Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 14

June

Alcé mi mano y la conduje hasta mi cara. Palpé suavemente mi nariz sintiendo como esta dolía horrores. Mi cabeza tampoco se quedaba atrás. Podía sentir como mi cerebro martilleaba con fuerza, era como si quisiera huir de su lugar golpeando con fuerza las paredes que lo encerraban.

Abrí los ojos lentamente, volviendo a cerrarlos cuando las luces blancas del techo me deslumbraron. Tuve que repetir el proceso, esta vez parpadeando varias veces hasta acostumbrarme a la potente luz. Incliné la cabeza a ambos lados, tratando de distinguir donde me encontraba, pero mi vista seguía borrosa. Un leve mareo me sacudió y tuve que cerrar los ojos de nuevo, tratando de hacer que desapareciera. Cuando lo conseguí, empecé a verlo todo con mayor claridad.

Una pared blanca se hallaba frente a mí. Justo al centro de esta se encontraba una pequeña televisión negra apagada. Observé mi lado izquierdo. Había unas grandes cristaleras por las que veía el cielo nocturno. ¿Qué hora debía ser? Debajo de estas había un gran mueble de madera vacío. Gire a mi derecha, encontrándome con un diminuto pasillo. A la izquierda de este había una puerta gris y frente a mi podía distinguir otra.

Traté de incorporarme en la cama, escuchando el chirrido metálico debido a mi movimiento. Me concentré en el colchón debajo de mí. Había una barandilla de un color blanco roto recubriendo el lado izquierdo de este. ¿Una cama de hospital? ¿Qué hacía yo aquí? Contemplé mi ropa. El jersey azul cielo que llevaba puesto estaba manchado de un color escarlata oscuro.

Fue como si alguien hubiera prendido una chispa en mi cerebro. Las imágenes me inundaron como si estuviese viendo una película. El sonido de mi teléfono mientras iba hacía la puerta para abrir a los chicos. Aquellos dos hombres en la puerta que se lanzaron hacia mí. Mi batalla con ellos hasta que conseguí llegar a mi habitación. Los chicos llegando en el peor momento. Las manos de aquel hombre en mi cuerpo.

Mi mente vagó en ese último recuerdo. El tacto calloso de sus dedos recorriendo mi estómago, hasta llegar a mis pechos. La palma de su mano rozando mi zona intima sin mi consentimiento. Todavía podía sentirlo sobre mí. Me sentía asqueada, repulsiva. Había sido usada y tocada como si fuera una muñeca en vez de una persona.

Los ojos empezaron a escocerme por las inmensas ganas que tenía de llorar. ¿Por qué? ¿Por qué simplemente no me habían matado? ¿Por qué tenía que sentirme de esta manera? Las lágrimas empezaron a descender por mis mejillas, enfriándolas a su paso. Recogí mis piernas contra mi cuerpo y las rodeé con mis brazos, escondiéndome mi cabeza entre ellas. Quería desaparecer. Quería borrar ese recuerdo, esa sensación. Quería frotar mi cuerpo con un estropajo hasta que dejara de sentir sus horrendas manos sobre mí. Quería arrancarme cada centímetro de mi piel.

<<June, ¿estás bien?>>

Escuché la leve voz de Accalia en mi cabeza. No tenía la fuerza mentar para comunicarme con ella, así que traté de enviar su voz a un lugar oscuro de mi mente. Si en aquel momento tan solo me hubiese transformado en loba tal vez nada de esto habría sucedido. Mis dedos se incrustaron en la tela del jersey. Desearía haber muerto aquella noche bajo las manos de la manada WolfGang. Nada de esto estaría pasando ahora si la vida hubiese seguido su curso natural y yo no hubiese revivido.

Hundida en mi miseria, pude sentir pasos más allá de la puerta de mi habitación. Su sonido empezó a aumentar a medida que se acercaban hasta donde yo me encontraba. Alcé la cabeza de entre mis piernas para tratar de entender a donde se dirigían. Pero, entonces, se detuvieron y escuché el leve chirrido que hizo la puerta a mí derecha. Alguien la estaba abriendo.

¿Eran aquellos hombres de nuevo? ¿Habían vuelto para poder matarme al fin? ¿O iban a seguir divirtiéndose conmigo a costa de mi sufrimiento?

Parpadeé rápidamente, eliminando todo rastro de lágrimas de mi vista. Pude verlo todo con mayor claridad. Una mano masculina estaba adentrándose a través de la pequeña abertura de la puerta. Sentí mis caninos crecer en mi boca hasta adquirir su gran tamaño. Mi cuerpo se levantó automáticamente de la cama. No me importaba una mierda ir descalza ni lo frio que estaba el suelo de mármol debajo de mí.

No pensaba dejar que volvieran a utilizarme a su antojo. Pensaba desgarrar sus cuellos con mis colmillos en cuanto dieran un paso dentro de la habitación. Todo en mi interior bullía por la ira que sentía. No iban a volver a ponerme una mano encima, de eso estaba segura. Antes prefería atravesar mi pecho con mi propia mano y arrancarme el corazón.

La puerta terminó de abrirse por completo. Estaba lista para saltar encima del primero de ellos cuando casi me tropecé con mis propios pies al ver a los chicos frente a mí, observándome como si estuvieran viendo un fantasma.

—¿June?

La voz de Innie fue lo único que necesité para sentir como todo mi cuerpo perdía fuerza. Era cómo si alguien le hubiese tirado un cubo de agua al fuego que ardía en mi interior. Parpadeé una vez, notando que mi visión volvía a la normalidad y mis colmillos se retraían hasta su tamaño original.

—Lo siento. Yo... —no sabía que decirles. ¿Qué los había confundido con aquellos dos malnacidos que habían tratado de abusar de mí y de matarme?

Mis ojos volvieron a empañarse de lágrimas. Sentí mis rodillas temblar debido a los bajos niveles de energía que tenía mi cuerpo. La ira había sido como un chute de adrenalina y, ahora que estaba había desaparecido, me encontraba débil de nuevo. No pude sostenerme de pie por más tiempo y caí al suelo sobre mis piernas.

Vi al menor venir corriendo en mi dirección. Sus brazos me rodearon, posándose sobre los míos. Aquella asquerosa sensación de manos sobre mi cuerpo me azotó como un rayo y me alejé del contacto de mi amigo, escondiéndome casi debajo de la cama.

—Por favor, no me toques. No lo hagas —escuché mi propia voz temblar.

Mi mirada paseó entre las caras de los ocho chicos que se encontraban en aquella habitación conmigo. Se estaban observando entre ellos y luego volvían a mirarme como si fuera algo que tenían miedo de romper. Odiaba esa sensación.

Pegué mis piernas contra mi pecho, queriendo desaparecer para que dejaran de verme de esa manera. Vi entonces unos pies viniendo en mi dirección. Alcé la cabeza, notando que Felix se había posicionado junto a Innie. Se encontraba frente a mí, con sus grandes ojos oscuros viéndome.

—June, tan solo somos nosotros —dijo antes de alzar sus manos para tratar de abrazarme como siempre hacía cuando necesitaba tranquilizarme.

Nada más sentí la palma de su mano sobre la capa de tela que me cubría fue como si algo se hubiese apoderado de mí. Aparté su brazo con demasiada fuerza, haciendo que mi amiga cayera de culo, casi tirando a Innie con él. No había querido que se cayera, solo había tratado de alejar su contacto de mí.

Me arrastré hacia atrás, quedando completamente debajo de la esquina de la cama. Las lágrimas descendían con gran velocidad por mis mejillas y sentía la garganta dolorida. Quería gritar. Quería dejar libre todo lo que estaba sintiendo en esos momentos.

—Lo siento, Felix. Solo no me toquéis. Por favor —empecé a decir de forma atropellada sintiendo las lágrimas en mi boca—. Todavía puedo sentir sus manos sobre mí. Me siento sucia —apreté mis manos sobre mis brazos—. Quiero arrancarme la piel para dejar de sentirlo.

—June, eso no es verdad —escuché la voz de Changbin, al tiempo que lo vi, de forma borrosa, agachándose para poder mirarme desde donde se encontraba a varios pasos de mí.

—Claro que lo es. Todos lo habéis visto —entonces recordé algo más—. Me habéis visto. Tocada. Sucia —mi piel había quedado al descubierto y todos ellos habían visto mis pechos desnudos.

Escondí la cabeza entre mis piernas debido a la vergüenza que sentía en esos momentos. ¿Cómo iba a volverles a mirar a la cara sabiendo que habían visto una parte de mi desnuda? Los sollozos no tardaron en brotar de mi garganta. Quería llorar hasta olvidarme de todo, hasta dejar de recordar y sentir.

La habitación quedó en completo silencio, solo interrumpido por mis lamentos y mis ganas de querer desaparecer del mundo.

—June, creo que será mejor que descanses —la voz de Minho cortó el sonido de mi voz y me libró de los pensamientos oscuros que se agolpaban en mi mente—. Mañana te volverán a revisar y, si todo está bien, podrás volver a casa —no comenté nada. Mi cabeza estaba tan nublado que parecían estar procesando nada de lo que mi mejor amigo me estaba diciendo—. Nosotros tenemos que irnos. Cuando estábamos viniendo las enfermeras nos han advertido que solo quedaban diez minutos del horario de visitas. Hemos intentado convencerlas para que alguno de nosotros podamos quedarnos hoy, pero como no somos familiares directos tuyos no nos han dejado. Además, la madre de Han no nos ha permitido seguir montando jaleo. Mañana volveremos a ver como sigues.

Mis ojos se abrieron de golpe con las últimas palabras que dijo Minho. Alcé la cabeza, esperando verlo, pero desde donde me encontraba solo veía piernas. Me levanté a una velocidad sobrehumana y me posicioné frente a él, asustándolo. Los pies de mi mejor amigo dieron un paso atrás, soltando un pequeño jadeo debido a la sorpresa. Mis manos se dirigieron a su brazo, agarrándolo con fuerza mientras mi cuerpo entero temblaba ante la simple idea de quedarme sola en aquel lugar.

—No podéis dejarme aquí. Por favor, sacadme de aquí —mi voz se rompió y mi último ruego salió como un susurro—. No quiero quedarme sola.

Las lágrimas siguieron descendiendo por mis mejillas mientras yo inclinaba la cabeza, sintiéndome patética en todos los aspectos.

—Por favor, Minho. Déjame ir a tu casa, quedarme unos días con vosotros. No quiero estar sola ni volver a mi casa.

Podía sentir la mirada de mi mejor amigo sobre mí. No sabía que debían de estar pensando los chicos de mí. De seguro daba pena suplicando que me sacaran de allí porque no quería estar sola, pero estaba verdaderamente desesperada. El miedo que sentía recorrer cada centímetro de mi cuerpo cuando pensaba que aquellos dos hombres podían aparecer en mitad de la noche por la puerta mientras yo dormía para terminar lo que habían empezado me hacía querer esconderme debajo de la cama como ya había hecho.

—Está bien —accedió finalmente Minho soltando un suspiro mientras su mano retiraba con cuidado las mías de su brazo. Todo el bello de mi cuerpo se erizo por el contacto—. Voy a hablar con Marise para que te dejen irte. Vendrás a casa conmigo y con Felix, pero mañana volverás para que te hagan la revisión.

Asentí con la cabeza. Haría cualquier cosa que me pidieran con tal de poder salir de allí. Tan solo no quería estar sola con los demonios que invadían mi cabeza.

🌕🌗🌑🌓🌕

Minho había traído mi coche hasta el hospital. En estas ocasiones, era bueno que siempre dejara las llaves de este a la vista en la entrada de casa. Innie y Han habían decidido volver con Marise en su coche, por lo que el resto nos habíamos montado en el de mi padre.

Nadie se negó ni puso ninguna pega cuando ocupé el asiento de copiloto. Este siempre era mi lugar predilecto, pero hoy más que nunca necesitaba sentarme ahí. No quería que nadie me tocara. Las huellas de sus manos todavía estaban en mi piel. Podía notarlas. Sabía que, si alguno de los chicos me tocaba, ya fuera sin querer debido al movimiento del coche, volvería a echarme a llorar. Me sentía asqueada de mi misma. ¿Por qué no había salido de casa por la puerta trasera cuando tuve la ocasión? ¿Por qué no había sido capaz de quitarme a aquel hombre de encima? ¿Por qué simplemente no me transformé en loba y le arranqué el brazo de un mordisco?

Todas las preguntas tenían la misma respuesta: el miedo. Cuando ocurrían cosas como estas nunca sabes como actuar. El miedo te nubla el juicio y no tomas la decisión correcta. Solo gritas por ayuda y rezas para que alguien escuche tus suplicas y acuda a tu rescate. Pero, la huella que eso deja en ti es algo de lo que nunca te olvidarás. Desde luego yo no creía que pudiera olvidarme jamás de su cara ni de sus manos tocándome en sitios en los que no deberían haberlo hecho.

Minho detuvo el coche finalmente delante de la casa de Chan y Seungmin, los últimos pasajeros que quedaban en el coche. Ambos se bajaron del coche y se despidieron de nosotros con un movimiento de manos. Esperamos hasta que entraron en su casa y cerraron la puerta tras ellos antes de que Minho encendiera de nuevo el motor y pusiera rumbo a su casa.

Ninguno había dicho nada desde que nos montamos en el coche. Tampoco es que hubiera nada que decir. Al menos por mi parte. Tan solo quería tirarme en una cama y dormir para tratar de olvidar lo que había sucedido hoy. Y, si al despertar, descubría que había perdido por completo la memoria lo consideraría un regalo de los dioses.

Aparcamos frente a su casa. Salimos del coche en la quietud de la noche y caminamos hasta la puerta principal. Minho se revolvió los bolsillos del pantalón vaquero en busca de las llaves. Comprobé en ese momento la hora en el reloj de mi muñeca. Pasadas las once de la noche. ¿Cuánto tiempo había estado en el hospital?

Felix se adelantó a su primo sacando sus llaves, mientras Minho seguía buscando todavía las suyas. Las introdujo en el pomo, abriendo la puerta y permitiéndonos el paso al interior. Ambos primos insistieron para que entrara primero. Sin querer hablar, pasé antes que ellos. Me detuve en el corredor, esperando a que ellos pasaran frente a mí. Felix se Posicionó junto a mi mientras su primo cerraba la puerta.

—¿Y tus padres? —le pregunté al mayor. Si estaban despiertos lo menos que podía hacer era saludarlos si me iba a quedar en su casa a dormir.

—Mi madre en la ciudad, se va a quedar hoy a dormir allí. Y mi padre tenía turno de noche en la comisaria —me explicó mientras echaba la llave a la puerta y las dejaba colgando allí como seguridad. Se dio la vuelta en nuestra dirección—. Será mejor que vayamos a dormir. Ya es tarde y creo que todos lo necesitamos.

Felix y yo asentimos con la cabeza y seguimos a Minho cuando pasó frente a nosotros, encaminándose escaleras arriba. Nuestros pasos resonaban por la blanca moqueta que recubría el suelo. Llegamos a la planta superior. Felix se dirigió a la derecha, entrando en la primera puerta que debía ser su habitación. Minho, por otra parte, se dirigió a la derecha y me hizo señas para que lo acompañara.

—Puedes dormir en mi habitación. Yo dormiré con Felix —asentí con la cabeza.

Encendió la luz de su cuarto y se mantuvo junto al marco, esperando para que yo entrara. Pasé junto a él y me planté en medio de la estancia. La cama de sabanas oscuras y la mesilla de noche quedaban a pocos pasos de mí. Sobre la primera había un corcho lleno de fotos colgadas con chinchetas de colores. A la derecha de la habitación estaba el escritorio, justo debajo de la ventana, y, junto a él, un gran armario negro. Al otro lado de la cama, había una puerta que debía conducir a su baño privado.

Minho avanzó a pasos lentos hasta llegar a su armario. Abrió las puertas y revolvió en su interior hasta sacar dos prendas de ropa. Volvió en mi dirección y me tendió el pantalón gris de algodón y la camisa negra. Las acepté dándole las gracias con una leve inclinación de cabeza.

Ninguno de los dos nos movimos de nuestros lugares y el silencio nos envolvió. Mi mirada se quedó enfocada en la ropa entre mis manos. Ni siquiera era interesante observarla, pero no sabía si mi mejor amigo, plantado a escasos centímetros de mí, estaba esperando a que le dijera algo.

Finalmente, lo escuché suspirar pesadamente y mi vista se alzó hasta posarse en su rostro. Parecía verdaderamente cansado.

—June —vi como su mano se alzaba en mi dirección, pero, entonces, pareció pensárselo mejor y volvió a colocarla junto a su costado—. Si necesitas algo puedes venir a buscarnos. Sabes que siempre estaremos para lo que necesites —asentí con la cabeza lentamente.

Vi como Minho también asentía con la cabeza y luego conducía su mano a la parte trasera de su cabeza, rascándosela suavemente. ¿Este momento era tan incomodo como a mi me lo parecía?

Rendido, mi mejor amigo pasó por mi lado, dispuesto a salir de su propia habitación y dirigirse a la de su primo, pero sus pasos se detuvieron justo detrás de mí.

—Por cierto —me di la vuelta al escucharlo hablar. Se acercó hasta la mesilla de noche y le vi alzar una pequeña bolsa de plástico transparente—, esto es tuyo.

Me acerqué hasta él, curiosa, para ver el contenido de la bolsa. Dentro de ella había algo plateado, enrollado. No podía identificar de que se trataba hasta que vi el dije de un corazón con otro en su interior. Alargué mi mano hasta la de Minho y este depositó el plástico que guardaba mi collar sobre ella.

—No te recomiendo que te lo pongas ni que lo toques —alcé una ceja, no entendiendo a que se refería—. Cuando te la compramos aún eras humana y nos aseguramos de que fuera de plata para protegerte. La plata es nuestra debilidad y, ahora, también la tuya. Si te lo pones la piel te empezará a arder. Es mejor que te lo guardes.

¿Así que era cierto? ¿La plata es la única debilidad de los hombres lobo?

—Gracias —le susurré a Minho por la bajo, recibiendo una pequeña sonrisa por su parte.

—Buenas noches, June —me respondió antes de recorrer la distancia que le faltaba, saliendo de la habitación y cerrando la puerta tras él.

Una vez sola, me dirigí hasta el cuarto de baño privado. Encendí la luz y dejé la ropa sobre el lavamanos. Empecé a quitarme la ropa, primero el jersey manchado con mi sangre y luego el pantalón de malla. Alargué la mano, para coger el pantalón de Minho, pero me detuve cuando mi mirada cayó en el espejo frente a mí.

Observé mi reflejo. Allá donde mirara mi piel estaba mucho más blanca que de normal. Mi nariz había adoptado un color morado producto del golpe que recibí al caer de bruces al suelo cuando trataba de huir de aquellos hombres. Había sendas bolsas oscuras bajo mis ojos que parecían ir a juego con el color de mi tabique nasal. Mi mirada descendió entonces hasta mi cuello. A primera vista no se notaba, pero, si fijaba mi mirada podía ver dos diminutas cicatrices redondas. Dos marcas de colmillos. Toqué con mis dedos esa zona, bajando ligeramente hasta llegar a mi clavícula donde las cicatrices eran más notables. Los arañazos de unas garras que había perforado mi piel, haciéndola sangrar. Las heridas se habían curado con velocidad, pero aquellas marcas blanquecinas permanecían grabas en mi piel.

Y, ahora, a todas ellas, se añadían unas manos fantasmales que sentía todavía recorrer para centímetro expuesto de mi piel. Un tatuaje invisible del que me llevaría tiempo olvidarme. ¿Por qué tenía que ocurrirme todo esto a mí? ¿Qué hice para merecer todo esto?

No quería pensar más en aquellos dos tipos. No quería sentir más aquella sensación. Agarré la ropa de Minho y me la coloqué con velocidad, dejando la mía olvidada sobre la tapa del váter.

Apagué la luz del baño y me dirigí hacia la cama. Pulsé el interruptor que había junto a la mesilla de noche y la habitación se sumió en la oscuridad. Cubrí mi cuerpo con las sabanas y me acomodé sobre la almohada, tumbándome de lado y observando la blanca luz de la luna que entraba por la ventana.

Cerré los ojos. Tan solo quería dormir, dejar la mente en blanco, y olvidar que este día había sucedido.

🌕🌗🌑🌓🌕

Me incorporé en la cama de golpe. Las gotas de sudor empezaron a descender por mi frente, mojando toda mi cara. Sentía mi pulso acelerado en las orejas y el nudo que se había formado en mi garganta me impedía respirar con normalidad.

Los había vuelto a ver. En mis sueños. Aquellos tipos, con sus ojos negros y verdes.  La misma escena se repetía en mi casa, pero, en esta ocasión, ambos estaban tocándome mientras mis amigos se encontraban frente a nosotros, obligados a presenciar todo lo que estaba ocurriendo.

Recogí mis piernas hasta mi pecho, abrazándolas. ¿Por qué seguía viéndolos? ¿Por qué tenía que soñar con ese momento? ¿Por qué mi mente no podía simplemente borrarlo? ¿Sería alguna vez capaz de superarlo?

No estaba segura cuanto tiempo había pasado de esa forma, encogida sobre mi misma, sintiendo remordimientos por mi misma. Alejé las sábanas de mi cuerpo y me puse en pie. No podía dormir. No quería. Estaba segura de que volvería a verlos en mis sueños y no me sentía mentalmente preparada para volver a hundirme en esa pesadilla.

Abrí la puerta de la habitación y salí al oscuro pasillo. Caminé por él hasta detenerme justo frente a la habitación de Felix. Abrí con cuidado y me adentré en el cuarto. Este también se encontraba completamente en penumbra, salvo por la luz de la luna que entraba por la ventana frente a mí.

Me encaminé con pasos suaves y cortos hasta la cama. Minho se encontraba durmiendo en el lado derecho y Felix en el izquierdo. Ambos dos dormían boca abajo, con la inclinada sobre la almohada. Estaban durmiendo tan plácidamente. Yo también quería dormir así, sin tener que despertarme asustada por ver a esos hombres perseguirme en mis sueños.

Me arrepentí entonces de haber entrado en la habitación. Estaban durmiendo tan cómodamente, sin preocupación alguna. No quería molestarlos con mis pesadillas. Retrocedí varios pasos, todavía mirándolos. Me di la vuelta para volver por donde había venido cuando escuché a uno de los dos revolverse en la cama y me detuve.

—¿June? —mierda. Me había visto.

Me di la vuelta, viendo a Minho medio incorporado en la cama gracias a sus brazos. No llevaba camisa, por lo que podía ver su blanca espalda. Tenía los ojos medio abiertos, pero se le notaba que se moría de sueño y que le pesaban.

—¿Estás bien? ¿Ha pasado algo?

Sabiendo que mentirle no serviría de nada, simplemente asentí con la cabeza. Minho era capaz, aun estando medio dormido, de saber cuando estaba mintiendo y cuando no. Suponía que eso se debía a todos los años que llevábamos siendo amigos, nos conocíamos mejor de lo que lo hacían nuestras familias.

—No puedo dormir. No dejo de soñar con ellos —me sinceré por lo bajo sin querer darle demasiados detalles de mi pesadilla.

—Ven aquí —me dijo, apartando las sábanas de su cuerpo y moviéndose hacía la derecha, haciéndome un pequeño hueco entre su cuerpo y el de Felix. Este último, se movió también hacía la izquierda. De seguro lo habíamos despertado también.

¿Debía ir? Desde que habían entrado en la habitación del hospital había tratado de evitar que alguno de ellos me tocara y, estaba claro, que de alguna manera los tocaría si decidía dormir con ellos. Pero, eran mis amigos. Habían ido a rescatarme y me habían llevado al hospital. Podía confiar en ellos con mi propia vida.

Finalmente, di varios pasos al frente y trepé en la cama, acomodándome en el lugar que me habían dejado. Me tumbé boca arriba, sin saber como acomodarme. No quería molestarles y tampoco sabía cómo tratar de que mi piel no estuviera en contacto con la suya.

Sentí un ligero roce de dedos sobre mi brazo izquierdo y todos mis sentidos se pusieron alerta. Sentí mi cada centímetro de piel ponerse de punta. Entonces, otra mano apareció en el lado derecho de mi cabeza, regalándole suaves caricias a mi pelo.

Mi mente quería jugarme una mala pasada tratando de transportarme a mi pesadilla. Las manos de aquellos hombres tocándome mi cuerpo, pero entonces algo en mi interior se negó a aquello. Estas manos no eran las de aquellos tipos, eran las de mis amigos. Las manos de mi familia. Ellos siempre habían tratado de protegerme, jamás me harían daño.

Con ese pensamiento en mente empecé a relajarme. Mis ojos empezaron a cerrar y mi cuerpo se relajó. El sueño me inundó de golpe. Me di la vuelta, quedando de costado. El calor del cuerpo frente a mí me atrajo hasta él así que, siguiendo mis instintos, me acurruqué contra él. Hundí mi cara en su pecho desnudo, mientras su mano seguía acariciando mi pelo como mi madre hacía cuando era pequeña para que me durmiera.

Minho se acomodó también contra mi cuerpo, pasando su brazo por encima de mi cintura. Abrí los ojos al momento de sentir su mano haciendo pequeños círculos en mi cadera. Era Minho. Mi mejor amigo. No tenía nada de que preocuparme, así que volví a cerrar los ojos sintiéndome protegida por ambos primos Lee. Poco a poco, sentí como nuestras respiraciones se acompasaban y en cuestión de segundos caí rendida por el cansancio que mi cuerpo había acumulado.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro