella festejaba por cualquier cosa y lo felicitaba, haciendo que sintiese esperanza y progreso.
—Huele bien —habló con voz cansada.
Bucky, sin dejar de escribir en la libreta, respondió:
—Hice el almuerzo.
Al terminar de escribir las últimas palabras, dejó la pluma y cerró la libreta, dirigiéndole la mirada; frunció el ceño cuando la vio: Astlyr tenía ojos de gatito enamorado y sostenía su mano donde se ubicaba su corazón, conmovida.
—¿Me hiciste de comer?
Bucky recibió una ola de calor cuando la sangre se le subió hasta las mejillas y orejas. Astlyr rió bajo al notar lo cohibido que se había puesto y se sentó en el comedor, dispuesta a probar el almuerzo. Bucky la acompañó, sintiendo tanta hambre como ella.
—Gracias —expresó, empezando a comer. Después de dar el primer mordisco y tragarlo, cerró los ojos por la satisfacción—. Haces buenos sándwiches, soldat.
—¿Te gustan los sándwiches?
Astlyr dejó de masticar para verlo confundida y él se dio cuenta de lo tonta que había sido su pregunta.
—Supongo —respondió, con tono dudoso—. James, ¿todo bien? Estás actuando diferente.
Se encogió de hombros para restarle importancia, tratando de que su vergüenza no fuera tan obvia.
—Es sólo que no sé nada sobre ti —aclaró, empezando a sentirse nervioso—, y yo...
Ella le sonrió levemente al comprender lo que le sucedía.
—¿Estás tratando de establecer una conversación para conocerme mejor, soldat? —inquirió con tono curioso y vanidoso, como si ya conociera la respuesta.
—No —mintió, sintiéndose acorralado. Astlyr no le creyó y empezó a reírse tranquilamente—. ¿Qué es tan gracioso?
—Para ser el Soldado del Invierno, no sabes mentir muy bien —burló, encogiéndose de hombros—. Está bien, James. Puedo hablarte sobre mí —asintió, dispuesta a iniciar el tema—. ¿Qué quieres saber?
—No lo sé —admitió, encogiéndose en su lugar.
—Hmm —pensó con una mueca Astlyr, mirando su sándwich a la mitad—. Puedo enseñarte mis archivos.
—¿Tienes archivos sobre ti misma?
Ella rodó los ojos.
—No los hice yo. Soy vanidosa, pero no tanto, ¿de acuerdo? Un archivo es de SHIELD y otro es de HYDRA —explicó, logrando que Bucky la mirase desconcertado.
—¿HYDRA? ¿Por qué HYDRA...?
—Es mejor mostrarte —lo interrumpió, dirigiéndose al horno.
De ahí sacó una mochila negra, la cual usaba para viajar y guardar sus únicas pertenencias de valor: audífonos, celular, cargador, cartera, pasaportes, un kit de emergencia, sus diarios y los archivos de SHIELD y HYDRA. Al abrir la mochila, sacó dos carpetas para volver al comedor y plantarlas sobre la mesa.
—Lo único que yo siempre supe fue que mi mamá era una espía de una organización estadounidense llamada SHIELD. Fue una de las mejores agentes, era nivel diez. Un día se le asignó una misión en Siberia. Se suponía que regresaría a la semana, pero jamás lo hizo.
Astlyr finalmente abrió la carpeta de la derecha, que tenía más papeles que el de la izquierda. Ahí estaba una fotografía que dejó a Bucky sorprendido. Era una mujer recostada sobre una mesa de metal, vestida con una bata blanca de hospital, cubierta de hematomas y con la piel pálida, con su cabellera platinada desordenada. Sus ojos abiertos y perdidos sólo reconfirmó lo obvio: estaba muerta.
—No sabía cómo contactarla a ella o a SHIELD. Dos días después de cumplirse la semana, el director de SHIELD llamó a mi casa. Me explicó que nuestra madre había muerto y que al día siguiente vendrían a recogernos a mi hermana y a mí para traernos a Estados Unidos y protegernos.
Bucky alzó la mirada, esperando verla cubierta de lágrimas, pero lo único que vio fue su semblante endurecerse de rabia.
Astlyr pasó la fotografía a un lado, dejando ver una segunda debajo. La posición y la situación en la imagen era la misma, excepto por el rostro. Aquella era una niña parecida a Astlyr y a su madre. Era su hermana.
—Ese mismo día, la vecina fue a cuidar a mi hermana mientras yo iba a sacar todo el dinero del banco. Cuando volví, la vecina estaba herida en el piso. Ella dijo que unos hombres armados habían entrado a la casa y se llevaron a mi hermana. Al día siguiente llegaron Clint y Natasha con un montón de otros agentes para llevarnos a Estados Unidos. SHIELD las buscó, pero nunca las hallaron.
—¿Sabes por qué las querían?
Ella finalmente dejó escapar una fina lágrima.
—Al principio, no. Nadie lo entendía —respondió, con su voz empezando a quebrarse—. Decían que había sido un grupo de traficantes de armas que se divertía torturando a la gente.
Bucky pensó con mucho cuidado sus palabras antes de formular otra pregunta, dejando la fotografía a un lado y pasando a revisar el formulario escrito en ruso. Leyó todo atentamente.
—¿También fueron tras de ti?
—Dijeron que era probable que lo hicieran, así que me quedé en América. Y Clint, siendo uno de los mejor amigos de mi mamá junto con Natasha, se ofreció a cuidar de mí. No tenía nada ni a nadie, así que decidí dedicar mi vida a ayudar a los demás para que nadie terminara como yo. Creí que la mejor forma de hacer eso sería entrando a SHIELD y haciéndome agente de campo... como mi mamá. Natasha fue mi mentora hasta hacerme agente de nivel cinco. Al año y siete meses renuncié, deseando tener una vida normal otra vez. Luego pasó lo de SHIELD siendo infiltrada.
Bucky se sintió pesado. El pasado de Astlyr era complicado y triste. A ella también le habían arrebatado todo en la vida y probablemente aún seguían buscándola.
—¿Te dijeron quiénes eran esos traficantes?
—Hasta hace poco —respondió, cambiando su mirada de una triste a una enojada. Bucky pudo ver el rencor centellando en sus ojos—. Cuando renuncié, le pedí a Fury que borrara todos mis datos para poder empezar una nueva vida. Él lo hizo, sólo guardando una copia, que es ésta. Así que uno pensaría que cuando toda la información de SHIELD se filtró, nada sobre mí tendría que haber salido. Sin embargo, mi nombre y el de mi familia salió de entre los secretos de HYDRA.
—No comprendo —frunció el ceño Bucky, algo confundido—. ¿Por qué ustedes?
—Mi mamá tenía el gen inhumano —respondió Astlyr, sin poder sostener más la mirada—. Ella podía hacer todo lo que yo puedo. Y HYDRA lo sabía.
—Así que la capturaron —concluyó Bucky.
—Según dice el archivo, era la candidata perfecta para un viejo proyecto, pero no funcionó porque sus heridas sanaban demasiado rápido, así que la asesinaron —explicó, tragando duro. Apartó la mirada de la fotografía—. Fueron por mi hermana y le hicieron lo mismo, pero tampoco funcionó. Desde entonces empezaron a buscarme para un último intento, pero yo ya me había perdido del mapa para ellos.
—¿Qué querían lograr? ¿Qué proyecto?
Ella suspiró. Nunca hablaba tanto de su familia, pero una vez que tocaba el tema, simplemente no podía parar. Quedarse con todo guardado por tanto tiempo empezaba a tener a consecuencias.
—El Proyecto Soldado del Invierno.
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