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19

Nabi.

El concierto había finalizado y seguía parada donde estuve las dos últimas horas de mi vida, esperando que ocurriera algo, pero sin saber muy bien qué. ¿Que Hyuno me fuera a buscar para llevarme a algún lado? ¿Irme a casa y esperar a que me respondiera mis mensajes? Probablemente debía estar ocupado en todas esas cosas de-después-de-concierto que hacen los idols.

Mierda, un idol.

¿Estoy intentando salir con un idol?

Por eso jamás tenía mucho tiempo en nuestros encuentros esporádicos y por eso nunca había aceptado mis invitaciones para quedarse a dormir conmigo.

No sabía cuánto tiempo había pasado ahí, quieta, con la mirada borrosa sobre algún punto que no lograba ver todo del recinto y con los pensamientos yéndome a mil por hora dentro de mi cabeza, cuando la mayoría de las luces se apagaron y me trajeron nuevamente a la realidad.

Observé a mi alrededor y no había nadie, el lugar se encontraba completamente vacío y solo logré ver el confeti que se arremolinaba bajo mis pies. Sentí frío y me vestí con la chaqueta que tenía sujetada sobre mi bolso.

Probablemente regresar a casa era la mejor opción.

—¿Qué tal estuve?

Giré sobre mis talones y me encontré con los ojos de Hyuno, que brillaban más que nunca. Me acerqué donde estaba y me aferré a la reja que nos separaba, temerosa de desmayarme en cualquier momento a causa de toda la información descubierta.

—¿Era necesario mentirme? —fue lo primero que dije mientras ladeaba mi cabeza. Sentí la necesidad de llorar, pero me contuve, tranquilizándome con la excusa de que todo debía tener explicación.

No estaba enojada, al contrario, lo único que deseaba era abrazarlo, pero por algún motivo la realidad me había tomado presa y me costaba digerir la situación. La cual era bastante complicada. En realidad.

—Más necesario de lo que crees —repuso mientras también se sujetaba a la baranda que nos distanciaba, apoyando sus brazos sobre ella, quedando bastante cerca de mí—. Si sabías quién era en realidad, probablemente te hubiera bloqueado en cuanto me hablaste, podrías haber sido una acosadora —sonrió de manera suave y llevó una de sus manos a mi cabello, el cual peinó con sus dedos—. Y créeme que estoy hasta la mierda con las acosadoras.

Tragué saliva, sin saber qué responder. Todo sería tan difícil desde ahora.

—¿No es peligroso que estés así de cerca? Alguien puede vernos, Hyuno —musité bajo, mientras escaneaba nuevamente el lugar, procurando que nadie estuviera observándonos.

—El equipo de seguridad ya recorrió todo el estadio —replicó, acercándose de manera provocativa hacia mi rostro—. No queda nadie más que nosotros, los managers y tú.

Su cabello estaba húmedo y podía asegurar que aún se encontraba acalorado por la presentación, ya que en su frente había pequeñas gotitas de sudor, que amenazaban con escurrirse hasta sus ojos. Solté un suspiro, completamente rendida ante él y con las mangas de mi chaqueta sequé su rostro.

Cuando terminé, dejé mis manos en sus mejillas y me acerqué a él, dejando el miedo para después, posponiendo todas mis preguntas que deseaba hacerle con rigurosidad. No podía ignorar que estaba aterrorizada, pero no tenía nada que perder si es que me arriesgaba a estar con él.

Al contrario, tenía muchas más cosas que ganar, incluida mi felicidad.

—Yunho —dijo a escasos centímetros de mi boca, insinuando devorarme incluso con sus ojos—. Jeong Yunho.

—¿No se te ocurrió un nombre más bonito en vez de Hyu...?

Y sin siquiera lograr terminar de formular la pregunta, me besó, como si no lo hubiera hecho hace meses, como si durante todo el concierto solo hubiera estado pensando en hacerlo. Cerré mis ojos en cuanto comenzó a mover sus labios sobre los míos y perdí totalmente la noción de la realidad.

Se separó en cuanto su respiración comenzó a volverse más errática y juntó nuestras frentes. Acunó mi rostro entre sus manos y logré percibir su media sonrisa, a pesar de aún tener los ojos cerrados.

—Te guardé como Nabillera, igual que la canción de Hyuna, tiene sentido, ¿no?

Con su respuesta, incluso llegué a creer que existía aquello que los humanos llamábamos destino.

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