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10. Arnim Zola


—¿Qué más? —preguntó curiosa.

Astlyr no podía mentir: moría por saber qué pensaba él de ella.

—También eres muy... alegre. Eres muy segura, pero creo que en el fondo eres más frágil de lo que dejas ver. Intentas verle el lado positivo a todo. Ocultas algo que te lastima y actúas como si todo en tu vida estuviera perfecto para que nadie se dé cuenta. No ayudas a la gente a toda costa sólo porque te gusta, sino porque hubo algo que te motivó a hacerlo.

La sonrisa de Astlyr se borró de inmediato, y Bucky se preguntó si lo mejor hubiera sido quedarse callado, pero una vez que empezó a hablar de ella, no pudo parar. Quiso seguir diciendo lo magnífica que le parecía, pero ella lo detuvo.

—Debo admitir que me has dejado sorprendida. Pero... yo también tengo tu análisis. ¿Quieres oírlo?

Se inclinó, recargada con los brazos en la barra. Quedó frente a frente con él, haciendo que se pusiera nervioso por la cercanía. Se quedó sin voz cuando lo miró a los ojos, penetrándole el alma que él no creyó tener hasta ahora.

—Apuesto a que en el pasado fuiste muy parecido a mí: bromista, confiado, alegre y con el don de querer ayudar a las personas, dispuesto a arriesgar la vida por alguien más. Y ahora... estás perdido. No dejas que la gente se te acerque, pero tú te acercas a ellos. Crees que no vales la pena y que no mereces vivir por todo lo que hiciste en el pasado. El problema es que aún no comprendes que en realidad nada de lo ocurrido fue tu culpa, porque no eras tú mismo.

Bucky se dio cuenta de cómo ella se iba acercando cada vez más. Sus narices casi rozaron, sus respiraciones se mezclaron. Ambos sintieron sus corazones saltar fuera de sus pechos. Ninguno comprendía lo que les sucedía.

Sus palabras se volvieron susurros.

—Pero yo voy a ayudarte con eso, soldat.

Siguió estático, sin saber qué decir, mientras ella hizo una pequeña sonrisa socarrona y se apartó al segundo.

—Ya es hora del almuerzo.

Bucky le ayudó a poner todas las películas sobre la mesa del centro de la diminuta sala, cerca de la televisión y del DVD que Clint le había obsequiado para su mudanza. Leyó las descripciones de las películas y miró las portadas por un rato; luego leyó las de las novelas y el libro de cuentos, finalmente hojeando los libros de Medicina e Historia.

Astlyr tarareaba mientras cocinaba.

—Hoy podemos escuchar música, ¿te parece? Mañana veremos una película y pasado mañana leeremos un poco.

A Bucky le emocionaba mucho empezar a recordar su época como sargento de la Segunda Guerra Mundial y conocer el mundo que se había perdido por más de 70 años.

Se sentaron a almorzar en completo silencio, sin saber qué decirse, y fue su turno de lavar los trastes mientras ella los secaba y los guardaba. Después de dejar todo limpio, Astlyr corrió por las películas y los libros para acomodar todo sobre la mesita central, puesto que Bucky le había dejado un completo desorden.

—Eres muy organizada, ¿verdad? —preguntó, observándola poner todo minuciosamente sobre la mesa.

—¿Se nota mucho?

Se encogió de hombros.

—Tienes tus cosas del aseo personal acomodadas por tamaño y nunca he visto nada fuera de lugar, excepto la cama.

Ella frunció el ceño mirando el colchón, con un libro en mano.

—Sí, soy muy organizada y todo lo que quieras, pero definitivamente odio tender la cama. Mi mamá siempre me obligaba a hacerlo al despertar, pero nunca agarré la costumbre ni la práctica.

No pasó desapercibido el hecho de que nunca antes había mencionado a algún familiar. ¿O lo había hecho? Hablaba de su madre en pasado. ¿Debía suponer que había fallecido?

—Bien, están acomodadas por época, que es el orden que seguiremos para ir viendo las películas. Desde los cuarentas con "Pacto de Sangre" hasta algo muy hollywoodiense del 2015: "Mundo Jurásico".

—¿Y la música?

—Está en mi celular. Te re-presento a la música de los cuarenta.

Astlyr puso la lista de música que tenía las cinco canciones más famosas de esa década. La primera en sonar fue Boogie Woogie Bugle Boy. Mientras dejó la melodía, se dirigió al baño para cepillarse los dientes, donde entonces se dio cuenta de otro cepillo de dientes puesto en el vaso sobre el lavamanos, junto con el suyo. Sonrió orgullosa al ver que Bucky ya se sentía tan cómodo a su alrededor como para dejar sus cosas instaladas y no dentro de su mochila, como si en cualquier momento fuera a escapar.

Entonces, mientras se enjuagaba la boca, notó que la canción se había acabado y escuchó un estruendo viniendo de la sala. Asomó la cara por la entrada y lo vio con su maceta de lavandas, ahora destrozada en su mano de metal. Sus espalda se hinchaba y deshinchaba con el paso en que respiraba tan acelerado. Otra canción de los cuarenta comenzó a sonar.

—¿James?

Volteó a verla al instante y Astlyr pudo observar cómo la expresión del Soldado del Invierno desaparecía poco a poco mientras aún la miraba, estático y sin decir palabra. Volvió a llamarlo, pero él siguió sin responder.

Entonces, se puso de pie, mirando su mano biónica llena de tierra y pedazos de porcelana. Por suerte, había tomado el florero y no su celular, que le habían regalado Clint y Laura por su cumpleaños.

—James, ¿estás bien?

Boogie Woogie Bugle Boy finalmente se acabó y el Soldado del Invierno se desvaneció por completo.

—Lo siento —murmuró, sin dejar de ver el desastre que había hecho—. Perdón, sé que te gustaban.

Astlyr no negó que la muerte de su arreglo floral le dolió. Las lavandas eran las flores favoritas de su madre, pero para el día siguiente podría remplazarlas, así que sólo resopló con despreocupación.

—No importa, puedo comprar otras.

—La maceta...

Eso no era importante, apenas le había costado un dólar comprársela a alguien en una venta de garaje a unas cuadras.

—Ni siquiera era tan bonita.

La miró frustrado.

—Deja de mirarme así. La molesta soy yo.

Obedeció. Entonces sí estaba enojada, ya era algo.

—Pero no por romper mi maceta, RoboCop, sino porque te sigues disculpando. Ya te dije que quien hace esas cosas es el Soldado del Invierno, no tú. Así que la próxima que lo veas, dile que me debe unas lavandas, pero díselo a él, porque tú no me debes nada. ¿Me explico?

Bucky no asintió ni respondió, pues aún no llegaba a comprender muy bien qué era lo que ella le decía. Él creía que ambos eran la misma persona, nacidos en diferentes tiempos. Él era el Soldado del Invierno, pero Astlyr hablaba de él como si fuera otra persona completamente distinta y ajena a Bucky Barnes.

—¿Entendido? —volvió a preguntar, mirándolo más fijamente y reclamando su atención. No lucía contenta. Finalmente, Bucky asintió y ella sonrió— Bien. Ahora, dime: ¿recordaste algo?

Ahora que lo pensaba, sí había recordado algo.

—Recordé cuando caí del tren y vi mi brazo de metal por primera vez. Se llamaba Arnim Zola..., el que experimentó conmigo.

Astlyr sonrió con ilusión y empezó a celebrar.

—¡James! ¡Ese es un gran avance!

Él formó una mueca, siendo un intento de sonrisa, pero a ella no le importó y siguió mostrando entusiasmo.

—Bien, suficiente por hoy, no quiero quemarte las neuronas.

Bucky entonces cayó en cuenta de que en dos semanas no había logrado recordar nada por su cuenta, y con ella ya había recuperado varios de sus recuerdos en un simple par de días.

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