Capítulo 9
Minho
Las preocupaciones de I.N habían terminado haciéndome sentir culpable. No sabía que el menor se sentía de esa manera desde lo que ocurrió aquel día. Desde luego que lo que le había ocurrido a June no había sido culpa suya, no debería de pensar así. ¿Había sido algo que hubiésemos podido evitar si hubiésemos estado más atentos a nuestro alrededor? Tal vez. Pero, ahora no servía de nada lamentarse. Sentirnos mal no conseguiría que nuestra amiga dejara de ser mujer loba y se convirtiera de nuevo en humana.
De ahora en adelante debíamos ser más cautos para que nada volviera a sucederle y, por descontado, la manada WolfGang pagaría por lo que le habían hecho.
Finalmente, después de caminar por unos diez minutos más, nos detuvimos frente a las grandes puertas de roble de la casa oficial. Changbin fue el encargado de tocar y esperamos a que alguien del interior viniera a recibirnos.
Esperamos pacientes mientras cada uno se perdía en sus pensamientos. Sabía que nos habían hecho venir puesto que el prisionero solo hablaba cuando utilizábamos la fuerza para amenazarlo. Al parecer el dolor le hacía abrir la boca y desembuchar más de lo que le gustaría. La última vez no nos dejó demasiado en claro, pero esta vez no sería igual. Pensaba obligarlo a escupir todos sus secretos, aunque tuviera que desgarrar su piel con mis colmillos.
Noté a Baron sacudirse en mi interior, ansioso. Al parecer el tampoco se lo pensaría dos veces antes de atacar al prisionero de la manada WolfGang. Aun seguía teniendo una cuenta pendiente con él después de que atacara a Innie. La amenaza de Hyunjin pareció calarle bien después de quemarle la espalda con la pared de plata, pero, si volvía siquiera a respirar en su dirección, pensaba arrancarle la cabeza de un bocado.
No debió pasar ni un minuto cuando ambas puertas se abrieron para darnos la bienvenida. Moví mi pie derecho para entrar a la estancia, pero me detuve al ver quien se encontraba frente a nosotros. La verdad me sorprendí bastante. No esperaba que fuera él quien nos abriera las puertas.
—Alpha William —dije antes de que todos nos inclináramos hacia delante en una reverencia.
—Pasad, pasad. No hace falta tantas formalidades. Pasáis tanto tiempo conmigo que ya es como si fuéramos amigos de toda la vida como tu padre —dijo lo último en mi dirección, soltando una sonora risa.
Miré a los chicos y todos le regalamos una sonrisa. Si que era cierto que en el último mes habíamos pasado bastante tiempo en su despacho debido a las amenazas que nos habían hecho llegar los miembros de la manada WolfGang, pero nunca podríamos olvidar que él era nuestro Alpha, nuestro líder, no podíamos simplemente tratarle como a un simple hombre lobo.
—Venid, os llevaré hasta la puerta de las mazmorras.
Pasamos al interior de la casa y el Alpha cerró la puerta una vez estuvimos todos dentro. Sus pasos se encaminaron hacia donde se encontraba la escalera que conducía al piso superior, situada en el lado izquierdo de la casa, pero, en vez de continuar recto y subir por ellas, se desvió unos centímetros a la derecha y pasamos por su costado, introduciéndonos en un gran pasillo sin decoración alguna. Llegamos al final del camino y entonces giramos a mano derecha.
Unos pocos pasos más nos situaron frente a la conocida puerta de pino oscura con varios cierres de metal que evitaban que quien se encontrase recluso en su interior no pudiera salir si no era invitado. Marshall, el guardia que había ido la última vez a buscarnos al despacho del Alpha, se encontraba de nuevo haciendo guardia frente a la puerta. Saludó primero al nuestro líder con una reverencia y luego nos dedicó un leve gesto de cabeza que le devolvimos.
—Mi trabajo termina aquí —nos notificó el Alpha—. Ahora es vuestra tarea tratar de que el prisionero hable.
Me hubiera sentido como si un jefe me estuviese ordenando que debía de hacer mi trabajo para antes de que terminase el día si no fuera porque sabía que sus palabras estaban lejos de sonar duras. Varios miembros de nuestra manada habían tratada por diferentes formas de que el prisionero hablara y, aun haciéndole sufrir, ninguno había logrado que largara nada. Solo cuando reclamó la presencia de Innie y Hyunjin —bueno, tengo la firme teoría de que fue Khazan— lo amenaza, nos dijo algo que, lejos de habernos ayudado al principio, nos dejó más perdidos. Tendríamos que haber sabido interpretar sus palabras, su estúpido juego mental, pero pensamos que tan solo estaba delirando a causa del dolor que la pared de plata le había infligido.
En esta ocasión no sería así. Pensaba analizar cada una de sus palabras con pinzas y lupa. No permitiría que ningún otro error volviera a ocurrir si teníamos la posibilidad de evitarlo.
—Si dice algo importante o que creáis que sería necesario que supiera, no dudéis en subir directamente a mi despacho. Estaré esperando cualquier noticia.
Asentimos con la cabeza y nos despedimos del Alpha con otra reverencia antes de verlo marcharse por donde habíamos venido. Cuando no pudimos escuchar más sus pasos, volvimos de nuevo la vista a Marshall y la puerta que teníamos frente a nosotros.
El guardia no nos dirigió ninguna palabra antes de sacar una gran llave de hierro de su bolsillo y abrirnos las siete cerraduras. La puerta chirrió ante el esfuerzo de que debieron hacer los visillos. Nos dejó el camino despejado para que pudiéramos bajar y así lo hicimos.
Le di las gracias con una leve inclinación de cabeza antes de poner el primer pie sobre el escalón y empezar a descender hasta las claustrofóbicas celdas de arena y plata.
Cuando mis pies llegaron al final de la escalera, saludé al guardia que estaba aguardando por nosotros —y que también resultó ser el mismo de la otra ocasión—. Los chicos fueron llegando uno a uno por detrás de mí y los seis terminamos por reunirnos frente a las primeras puertas.
Lo seguimos a través de decenas de puertas de madera hasta que llegamos a la última de todas. Se giró en dirección a nosotros y empezó a sacar las llaves del llavero antes de detenerse.
—¿Recordáis lo que os dije la otra vez? No os acerquéis a la pared de metal y gritad si necesitáis ayuda e iremos a buscaros —observé los rostros de los chicos viendo que todos asentían con la cabeza. Era imposible que pudiésemos olvidar nada de ese día—. Perfecto. Aquí tenéis también la canica —introdujo su otra mano en el bolsillo de su pantalón y extrajo la pequeña bola. Me la tendió a mi y yo procedí a guardármela en lo que él terminaba de sacar las llaves e introducía la pertinente en la cerradura.
Nos abrió levemente la puerta, permitiéndonos entrar. Esa puerta debía de pesar bastante pues, aunque por fuera pareciera de simple madera, por dentro estaba revestida por metal.
Nos repartimos dentro de la cerrada estancia, rodeando de frente al tipo que se encontraba encadenado frente a nosotros. Se encontraba sentado sobre el suelo a modo de indio, sin llegar a apoyar la espalda desnuda en la pared de metal que tenía detrás. Sus manos, envueltas por guantes de pana, se encontraban sobre sus piernas cubiertas por unos pantalones de lana oscura. Cada una de sus muñecas estaba decorada por unos grilletes que pendían de las argollas que había incrustadas en el metal.
Observé cada una de las heridas que había sobre su piel. Algunas ya habían cicatrizado y debían de ser pasadas, otras rojas y moradas de seguro eran recientes. Su cara no se quedaba atrás. Varios cardenales y heridas resecas estaban repartidas por ella. Un momento de flaqueza me hizo sentir pena por él, pero, luego, el recuerdo de este último mes de tortura mental y la conversión de June a lo que nosotros éramos hizo que una profunda ira se adueñara de mí.
Y esta todavía aumentó más al ver la sonrisa cínica con la que nos estaba observando uno por uno. ¿Se creía que estaba aquí debajo de vacaciones? ¿Necesitaba un par de golpes más para darse cuenta de la posición en la que se encontraba? Por que si era así yo iba a ser el primero en proporcionárselos.
—Podría entreteneros un buen rato hablándoos de lo rico que huele a chocolate vuestro amigo —su mirada se fijó en I.N, posicionado justo a mi derecha—, o ese otro que huele a masa de galletas —mi mirada entonces se trasladó a Felix, quien se encontraba entre Changbin y Han.
Mi primer instinto fue ir hasta mi primo y cubrirlo con mi cuerpo para alejarlo de la vista de este cabrón, pero, antes siquiera de mover un músculo , Changbin ya había llevado a cabo esa tarea por mí. Así que, viendo que Felix ya no estaba a su vista, me deslicé a la derecha y cubrí la figura del menor del grupo, de nuevo.
La escandalosa risa de maniaco del ser que teníamos ante nosotros inundo la estrecha estancia que ya me empezaba a resultar sofocante, y eso que no hacía más que un par de minutos que habíamos entrado.
—Pero iré directo al grano. Estoy seguro de que no habéis venido hasta aquí solo para aseguraros de que sigo con vida —volvió a reírse y, en esta ocasión, me dieron ganas de acercarme hasta él y partirle todos los dientes de un puñetazo. Entonces se puso serio de repente y volvió a hablar—. ¿Cómo fue el encuentro con mi manada? Puedo asegurar que estaban deseando conoceros. Aunque, veo que todos vosotros habéis vuelto de una sola pieza lo cual me decepciona bastante. Esperaba una o dos muertes —sonrió de lado, repasándonos a cada uno de nosotros como si quisiera asegurarse de que, efectivamente, todos habíamos vuelto de una pieza.
Una imagen de June apareció en mi cabeza. Estábamos todos patinando en el lago en un día frío de diciembre. June iba abrigada con su chaqueta de pelo negra, su bufanda blanca y su gorro de la lana a juego. Su negro pelo caía por sus costados con ese brillo único que solo ella tenía y esa hermosa sonrisa suya adornaba su cara llena de pecas. Sus ojos amarillo y azul resplandecían más que nunca mientras nos animaba con sus manos y sus giros sobre el hielo a que nos uniéramos a ella.
La furia brotó en mi y sentí a Baron abriéndose paso en mi mente para tomar el control de mi cuerpo. Mis pies acortaron la poca distancia que nos separaba y, dejando a I.N al descubierto de la mirada de este hijo de puta, cerré mi mano alrededor de su cuello, aplicando la fuerza necesaria para alzarlo al instante del suelo.
—Estoy cansado de ti y de tu puta manada. Vais a terminar todos muertos, ¿me oyes?
Jamás iba a perdonarles por hacer que mi mejor amiga se convirtiera en algo que ella no deseaba. La había visto morir frente a mis ojos sin siquiera poder acercarme a ella para tratar de salvarla y ahora les tocaba a ellos pasar por lo mismo.
Lejos de haber asustado al tipo frente a mí, este sonrió ampliamente, dejando al descubierto la gran mayoría de sus dientes.
—Veo que Jeff ha conseguido su cometido —¿quién cojones era ahora Jeff?—. Vuestras mentes y corazones son demasiado frágiles. Cada uno de vosotros tiene puntos débiles, pero vuestra amiga es la pieza que os une a todos. Ella es quien os vuelve más vulnerables.
Un gruñido afloró de más hondo de mi garganta ante el nombramiento de June. Cerré los ojos durante una fracción de segundos antes de verlo todo con mucha más claridad. Abrí la boca ante la urgencia que tenían mis colmillos por hincarse en algún lugar del cuerpo de este cabrón.
—No te atrevas a hablar de ella como si la conocieras. No sabes nada de ella ni de nosotros.
—Yo no, pero hay alguien a vuestro alrededor que si lo hace.
Mi mente se quedó en blanco ante sus palabras. Era cómo si alguien me hubiese dado un calambrazo, no sabía que decir o hacer. La mano que sostenía su cuello se relajó y el tipo se liberó de mi agarré. Di dos pasos atrás, alejándome de él por si decidía contraatacar, aunque estaba en clara desventaja.
—¿Qué?
El suave murmullo de Han fue todo lo que él necesito para empezar a reírse de nuevo como un completo psicópata. ¿Todos en esa manada estaban igual de mal de la cabeza? ¿Qué coño les pasaba? La risa de este cabronazo me perseguiría en mis sueños por el resto de los días.
—Veo que todavía no os habéis dado cuenta de ello —odiaba que no dijera nada de forma clara.
—¿A que coño te refieres? —la potente voz de Changbin retumbó en la pared metálica frente a nosotros.
Todos estábamos empezando a perder los estribos y no iba a hacerme responsable de los golpes que el gilipollas este pudiera llevarse. Me iba a dar incluso igual si no se podía mover en una semana debido a la paliza que pensaba darle.
—Cuando llegue el momento de revelarse ante vosotros lo descubriréis —dijo con voz cantarina.
Apreté los puños con fuerza a mis costados sintiendo una mezcla de emociones en mi interior. La impotencia que sentía estaba causando que quisiera llorar y a la vez partirle las piernas al desgraciado que tenía frente a mí.
—No trates de jugar con nuestras mentes de nuevo, hijo de puta —di un paso delante de nuevo, listo para estrujar su cuello entre mi mano. Baron había vuelto a la carga y estaba igual de furioso que yo—. Por vuestra culpa nuestra amiga es una de nosotros —esperaba que sintiera la ira en cada una de mis palabras.
La sonrisa que había adueñado su cara durante toda la charla había desaparecido, transformada en una mueca de incredulidad.
—¿Qué quieres decir? Los hombres lobo no pueden convertirse, nacen con ese gen. Y hasta donde nos aseguramos vuestra amiga era una simple humana.
—Tu puto jefe la mató aquella noche y de alguna manera consiguió volver a la vida, pero ahora es mitad loba como nosotros —sentía satisfacción que, por una vez, fuéramos nosotros los que lo hubiéramos pillado por sorpresa. Una sonrisa creció en mi boca al saber cuales iban a ser mis siguientes palabras—. Pero, no te preocupes demasiado —sus cejas se elevaron en una mueca de confusión—. Ella misma se encargó de matar a algunos de los tuyos como venganza. Tu jefe murió esa misma noche de la misma forma en que lo hizo nuestra amiga.
Sentí una inmensa satisfacción adueñarse de mi cuando vi como su rostro se volvía igual de blanco que el papel. Aquella noche June consiguió matar al líder de la manada WolfGang. Hubiera pagado lo que hiciese falta por ver como se estaban manejando el resto de los miembros al estar descabezados.
Entonces otra risa maníaca volvió a inundar la habitación. Mi sonrisa se transformó en una mueca de disgusto al ver que el tipo se estaba doblando por la mitad mientras se desternillaba de la risa. ¿No le había quedado claro que habíamos matado a su jefe? ¿Qué le producía tanta gracia?
—¿De qué mierdas te ríes ahora? —quiso saber Changbin—. ¿Acaso estas sordo y no has escuchado lo que te ha dicho?
Mi autocontrol se estaba yendo a la mierda. Estaba a escasos segundos de estamparle el puño derecho en medio de la cara. Si conseguía que algún diente saltara me llevaría esa satisfacción conmigo.
—El tipo al que matasteis, Jeff, no es nuestro líder, sino su beta —mi cara se descompuso ante su confesión—. Deberíais veros la cara de idiotas que tenéis en estos momentos —siguió riéndose a costa nuestra—. ¿De verdad pensabais que nuestro Alpha se iba a mostrar así sin más, tan solo para asustaros un poquito? En serio chicos, os tomaba por más listos.
Ira, frustración, fracaso, humillación. El coctel de emociones que sentía ahora mismo no podía terminar por causarme nada bueno. Necesitaba salir de ahí o de verdad terminaría por matarlo con mis propios colmillos.
—Se acabó. He tenido bastante de este gilipollas por hoy.
Fui a darme la vuelta para decirles a los chicos que empezaran a caminar hacía la puerta cuando me detuve en seco. Volví a enfrentar al tipo, con su gran sonrisita mirándome. Cerré el puño derecho al tiempo que daba un paso hacia él. Dibujé una trayectoria en horizontal con toda la ira y el resentimiento que sentía en mi interior hasta su cara. Sentí el crujido de su nariz —y juraría que de algo más— bajo mi puño.
El tipo se tambaleó hacia la derecha y terminó cayendo sobre el suelo. Lo vi escupir sangre, y lo que me pareció que fueron dos dientes, al tiempo que introducía la mano en el bolsillo izquierdo de mi pantalón. Sonreí algo satisfecho mientras lanzaba la canica metálica con fuerza hacía la puerta de metal. El sonido reverberó por toda la habitación. No había visto ni siquiera a donde había ido a parar la pelota antes de posicionarme al lado derecho de la puerta.
No tardaron ni medio minuto en abrirnos la puerta y yo decidí que no podía hablar con nadie más el día de hoy. Necesitaba liberar toda esta furia que sentía en mi interior de alguna forma. Ta vez le dijera a Changbin que me dejara utilizar su saco de boxeo del gimnasio de su casa o, tal vez, simplemente le diera un puñetazo a algún pino cuando saliéramos de la casa.
Volvimos sobre nuestros pasos hasta el piso superior sin siquiera despedirnos del guardia que nos había abierto la puerta. Al llegar al final de la escalera tuve que tocar a la puerta con los nudillos para indicarle a Marshall que nos abriera la puerta.
Así lo hizo y pudimos dirigirnos a la salida principal. Podía parecer que éramos unos maleducados por irnos sin despedirnos de nadie, pero solo nosotros habíamos estado ahí abajo escuchando las palabras de ese tipo. Nadie, a parte de nosotros, se sentía como unos completos pringados. Habíamos creído que íbamos, por fin, un paso por delante de la manada WolfGang y nuestras ilusiones nos habían explotado en la cara al comprender que solo habían estado jugando con nosotros.
Estábamos llegando a la puerta cuando escuchamos una voz conocida:
—¿Han? —Marise, su madre, había salido de la cocina común que había justo al lado izquierdo de la salida, frente al enorme salón.
Nos detuvimos en seco. Han se adelantó a nosotros y fue a saludar a su madre con un tierno abrazo. Marise le repartió varios besos por la cabeza y luego agarró las regordetas mejillas de su hijo, regalándole una sonrisa.
—¿Qué hacéis aquí? —su pregunta no solo se dirigió a Han, sino a todos nosotros.
—El Alpha nos citó para sacar información al rehén de la manada WolfGang. Acabamos de hablar con él y ya nos vamos —le informé a grandes rasgos.
—¿Os encontráis bien? Estáis bastante pálidos —que Marise fuera doctora solo significaba que notaba a leguas cuando te ocurría algo.
—Solo necesitamos salir a respirar aire. ¿Podrías decirle al Alpha que volveremos otro día para informarle de todo lo que ha dicho? —le dijo su hijo al final.
Marise asintió con la cabeza, revisando de arriba a abajo que su hijo se encontrara bien.
—Id a casa a descansar, avisaré al Alpha de que ya os vais —asentimos con la cabeza dándole las gracias por hacernos ese favor.
La doctora de nuestra manada soltó los cachetes de ardilla de su hijo y nos acompañó los pocos pasos que nos quedaban hasta la puerta y agarró el pomo, dejándonos el camino abierto.
Me detuve bajo el marco de la puerta al recordar algo.
—Marise, ¿le podría dar al Alpha un mensaje? —la madre de Han asintió, así que le di nuestro recado—. Dígale que el tipo al que June mató aquella noche, el que pensábamos que era su líder, no era más que su beta. Su Alpha todavía sigue por ahí escondido.
La mujer pareció quedarse repentinamente lívida ante mis palabras. Esperé a que se recuperara del momentáneo estupor antes de seguir caminando. Quería alejarme de todo, olvidarme de todos.
Por primera vez en mi vida, desearía ser tan solo un simple humano. No saber nada sobre hombres lobo ni batallas a muerte entre manadas enfrentadas.
Quería ser un simple chico con sus problemas normales. Pero por más que lo deseara nada cambiaría lo que era en realidad: un hombre lobo.
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