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12. Los Vengadores


—¡Soldat! —exclamó en el instante en que entró como una paloma y aterrizó en la cama con su propio cuerpo. Bucky la miró desde el sillón, curioso por el montón de alegría que ella llevaba en el rostro— ¡No sabes lo que pasó!

—Ciertamente, no —respondió irónico.

Astlyr no lo tomó en cuenta y siguió con su cara risueña. Bucky no dijo nada más, esperando a que le dijera qué era lo que la tenía ilusionada.

—Clint me dijo que los Vengadores se reunieron y hablaron sobre mí. ¡Me quieren en el equipo! En una semana debo ir a la Torre para conocer a Tony Stark y formalizar el asunto, pero prácticamente ya soy una vengadora. ¡Soldat, una vengadora! ¿Puedes creerlo?

Bucky no pasó desapercibido el hecho de que últimamente Astlyr lo llamaba más "soldat" que cualquier otro de los apodos. Normalmente le llamaba "James" cuando hablaba seria, molesta o neutral, y le decía "soldat" cuando estaba feliz o cuando bromeaba con él, que era la mayoría del tiempo. A Bucky le gustaba bastante, sobretodo cuando lo hacía con su natural acento noruego.

—¿James? ¿Todo bien?

Se dio cuenta de que se le había quedado viendo, absorto en sus pensamiento, observando su sonrisa y el brillo de sus ojos. Se había quedado completamente hechizado con su belleza y alegría.

—Sí, bien. ¿Significa que irás a misiones y salvarás al mundo? —preguntó. Ella asintió— Felicidades. Nadie mejor que tú para ese trabajo.

Ella se sonrojó, halagada, con un brillo en sus ojos.

—Gracias. Te dejaré alguna lista de películas que podrías ver por tu cuenta, si quieres, mientras yo voy a la Torre. Tendré que ir a eso de las doce en una semana.

—No te preocupes, haré otra cosa. Veremos las películas cuando vuelvas —planeó. Era mucho mejor ver películas con ella, que solo.

—Bueno —sentenció el tema, carraspeando, tratando de ignorar el sonrojo que Bucky le había provocado otra vez—. ¿Pasó algo mientras no estuve?

Bucky asintió, también entusiasmado. Corrió por la libreta que dejó sobre el comedor y hojeó hasta el final. Ya casi acababa con su tercer diario de recuerdos sobre su vida pasada. Vaya que había recuperado muchas de sus memorias.

Astlyr se quitó de la cama y se sentó en el sillón al mismo tiempo que él; lo miró expectante. La última memoria que le había contado había sido sobre una de las muchas veces que salvó a Steve de una pelea, discutió con él acerca de lo testarudo que era en querer entrar al ejército aunque no era aceptado, y que Bucky había sido reclutado y mandado a la unidad 107, a Inglaterra, al día siguiente.

—Recordé que sé hacer trenzas, se las hacía a mi hermana, aunque no le gustasen. En Acción de Gracias de 1938, robé un pavo. En 1943 me aceptaron en el ejército. Mi unidad y yo fuimos capturados en una misión: Steve me salvó; ya no se veía pequeño ni débil. En 1940 llevé a bailar a una chica llamada Louise.

Bucky sonrió, aunque Astlyr apenas lo notó con lo sorprendida que estaba. El progreso que tenía era muy impresionante. Lo mejor de todo era que, al ir recordando, dejaba la actitud seria; además, el asesino de HYDRA dentro de él ya no había vuelto a aparecer.

—Vaya, hoy recordaste algo interesante.

—¿Lo de Steve y que fui reclutado en Inglaterra?

—¿Qué? No, ¡qué va! ¡Sabes hacer trenzas! —rió, como si fuera obvio. Bucky frunció el ceño— Anda, hazme una.

Astlyr dio media vuelta en su lugar, dándole la espalda. Movió todo su cabello hacia atrás y se puso recta, esperando a que le tomara el cabello y lo trenzara.

—No sé si...

—Inténtalo. No me molesta. Me gusta que me cepillen el cabello, es relajante. Antes mi hermana lo hacía. Anda.

Se acercó un poco más hasta alcanzar su cabello y lo tomó entre sus manos. Al principio no sabía qué hacer, simplemente fingió desenredarlo con sus dedos, cuando en realidad sólo tanteaba la memoria de sus manos y apreciaba la suavidad de la cascada de cabello platinado. Poco a poco, empezó a mover más sus manos. Pronto, terminó haciendo una trenza. Estaba un poco floja y desacomodada, pero, a fin de cuentas, era una trenza.

—Creo que ya —anunció.

Astlyr sintió entre sus manos la trenza y alcanzó a ver gran parte del peinado al pasarlo sobre su hombro. Silbó, acariciando la trenza.

—Vaya, soldat, ahora serás mi estilista personal y te llamaré Becky.

—Cualquier nombre menos ése —rodó los ojos.

Astlyr se sintió feliz de escucharlo con buen ánimo. Ése había sido un buen día para los dos. Se giró para verlo, esperando encontrarse con una de esas sonrisas que muy pocas veces le conseguía sacar. Al quedar frente a frente con él, su corazón paró un instante. Sus caras habían quedado más cerca de lo que ella esperaba.

Bucky fue borrando su sonrisa cuando notó que ella quitaba la suya. Pensó en lo cobarde que era. Por sus recuerdos, sabía bien que el Bucky anterior la hubiera tomado y besado fogosamente, o le hubiera soltado un piropo, o al menos le hubiera guiñado un ojo; pero esta versión de él era más cohibido y eso le frustraba de sobremanera.

—Dijiste que llevaste a una chica a bailar —murmuró Astlyr, alzando una de sus comisuras y mirándolo sospechosa. Él asintió—. Entonces, sabes bailar.

—Solía saber, supongo —aclaró—. No creo recordar cómo.

—Tonterías —contradijo, poniéndose de pie repentinamente y yendo por su celular—. Una vez que aprendes a bailar, nunca olvidas cómo hacerlo —explicó, moviendo sus dedos sobre la pantalla.

Bucky no comprendía lo que ella planeaba, hasta que una canción empezó a sonar. Astlyr dejó el celular sobre la barra de la cocina y lo miró a los ojos en el momento en que el artista empezó a cantar desde el celular.

—Vamos, no puedes rechazar When a Man Loves a Woman de Michael Bolton. Ven —insistió, mirándolo con entusiasmo.

Bucky dudó por un momento, hasta que se dio cuenta de lo tonto que estaba siendo por ponerse a pensarlo dos veces. Astlyr le estaba dando paso libre para bailar con ella en una canción lenta.

Miró sus piernas desnudas por el vestido, antes de ponerse de pie y tomar su mano. Se posicionaron entre la barra y la sala, que era el único espacio vacío y lo suficientemente amplio para bailar una canción lenta.

Su cuerpo reaccionó al instante en que estuvo frente a ella, comprobando su memoria muscular: puso su mano de metal sobre su pequeña cintura y con la verdadera tomó una de las de Astlyr, quien luego puso su la suya restante sobre el hombro de Bucky, y le sonrió antes de empezar a mover los pies lentamente.

Se sintió torpe al principio y dejó que ella guiara, hasta que pasó la mitad de la canción y se atrevió a hacerla dar una vuelta, dándole vuelo a su vestido. Ella rió nerviosa durante el movimiento. Entonces se sintió más seguro al ver que no había fallado y empezó a guiar. La movió un poco más por el lugar y le hizo dar otro par de vueltas, hasta que deslizó su mano de la cintura a su espalda baja, acercándola un poco más a él sin que ella se diera cuenta: Astlyr ya estaba hipnotizada por su ojos celestes.

La canción terminó, pero el momento no. Dos segundos después, otra canción empezó a sonar. Se sintió cómodo por el hecho de que era una canción todavía más lenta y suave. Ya no le dio vueltas ni la hizo moverse mucho de lugar, simplemente se fueron meciendo poco a poco, de derecha a izquierda y viceversa.

Astlyr deshizo el agarre y puso su mano sobre su otro hombro, al tiempo en que él juntaba ambas manos sobre su espalda baja. La cercanía se volvió casi mínima, y la mirada entre los dos nunca se cortó. Alzaba su cabeza y estiraba un poco su cuello para seguir mirándolo a los ojos, ya que era mucho más alto. 1.57 no era casi nada frente a 1.83.

Podía sentir unas pequeñas chispas estallando en las puntas de sus dedos, los cuales empezó a recorrer desde los hombros hasta la nuca de Bucky, entrelazándolos por debajo de su cabellera negra.

Bucky sintió una electricidad recorrerle toda la espina dorsal. Nunca había sentido algo así. Poco a poco, fue descendiendo su cabeza para dejar que sus labios quedaran a la misma altura, cuando un timbre fuerte los hizo exaltarse y mirar el celular.

Astlyr suspiró y se separó de él, algo decepcionada. Miró el contacto y aceptó la llamada al instante en que vio quién era.

—Hola, Nat.

Bucky no puso mucha atención a su plática. ¿Ahora qué haría? El momento había pasado, esa oportunidad de descifrar qué era lo que sentía por ella... se había ido. De repente, entró en pánico al pensar bien lo que había estado a punto de hacer y huyó a encerrarse en el baño.

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