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Capítulo 11

June

—¿A las cinco entonces en casa de June? —quiso asegurarse Chan, dándole el ultimo sorbo a su vaso con agua.

Asentí con la cabeza, terminándome el plato de pasta que el vampiro frente a mí me había ofrecido. Que no comieran comida para sobrevivir solo me hacía pensar en si bebían sangre para poder seguir con vida. ¿Morderían el cuello de alguno de nuestros compañeros? ¿Tal vez de algún adulto o anciano del pueblo? ¿O robaban bolsas de sangre del hospital de Nueva Orleans cómo había visto que hacían algunos personajes de Crónicas vampíricas? Debía admitir que había estado obsesionada con las series y películas sobre hombres lobo y vampiros. Siempre había sentido curiosidad por sus mundos, por cómo funcionaban sus clanes y manadas. Pero nunca había esperado poder vivirlo en primera persona. Las películas habían dejado de serlo y se habían convertido en mi realidad.

—Podemos llevar algo de bebida y comida para todos —se ofreció Seungmin por ambos.

—No hace falta —traté de hacerles desistir de la idea. Si ellos no comían nada, tampoco necesitaban gastar dinero por nosotros—. Ayer compré todo lo necesario y la tradición de los viernes de películas es pedir pizzas para todos —les dije con una gran sonrisa, antes de pensar dos veces lo que había dicho—. Aunque, no hace falta que comáis si no...

—Nos encantaría comer una pizza como los adolescentes veinteañeros que somos.

En verdad no tenía ni la menor idea de cuando fue que ambos murieron, si fue muchos años atrás y habían seguido creciendo acorde a la edad que debían tener o si murieron poco tiempo atrás y conservarían esa apariencia adolescente para siempre. Me gustaría preguntarles..., pero tampoco quería incomodar con esas preguntas si ellos preferían olvidar aquel día igual que yo lo hacía.

Saqué el teléfono de mi bolsillo e hice algo que hacía tiempo que tenía ganas de hacer. Accedí a mis chats y le di al icono de crear grupo. Añadí a todos los chicos dentro de grupo, incluidos Chan y Seungmin a quienes me había asegurado de pedir el número hacía un par de minutos. Nombré el grupo como "Los Sobrenaturales" y añadí un emoji de un lobo y un vampiro, acordé a lo que cada uno de nosotros éramos.

Los móviles de los chicos empezaron a vibrar encima de la mesa de madera y los revisaron. Sus risas inundaron mis oídos al ver como había apodado a nuestro grupo. ¿Qué querían que hiciera? No tenía demasiada imaginación. Si ellos tenían un nombre mejor que lo cambiaran. No me importaba.

—Podemos encontrarnos todos en nuestra casa para ir —sugirió Minho amablemente, reposando de nuevo su teléfono sobre la mesa. Desde luego la forma en que la actitud de mi mejor amigo había cambiado en relación a ambos chicos australianos me hacía querer hinchar el pecho de orgullo—. Ya sabéis la dirección —les guiñó un ojo de forma juguetona antes de que su sonrisa se desvaneciera y su mirada se enfocara en mí.

Recordé entonces que Minho me contó que fueron Chan y Seungmin quienes fueron a avisarlos de que me habían secuestrado. No habían ido a su casa a saludar o a tratar de hacer las paces, sino a informarles de las malas noticias.

—Está bien —traté de hacerle sentir mejor—. Ya me he hecho a la idea de que esta es mi nueva vida, mi nueva yo. Estoy empezando a acostumbrarme. No tenéis porque sentir pena por mi cuando yo no la siento —observé a todos después de hablar.

Esperaba que ellos hubieran creído mis palabras, porque yo no lo hacía del todo.

🌕🌗🌑🌓🌕

Agarré las últimas botellas de CocaCola y Sprite de la encimera de la cocina y me dirigí hacia el comedor. No había dormido luego de llegar de la universidad como hacía casi todos los días y había dedicado ese par de horas para terminar de limpiar la casa. Todavía recordaba cómo Hyunjin y yo habíamos llenado la moqueta del salón con palomitas después de nuestra carrera por ocupar el último sillón de la sala. Seguía sin comprender porque limpiaba si luego ellos se encargaban de ensuciar todo.

Dejé las botellas sobre la pequeña mesa de café, fijando la vista en ese sillón de piel de una plaza, rememorando lo que sucedió. Mi intención había sido acomodarme y buscar una posición más cómoda, pero, sin quererlo, había terminado rozando la zona intima de Hyunjin, provocándolo. Sus pupilas dilatadas y la forma en que me miró hacían que sintiera un enorme calor en mis mejillas y en la zona baja de mii cuerpo.

No entendía lo que me había pasado últimamente con él. Sentía cómo una gran atracción por su olor a cítricos que me hacía perder la cabeza cada vez que estaba cerca de él. No sabía explicarlo. ¿Siempre me había sentido de esta forma hacia él y nunca me había dado tiempo? ¿O tal vez convertirme en mitad loba había activado algo más dentro de mí?

Añadiría esas preguntas al resto que ya tenía. Mi cerebro iba a explotar por todas las respuestas que necesitaba.

Tanto observar el sillón fijamente había conseguido que mi vista se nublara. Parpadeé varias veces, volviendo a ver todo con claridad. Entonces otra pregunta surgió en mi mente. ¿Cómo íbamos a sentarnos en esta ocasión? Los chicos habían ocupado todo el sofá grande y Hyunjin y yo habíamos tenido que sentarnos juntos para que uno no se sentara en el suelo. Pero no podíamos hacer que cuatro personas ocuparan un sillón de una plaza ni que siete personas ocuparan un sofá de cinco. Así que, tres pobres adolescentes iban a tener que sentar sus posaderas y aguantar toda la película en el duro suelo.

El timbre de la casa sonó, alejándome de mis pensamientos.

—Ya voy —grité en dirección a la puerta, sabiendo que eran los chicos.

Avancé unos pocos pasos, saliendo del salón y pasando al amplio corredor abierto que conectaba con la cocina y la sala sin ninguna pared de por medio. Mi teléfono empezó a vibrar en mi bolsillo trasero, así que me detuve para poder sacarlo. Era Minho. ¿En serio no podían esperar unos segundos a que fuera a abrirles?

Rodeé los ojos mientras me acercaba a la puerta y descolgaba la llamada.

—Ya os abro, que impaciente eres cuando quieres.

Llegué al final del corredor y me planté frente a la puerta. Agarré el pomo mientras escuchaba a Minho al otro lado de la llamada.

—¿Abrirnos? Te llamaba para decirte que acabamos de salir de mi casa, hemos quedado con Hyunjin, Han y I.N en la casa de este último —me respondió extrañado mientras yo abría la entrada.

Había dos hombres frente a mí. No me sonaba haberlos visto nunca. Debían de estar en sus cuarenta. Ambos tenían un corte de pelo al estilo militar y unas facciones series que endurecían la dura mirada que estaban lanzando en mi dirección. Los ojos verdes del que estaba más cerca de mí se quedaron observando el teléfono en mi mano, mientras que el otro se limitaba a mirarme de arriba a abajo con los pozos negros que tenía en la mirada.

Con el móvil todavía en mi oreja, esperando por contestar a Minho, me dirigí hacia ellos.

—¿Necesitan algo?

—A ti —respondió el primero de ellos.

Mi mente se quedó por u segundo en blanco, tratando de procesar las palabras que habían salido de su boca. ¿Me necesitaban a mí? ¿Quiénes eran estos tipos? Agarré el pomo de la puerta con fuerza y me dispuse a cerrar la puerta con rapidez, pero, al parecer, ni siquiera con mi nueva velocidad mejorada de mujer loba fui más rápida que ellos.

La mano del primer tipo frenó la puerta a mitad camino y la empujó con fuerza hacia atrás, haciendo que diera varios pasos hacía atrás para apartarme de su brutal impacto. Los dos hombres entraron a paso lento en mi casa y avanzaron hacia mi mientras yo retrocedía. Su insistente mirada clavada en mi consiguió ponerme toda la piel de gallina.

—¿June? —escuché la voz de Minho en mi oreja.

Por unos instantes había olvidado que tenía el teléfono en mi mano y mi mejor amigo me había llamado. Abrí la boca lista para pedir ayuda cuando un borrón pasó ante mis ojos e impactó contra mí tirándome hacia atrás. Todo mi cuerpo impactó con dureza sobre el suelo cubierto por la moqueta. Ahogué un grito cuando vi al tipo de ojos verdes sobre mí, sentado con una pierna a cada lado de mi cadera apoyando todo su peso en mí mientras sus brazos sujetaban los míos junto a mí cabeza. Me habría maravillado ante el color tan brillante de su mirada si no fuera porque lo único que sentí fue miedo atenazando todas las fibras de mi cuerpo.

—¿June? —repitió Minho en la llamada.

La mirada del hombre sobre mi se dirigió al teléfono que todavía sujetaba. Soltó uno de mis brazos y agarró el dispositivo, mandándolo a volar en alguna dirección. Escuché el golpe cuando este impactó en algún lugar.

—¡No! —grité desesperada tratando de liberar mi otra mano de su agarre para poder huir de él y su amigo, esperando que la llamada no se hubiera cortado por el impacto y mi mejor amigo todavía pudiera escucharme—. ¡Minho! ¡Ayuda!

Volví a ser el centro de atención del tipo encima de mí. Observé al otro hombre, justo detrás del otro, que tan solo nos observaba sin ninguna clase de emoción en su rostro. Volví la mirada al hombre que se había posicionado encima de mí, quien me observaba con una gran sonrisa en su boca. De alguna manera pude predecir sus intenciones con rapidez. Antes de que volviera a agarrarme el brazo derecho una repentina valentía se adueñó de mí. Utilicé mis dedos índice y corazón de mi mano libre para pinchar con fuerza sus ojos.

El hombre empezó a gritar ante mi inesperado ataque. Vi como todo su cuerpo se inclinaba hacia la izquierda pues se había apoyado sobre su talón, dejando un hueco entre mi cadera y su pierna derecha. Seguí presionando con fuerza mis dedos en sus ojos azules hasta que sentí como mi brazo izquierdo quedaba también libre de su agarre. Dejé de mortificar sus ojos y utilicé mis codos para impulsarme hacia atrás y escapar totalmente de su control.

Cuando conseguí sacar mis piernas de debajo de él, los gritos del hombre se habían convertido en gruñidos. Observé sus ahora ojos azules brillantes por las cuencas de los cuales habían salido sendos regueros de sangre debido a mi ataque, junto con los largos colmillos que ahora decoraban su boca. Desde luego el tipo era hombre lobo.

Me quedé paralizada por un instante. Los ojos de Richard, el lobo que me atacó aquella noche en que morí, también habían sido azules y los de su jefe. ¿Toda su manada tenía ese color de ojos cuando se transformaban? ¿Significaba eso que ellos pertenecían a la manada que me mató? No podía ser.

El miedo se intensificó en mi interior al ver al tipo acercarse de nuevo hacia mí con los colmillos listos para morderme. Retrocedí todo lo que pude hasta que tuve el espacio necesario. Alcé mi pierna derecha y, dibujando la trayectoria deseada, la impacté con fuerza sobre la cara del tipo. Me sorprendí al ver que su cuerpo se inclinaba hacia el costado y su cabeza impactaba contra el suelo.

Aproveché ese momento para ponerme en pie y darme la vuelta, lista para subir corriendo hasta mi habitación, pero, entonces, algo agarró mi tobillo y tiró con fuerza hacía atrás. No me dio tiempo a cubrirle la cara antes de que mi nariz y, posteriormente, mi cabeza golpearan el suelo. Empecé a sentirme mareada hasta que el dolor en mi tabique nasal se convirtiese en insoportable y mi mareó pasase a un segundo plano.

Alcé una de mis manos para sobarme la zona dolorida y que el dolor mitigara. Sentí una sensación tibia descender por mi nariz, boca y barbilla. Palpé la zona con mis dedos y observé mis dedos pintados en rojo escarlata. ¿Me había roto la nariz? Suponía que por eso me dolía horrores. Las lágrimas se acumularon en mis ojos mientras observaba como la moqueta blanca debajo de mi se teñía con mi sangre.

El agarre en mi tobillo incrementó su fuerza, arrastrándome hacía atrás. Grité ante el dolor que sentía por la nariz y la fricción que recibió la piel expuesta de mi costado. El jersey se había enrollado en la parte superior de mi cuerpo, dejando mi estomago descubierto.

Giré mi cuerpo para observar al tipo frente a mí. La mano del hombre que había estado frente a mi era la causante de mi caída. Se encontraba tirado todavía sobre el suelo, pero había sido lo suficiente rápido como para evitar que me escapara. Utilicé mi otro pie para golpear con fuerza su mano con mi talón. Tuve que propinarle varios golpes con fuerza antes de escucharlo gruñir de nuevo y dejarme libre.

Traté de alejarme de nuevo antes de que el otro hombre se tirara sobre mí. Sus manos se dirigieron con firmeza hacía mi garganta. Agarré sus muñecas, impidiéndole su cometido. Ni siquiera mi fuerza lobuna era suficiente para contenerlo.

<<June, déjamelo a mí>> escuché la voz de Accalia dentro de mí.

Un parpadeó rápido fue todo lo que necesité para sentir como mi vista mejoraba y algo crecía en mi boca. Separé mis labios, dejando a la vista mis colmillos. El hombre pareció un poco conmocionado al ver el nuevo color de mis ojos. Aproveché ese momento de desconcierto suyo para, sin ser del todo consciente de mis acciones, propinarle un rodillazo en su zona baja.

El hombre se puso pálido ante la intensa ola de dolor que debía de estar sintiendo pues soltó sus brazos y utilizó sus manos para agarrarse el paquete y tratar de aliviar su dolor. Mis manos se dirigieron entonces hasta su cabeza, agarrándola con ambos manos, y la incliné en mi dirección con rapidez para propinarle un fuerte golpe con mi frente en su nariz.

El mareo que sentía se incrementó por el golpe, pero conseguí que el tipo cayera de lado mientras trataba de recuperarse. Me puse en pie sin dudarlo un segundo más y corrí escaleras arriba, viendo todo borroso, y escuchando los gruñidos de ambos hombres y sus pasos por detrás de los míos, persiguiéndome.

Entré directamente a mi habitación y agarré la puerta, apoyándome sobre ella, para cerrarla y ponerle el seguro, esperando que eso pudiera detenerlos. Pero algo impacto contra la puerta, lanzándome con fuerza hacía atrás, consiguiendo que la parte trasera de mi cabeza colisionara contra el suelo. Mi mirada se nubló, consiguiendo que el mareo embotara todos mis sentidos. Manchas negras nublaron mi campo de visión.

Me removí en el suelo, tratando de levantarme. Sentí unos dedos en mi frente que me impulsaron de nuevo hacia atrás. Mis manos fueron retenidas arriba de mi cabeza y volvía sentir el peso de alguien sentado sobre mi cadera. No otra vez. Me removí tratando de liberarme de nuevo, pero solo conseguí que el hombre aumentara sus agarres.

No conseguía distinguir cual de los dos hombres era pues lo único que conseguía ver eran abundantes manchas negras. Como si alguien hubiera esparcido tinta de calamar sobre mis ojos. Me sentí impotente por no poder defenderme. No quería ser la damisela a la que tenían que salvar. Quería poder hacerlo yo misma, pero ver que no podía fue lo que hizo que las lágrimas empezaran a circular a su libre albedrio.

—Parad. Parad. ¿Quiénes sois? —pataleé y me retorcí tratando de liberarme del agarre. No pensaba dejarme vencer.

Alguien me agarró también las piernas, inmovilizándomelas. Grité, moviéndome de un lado a otro. ¿Qué querían de mí? ¿Por qué me estaban haciendo esto? Sentí como algo se enrollaba en mis pies, con fuerza, impidiendo cualquier movimiento. ¿Qué? Traté de separar ambos pies, comprobando que no podía. ¿Me habían atado los pies?

No, no, no, no.

Esto no estaba bien. ¿Por qué yo?

—¿No nos reconoces, preciosa? Estuvimos presentes aquella noche en que mataste al beta de nuestro Alpha.

Traté de fijar la vista en el hombre sobre mí, pero el negro dominaba casi al completo mi campo de visión. A través de tanta negrura pude distinguir dos faros azules brillando con gran intensidad. No había duda, eran miembros de la manada que había intentado matarme, pero ¿a que se referían con eso de beta? ¿Aquel no era su líder?

—Veamos preciosa —el agarré en mis manos perdió algo de fuerza, pero aun así no pude liberarme. Sentí unos dedos recorriendo la línea de mi mandíbula hasta mi barbilla—. ¿Qué deberíamos hacer contigo?

Los dedos se deslizaron de mi cara por mi cuello. Sentí todo mi cuerpo congelarse. ¿Qué estaba haciendo? Sentí el ligero tacto bajar por entre mis pechos hasta mi estómago. Pensé que su mano se detendría ahí hasta que sentí como mi jersey se alzaba y algo frío tocaba mi piel, recorriéndola de nuevo en la dirección contraria. ¿Era su mano? ¿Me estaba tocando?

—¡No! ¡No! ¡Suéltame! —volví a removerme de un lado a otro como una lombriz tratando de escapar de su prisión.

Ya no solo quería liberarme de su agarre, sino que quería alejar su asquerosa mano de mi cuerpo. ¿Por qué me estaba tocando? ¿Cómo se atrevía a hacerlo?

El agarré en mis manos atrajo con fuerza mis manos hasta mi pecho. Mi mente no podía procesar nada de lo que estaba ocurriendo. No conseguía entender que era lo que estaba tratando de hacer conmigo. Noté como algo se enrollaba alrededor de mis muñecas, aprisionando mis manos sin darme la posibilidad de moverlas.

No, no, no, no.

Definitivamente esto no estaba bien.

No podía moverme.

¿Qué se suponía que debía de hacer ahora? ¿Afrontar lo que fuera que fueran a hacerme estos dos enfermos mentales fueran a hacerme?

No podía.

Mi parte humana que todavía conservaba, la cobarde y que trataba de librarse de sus atacantes, entró en acción.

—¡MINHO! ¡AYUDA! —empecé a gritar el nombre de mi mejor amigo y auxilio, esperando que algún vecino o alguien que pasara por la calle me escuchara y viniera en mi rescate.

—¡Callate! —gritó el hombre encima de mí, poniendo una de sus manos sobre mi boca, tratando de silenciarme.

Una repugnante pregunta se formó entonces en mi mente. Sentí cómo si todos mis sentidos se hubiesen detenido por unos microsegundos. ¿Iban a violarme? ¿Era por eso que me estaban atando?

Sacudí la cabeza, negándome a lo que estaba por venir. Más lágrimas empezaron a escaparse por mis ojos sin control alguno. Nadie iba a venir a ayudarme. No podía defenderme. Iba a terminar de esta forma.

Escuché un ligero movimiento seguido por un click. Me quedé pensando en que podría haber sido eso hasta que conseguí reconocerlo. ¿Habían cerrado la puerta de mi habitación con el seguro?

Sentí mi respiración agitada antes de que mi pecho empezara a subir y bajar con violencia presa de un ataque de pánico. Mi vista se oscureció por completo y mis oídos empezaron a pitar. Si iban a hacerme cualquier cosa, prefería desmayarme para no sentir nada. Me pareció escuchar mi nombre entre los molestos pitidos. Al parecer mis ansias de que alguien viniese a ayudarme estaban empezando a hacerme alucinar.

—Buena chica. Veo que no te vas a resistir —casi me pareció imaginarme la sonrisa del hombre encima de mi antes de cerrar los ojos mientras las lágrimas terminaban de derramarse.

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