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Ꜥꜥֶָ֢🍪ֶָ֢۫݊˒𐙚 capítulo O5

El ambiente en la mesa donde se encontraban comiendo era muy agradable. Ambos estaban maravillados el uno con el otro y no podían dejar de reír o de contar qué era lo favorito de cada uno.

— Entonces... tus favoritas son de chocolate — Dijo JungKook, limpiándose la boca con una servilleta.

— Sí, mi mamá las hacía solo en Navidad porque decía que eran galletas especiales — Le dio un sorbo a su café — Pero a mí me gustaban mucho, así que un día le robé la receta y empecé a prepararlas yo casi siempre.

— Entiendo, tienes un gusto especial por los postres, Omega — Le sonrió con una mano relajada en la mesa, cerca de la del menor.

— Sí — Hizo una mueca — No puedo evitarlo, son muy ricos.

— ¿Aunque puedan hacerle daño a esa pancita? — Se inclinó un poco y apenas la pinchó. TaeHyung rió y se cubrió para que no le hiciera cosquillas.

— Sí, bueno, ya no los como tan seguido, sé que tengo que cuidarme para no engordar o algo así.

— ¿Qué dices? Eres perfecto, Omega, sea como sea — Declaró, tomando su mano.

El castaño sonrió de lado.

— Tae, no me has hecho pedir esos mochis para que no te los comas — Tomó uno y lo metió a su boca, degustando el sabor — Son riquísimos.

— Uh, estoy muy lleno, Alfa — Acarició su pequeña panza en bultito y se dejó caer de espaldas en el respaldo de la silla.

— Solo uno pequeño, son la gloria.

Le acercó uno a su boca y el castaño, con resignación junto a una pequeña sonrisa, la abrió, mordiendo el mochi y manchando un poco sus labios, mismos que fueron limpiados de inmediato por el Alfa. Era su cosa favorita de ahora en adelante.

— Sí, son muy ricos, Kook.

JungKook se estiró un poco sobre su asiento, ya estaba en total confianza y no se sentía presionado por la presencia de TaeHyung.

— Los pediremos para llevar, ¿bien?

El Omega asintió y ambos se pusieron de pie, esperando un momento a que les trajeran los mochis en una pequeña cajita.

Salieron de ahí, con TaeHyung tomando de la mano al Alfa mientras llegaban al auto. Una vez dentro, empezó a conducir, con el menor platicándole más cosas de su universidad y lo que hacía en su tiempo libre. Por ejemplo, le gustaba tejer gorros y ropa de lana para el invierno, o dibujar cosas y, por supuesto, hacer galletas.

— Hemos llegado — Anunció JungKook, deteniéndose fuera de su casa.

— ¿Tan pronto? — Se quejó el Omega.

— Parece que sí.

Se quedaron en silencio unos segundos, mirando fuera del auto cómo empezaba a oscurecer. Al parecer, no habían llegado tan pronto.

— ¿Te la has pasado bien? — Le preguntó JungKook en un tono bajo.

— Sí, Kook, me gustó salir contigo — Frotó un poco sus manos entre sí — ¿Por qué nunca lo habíamos hecho?

«Porque era cobarde», pensó JungKook.

— No lo sé, pero ya estamos aquí — Le sonrió.

TaeHyung asintió y, momentos después, se bajaron del auto. JungKook acompañó al castaño hasta la puerta de su casa.

— Gracias, JungKook. Espero que salgamos más — Dijo, con un toque nervioso que iba acompañado de un balanceo en su cuerpo.

— Tenlo por seguro, pequeño — Sacó su teléfono y miró a TaeHyung, que lo veía también con curiosidad — ¿Puedo tener tu número?

El Omega asintió de inmediato y le dictó los números. JungKook guardó el contacto como "Tae ♡".

— Te llamaré, y sabrás que soy yo.

— Claro, la esperaré.

Ambos orbes se vieron fijamente, y el mayor carraspeó la garganta. Luego se acercó a dejar un beso en la mejilla del castaño.

— Descansa, Tae.

— Tú también, Kook — Le dedicó una sonrisa y entró a casa con sus mochis en mano.

JungKook cruzó la calle para entrar a la suya también. Su madre ya lo esperaba, cruzada de brazos, con una cuchara de madera en la mano.

— ¿Dónde estabas? — Preguntó, mientras movía su pierna. JungKook nunca la había visto enojada, así que no le tomó importancia a que fuera real.

— Lo siento, mamá, se me hizo un poco tarde y...

— ¡Ni una sola llamada! — Sintió un golpe en su brazo derecho con la cuchara de madera y se quejó.

— ¡Auch! Mamá, lo siento, lo olvidé. Estaba con TaeHyung.

El semblante de su madre pareció relajarse y luego se agachó a recoger la cuchara.

— Oh, eso explica por qué SooJin vino a preguntar por su hijo también — Lo pensó — ¡Pero pudiste avisar! — Volvió a darle un golpe, menos fuerte. Al Alfa le pareció divertido y luego se acercó a besarle la frente.

— Lo siento, mami, no volverá a pasar.

— Más te vale, cachorro — Advirtió — Serás un Alfa mayor y responsable, pero sigues viviendo en mi casa.

— Lo sé, mamá. Ya, lo siento — Dijo, alzando las manos mientras se dirigía a las escaleras — Buenas noches, te amo.

— ¿No cenarás?

— No hoy, vengo muy lleno — Empezó a subir las escaleras.

— ¡TaeHyung no cuenta como comida! — Gritó desde abajo.

— ¡Mamá! — Se quejó, y entró a su habitación, cerrando la puerta y sobando un poco su brazo adolorido.

Se recostó en la cama y buscó en los contactos el número de TaeHyung. Apretó los labios y lo llamó. El Omega tardó unos segundos en responder.

— ¿Sí? — Escuchó su suave voz al otro lado. Sonrió.

— Hola, pequeño.

— ¡JungKook! ¿Ya me extrañas?

— Uff, bastante.

Escuchó una risita al otro lado y luego silencio absoluto.

— ¿Te regañó tu mamá? — Preguntó JungKook, poniendo el altavoz y quitándose su ropa para ponerse pijama.

— Un poco, olvidé avisarle — Casi pudo verlo hacer una mueca.

— Yo igual, creo que se nos fue el tiempo, Omega.

— Lo sé, ¿a ti te regañó?

— Bueno... — Volvió a recostarse bajo las cobijas — Me golpeó con una cuchara.

El Omega rió, y JungKook también soltó una risita.

— Oh, pobre Alfa, ¿te dolió?

— Solo en el orgullo — Bromeó — ¿Por qué? ¿Sobarías mi brazo?

Hubo unos dos segundos de silencio al otro lado y luego un chillido. JungKook frunció el ceño.

— Sí, Kook, sobaría tu brazo.

— Me alegra saber eso. Ojalá me golpee más seguido — TaeHyung hizo un sonido en negación, y Jeon sonrió — ¿Te gustaría que te llevara mañana a la escuela?

— Oh, no, Kook, no es necesario, tú tienes tus clases.

— No es problema, Omega, te lo aseguro.

— Entonces... supongo que está bien.

— Bien — Dijo — Te llevaré siempre entonces.

— Alfa...

— No quiero un no.

— Bieeen.

— Entonces, te veré mañana.

— Por supuesto, a las siete.

— A las siete — Repitió.

Una risita más se oyó, seguida de un bostezo.

— Buenas noches, Alfa.

— Buenas noches, Omega — Colgó.

Se acomodó para dormir, aunque no estaba seguro de poder hacerlo. No podía dejar de pensar en que ese había sido uno de los mejores días de su vida.


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