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Capítulo 7

June

Todos creemos que nuestro mundo es el único que existe. Tranquilo, normal, pacifico. Las películas no eran más que eso, películas. Todos soñábamos con recibir nuestra carta de ingreso a Hogwarts por lechuza mensajera, tener un romance como Bella lo tenía con Edward, un vampiro, o con Jacob, un hombre lobo que siempre paseaba sin camisa. Pero, cuando descubres que todo esto podría ser más cierto de lo que soñábamos no sabes cómo aceptarlo.

Las historias sobre chupasangres y personas que se transformaban en animales siempre habían sido mitos o cuentos que se les contaba a los niños para que se fueran a la cama, pero, con cada palabra que escuchaba del hombre sentado frente a mí, mi mente generaba más y más preguntas. Y, por encima de todas ellas, el mismo pensamiento me rondaba la mente. ¿Cómo era posible que nunca hubiera notado que mis amigos escondían tan gran secreto cuando nos pasábamos la mitad del día juntos? Ellos siempre habían sabido lo que eran y este descubrimiento había puesto toda vida del revés. Ya nada era cómo yo lo creía.

—Nuestra historia tiene dos versiones: la que suelen dar en cualquier libro de mitología y la que nosotros conocemos. La primera de ella nos habla sobre un hombre, perteneciente a la familia Anteo, que fue seleccionado por la diosa Luna y fue llevado a un lago en Arcadia, una región de Grecia en el Peloponeso. Allí se despojó de sus ropas y nadó a través del agua cristalina del lago cuando la luz de la luna se reflejaba en él. Cuando salió de allí, se llevó a cabo su transformación en lobo y tuve que vagar él solo en esa apariencia durante nueve años hasta que la diosa Luna volvió a otorgarle su apariencia humana, permitiendo que pudiera volver a la forma lobuna a su antojo —recordaba haber leído esa información por internet cuando era más pequeña y sentía curiosidad por cómo era posible que Jacob, el protagonista de Crepúsculo, se transformara en un lobo de casi dos metros—. Pero, la verdadera historia, es muy diferente a lo que cuentan. En una noche de Luna llena, un pequeño niño se perdió en los bosques de Rumania. Desolado, pidiendo ayuda a gritos, y con la única compañía de una inmensa luna blanca resplandeciendo en el cielo, la diosa Luna se apiadó del pobre niño y le otorgó las habilidades de los lobos para poder guiarse entre la maleza para poder encontrar el camino de vuelta a casa. Con el paso de las lunas llenas, el pequeño niño fue descubriendo que no solo tenía mejores sentidos y se sentía atraído por el resplandor de nuestro satélite natural, sino que su cuerpo estaba sufriendo cambios que nadie comprendía.

>>Sus padres lo llevaron al médico y descubrieron que su ADN había mutado y había nuevas células que ningún doctor sabía explicar de dónde provenían ni como se habían formado. En su decima luna llena su cuerpo empezó a dolerle y, angustiado por que nadie pudiera encontrar una explicación a lo que le estaba sucediendo, salió de su casa y volvió a internarse en el bosque, donde llevó a cabo su transformación a lobo siendo velado por la diosa Luna. A medida que creció el niño, sus padres decidieron que lo mejor era mudarse donde nadie los conociera y se trasladaron a Europa. Allí conoció a una chica por la que se sentía fuertemente atraída y, con el paso de la relación y con él ocultándole siempre lo que era, antes de su boda el chico decidió sincerarse y contarle lo que le ocurría. El chico le mostró su forma lobuna y la chica, en lugar de mostrarse horrorizada y huir de él, hizo algo que le dejó estupefacto. Ella también se transformó en una gran loba. Ambos chicos volvieron a sus cuerpos humanos y contaron su versión de la historia. Se sorprendieron al saber que el mismo día que uno se perdió en el bosque, también lo hizo el otro. La diosa Luna les había otorgado el mismo regalo y había unido sus destinos, sabiendo que tarde o temprano terminarían encontrándose y unirían sus vidas por medio de lo que nosotros llamamos la pareja destinada o el mate.

>>Después de su boda, la chica quedó embaraza y cuando el niño nació y llevo a la edad de 10 años, empezó a sufrir los mismos cambios por los que sus padres pasaron. Y cuando vieron que las nuevas células que ellos tenían en el cuerpo y que les permitía transformase en lobos se podía transmitir a sus hijos se sorprendieron. La diosa Luna no solo les había otorgado las habilidades de transformarse en lobos y mejorar sus sentidos, sino que tenían el don de crear una nueva raza que conviviría con los humanos. Así fue como, generación tras generación de la familia Warethorne y sus viajes alrededor del mundo por encontrar a su alma gemela, nuestra raza surgió en los siete continentes.

Tanto los chicos como yo habíamos estado escuchando toda la historia en completo silencio. Al parecer ellos tampoco tenían idea de cuál era su origen.

Me pareció romántico que dos niños, bendecidos el mismo día por el don de cambiar de forma, se hubieran encontrado con el paso de los años en otro país. Siempre había escuchado decir que en la cultura japonesa era común y popular la leyenda del hilo rojo del destino. Un pequeño cordón escarlata ataba tu destino al de tu alma gemela, a quién podías llegar a encontrar con el paso del tiempo o no. Era fascinante que la comunidad de hombres lobo también tuvieran este tipo de leyenda, aunque algo me decía que la suya era más fuerte que la que la cultura asiática indicaba. Aquel niño se sintió fuertemente atraído por la que se convirtió en su compañera de vida.

—Siempre nos hemos mantenido ocultos de la sociedad para evitar que, con los avances de la medicina actual, puedan descubrir a que se debe nuestras nuevas células que nos permiten transformarnos en lobos. Pero, ese no es el único motivo por el que nos mantenemos ocultos, también por el miedo a las reacciones de la gente. Siempre tememos a lo desconocido y no sabemos que podrían llegar a hacernos si se enteran de nuestras habilidades. Debido a todo esto, surgió lo que nosotros llamamos el código de las manadas.

>>Ahora eres una de nosotros y, por tanto, tienes el deber de mantener también a salvo el secreto de cualquiera que no pertenezca a nuestro mundo.

Lo cual significaba ocultarles a mis padres quien era ahora. En esta ocasión, me alegraba que mis padres no vivieran conmigo sino en la ciudad. Sería más fácil de esconder puesto que solo hablábamos cada tanto tiempo por llamada. Así tendría tiempo también de conocer este nuevo mundo y todas sus normas.

—Antes de explicarte lo siguiente, me gustaría saber quién se encuentra en tu interior. Cual es el nombre de tu loba —se interesó. Me había desconcertado bastante que no me preguntara nada sobre mi después de que le contara todo lo que había ocurrido aquel día y el hecho de que ahora era una loba.

—Su nombre es Accalia. Cuando nos conocimos aquella noche me dijo que era hija de la diosa Luna.

Todas las miradas de los chicos se volvieron en mi dirección, sorprendidos por esta nueva información. Los observé con cara de no entender que les sucedía.

—June —mi vista se dirigió al frente, al hombre de nombre William, que estaba sentado frente a mí—. Me gustaría que no te alteraras por lo que te voy a decir. Me gustaría ocultártelo y decírtelo más adelante, pero creo que debes estar preparada para lo que vendrá.

Sus palabras no consiguieron el efecto que el deseaba, sino que consiguieron que me pusiera nerviosa. Todos mis músculos se tensaron e, inconscientemente, arrugué los dedos de los pies dentro de las zapatillas.

—Según está escrito y recogido en el código de las manadas, la próxima generación de la familia del Alpha, es decir, la mía y de Annabeth, no serán los próximos Alpha de la manada una vez yo no pueda ocupar el cargo. Según las normas, una descendiente directa de la diosa Luna es quien tomará las riendas —era como si mis oídos se negaran a escuchar sus palabras, mi cerebro tampoco parecía estar procesando nada de lo que decía William—. Y esa, querida June, sois tú y Accalia. Vosotras seréis las nuevas Alpha una vez yo no pueda seguir con el cargo o algo malo me ocurra.

El tiempo pareció congelarse a mi alrededor. Nadie decía nada ni se movía. Tan solo se escuchaban nuestras respiraciones en la habitación. Mi cerebro tan solo repitió las mismas palabras en bucle: nuevas Alpha. ¿Yo? Es decir, ¿nosotras?

Abrí la conexión con Accalia.

<<¿Tú lo sabías?>> fue lo único que pude preguntarle.

<<Algo me comentó Luna, pero no esperaba que nos lo confirmaran tan pronto. Hace tan solo una semana que te has convertido, pensaba que tendría más tiempo para ir comentándotelo>> cerré la conexión después de su confirmación.

—¿Qué? —los chicos y yo nos leímos la mente y formulamos la misma pregunta a la vez.

—Hablaremos de ello más adelante, pero quería que lo supieras. Tanto a Annabeth como a mí, nos gustaría empezar a prepararte para que puedas asumir el cargo en cualquier momento. Nunca sabemos cuando las cosas se pueden torcer y así nos aseguraríamos de pasarte nuestros conocimientos antes de que algo ocurriera. Pero ya hablaremos de este asunto más adelante, no quiero saturarte con tanta información ahora.

Había tantas cosas que no entendía. ¿Por qué yo debía asumir el cargo siendo una recién convertida cuando ellos eran hombres lobo de nacimiento? ¿Por qué el código de las manadas era tan importante para ellos?

—¿Qué es exactamente el código de las manadas? —me decidí a preguntar antes de que la cabeza me explotara por tanta información.

William se levantó de su asiento y nos indicó que nos diera un minuto. Rodeó el blanco sillón y se dirigió al ala derecha de la habitación. Llegó frente a la pintura de los lobos aullándole a inmensa luna blanca. Agarró el marco dorado por la parte derecha y tiró de ella hacia atrás, como si quisiera arrancarla de la pared. Resultó que la pintura no era más que el escondite de una pequeña caja fuerte. Introdujo la combinación de números para desbloquearla y la puerta metálica se abrió con un leve "click".

De su interior William sacó lo que parecía un antiguo libro marrón. Cerró la caja fuerte y devolvió la pintura a su sitio. Volvió a tomar sitio frente a mi y depositó el tomo sobre sus piernas, acariciándolo su cubierta con mucho cuidado.

—El código de las manadas es un antiguo libro que las primeras manadas de todo el mundo escribieron. Cuenta nuestra historia, se recogen las normas básicas para vivir en comunidad y que no haya ningún problema, y donde está escrito nuestro código —agarró el libro con ambas manos y me lo tendió. Lo acogí agradecida por poder observarlo con mis propios ojos. Amaba los libros antiguos y, como pude comprobar al observar los bordes de las hojas, este era uno de ellos—. Puedes echarle un ojo y preguntarme cualquier duda que te ronde por la cabeza.

Pasé primero la mano por la portada, notando que las letras que formaban el título "El código de las manadas" estaba escrito con letras doradas en relieve. Abrí el libro, de forma cuidadosa, por la primera página. El libro parecía tener más de cien años por lo que no quería tocarlo demasiado para no romperlo ni contribuir en su deterioro.

Navegué entre sus páginas admirando la elegante letra cursiva de la persona que lo había escrito y captando cada detalle de los dibujos que adornaban sus páginas. Llegué ante una de las páginas de la mitad, donde el título rezaba "El código de las manadas". Había dos páginas escritas y con el texto ubicado en medio de cada una de ellas. Lo leí atentamente:

Protege a tu familia.

Honra a los más ancianos.

Enseña a los más jóvenes.

Se fiel a tus amigos.

Trabaja en equipo.

Expresa tu opinión de forma respetuosa.

Mantén tu posición siempre.

Juega mientras puedas.

Siempre deja tu marca.

Y, sobre todo, siempre guarda el secreto.

Lo leí varias veces, quedándome con todas y cada una de las palabras. Muchos de los puntos los llevaba grabados a fuego en mi cabeza: protege a tu familia, se fiel a tus amigos. Para mi ambos eran los más importantes y que siempre había tratado de cumplir. Estaba protegiendo a mi familia de sangre de mi nueva yo y había querido proteger a mis amigos ofreciéndome a morir por ellos, al igual que ellos se habían querido sacrificar por mí.

Pero, tenía algunas dudas en cuanto alguno de los puntos como era el penúltimo: siempre deja tu marca. ¿Qué quería decir eso? ¿Debía marcar el lugar por donde habíamos venido? Esperaba que no se estuviera refiriendo a eso que hacían los perros de marcar su territorio miccionando en el lugar.

Alcé la vista del libro, lista para dejar salir todas mis preguntas, pero entonces el sonido de un teléfono sonando hizo que volviera a cerrar la boca. William se disculpó con nosotros y se levantó de su asiento para ir a su escritorio a coger el teléfono. Respondió a la llamada bajando la voz.

Queriéndole dar algo de intimidad me giré hacía los chicos.

—¿Vosotros habíais leído este libro? —les pregunté en voz baja, no queriendo molestar tampoco a William.

—No nos hizo falta. Nuestros padres ya eran miembros de la manada cuando nosotros nos convertimos. Nos dieron la charla típica que se les da a los niños sobre la sexualidad, pero en este caso relacionado con nuestra especie —dijo Minho queriendo sacarle el lado gracioso a la situación—. Todos los hombres lobo conocen todo lo que está escrito en ese libro. Normalmente se guarda a buen recaudo para que las próximas generaciones puedan consultarlo en el caso de que nadie les pueda instruirlos.

Asentí con la cabeza a sus palabras. Estaba claro que ninguno de mis padres podía enseñarme ni explicarme nada sobre este mundo que ellos desconocían —y que esperaba que siempre lo hicieran—.

William se despidió de la persona al otro lado del auricular y depositó de nuevo el teléfono sobre el mueble. Se dio la vuelta y se dirigió de nuevo a nosotros.

—Lo lamento mucho, chicos, pero debo encargarme de unos asuntos importantes —sacudí la cabeza, indicándole que no había ningún problema. Era el jefe de la manada, era normal que estuviera muy ocupado. Ya había hecho bastante con haber hecho algo de tiempo para explicarme todo.

Me levanté del asiento, lista para devolver el libro sagrado de su manada, pero me detuvo antes de llegar a hacerlo.

—Puedes llevártelo a casa y leerlo con tranquilidad. Estoy seguro de que después de haberte explicado toda nuestra historia y enterarte de cual será tu posición en el futuro, sigues teniendo muchas dudas y tal vez leer el libro pueda solucionar alguna. Si no, algo me dice que los chicos estarán encantados de resolverlas por mí —mis amigos asintieron con la cabeza confirmando sus palabras.

Le agradecí por habernos recibido y por el libro, asegurándole que se lo devolvería en cuanto terminara de echarle un ojo. Los chicos se despidieron también de él con una inclinación de la parte superior del cuerpo y me pregunté si yo debería hacer lo mismo.

Al final I.N, Han y Hyunjin se dirigieron hacia la puerta, así que los seguí sin hacer ninguna reverencia. Estábamos listos para irnos, pero el Alpha William les pidió que se acercaran un momento para decirles algo. Me acerqué todo lo que pude hasta pegarme a la puerta para dejarles algo de intimidad. Estaban hablando en susurros, pero con la nueva habilidad del super oído podía captar algunas palabras. No queriendo entrometerme en sus asuntos —puesto que si no me habían incluido en la conversación sería por algún motivo—, me centré en observar la portada del libro de cuero marrón con letras doradas que tenía entre las manos.

Tanto la esquina superior como la inferior estaban algo dobladas por el paso del tiempo y las hojas —que en su tiempo debieron ser blancas— se encontraban amarillentas y sus esquinas estaban arrugadas.

Me perdí en el tiempo admirando el volumen entre mis manos que no me di cuenta cuando los chicos terminaron de hablar y se plantaron frente a mí. Al tener la vista enfocaba hacia abajo, solo me di cuenta de sus pies cuando fui a cambiar de página y entonces alcé la mirada. Me estaban observando con una gran sonrisa y sentí que los colores me subían a las mejillas.

Cerré el libro y abrí la puerta, dejando que los chicos salieran primero. Me volví a despedir de William, recibiendo una sonrisa de su parte y entonces cerré la puerta.

Volvimos por el camino por le que habíamos subido hasta la puerta principal. En esta ocasión no pude encontrar a Marise para despedirme de ella. El hombre que nos había abierto la puerta cuando llegamos nos dejó salir y se despidió de nosotros, cerrando la puerta tras nosotros. Estaba verdaderamente encanta de que todos en esta manada fueran tan amables y amigables. ¿Estarían todos al tanto de la forma en que me había convertido en una de ellos?

En esta ocasión, todos volvimos caminando a través de la nieve y la inmensa cantidad de pinos y abetos nevados. El camino se me hizo cortó mientras hablábamos sobre trivialidades y admiraba todo el paisaje de nuevo, sosteniendo contra mi pecho el libro.

En pocos minutos llegamos a la entrada sudoeste del pueblo. Me había sorprendido porque el lugar por el que se llegaba a la manada estuviera justo al final de la calle donde se encontraba mi casa y nunca hubiera visto a los chicos pasar por aquí nunca.

Me acompañaron hasta mi casa y me despedí de ellos esperando poder verlos este fin de semana para hacer cualquier cosa. Los chicos me dijeron que mañana estaban ocupados, pero que sin ningún problema podríamos vernos el domingo para una sesión de películas o cualquier cosa que me apeteciera hacer.

Cerré la puerta tras de mi una vez dentro de mi casa y me dirigí directamente a mi habitación. Sentía que me iba a explotar la cabeza con todas las preguntas que se iban formulando una tras otra.

Entré en mi habitación y dejé el libro sobre el escritorio. Ya lo leería mañana, ahora mismo lo único que necesitaba era dormir y dejar que mi mente descansara por unas horas.

Recosté la cabeza sobre la almohada y me tapé con las sábanas y las mantas. No debieron pasar más de treinta segundos antes de que mi cabeza desconectara del mundo real y me transportara al de los sueños donde una gran loba blanca me estaba esperando.

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