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Capítulo 6

June

El viaje sobre Hyunjin en su forma lobuna se me hizo tan corto, que fue cómo si estuviese viendo un fotograma. Incluso creí que había soñado aquel maravilloso paisaje de árboles nevados. Pero el intenso y embriagador olor a cítricos me recordaba que nada de todo aquello era un sueño. Mis amigos eran hombres lobo y yo también. La realidad podía llegar a abrumar en algunas ocasiones.

Los pasos acelerados de Hyunjin empezaron a reducir su velocidad. Alcé la parte superior de mi cuerpo, incorporándome sobre el lomo del animal, observando que habíamos llegado a otro claro, este muchísimo más grande.

Cuando mi amigo por fin se detuvo, inclinó su cuerpo hacia el frente, permitiéndome bajar con mayor facilidad de encima de él. Mis pies se hundieron en la capa de nieve que cubría lo que debía ser la verde hierba.

Observé el abierto cielo azul cubierto por algunas nubes blancas. Me maravillaba aquella escena típica de película. Nunca había estado en un sitio como este, rodeada por tanta naturaleza. Aunque, ahora que lo pensaba bien, sí que había estado en este sitio antes. Pero no reparé demasiado en él, puesto que pensé que me había secuestrado al no identificar el lugar en donde me encontraba. Pero, ahora que tenía la opción de inspeccionar cada rincón podía jurar que se iba a convertir en uno de mis lugares favoritos.

Bajé la vista al frente y observé una gran casa —aunque más bien parecía una mansión— construida con madera de abeto y decorada por grandes enredaderas que colgaban del tejado y de algunos de los balcones que alcanzaba a ver. ¿Era ahí a donde nos dirigíamos?

Me di la vuelta hacía mis amigos para preguntarles. Me extrañé al ver que todavía se encontraban en sus formas lobunas. ¿Por qué todavía no se habían transformado? Oh. Me di cuenta entonces. Todavía llevaban sus ropas amarradas a sus lomos como si fueran mochilas.

Encaminé mis pies hacia cada uno de ellos, deshaciendo el firme nudo que había hecho con las mangas de sus chaquetas y deposité cada montón de ropa frente a ellos. Luego me quité la ropa de Hyunjin de mi espalda y se la dejé a su alcance.

Me quedé observándolos, esperando curiosa por ver cómo sería su vuelta a sus cuerpos humanos. Se me hizo raro pensar en aquellas dos últimas palabras. Cuerpos humanos. Siempre había creído que todas las personas sobre la faz de la tierra eran simplemente eso, humanos. Nunca había creído que existieran esas clases de criaturas que solíamos ver en las películas. Hombres lobo, vampiros. ¿Existirían también los brujos y las sirenas? No tenía la menor idea.

Al ver que los chicos seguían observándome atentamente me pregunté si les ocurría algo. Entonces recordé que me habían dicho que cuando se transformaban únicamente conservaban la ropa interior. Sentí un intenso calor en las mejillas y automáticamente me di la vuelta, dándoles algo de intimidad.

No entendía porque me daba tanta vergüenza verlos en ropa interior cuando ya los había visto en bañador cada vez que íbamos al lago en verano. Tal vez fuera porque sabía que, aunque se parecieran no era lo mismo o, tal vez, aquellas palabras que me dijo mi madre en nuestra última llamada me habían calado más de lo que habría esperado: "no me dirás que no te interesa ninguno de ellos". Tal vez, mi madre tenía mucha más razón de la que yo había quería admitir y eso me abrumaba.

Escuché el roce de la ropa al ser movida. De momento, una pregunta curiosa asoló mi mente. ¿Siempre se desnudarían donde algún otro miembro de su manada pudiera verlos? No sabía con exactitud cuánta gente acudiría a este lugar o cuando lo hacían, pero ¿en algún momento habría llegado alguien y los había descubierto medio desnudos o ellos se habían encontrado a otro miembro vistiéndose? Había muchas cosas que desconocía sobre este mundo, sus costumbres y normas.

—¿Lista? —preguntó Minho situándose a mi derecha.

¿Sinceramente? No estaba segura de si lo estaba. Una parte de mí quería entrar en esa casa decorada con enredaderas y descubrir todas las respuestas a la incontable lista de preguntas que se habían acumulado en mi mente en los últimos días, cuando desperté y descubrí que me había convertido en un ser sobrenatural. Pero, la otra parte de mí quería echar a correr por donde habíamos venido y esconderse en su casa. Sabía que si entraba por esas grandes puertas tan solo me reafirmaría que todo esto era real y nada volvería a ser como era antes.

Mis amigos.

Yo.

El mundo a mi alrededor.

Nunca volvería a concebirlo todo cómo antes.

—Sé que estás abrumada en estos momentos —la mano de Minho se unió a la mía en una muestra de apoyo y cariño que, sinceramente, necesitaba en estos momentos. Amaba a mi mejor amigo por ser capaz de intuir lo que se me pasaba por la cabeza sin tener que exteriorizar mis temores en voz alta—, pero nosotros estamos contigo. No tienes que pasar por esto sola, nosotros te ayudaremos.

Volví la cabeza a mi derecha, observando la gran sonrisa que Minho me estaba dedicando. Sentí como de repente mis ojos empezaban a picar. Estaba segura de que me iba a poner a llorar. La mezcla de sentimientos y pensamientos que me estaban asolando eran demasiado para cargarlos yo sola.

Sentí una solitaria lágrima abandonar mis ojos sin permiso. Minho utilizó su otra mano para eliminar su rastro y luego me atrajo hacía su cuerpo, envolviéndome entre sus brazos. El tranquilo olor a lavanda que manaba de su cuerpo, junto con la familiaridad de su abrazo, consiguió que mi mente se quedara en blanco. Era increíble como una persona indispensable en tu vida conseguía borrar tus problemas de un plumazo solo con una muestra de afecto, aunque fuera durante unos momentos.

Sentí más brazos envolviéndonos y cuerpos pegados a los nuestros. El resto de los chicos se habían unido a nuestro tierno e inesperado momento. Una sonrisa se adueñó de mi rostro y se intensificó cuando escuché a los chicos susurrarme:

—Nunca estarás sola.

🌕🌗🌑🌓🌕

Estaba segura de que tan solo habían pasado unos segundos desde que nos habíamos envuelto en ese abrazo, pero me habría gustado permanecer de esa manera para toda la vida. Eran pocos los momentos como este que compartíamos todos juntos y quería atesorarlo en mi memoria por siempre. Si supiera dibujar igual que Hyunjin tal vez al llegar a casa me habría puesto manos a la obra y habría plasmado ese momento en un lienzo. Tal vez se lo podría pedir a él, pero estaba segura de que ya estaba bastante agobiado con la cantidad de dibujos y pinturas que le pedían en las clases de arte en la universidad. Tendría que conformarme con rememorarlo en mi cabeza.

Finalmente encaminamos nuestros pasos hacía las grandes puertas de madera que quedaban justo frente a nosotros. Minho, Han y Changbin iban a la cabeza y el resto de los chicos se habían posicionado a mi alrededor. Me habían rodeado como si fueran mis guardaespaldas y estuvieran tratando de protegerme de cualquier cosa.

La verdad, estaba nerviosa por conocer al jefe de su manada. Según me había aprendido de tanto ver las películas de Crepúsculo, en las manadas siempre había alguien que mandaba y se encargaba de organizar al resto de los miembros.

Nos quedaba lo que supuse que sería un metro de distancia, cuando una de las puertas se abrió. Vi salir a un chico de más o menos nuestra edad. Me detuve en seco al reconocer de quien se trataba. Los chicos también se habían detenido al verlo.

Sus largas piernas lo encaminaron hasta donde nos encontramos, parándose justo frente a Minho y saludándolo con un masculino choque de manos.

—¿Qué pasa chicos? —saludó al resto. Al parecer no había reparado en mi presencia, oculta tras la ancha espalda de mi mejor amigo—. ¿Qué hacéis por aquí?

—Lo mismo te íbamos a preguntar —le respondió Changbin.

—Acabo de terminar mi patrulla por los alrededores. Al parecer la manada WolfGang sabe ocultarse demasiado bien, ni siquiera hemos sido capaces de captar algún aroma diferente o que pudiera caracterizarlos —por algún motivo todos mis músculos se tensaron ante la mención de ese nombre—. ¿Y vosotros?

—Venimos a hablar con el Alpha —contestó escuetamente Han.

—¿Con el Alpha? —se extrañó—. ¿Ha ocurrido algo más?

—Tan solo vamos a presentarle formalmente a la nueva miembro de nuestra manada, creo que necesita explicarle muchas cosas sobre nuestro mundo —le amplió la información Minho.

Había permanecido callada durante toda su conversación. Todavía no podía procesar que los chicos de verdad lo conocían más de lo que pensaba. Varias incógnitas empezaron a tener respuesta en mi cabeza.

—¿Tenemos nuevo miembro en la manada? ¿Cómo es que nadie me había avisado? ¿Está aquí? ¿La conozco? —una retahíla de preguntas escaparon por su boca en menos de diez segundos. Vaya, desde luego este chico podría convertirse en rapero viendo la velocidad a la que hablaba.

Entonces Minho, Han y Changbin se apartaron de delante mía como si fueran puertas correderas y me dejaron a la vista del chico de intensa mirada verde. Me volví a perder en ella al igual que me había pasado aquel día. Sus ojos se abrieron de par en par al verme escondida entre los chicos. Lo saludé con una pequeña sonrisa, sintiéndome igual de estupefacta de verlo.

—¿Junibel? —mi nombre salió de sus labios como si no se creyera que aquello era real. Aunque, la verdad era que ni yo misma me lo creía. ¿Cómo no me había dado cuenta de ello? Cuanto más lo pensaba más me daba cuenta de lo obvio que había sido.

—Hola... —dejé en el aire el saludo al ver que él si sabía mi nombre, pero yo no conocía el suyo.

—James —me hizo saber una vez se recuperó del shock de verme junto con los chicos—. ¿Tú eres la nueva miembro de nuestra manada? Pero ¿cómo? —sus ojos se desviaron de mi hacia los chicos, esperando una respuesta.

—Es una larga historia y nos están esperando. Otro día te ponemos al día —le aseguró Minho.

—Más os vale —soltó James con una sonrisa, mientras se apartaba de nuestro camino—. Nos vemos en la universidad.

Nos despedimos de él y seguimos nuestro camino. Llegamos ante las inmensas puertas de roble oscuras. Changbin fue el encargado de tocar varias veces. Ante nosotros apareció un hombre, de seguro en su cuarentena, que nos permitió el paso al reconocer a los chicos. Di un paso en el interior de la estancia y de seguro mi cara debió parecer un cuadro al maravillarme ante la hermosa decoración de todo el lugar.

Frente a mis ojos se hallaba una inmensa sala de estar repleta de cuatro enormes sofás de color ceniza que contrastaban con un par de sillones blancos individuales. ¿Cuánta gente vivía en aquel lugar para haber tantos asientos? En medio de los muebles había una gigantesca mesa baja de cristal. La maravillosa lampara de araña, decorada con al menos una docena de luces, fue la que captó por completo mi atención. Admiraba cómo la gente era capaz de crear tan fabulosas piezas. Además de ello, todo el techo del interior se encontraba sostenido por enormes vigas de madera atravesadas, que servía de sustento de la planta superior.

Di un paso al frente, captando cada detalle de aquella gigantesca estancia. Frente a nosotros pude observar una inmensa chimenea de piedra, con fuego prendido, que calentaba todo el lugar. La pared detrás de la que se encontraba esta era completamente de cristal, por las que podías quedarte embelesado observando el paisaje natural nevado. Mi vista se desvió a ambos lados de la chimenea, viendo que la cristalera contaba con dos puertas correderas.

Los chicos pasaron junto a mí, dirigiéndose a la izquierda, así que los seguí mientras seguía empapándome de la arquitectura y decoración del interior de lo que ya me empezaba a parecer una mansión.

Pasamos junto a una gran mesa de madera de roble de veinte comensales —por las sillas que conté—. Bordeamos un enorme abeto que mágicamente creía dentro de la casa sin llegar a perforar el altísimo techo. Subimos los escalones de madera hasta llegar al piso superior. Me decepcionó un poco el solo encontrar un corredor en ambas direcciones y muchísimas puertas que debían conducir a diferentes habitaciones.

Tomamos el corredor de la derecha y, mientras avanzábamos en completo silencio, observé toda la sala principal de nuevo. Tenía claro que, quien hubiera decorado este lugar, se había licenciado en decoración de interiores. Esperaba que alguien pudiera darme el contacto del interiorista para poder contratarlo en un futuro para decorar mi casa.

Nos detuvimos al final del pasillo, frente a la última de las puertas. Minho fue el encargado de llamar y estuvimos esperando hasta que la puerta se abrió. No estaba segura de a quién estaba esperando encontrarme, pero de seguro no había sido a la madre de Han. Recordando aquel día que me desperté sin saber dónde estaba, ella había parecido frente a mí.

—Hola chicos —nos saludó con una sonrisa antes de acercarse a su hijo, estrujarle las mejillas y darle un escueto beso en cada una de ellas. Cuando se apartó de Han, su vista calló sobre mi—. ¿Cómo te encuentras cariño?

—Supongo que mejor —le dije sinceramente—. Todavía se me hace demasiado extraño aceptar todo lo que está ocurriendo.

—Oh, cariño. Te acostumbrarás pronto —abrió sus brazos y me envolvió entre ellos, dándome un tierno abrazo. No reaccioné de forma inmediata, pero cuando lo hice recosté mi cabeza sobre su hombro y me dejé envolver por la muestra de cariño. En ese momento más que nunca hubiese deseado que mi madre estuviera en casa conmigo y me dijera que todo estaría bien. Marise se apartó de mí, pero su mano ascendió hasta mi cabeza, acariciando mi pelo—. Si necesitas hablar en cualquier momento o simplemente un abrazo, ya sabes dónde encontrarme.

Le agradecí por su preocupación y le aseguré que la buscaría si lo necesitaba. Marise se alejó entonces de nosotros tras despedirse con otra amable sonrisa. Me giré en dirección a Han, preguntándole con la mirada porque su madre se encontraba aquí. En pocas palabras me explicó que era una de las doctoras oficiales de la manada, a lo cual me sorprendí. Sabía que Marise trabajaba como jefa supervisora en el hospital de Nueva Orleans, la ciudad que teníamos a unos pocos minutos en coche, pasando el lago al que nos encantaba ir, pero no tenía la menor idea que trabajaba por partida doble también aquí.

Luego de nuestra pequeña charla de dos frases, todos pasamos al interior de la habitación. Descubrí que se trataba de un despacho.

Nos detuvimos justo detrás de la puerta, por lo que pude tener una visión general de toda la estancia. Casi podría asegurar que la persona encargada de la decoración de la planta principal también había hecho un grandísimo trabajo con esta habitación.

El despacho era más grande de lo que había esperado al ver que nos dirigíamos a la habitación más apartada de toda la planta, pero, como decían, nunca debes juzgar un libro por su portada. Qué razón tenían esas palabras. La decoración interior tenía un toque barroco con al menos una decena de armarios en madera oscura donde en parte superior podías ver los objetos que reposaban sobre las baldas ya que, en vez de tener puertas sólidas, estaban cerradas por cristal, lo que las convertía en estanterías. Entre medio de dos de ellas, había un cuadro de varios lobos aullando a una inmensa luna blanca que ocupaba casi toda la parte superior. El marco dorado que lo guardaba daba un buen contraste con el color de todos los muebles.

Justo frente a nosotros había un gran escritorio lleno de papeles, una lampara negra y un portátil. Debajo de este había una alfombra redonda que combinaba una gran gama de colores magenta, negro, blanco y dorado.

El hombre que había sentado tras él, en la silla, estaba lejos de parecerse a la persona que había esperado encontrar. Debía rondar la mitad de la cuarentena, pero si me hubiesen dicho que estaba a punto de cumplir la treintena también me lo habría creído. Sus grandes ojos marrones nos estaban observando uno por uno. Tenía el pelo oscuro, peinado hacía detrás, y una incipiente barba oscura endurecían sus facciones. Me habría sentido cohibida ante el aura de respeto, liderazgo y fuerza que transmitía.

—Veo que habéis venido todos —puntualizó con una gran sonrisa—. Por favor tomad asiento —nos indicó señalando a nuestra izquierda.

Giré la cabeza en esa dirección, pudiendo distinguir un gran sofá de cuero negro en forma de L, frente al cual había una mesa baja de cristal y un par de sillones individuales blancos terminaban por decorar esa parte de la habitación.

Sentí una mano posarse en la parte baja de mi espalda. Minho me estaba animando a que diera el primer paso, así que así lo hice. Tuve cuidado de no golpear nada con mis piernas mientras caminaba entre el sofá y la mesa, y me dejé caer con suavidad sobre el mullido mueble. Sentí que me hundía en el mullido cojín. Nunca me habría imaginado que un sofá de cuero pudiera ser tan blando. Definitivamente tenía que preguntar por el número del decorador de este lugar.

Los chicos se habían acomodado a mi alrededor, quedando yo entre ambos primos Lee. No estaba segura de por donde podría ir la conversación que íbamos a tener, mucho menos la información que podría recibir, pero agradecía que los chicos me dieran su apoyo y estuvieran conmigo en estos momentos.

—¿Os gustaría algo de comer o beber?

Alejé los ojos del maravilloso sofá y de mis amigos y la centré en el hombre tras el escritorio que acababa de levantarse. Si con solo haber visto los anchos que eran sus hombros —lo cual te haría planteártelo dos veces antes de decirle algo que pudiera hacerle enfadar—, al ver que debía medir casi dos metros tenía claro que cualquiera daría media vuelta y echaría a correr antes de buscar un enfrentamiento con este hombre.

Tragué saliva con fuerza, debido a lo nerviosa que me estaba sintiendo y respondí a media voz:

—Un poco de agua estaría bien, gracias.

El jefe de la manada asintió con la cabeza, regalándome una sonrisa que hizo que me relajara un poco, pero no del todo. Rodeó el escritorio y abrió la puerta del pequeño armario que había ubicado debajo del cuadro de los lobos.

Me sorprendí al ver que una luz resplandecía dentro del mueble y el hombre empezaba a sacar botellas de agua de su interior. Debía tratarse de una nevera que habían camuflado con la madera del resto de muebles. Conté un total de ocho recipientes y me pregunté si debía ofrecerle mi ayuda para poder llevarlas todas hasta la pequeña mesa que teníamos frente a nosotros. Pero, antes de poder hacerlo, vi que se las cargaba sobre un brazo, dejando el otro libre, y venía en nuestra dirección. No debería haber subestimado lo que era capaz de hacer el jefe de una manada de hombres lobo.

—Aquí tenéis —dejó una botella frente a cada uno de nosotros.

Cogí la mía con algo de urgencia, sintiendo que el corazón me iba a mil por hora. ¿Los chicos también se sentían así cuando estaban frente a él? Dejé la botella de nuevo en la mesa justo en el mismo instante en que el hombre tomó asiento justo en el sillón que quedaba frente a mí. Uní las dos manos, tratando de controlar el pequeño temblor que se había apoderado de ellas, y las escondí en el hueco entre mis piernas, esperando que nadie se hubiese dado cuenta de ello.

—Junibel, ¿verdad?

Salí del pequeño estado de crisis de ansiedad que estaba teniendo cuando escuché mi nombre salir de su boca. Tenía una voz imponente, pero no había sonado dura. No estaba segura si estaba tratando de hablar de forma más suave porque había notado mi nerviosismo y estaba tratando de que me relajara o, simplemente, era su tono de voz.

—Prefiero que me llamen June —le respondí con certeza.

—June, entonces. Supongo que sabes porque estás aquí, ¿verdad? —observó a cada uno de los chicos, como si quiera asegurarse de que no me habían traído engañada.

—¿Tiene que ver con que ahora soy lo mismo que vosotros? —pregunté temerosa de que me fueran a regañar porque, en contra de alguna manera que todavía desconocía, me había convertido en mujer loba.

—Así es. Pero antes de empezar a explicarte los nuevos detalles de tu vida y todo lo que ello implica, me gustaría que me contaras que ocurrió aquella noche. Me gustaría escuchar tu versión.

Cuando terminó de hablar, una ráfaga de imágenes, conversaciones y sensaciones de aquella noche empezaron a inundar mi mente. Habían sucedido tantas cosas en un par de horas que, aún sabiendo que había cambiado y me había convertido en una criatura que solo veía en las películas, todavía me seguía pareciendo un sueño tan irreal.

<<Te ayudaré cuando no puedas recordar algo de lo que ocurrió. Yo fui testigo de todo lo ocurrido aquella noche. La Luna y yo fuimos directos espectadores>> agradecí las palabras de Accalia y entonces empecé a relatar desde que empezó la tarde:

—Era el cumpleaños de I.N y le íbamos a dar una fiesta sorpresa. Le había llamado para pasar a buscarlo y llevarlo a casa de Minho y Felix, pero, antes de salir, descubrí una caja negra debajo de mi cama. La abrí y encontré una rosa negra junto con una tarjeta que decía que esa noche descubriría un nuevo mundo del que no podría escapar...

Entonces empecé a relatar aquella fatídica noche que cambió mi vida con la ayuda de mi nueva amiga. Mis ojos se cerraron ante el mundo que siempre había creído tranquilo y en paz y se abrieron de nuevo, listos para enfrentarse a la nueva realidad que me aguardaba.

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