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Capítulo 5

June

—Nos vemos entonces en mi casa, ¿verdad? —quise confirmar con los chicos antes de subirme al coche.

Chan y Seungmin se despidieron de nosotros antes de encaminarse a la salida. No nos acompañarían a la casa de la manada por obvias razones, siendo la principal de ellas que no eran hombres lobo. Además, concordaron en que esto era un asunto que nosotros siete debíamos resolver.

—Pasamos a dejar nuestras cosas y vamos a tu casa —confirmó Changbin pasando junto a Han, quien agarraba el casco integral de moto que le tendía Hyunjin, para venir junto a Innie en dirección a mi coche.

El rubio de pelo largo, al parecer, había decidido venir hoy día con la moto a la universidad. Podía observar a la susodicha aparcada junto al Opel azul oscuro de Minho y Felix. Y junto a la cual había aparcado también. No sabía cómo no me había dado cuenta de que era su moto cuando me había bajado del coche.

Hyunjin se colocó el casco en la cabeza, ocultando su larga mata de pelo en su interior. Acomodó la mochila en su espalda y entonces pasó su pierna izquierda por encima de la Yamaha MT-125 que sus padres le habían regalado cuando consiguió su carnet de conducir a los diecisiete, como era reglamentario en el estado de Luisiana.

Changbin e Innie se subieron al monovolumen de mi padre. El menor no había cogido su coche para venir puesto que, según me había dicho, había querido caminar hasta la universidad y, mientras lo hacía y pasando por delante de la casa de Minho y Felix, vio a estos saliendo por la puerta de casa y el mayor se ofreció a llevarlo en el coche. En cuanto a Changbin, no tenía la menor idea de si había venido andando o Hyunjin había pasado a por el con la moto y ahora se llevaba a Han en lugar de a él.

—Perfecto, pues hasta ahora.

Me metí dentro del coche. Le pasé mi mochila al pelirrojo con sonrisa de zorrito, quien ocupaba el lugar de copiloto. Observé a Changbin a través del espejo retrovisor, comprobando que el chico ya se había colocado el cinturón de seguridad. El chico no toleraba el frío invernal por lo que me ofrecí a llevarlo a su casa y este aceptó encantado, aunque el chico no vivía más que a cinco minutos caminando.

Puse las llaves en el contacto y arranqué el coche. Dejé que primero salieran Minho y Felix con su coche y luego arrancara Hyunjin la moto para desaparecer con Han por la calla de la derecha.

Me acerqué a la entrada del parking y, tras comprobar que nadie venía por ambos lados, puse el intermitente a la izquierda y me dirigí hacia la casa de Changbin.

Conduje a través de las despejadas calles de Winter Falls. La verdad admiraba la ardua tarea que hacían algunos de los habitantes de este pueblo para despejar las carreteras de nieve cada mañana. Desde luego que ese trabajo no estaba pagado, pero siempre que salía a la calle estas se encontraban con la nieve amontonada donde no podía molestar a nadie.

En la primera intersección volví a girar de nuevo a la izquierda y enseguida giré a la derecha, adentrándome a una calle cerrada. Aparqué en la entrada frente a su garaje y paré el coche.

—Aquí te esperamos —le dije mientras veía como Changbin se desabrochaba el cinturón y cogía su mochila.

Mi amigo asintió con la cabeza mientras salía el coche y se encaminaba por el camino de piedras hacía la puerta de su casa. Todas nuestras casas eran similares en el exterior, aunque algunas cambiaran el color de las fachadas (la de mi casa era blanca, mientras que la de Changbin era de color caoba, asimilando la madera).

—¿Puedo conectar algo de música? —la voz tranquila de Innie hizo que dejara de mirar fijamente la entrada de la casa y la enfocara en él.

—Por supuesto. No tienes ni siquiera que preguntarlo —le respondí encantada, tendiéndole el cable de conexión para que lo conectara a su teléfono.

I.N conectó el cable y le dio play a la música. Enseguida el coche se vio inundado por la melódica voz de Post Malone cantando Motley Crew. Innie y yo no tardamos en seguir la letra, puesto que nos la sabíamos de memoria de todas las veces que la habíamos cantado. Era nuestra canción favorita desde que la descubríamos y, además, se había convertido en mi tono de llamada para cuando él me llamaba. Había tenido que pagar para poder poner la canción como politono, pero había valido la pena la inversión solo por ver la gran sonrisa del menor mientras montábamos nuestro propio karaoke dentro del coche de mi padre, simulando que nuestros puños eran micrófonos.

Amaba compartir momentos como estos con Innie. Siempre conseguía sacarme una gran sonrisa y hacer que olvidara todo.

Cuando la canción estaba por terminar, capté por el rabillo del ojo como la puerta de la casa se abría. Changbin salió de ella mientras se despedía de alguien del interior, seguramente sus padres. Ahora que me ponía a pensar, no tenía la menor idea de en que trabajaban los padres de mi amigo. Nunca me había parado a hablar con él sobre ello.

Esto solo me recordaba que conocía a mis amigos mucho menos de lo que creía. Necesitaba tener una intensa charla de sinceridad con ellos lo antes posible.

Changbin subió de nuevo al coche cuando la voz de Post Malone desaparecía en los altavoces. Encendí de nuevo el coche una vez escuché la puerta trasera cerrarse y puse rumbo a mi casa.

🌕🌗🌑🌓🌕

Aparqué el coche en la entrada de mi garaje. Los tres nos bajamos del vehículo y nos reunimos con el resto de los chicos, quienes ya se encontraban en el porche de mi casa. Minho había aparcado el coche justo frente a la puerta de mi casa y Hyunjin había hecho lo mismo con su moto.

Me hice hueco a través de sus cuerpos y abrí la puerta de mi casa para dejar mi mochila y la de Innie en la entrada. Le ofrecí al menor dejarla directamente en mi casa puesto que al volver de la casa de la manada tendría que pasar igualmente por mi casa y así no perdíamos más tiempo.

—¿Listos? —preguntó Minho, recibiendo respuestas positivas por nuestra parte.

Comprobando que llevaba el teléfono y las llaves de casa en mis bolsillos, emprendí el camino siguiendo a los chicos en la dirección que indicaban. Si me hubiesen dicho que encabezara la marcha me habría plantado en la entrada sudoeste y ya no sabría como continuar. Solía tener buena memoria para recordar cosas que me interesaban, pero, cuando se trataba de localizaciones, debía haber recorrido el mismo camino al menos unas cinco veces antes de poder recordarlo de memoria. Lo cual, no era el caso en estos momentos.

Seguí a los chicos a través del bosque nevado, observando todo a mi alrededor para tratar de recordar algún detalle que me ayudara a orientarme en el viaje por si en alguna ocasión me tocaba venir sola. Aunque podría casi asegurar que nunca se daría ese momento. Algo me decía que los chicos siempre querrían venir conmigo, sobre todo si teníamos en cuenta lo que había corrido con la manada WolfGang.

Caminamos en línea recta (o eso me pareció a mí) hasta que llegamos a una especie de pequeño claro. El lugar estaba abierto el cielo, ningún árbol se encontraba en su interior, pues todos parecían formar un circulo concéntrico, dejando este espacio para admirar el cielo nublado.

Esta noche volvería a nevar de seguro.

—Normalmente, cuando llegamos a este claro, nos transformamos —escuché la voz de Felix junto a mí cuando nos detuvimos—. Dejamos que nuestros lobos se liberen del encierro que les imponemos durante nuestro día a día y que estiren sus piernas de camino a la casa principal. Pero, como aún no sabes transformarte, hoy iremos a pie para que también sepas cual es el camino —agradecía que hubiesen pensado en mí, pero no tenían por qué haberlo hecho—. Desde aquí solo tenemos que seguir en dirección sudeste hasta que lleguemos al siguiente claro donde está ubicada la casa de la manada.

Mi mente se había quedado en sus palabras anteriores.

—No es necesario que lo hagáis por mí. Podéis transformaros y yo puedo seguiros, no me importa —les dije sinceramente.

No quería que se reprimieran por mi culpa si tenían ganas de dejar salir a sus lobos. Los chicos se observaron entre ellos, dudando entre que hacer.

—De verdad, no hay ningún problema —les insistí.

—Está bien —se rindieron finalmente—. Pero vamos a tener que pedirte que te des la vuelta —contestó mi mejor amigo.

No entendía el motivo por el que debía darme la vuelta. ¿No querían que los viera transformarse? ¿Por qué? Las mejillas de Han, Innie y Felix se tiñeron de rojo.

—Tenemos que desvestirnos para poder transformarnos. A no ser que quieras que luego nos paseemos en ropa interior hasta que volvamos a casa —explicó Minho, soltando una risa al final de la última frase.

Fue mi turno de sentir la sangre concentrándose en mis mejillas.

Sin esperar un segundo más, me di la vuelta y enfoqué mi vista en los inmensos pinos nevados que había frente a mí. El bosque se extendía frente a mí, haciendo imposible que pudiera divisar su final. A plena luz del día, no me parecía un lugar tan tenebroso y horrible por el que pasear. Por la noche todas las sombras y pequeños animales que habitaban en él se convertían en enemigos que incrementaban tus mayores temores.

Escuchaba el sonido de la ropa de los chicos siendo zarandeada. El rubor subió hasta mis orejas.

Los conocía desde que tenía diez años y habíamos pasado por muchas cosas juntos, incluso los había visto en bañador cuando íbamos al lago en verano por lo que no entendía porque pensar en ellos en ropa interior hacía que me pusiera tan nerviosa.

No tenía sentido alguno.

Empecé a escuchar algo romperse y me preocupé por si les ocurría algo a los chicos. Pero no quería darme la vueltas y verlos en paños menores.

Esperé durante un rato más dándoles la espalda hasta que no pude escuchar nada. Iba a darme la vuelta cuando sentí algo peludo y suave acariciando mi mano. Al principio me asusté y pegué un bote al lado, alejándome unos pasos de la cosa peluda que tenía al lado. Luego vi que se trataba de un lobo de pelaje anaranjado y me relaje, sabiendo que era alguno de los chicos.

Me di la vuelta, viendo como seis lobos de gran tamaño me observaban atentamente. Todos ellos eran de diferentes colores. Uno de ellos era de pelaje oscuro, otro parecía un husky de gran tamaño, pero pelaje de color avellana en lugar de blanco, el tercero de ellos de color negro y un marrón tan brillante que parecía dorado, el siguiente de diferentes tonos de marrón y, al observar el último, tuve que soltar una carcajada por lo gracioso del asunto.

Me acerqué hasta él y me agaché a su altura, quedando mi mirada fija con sus grandes ojos amarillentos.

—Eres tú, Han, ¿verdad? —el lobo con el pelaje similar al de las ardillas asintió con la cabeza.

No podía ser cierto que el apodo que le pusimos cuando era pequeño encajara tan bien con su forma lobuna. Cuando le llamé ardilla por primera vez con diez años, nunca me esperé averiguar que, literalmente, fuera un lobo disfrazado de ardilla.

Un recuerdo apareció en mi mente tras esas palabras. Yo abriendo levemente los ojos y viendo que estaba abrazada a un lobo con este mismo pelaje. Yo llamándolo por el nombre de mi amigo.

Fue como si una luz se encendiera en mi mente.

—Aquel día, en el lago, cuando caí al agua. Fuiste tu a quién estaba abrazada, ¿cierto? —la penetrante mirada de Han seguía fija en mí—. Te llamé incluso por tu nombre. Al principio pensé que lo había imaginado o soñado, pero no fue así. ¿Era tu en verdad? —la cabeza del lobo se inclinó levemente y luego lo volvió a hacer.

Han asintió energéticamente varias veces antes de ponerse a saltar y dar vueltas como loco en medio del claro nevado.

Lo observé atentamente, pensando que a mi amigo se le había soltado alguna tuerca en la cabeza. Me giré hacía el resto de mis amigos lobos quienes observaban la escena como si se estuviesen riendo.

<<Dice Baron, el lobo de Minho, que Han simplemente está feliz de que recuerdes que fue él quien, de cierta manera, te salvó de una probable hipotermia>> Accalia abrió nuestra conexión.

<<Me aseguraré entonces de darle las gracias cuando dejé de saltar como un loco>> le respondí, soltando una pequeña risa en mi mente.

Dejé a Han en su mundo de saltos y felicidad y me dirigí al gran lobo anaranjado. Me arrodillé frente a él, captando toda su atención.

—¿Innie? —el lobo asintió y yo me abalancé sobre él, abrazándolo.

Ambos dos caímos sobre la nieve, yo sobre su mullido cuerpo. Me acurruqué contra él, acariciando su peluda tripita naranja. Sentí al animal reírse debajo de mí y me maravillé ante esa acción. No sabía que los lobos podían adoptar acciones humanas como era simplemente reírse.

Me levanté de encima de él e Innie se levantó del suelo, sacudiendo la nieve que se había adherido a su pelaje.

Di media vuelta y me centré en los otros cuatro lobos.

Mis pasos se dirigieron al lobo de pelaje negro con grandes ojos amarillos. Sentía total fascinación por el color de los ojos de todos ellos. Por más que me enfocara en ellos, no conseguía diferenciar si el color se asemejaba a un dorado oscuro o a un amarillo brillante. Tal vez una mezcla de ambos dos.

El gran lobo de pelo negro alzó la cabeza y no me hizo falta darle demasiadas vueltas a la cabeza para saber quién era.

—Changbin —aseguré.

El señor músculos era el único que, además de usar ropa de tonos oscuros, era el único con el cual identificaría el color negro. El lobo asintió con la cabeza y caminó hasta posarse junto a Innie.

Al parecer se iban a dividir entre "lobos reconocidos" y "lobos todavía por reconocer". Rodé los ojos ante esa tonta acción.

Me concentré entonces en los tres lobos frente a mí. No tenía la menor idea de cual de ellos tres eran Hyunjin, Felix y Minho. Sabía que eran lobos y no perros, pero me habría resultado muchísimo más fácil si llevarán un collar al cuello con una chapa que indicara su nombre.

Decidí probar algo muchísimo más fácil. Inspiré levemente por la nariz, tratando de que los chicos no notarán que iba a hacer trampas para adivinar quien era cada uno. Me concentré en el lobo de pelaje de diferentes tonos marrones. El olor a lavanda inundó mis fosas nasales y me maravillé ante el aroma. Mi madre solía lavar mi ropa con ese mismo ahora y ahora lo atribuía a mi mejor amigo.

Me arrodillé frente a él y apoyé una mano sobre su cabeza, quedando justo entre sus puntiagudas y peludas orejas.

—Minho —le sonreí, recibiendo un asentimiento por su parte.

Caminó hasta ubicarse junto a Changbin e Innie. Ya solo me quedaba adivinar cual de mis dos amigos era el lobo de pelaje dorado y el que se parecía a un husky.

Volví a emplear el mismo truco y me centré en el lobo más cercano a mí. Aspiré su aroma, dejando que todo mi interior se llenara con él. De nuevo, la misma sensación de esta mañana me inundó. Necesitaba más de ese olor. Si pudiera cambiar el aire que respiraba por ese aroma, lo haría sin dudarlo un segundo. Nunca esperé que los cítricos tuvieran un olor tan embriagador.

Me arrodillé junto al lobo de pelaje dorado, quedando prendida de su mirada. Me podía observar reflejada en ellos, pero yo solo podía fijarme en él.

—Hyunjin —dije y su nombre me sonó tan dulce como su aroma.

El nombrado asintió con la cabeza y se apartó de mi campo visual.

No se había alejado más que un par de pasos, pero algo en mi interior gritaba que no podía dejar que se fuera. Lo necesitaba bien cerca de mí. Respirando su olor, perdiéndome en él.

—Y Felix —asumí frente al gigante husky.

Felix asintió y, sin vérmelo venir, el gran animal saltó sobre mí. Traté de sujetarlo, rodeándolo con mis manos, pero era demasiado grande y pesaba tanto como para que yo pudiera sostenerlo. Ambos caímos al suelo. El suave pelaje del lobo me hizo cosquillas en la nariz. No pude evitar soltar una gran risa ante nuestra extraña escena. Un lobo tratando de abrazar a una chica. Estaba segura de que, si alguna persona nos veía, siendo yo rodeada por otros cuatro lobos y viendo a otro de ellos saltando por todo el lugar como si estuviera demente, de seguro llamarían a perrera o a algún cazador para que salvarán a la chica de los animales salvajes. Aunque nada de eso era cierto. Ni yo necesitaba que nadie me rescatara ni nadie daría caza a mis amigos.

Sentí algo rasposo y mojada, acariciando mi mejilla. Abrí los ojos como platos y llevé una de mis manos a mi mejilla, tocándola. Estaba empapada y enseguida entendí lo que había ocurrido.

—¡Felix! —le increpé, riéndome a su vez—. ¡Me has lamido la mejilla!

Escuché al lobo reírse, disfrutando del momento. Me tiré sobre él, acariciando todo el pelaje de su cabeza. Le agarré los cachetes y se los apreté. No era lo mismo hacerle esto mismo a una persona que a un lobo, pero esperaba que mi amigo entendiera lo que estaba intentando hacer.

Al final me levanté de encima suyo, dejando a su vez que Felix se levantara del suelo. Ordené mi ropa y observé a mi alrededor. Había montones de ropa y zapatos repartidos en un círculo cerrado en el claro. ¿Cómo íbamos a llevarlo todo hasta la casa de la manada? Yo tan solo tenía dos manos.

—Ahora la pregunta es, ¿se supone que yo debo llevar toda vuestra ropa? Porque os recuerdo que solo tengo dos brazos y dos manos, no soy un pulpo.

Ante mis palabras, los chicos se acercaron cada uno a su montón de ropa y trataron de agarrarlos entre sus fauces, pero la tarea se les dificultó en cuanto vi como a algunos se les caía un zapato, la sudadera o simplemente no podían agarrarlo todo.

—Esperad un momento —les dije, provocando que todos ellos soltaran la ropa de sus bocas y cayera sobre la nieve. No tenían remedio. Me acerqué al primer montón de ropa, perteneciente a Minho—. ¿Qué voy a hacer con vosotros? —pregunté de forma sarcástica al aire.

Minho bufó en mi cara, provocando que mi pelo se revolviera.

Me detuve antes de hacer lo que estaba planeando con su ropa y lo miré muy seriamente, apuntando a su cara con mi dedo índice.

—Pienso recordar que has hecho eso —le dije seriamente, a lo que Minho volvió a bufarme en la cara.

Respiré con fuerza cerrando mis ojos. Si le seguía el juego se nos haría de noche y no llegaríamos nunca a la casa de la manada.

Agarré toda la ropa de mi mejor amigo y la extendí frente a mí. Primero estiré su chaqueta de plumas y la abrí por completo. Deposité doblada, dentro de esta, la sudadera y los vaqueros y encima de está dejé los zapatos que mi amigo portaba el día de hoy. Cerré la cremallera de la chaqueta, dejando toda la ropa escondida en su interior. Luego, me dirigí a la parte baja de la chaqueta y agarré las dos gomas que sobresalían de la tela y que permitían ajustar el ancho. Apreté ambas cuerdas hasta que conseguí que la parte baja de la chaqueta se cerrara como si se tratara de una bolsa de tela. Acto seguido, agarré ambas mangas y alcé la chaqueta del suelo.

El resultado había sido una especie de mochila. Sonreí orgullosa ante el resultado pues era lo que estaba buscando.

Me acerqué a Minho en su forma lobuna y le coloqué la chaqueta por sobre el lomo, escondiendo la capucha en el interior de la chaqueta para que los zapatos no salieran volando por ahí, y, luego, me arrodillé junto a él, atando ambas mangas con un fuerte nudo en su estómago.

—Prueba a saltar o a moverte —le indiqué a mi mejor amigo.

Este hizo lo que le dije y comprobé que la tela ni siquiera se había movido de su sitio después de que diera cuatro saltos y caminara hasta situarse junto a Felix.

—Supongo que esto puede funcionar entonces.

Me acerqué al resto de montones de ropa de los chicos e hice lo mismo que había hecho con la de Minho. Los chicos comprobaron que no se les iba a caer a mitad camino conforme le había dicho a mi mejor amigo que hiciera. Ninguno de nosotros queríamos luego tener que descubrir que habíamos llegado a la casa, pero a alguno de ellos le faltaba la ropa porque se le había caído por el camino. De todas maneras, iba a estar atenta en el trayecto por si eso llegaba a ocurrir.

Terminé la última mochila de ropa y se la fui a colgar a Hyunjin cuando la voz de Accalia sonó en mi cabeza.

<<June, Khazan me ha pedido que te pregunte, de parte de Hyunjin, si te gustaría que él te llevara, así no tendrías que caminar>>

Las palabras de mi nueva amiga hicieron que mis manos se congelaran en el aire. El rostro lobuno de Hyunjin giró en mi dirección. Mis ojos se encontraron con los suyos y no pude evitar perderme en ellos cómo ya me había ocurrido con anterioridad.

—¿Estás seguro de ello? No quiero resultar demasiado pesada.

<<Dice que dejes de decir tonterías, que no le importa llevarte>> Accalia fue la que respondió a mi pregunta en lugar de mi amigo.

Me habría gustado golpearlo por insinuar que había dicho tonterías, pero si iba a hacer el favor de llevarme, prefería guardarme el golpe para cuando llegáramos y volviera a ser humano. Así evitaría también que se me echara encima una bola de pelo de grandísimo tamaño.

En vista de que Hyunjin iba a hacerme ese favor, agarré su ropa y, en vez de colgársela a él, me la colgué yo sobre la espalda. La apreté con fuerza en mi pecho y luego observé a mi peludo amigo.

Hyunjin se tumbó sobre sus cuatro patas sobre la blanca nieve. Me acerqué hasta a él y luego pasé una pierna por encima suyo, quedando en una posición un tanto extraña. Ni siquiera llegaba a estar sentada sobre su lomo. ¿Debía agacharme y sentarme sobre él o esperar a que fuera él quién se levantara?

Mi pregunta fue contestada en cuando vi a mi mejor amigo moviéndose y levantándose, consiguiendo alzarme del suelo de improvisto. Me aferré a su cuello con fuerza, cerrando los ojos a su vez, y soltando un grito debido a su repentino movimiento.

Cómo no sentía que mi amigo se moviera o que algo más fuera a suceder, abrí los ojos y me despegué un poco de su cuello. Observé al resto de los chicos, quienes se habían ubicado a nuestros costados, formando una línea recta. Todos ellos me estaban observando con sus grandes ojos amarillos.

Ellos eran enormes y, aún así, yo los veía desde las alturas. Por una vez yo no era el minion de nuestro grupo y me burlé de ellos por eso. Los chicos soltaron lo que me parecieron que fueron sendas risas y yo me uní a ellas.

Todo esto me parecía delirante. Estar rodeadas de seis lobos, riéndome con ellos y montando a uno de ellos. Vale, tan vez esto último habría sonado mal si lo hubiese pronunciado en voz alta, menos mal que ninguno de ellos podía leerme la mente. Porque no podían, ¿verdad? ¿Era esa siquiera una habilidad de los hombres lobo? Esperaba que no, sino me moriría de la vergüenza por el resto de mi nueva vida.

<<June, Hyunjin dice que te agarres con fuerza a su cuello y disfrutes del viaje>>

Hice caso de lo que Accalia me dijo e incliné mi cuerpo hacía delante, rodeando el gran cuello de mi amigo con mis abrazos, dejando que mi mejilla reposara sobre su suave y mullido pelaje.

Aspiré de nuevo su aroma.

Algo dentro de mi empezó a agitarse al tiempo que Hyunjin daba los primeros pasos, seguido por los chicos.

Mis amigos no tardaron más que un par de segundos en aumentar el ritmo y empezar a correr a través de los nevados arboles que conformaban el inmenso bosque que rodeaba todo el pueblo de Winter Falls. Hyunjin no tardó en aumentar también su paso y no pude más que maravillarme del paisaje nevado que pasaba frente a mis ojos como la escena de una película a la que le habían aumentado la velocidad.

Me empapé de aquel hermoso panorama mientras el olor a cítricos del lobo bajo de mi causaba estragos en mi interior.

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