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Sin contar con el pequeño choque al entrar en el café, Jimin tuvo un sinfín de accidentes y descuidos en el transcurso de esa manaña. Se echó el jugo de naranja del desayuno sobre la camisa blanca, envió un e-mail antes de terminar de escribirlo, hasta incluso le puso sal al café que quería tomarse luego de almorzar.

Realmente no estaba concentrado para nada. En lo único en lo que podía pensar era que esa tarde vería de nuevo a ShupD y... no sabía cómo actuaría ni lo que le diría.

Obviamente, su ética profesional no le permitiría hacer algo más allá del trato que se le podría dar a un cliente. Era el jefe y tenía que dar el ejemplo de comportamiento en el trabajo. Pero sí estaba demasiado entusiasmado con verlo y con por lo menos conversar, aunque sea de lo más trivial.

Tras lavar sus platos en la cocina, se cambió la camisa por una camiseta negra con el logo del café que tenía guardada. No era lo más elegante del mundo, de hecho, salía de lo formal que quería siempre mostrarse, pero no tenía otro remedio. Era eso o estar con la camisa manchada de jugo.

Se peinó el pelo rubio y se puso un poco de labial transparente y... ya estaba listo para el turno de la tarde. Salió a la barra, al lado de Namjoon que ya estaba preparando dos cafés.

-Hola, jefe. Por el momento sólo quedan estos dos pedidos... después no hay nada aun –le dijo el mayor vigilando la máquina que ya terminaba de servir el primer expreso.

-OK. Estaré acomodando las cosas en esta máquina –dijo Jimin dirigiendo su mirada a la mesa 5, la cual estaba vacía todavía y alrededor no había señas aún del guapo muchacho que él esperaba ver con tantas ansias.

-Buenas tardes –lo saludó una voz finísima y demasiado tierna de repente- ¿me puede dar un sundae de vainilla, por favor?

Jimin se fijó de dónde provenía esa vocecilla y vio a una pequeña niña de unos 5 años que estaba ya sentándose con algo de dificultad en uno de los altos taburetes de la barra, frente a donde él se encontraba tras la máquina.

-Buenas tardes, señorita. Por supuesto que sí –Jimin le sonrió tiernamente saludando con la cabeza a la que seguramente era la madre de la niña, quien se acercaba a ella para ayudarla a que se sentara en el alto asiento.

-Disculpe, a ella le encantan estas sillas y esta cafetería –dijo la mamá disculpándose y sentándose a su lado en otro taburete.

-No se disculpe. De hecho, me siento mal porque no tenemos una piscina de pelotas o un tobogán acá para ti –le sonrió Jimin.

-Eso no importa... yo quiero ver cómo haces el café y los helados –le contestó la pequeña niña en un tono muy maduro que sorprendió a Jimin.

-¡Oh, vaya! ¡Qué honor! –respondió Jimin llevándose una mano al pecho- Pues presta atención... ¿cómo te llamas? –le preguntó acercándose al lugar donde estaba sentada.

-Youngmi –respondió la pequeña con una sonrisa encantadora.

-Presta atención, Youngmi. Te voy a preparar el mejor sundae que has probado jamás –Jimin se acercó al aparato de sonido detrás de él y aumentó el volumen de la canción que sonaba en ese momento, Fairy of Shampoo, de TxT.

Sacó todos los ingredientes necesarios para ese postre helado y empezó a prepararlo ante la atenta mirada de Youngmi, su mamá y varios clientes más, como el muchacho que asiduamente iba al café y dejaba buenas propinas y la señorita que pedía bebidas cócteles en horarios diurnos.

Al escuchar el sonido elevado de la música, todos se agolparon cerca de la barra para ver el espectáculo que Jimin empezó a montar. De vez en cuando, a Jimin le gustaba demostrar sus habilidades como barista que había aprendido hace algunos años como un hobby personal, pero él le añadía siempre un toque propio.

Los movimientos que usualmente se hacen al preparar café, bebidas o postres tras la barra, él los convertía en pasos de baile contemporáneos estéticamente perfectos.

La pequeña Youngmi, hacia quien estaba dedicado este baile/preparación de sundae especial, miraba maravillada al rubio joven que estiraba sus brazos y hacia bailar a los recipientes sobre sus manos y brazos.

-¿Te gustaría con un poco de chocolate encima? –le preguntó Jimin tomando la botella de jarabe de chocolate en su mano derecha y pasándola hábilmente a la izquierda casi volando.

-¡Sí, sí! –aplaudió la pequeña entusiasmada por cómo su sundae se veía cada vez más delicioso.

Jimin tomó la botella con dos dedos de su mano y desde una altura más arriba de su cabeza, dejó que el jarabe cayera elegantemente sobre el vaso con helado y crema.

Para terminar, abrió el congelador y sacó un recipiente con cerezas. Se las mostró elegantemente a Youngmi y cuando ella asintió con la cabeza, Jiimin tomó dos para posarlas con cuidado en el postre ya terminado.

Presentó el sundae sobre la barra frente a la niña e hizo una venia justo cuando la canción llegaba a su fin. Youngmi, su mamá y los clientes que vieron su espectáculo, además de parte de su personal como Namjoon y Hoseok que pasaba por ahí para dejar pastelillos, aplaudieron y vitorearon a Jimin.

-Gracias, señor –sonrió con mucha dulzura la pequeña niña que agarraba con sus manitas el vaso gigante de sundae.

-Dime Jimin –le dijo él agregándole una cereza más al postre.

-¡Gracias, Jimin! –Youngmi sonreía muy feliz.

-¿Qué te parece si nos vamos a sentar a una mesa para que disfrutes mejor el sundae, mi amor? –le sugirió su mamá.

Luego de que Youngmi aceptara, se despidiera de Jimin con la mano y se fuera con su mamá a una mesa del fondo, el muchacho de las buenas propinas tomó el lugar de la niña frente a Jimin.

-Wow, eres realmente muy bueno –le dijo sorprendido abriendo los ojos.

-Muchas gracias –sonrió Jimin mientras limpiaba la barra -¿Qué puedo ofrecerle hoy?

-Creo... que ya me conoces bastante como para seguir llamándome de usted ¿no lo crees, Jimin? –le dijo el cliente sonriendo.

Durante toda su vida, y aún más en este tipo de trabajos, Jimin se había topado con personas que se sentían atraídas por él. Entendió que ése era el caso con el cliente asiduo. Ese muchacho no estaba para nada mal, pero su ética y profesionalismo estaban muy por encima de coquetear con algún cliente.

-Claro que sí... disculpa. ¿Qué quieres ordenar hoy? –sonrió Jimin educadamente, siguiéndole la corriente.

-Me antojé un sundae también –rió el cliente divertido. Sin duda era simpática la manera cómo sus ojos se hacían pequeñitos al sonreír.

-¿También, quieres que... baile? –le preguntó Jimin aún sonriendo, pero pidiendo dentro de él que dijera que no. Ese tipo de demostraciones no las hacía seguido ni con todos los clientes, sólo en ocasiones especiales y espontáneamente. Hasta ahora, todos los clientes que solían ir al café habían comprendido eso y no lo solicitaban.

-No, ya he podido ver tu arte en primera fila y debo decir que me has sorprendido gratamente –contestó el muchacho para alivio de Jimin.

-Gracias nuevamente, enseguida te lo preparo. ¿Lo quieres con jarabe de chocolate y cerezas también? –consultó ya empezando a preparar el pedido.

-Sólo chocolate, por favor –sonrió encantado el muchacho sin perder de vista cómo trabajaba Jimin.

El rubio agregó los ingredientes al vaso grande y le puso un poco más de elegancia a sus movimientos, pero sin llegar a ser el espectáculo de hace unos momentos. Terminó decorando el vaso y se lo pasó con delicadeza al muchacho.

-Gra... gracias –susurró éste embelesado por la gracia de Jimin.

-Es un placer –sonrió nuevamente Jimin.

Entre tantas cosas que habían pasado en esos minutos, no había podido revisar las mesas alrededor. Vio hacia la mesa 5 y... ahí lo encontró. Estaba justamente alzando su mano hacia Jimin para llamar su atención, a pesar de que Beomgyu estaba frente a él con el menú.

Jimin casi corrió hacia la mesa donde Beomgyu seguía intentando mostrarle los especiales del día.

-Yo lo atiendo, Beomgyunnie –le dijo sonriendo Jimin.

El chico le dejó la carta a su jefe y se fue lanzando miradas sospechosas hacia su jefe y el cliente.

-Buenas... tardes, ¿qué puedo ofrecerte hoy? –le dijo Jimin intentando no sonar muy lanzado.

-¡Hola, Jimin! -saludó el otro algo efusivamente –Te vi sirviendo a la niña y... wow –sonrió encantadoramente –también quiero un sundae por favor. Se veía delicioso.

-Por supuesto, pero siento decirte que el show es de una sola vez por día –quiso bromear Jimin y logró que el otro riera.

-No, no. No te pediría que lo hicieras. No es que seas un payaso, ¿eh? –bromeó también él.

-Gracias... ¿lo quieres con jarabe y cerezas?– preguntó anotando ya el pedido en su libreta.

-Sí, por favor, gracias – respondió devolviéndole la carta que ni siquiera había visto.

-Enseguida lo traigo... y... gracias por venir –Jimin añadió la última frase sonando más personal.

-Gra... gracias –sonrió el otro sonrojándose un poco.

Jimin fue hacia la barra para preparar el sundae para el chico que lo estaba trayendo loco. Intentó usar movimientos elegantes al prepararlo porque tal vez él lo estaría mirando. Pero no se percató que alguien más cerca de él lo observaba con detenimiento y esbozando una sonrisa.

Levantó su mirada, y vio al cliente asiduo que había pedido el sundae con la cabeza apoyada en su mano, mirándolo como si Jimin fuese lo más hermoso que él hubiera visto.

El rubio sólo sonrió y volvió a la tarea última de decorar el sundae con jarabe de chocolate y cerezas. Entonces... se le ocurrió una idea.

Se dio la vuelta en la barra y escribió su número de móvil en una servilleta, la que puso debajo del vaso de sundae que llevó en una bandeja hasta la mesa cinco.

-Acá tienes –hábilmente, Jimin abrió la servilleta sólo como para que él viera el número escrito y posó el vaso en lo que quedaba de servilleta –espero... que te guste –le dijo casi en un susurro y se retiró tras de la barra para que no viera cómo se le subían los colores a las mejillas.

Jimin suspiró para poder volver a concentrarse en su trabajo. Él ya había puesto de su parte para que las cosas entre él y ShupD avanzaran un poco... aunque sólo fuese conocerse un poco más.

El café estaba llenándose más y más, así que Jimin tuvo que ir a auxiliar al pequeño Beomgyu que no se las podía batir solo en el segundo piso.

Tras varias horas más de trabajo arduo, el café había cerrado. Lastimosamente, Jimin no había podido cobrarle a ShupD y tampoco pudo despedirse de él. Pero sería cosa del destino si él le escribiría a su móvil.

Jimin estaba sentado en su oficina, descansando un poco mientras tomaba una soda helada, cuando Soobin tocó la puerta de la oficina.

-Jefe... -dijo algo tímido –tengo algo para usted.

-Pasa, Soobinnie... dime

-Un cliente dejó esto para usted. Me dijo que se lo diera –Soobin le pasó una servilleta con un número de teléfono y un mensaje escritos en ella:

"XXXXXXXXXXXX

ShupD (Yoongi)"

Wow... ahora ya sabía el nombre del DJ cuya voz y rostro se habían ganado toda su atención en tan poco tiempo.

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Ufff... este capítulo sí que me costó escribirlo. Tenía que tener muchísimo cuidado en los detalles. 

Espero que les guste!

No sé por qué me gusta tanto el ambiente de las cafeterías.

¿A ustedes qué tipo de cafeterías les gustan?

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