ᴘᴀʀᴛᴇ úɴɪᴄᴀ
El inicio de clases dio comienzo y el pequeño JungKook iba caminando por los pasillos de su primaria con una mochila de Iron Man, su superhéroe favorito. Estaba muy contento, por fin iba a ver a su amigo después de cinco largas semanas de no verle. Pero también estaba muy nervioso, el día de hoy iniciaría el segundo año de primaria. ¡Ya soy un niño grande! Se decía a sí mismo, muy orgulloso.
Sus pasos se hicieron ansioso por ya querer llegar al aula. Cuando llegó a la puerta de su nuevo salón de clases, vio a muchos niños y niñas; algunos ya conocidos saludándose entre sí y otros sentados en su banco. Niños nuevos, ¡genial! Fue lo que pensó el niño al entrar al salón. Cabe decir que su sonrisa de conejito estaba muy brillante, su energía se intensificó y sus nervios desaparecieron. Al dar unos pasos dentro del lugar, vio que en la esquina derecha había un pequeño círculo que encerraba a una de las bancas. Su confusión fue muy notoria pues se notaba en su rostro con un puchero y, además, puso su pequeña cabeza hacia su costado derecho. Detuvo sus pasos y se quedó en esa posición durante unos segundos.
De pronto vio que su amigo JiMin estaba entre ese pequeño círculo. Reanudó su camino y se dirigió a donde su amigo. Cuando llegó, vio a un niño de cabellos negros sentado en el banco y rodeada por varios niños, entre ellos su amigo. Vio como el niño veía todos con sus ojos gatunos, dando un pequeña sonrisa de labios sellados, y que en su pequeña mano tenía una bolsa de galletas de chispas de chocolates. Su boca se hizo agua, le encantaban esas galletas, pero agitó un poco su cabeza hacia los lados; se están desviando de su objetivo.
—¡Ho...! —intentó saludar a su amigo pero le interrumpieron.
—¿Antes donde vivías? —preguntó el amigo de JungKook, su interés era mucho en el recién llegado.
—En Japón. —respondió. Vio como las caras frente a él cambiaban a sorpresa, JungKook también fue una de ellas.
—Vaya, hablas muy bien el coreano. —alagó un niño de mejillas regordetas.
—¡JiMin! —JungKook le habló a su amigo pero JiMin le ignoró por estar atento a las palabras del niño de cabello negro. JungKook se sintió indignado, no podía creer que su amigo le estuviese ignorando.
—Hablo bien el coreano porque mis padres son coreanos, es solo que yo nací en Japón, por lo que tengo las dos nacionalidades y hablo los dos idiomas a la perfección. —habló con orgullo y un toque de egocentrismo el niño de las galletas.
—¡Doble vaya! —dijo JiMin con emoción e impresión.
JungKook vio al niño de las galletas, como si de sus ojos pudieran salir rayos láser; le estaba robando la atención de su amigo. Cabe recalcar que solo es SU amigo, de nadie más.
JungKook no estaba celoso, no ¡claro que no!
Y al ver que su mirada no podía vaporizar al niño-roba-amigo, se dio media vuelta dispuesto a ir por una banca, pero al dar la vuelta vio que casi todas estaban ocupadas; la única libre era a lado de el niño-roba-amigo. Y sin más, se fue a la banca; dejó su tan fabulosa mochila en el respaldo de la silla, se sentó con las brazos cruzados sobre su pecho y un tierno puchero sobre sus labios. Realmente se veía adorable.
Tonto niño-roba-amigo, aunque tus galletas se vean bien ricas, no te perdonaré por robarme a JiMin. Él solo es mío ¡Mío! Tú consigue tu propio amigo. Pensaba JungKook. Toda la cara del pequeño niño y sus orejitas estaban rojas del enojo, hasta podría salir humo de su nariz y parecería un toro.
Y mientras más pensaba; se le ocurrió un maquiavélico plan para que el niño de las galletas no esté junto a SU amigo. Robarle las galletas al niño que le robó la atención de su amigo. Está bien, no era el plan más perfecto del mundo porque la imaginación de JungKook no daba para más y, además, él quería galletas.
Su plan maquiavélico iba dar inicio desde ahora. Su carita era de maldad pura, ni siquiera el Joker tenía tanta maldad en su rostro cuando hacía un plan malvado para deshacerse de Batman. Ni siquiera KyungSoo se veía tan malvado a lado de ese niño y su plan maquiavélico.
En la mente de JungKook se reía muy malvadamente, con un típico Muajajaja. Pero su risa se vio interrumpida por la maestra que entró por la puerta, haciendo que todos los niños se fueran a sus lugares y, se pusieran de pie los que estaban sentados para decir al unisono un "Buenos días, profesora". Se inició la clase con la presentación de la maestra.
—Buenos días niños. Yo soy la profesora Park SuBin y en este ciclo escolar yo seré su profesora —terminó su presentación—. Ahora es el turno de ustedes de presentarse.
Que bonita es. Pensó JungKook al ver quién sería su maestra: era una hermosa mujer de piel pálida, delgada, de cabello castaño y una altura aproximada de un metro con setenta y cinco centímetros. Se quedó pensando en lo bonita que era la maestra por unos segundos, hasta que escuchó que se tenían que presentar. Los niños iban pasando e iban diciendo sus nombres, sus gustos y cosas por el estilo. JungKook ponía mucha atención en la presentación de los niños nuevos al querer saber más de ellos. De pronto llegó su turno, y así se puso de pie para su presentación.
—Hola, yo soy Jeon Jeongguk, pero me gusta que me digan Kookie, ¡Cómo galletas en inglés! Tengo seis años pero ya pronto cumpliere siete. —dijo con orgullo— Me gustan mucho las galletas de chispas de chocolate, los superhéroes, en especial Iron Man ¡y los conejos! Porque según mi mami, cuando sonrió parezco uno. —JungKook sonrió, así mostrando sus dos dientes delanteros— ¡Ah! Y mis colores favoritos son el blanco, rojo y negro. —terminó su presentación con una gran sonrisa con sus dientes de leche.
—Muy bien, Kookie. Toma asiento. Ahora sigues tú, pequeño, por favor presentate. —pidió la profesora al niño de las galletas.
El niño de cabellos negros se puso de pie y dejó la bolsita de galletas sobre su mesa.
—Bueno, soy Min YoonGi, pero me gusta más que me digan suga, según mi hermano es por mi blanca piel. Yo no soy tierno. —hizo un puchero y siguió— Soy de Japón. Me mudé a Sur Corea porque a mí papá lo transfirieron de trabajo. Tengo la misma edad que todos aquí. —dijo mirando a todos los niños del salón— Mis animales favoritos son los conejos y los gatos. —bien, puede que tengan una cosa en común, pero no es suficiente para ser amigos— Mis colores favoritos son el negro y el blanco —esta bien, dos cosas, eso aún no es suficiente— Y me encantan las galletas que me prepara mi mamá, son de chispas de chocolate. —tres, tres cosas, aún no son lo suficiente para ser amigos— Y me gusta mucho kumamon.
¡Casi! Pensó JungKook. Solo si hubiera dicho que gustaba de los superhéroes, podría haber pensado dejar su plan maquiavélico y ser su amigo, pero como no lo dijo, el plan sigue en marcha. Además de que le daba miedo ese oso negro.
—Bien, ya te puedes sentar. Ahora que ya todos ya se presentaron, ¿qué les parece un repaso de la tablas de multiplicar? —preguntó la profesora. Algunos niños estuvieron de acuerdo y asintieron con la cabeza, otros no lo estuvieron pero se quedaron callados por no faltar el respeto a su mayor— Pues empecemos. Y no olviden que si quieren responder solo levante la mano.
La actividad dio inicio con con multiplicaciones sencillas, como:
2 por 6, 3 por 5, 5 por 2...
La profesora estaba muy feliz, casi todos los niños le han dicho las respuestas bien, a excepción de uno que se equivocó; en vez de contestar 56 dijo 57, pero la maestra le corrigió de la mejor manera. Mientras iba pasando el tiempo las multiplicaciones se hicieron más difíciles.
—Ahora, ¿quién me puede decir cuánto es ocho por seis?
JungKook enseguida levantó la mano, él lo sabía, su mamá hizo que en esas vacaciones estudiase la tabla del ocho; una que se le complicaba mucho. De pronto vio como el niño a lado suyo también levantaba la mano, con un poco de pereza a la vez. Los dos niños eran los únicos que tenían levantada su mano. La profesora le dio la palabra a YoonGi porque él solo había participado dos veces y JungKook tres.
—Son 48.
—Muy bien, YoonGi. —le felicitó su profesora— Creo que ya fue suficiente repaso. Ahora les voy a dar una hoja donde hay un dibujo que ustedes tendrán que colorear.
Mientras la maestra Park iba por las hojas a su escritorio, JungKook de nuevo intentaba que por sus ojos salieran rayos láser para vaporizar al niño a lado suyo, él quería responder. Pero de nuevo no lo pudo lograr. Hasta se podía apreciar como sus ojos ya no estaban rasgados sino redondos. JungKook apartó la vista cuando la maestra estuvo frente a su banca; tenía en su mano varias hojas.
—Entonces, Kookie ¿Qué quieres colorear? —preguntó la señorita Park al momento de poner varias hojas en la banca de JungKook.
Las hojas tenían varios dibujos: conejitos, osos, flores, mariposas y de Iron Man. JungKook al ver la primera y última opción, se le iluminaron los ojos, pero solo podía elegir uno. Ésta es una de esa veces que la decisiones son duras. Pero al final se decidió por el hombre de hierro. Y desde el momento que le dieron su hoja empezó a colorear con los lápices de colores, que le compro su papá antes de entrar a clases. JungKook era muy bueno dibujando y también coloreando, en realidad lo hacía excelente; no se salía de la raya.
Estaba tan concentrado en colorear la armadura en las partes doradas, que se olvidó que tenía un maquiavélico plan que cumplir. Sí no fue hasta que escuchó como el niño de a lado suyo se ponía de pie e iba hacia el escritorio de la maestra Park. JungKook vio el dibujo ya todo coloreado de YoonGi, en realidad le había quedado muy bien coloreada el conejito, pero JungKook no lo admitiría en voz alta. De pronto su vista se fue a la banca donde estaba YoonGi, y ahí vio la bolsa de galletas. Entonces decidió que era el momento de actuar.
JungKook se estiró, sin levantarse de su asiento, tratando de tomar la bolsa. Mientras se estiraba, procuraba de que ni la maestra ni YoonGi le vieran. Pero, con la mano que se estaba sosteniendo de su misma banca, se resbaló y cayó al piso.
Caracoles. Fue lo que pensó al sentir el golpe, pero en seguida se puso de pie. Lo bueno fue que nadie la vio. Cuando de nuevo estuvo en su lugar, quiso hacer otro intento de tomar las galletas pero YoonGi ya se estaba acercando. Y, como si nada, termino de colorear lo que le faltaba de su dibujo.
El tiempo se le iba acabando a JungKook y la hora del almuerzo se iba acercando. Todos los niños terminaron de colorear su dibujos antes de que la campana sonara. La maestra Park le dio la indicación a sus alumnos que podían salir del aula; así, JungKook tomó su almuerzo y se dirigió al patio de la escuela, se sentó en una banca a esperar a su amigo JiMin, que se quedó platicando con un compañero de otra clase.
JungKook, al no poder tocar el asfalto con sus pies, los mueve de atrás hacia delante. Pasaron unos cuantos minutos para que por fin llegara su amigo, pero no venía solo; estaba con el niño de Japón.
—Ya estamos aquí, Kookie. —avisó su amigo.
JungKook solo le sonrió a su amigo. Mientras JiMin tomaba asiento a su lado, JungKook de nuevo intentaba que con su mirada vaporizar al niño de las galletas. YoonGi, al darse cuánta que JungKook le veía, le sonrió, le pareció graciosa su expresión. JungKook apartó la mirada con un adorable sonrojo en sus mejillas.
—Que bonita sonrisa tiene. —se dijo JungKook así mismo, en un murmullo.
JungKook sintió sus mejillas arder, por lo que agachó su mirada, no quería que la vieran así.
—¿Qué dijiste, Kookie? —preguntó su amigo JiMin, quién se encargaba de sacar su almuerzo.
—No, nada. —negó con la cabeza, aún sin levantar la vista.
—Mmmh...—se encogió de hombros la amiga de Kook sin darle importancia, después volteó a ver a su nuevo amigo— ¿Qué fue lo que trajiste de comer, YoonGi?
—Mi mamá me puso de almuerzos un jugo y Dubuseon. —contestó mostrando su alimento.
JiMin solo le sonrió y volteó de nuevo su cabeza, con intenciones de preguntarle a su amigo JungKook, lo mismo. Pero una niña la interrumpió diciéndole que su maestra quería hablar con él, porque había dos dibujos sin nombre y los únicos en su lista que faltaban era él y otro niño. Sin más, JiMin se despidió de sus amigos y se fue corriendo a su salón. YoonGi y JungKook se quedaron ahí viendo cómo JiMin se iba. Kook aún no levantaba su cabeza, pero poco a poco lo fue haciendo.
—Y, ¿Qué fue lo que trajiste de almuerzo? —preguntó YoonGi, intentando iniciar una conversación.
—Un jugo de manzana y Gyeran jjim. —fue lo único que dijo pequeño fanático de Iron Man, para después quedarse callado.
—¿Y tienes galletas? —de nuevo preguntó YoonGi, con una pequeña sonrisa.
—No. —respondió con recelo.
¿A caso le quería restregar en la cara que no tenía galletas, pero él sí?
JungKook frunció el ceño al ver que Min sacaba de su bolsa la última galleta y con una sonrisa se la extendió.
—Toma.
—Gra-gracias, YoonGi. —le agradeció Kook al momento de tomar la galleta.
De nuevo, JungKook sintió sus mejillas arder. Y ardieron aún más al sentir los finos labios de YoonGi sobre su mejilla. JungKook le vio sorprendido y YoonGi de nuevo le dio una sonrisa.
Y, así fue como a JungKook se le olvidó su maquiavélico plan de robar las galletas de YoonGi.
JungKook le devolvió la sonrisa, así haciendo una promesa muda entre ellos dos y su una nueva amistad: nunca faltarían las galletas, además de un sonrojo y un beso después de darlas.
Fin
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