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Capítulo 10

June

Apagué la alarma del teléfono antes de que sonara. Me había levantado veinte minutos antes de la hora en la que siempre me despertaba para empezar a arreglarme para ir a la universidad.

Me levanté de un salto de la cama. Sentía una inexplicable y desmesurada energía invadiendo cada poro de mi piel. Me acerqué hasta la ventana y descorrí la opaca cortina negra que evitaba que la luz de la calle penetrara a mi habitación. Por las noches me costaba muchísimo dormir si mi cuarto no estaba en completa penumbra. En cambio, si quería dormir la siesta no me importaba demasiado que la luz se colara a raudales. Contradicciones de mi vida.

El sol estaba empezando a salir en el horizonte. Sonreí a la desierta calle. Algo me decía que el día de hoy sería bueno.

Caminé hasta el armario y escogí unos vaqueros blancos largos con rotos en las rodillas y un jersey de lana beis que cubría justo mi ombligo junto con mi chaqueta de pelo negro. Terminé el conjunto con unas botas militares negras y un gorro del mismo color que el suéter. Agarré un conjunto blanco de ropa interior y con todo ello me dirigí al baño.

Me había duchado la noche anterior así que no sentía la necesidad de volver a ducharme ahora, ya lo haría a la noche antes de dormir. Me desvestí y me cambié por la ropa que había elegido. Me observé en el espejo frente a mí. Me veía resplandeciente y no solo lo decía porque me gustara como me quedaba la ropa. Mi pelo negro parecía tener un brillo que nunca había tenido y mis ojos, azul y amarillo, tenían mucha más vida que nunca. Me sentía guapa, viva.

Sin despegar los ojos de la June del espejo, alargué la mano a mi derecha para agarrar la crema hidratante de la cara. Pero, en vez de cogerla, le pegué un pequeño golpe y capté por el rabillo del ojo como el pequeño frasco se precipitaba irremediablemente hacía el suelo. Hice el intento, como cualquier persona haría, de tratar de cogerlo. Mis ojos se abrieron por la sorpresa al ver el diminuto frasco blanco en la palma de mi mano. ¿Había sido capaz de atraparlo antes de que impactara contra el suelo?

Me alcé viendo la crema en mi palma. ¿Cómo...? Entonces recordé que ahora era mitad loba. Mis sentidos y habilidades se habían intensificado. Era más rápida y más fuerte. En cualquier otra circunstancia me habría mirado la mano pensando que me había picado una araña y me había convertido en la hermana de Spiderman. Pero sabía lo que era ahora. Conocía mis capacidades —bueno, algunas de ellas aún me resultaban un misterio y debía adaptarme a ella, pero no venía ahora al caso—.

Sonreí abriendo la tapa del bote. Unté un poco de crema por mi cara y la froté, expandiéndola por todo. Me observé con la cara resplandeciente una vez terminé. Estaba claro que ya no era la misma, y nunca volvería a serlo. Desde que desperté aquel día en la casa de la manada de los chicos sabía que algo dentro de mí había cambiado y no había estado segura si eso era bueno o malo. Pero hoy, observando a la nueva June que había frente a mí, sabía que era para bien. Ahora percibía todo a mi alrededor con mayor claridad. Veía el mundo como realmente era. Ya no tenía una venda en los ojos que me impedía ver. Esa tela desapareció cuando volví a abrir los ojos después de haber esquivado a la muerte.

Mi nuevo cambio de vida había supuesto un duro palo durante los primeros días, pero tal vez ser mitad loba tampoco era tan malo. Tenía bastantes ventajas, sobre todo si podía coger botes de crema antes de que se rompieran.

🌕🌗🌑🌓🌕

Hice sonar el claxon del coche frente a su casa.

No pasaron más que un par de segundos antes de que el pelirrojo saliera de su casa colocándose el asa de la mochila en el hombro. Su gran y hermosa sonrisa, decorada por un hermoso hoyuelo en el lado derecho, me dieron los buenos días.

Innie vino a paso rápido hasta la puerta del copiloto y se aupó en el coche de mi padre. Cerró la puerta y acomodó su mochila entre sus pies antes de girarse hacia a mí y regalarme otra de sus preciosas sonrisas.

—Buenos días, June.

Era imposible no querer adoptarlo como mi hermano pequeño. Quería estrujarle sus suaves mejillas entre mis manos. Sus pequeños ojos y nariz y sus mullidos labios rosas lo hacían la persona más adorable del mundo.

—Buenos días, zorrito hermoso —le dije con mi increíble buen humor mañanero.

—Veo que hoy has despertado más feliz de lo normal —sus ojos oscuros brillaron con una nueva luz.

—Siempre me alegro cuando te veo —le dije sinceramente, arrancando el motor del coche para poner rumbo a casa de los primos Lee.

Llegué al final de la calle y miré en ambas direcciones antes de poner el intermitente a la derecha y girar en la intersección. Avanzamos un par de casas antes de detener de nuevo el coche. Cogí el teléfono de mi bolsillo y marqué el numero de Minho. Daba igual si hacía sonar el claxon porque ambos primos parecían hacer caso omiso a él.

La llamada dio tres tonos antes de que se colgara. Estaba casi segura de que había sido Minho quien la había cortado. Guardé de nuevo el móvil y esperamos un par de minutos cuando escuché una puerta cerrarse a nuestra derecha.

Vi a mi gemelo pecoso y mi mejor amigo venir en nuestra dirección. Felix se subió justo detrás de mí y Minho ocupó el asiento detrás de Innie. Saludé a ambos primos, recibiendo un "buenos días" a coro de su parte, y luego puse rumbo hacia la universidad.

Llegamos en menos de cinco minutos al parking. Encontré un sitio libre al final del estacionamiento, justo frente a las escaleras del edificio. Comprobé por los retrovisores que estaba ocupando la plaza correctamente y entonces apagué el motor y saqué la llave del contacto. Me bajé del coche y me acerqué al maletero para sacar mi mochila de él.

Esperé a que los chicos bajaran del coche y cerraran las puertas antes de bloquear el coche. Guardé la llave en el bolsillo de mi pantalón y los cuatro juntos nos encaminamos a las escaleras del exterior. Nuestros dos amigos australianos nos estaban esperando frente a las puertas de cristal, hablando entre ellos.

Cuando nos vieron llegar se giraron en nuestra dirección y nos sonrieron ampliamente. Los braquets de Seungmin brillaron con la luz del sol mañanero. Tenía una sonrisa preciosa y tenía claro que, cuando se lo quitara, derretiría a cualquiera a quien le sonriera.

Los seis nos adentramos en el edificio sin esperar a Hyunjin, Han y Changbin. No tardarían demasiado en llegar, pero yo necesitaba pasar por mi taquilla antes de que tocara la campana. De seguro intuirían donde estábamos y vendrían en nuestro encuentro. Sobre todo Han, con quien compartía clases y no le convenía llegar tarde, de nuevo, a historia de la música. El señor Brown ya le avisó la última vez de que no llegara tarde y él se comprometió a no hacerlo. Más le convenía cumplir su palabra si no quería tener que esperar dos horas, sentado en el pasillo, hasta que la clase terminara.

—¿Siempre pasas a recogerlos? —me preguntó Chan mientras llegábamos al final del pasillo de la planta baja y empezábamos a subir los escalones hasta el primer piso.

—Me viene de paso e Innie siempre me hace el favor de llevarme cuando no tengo el coche.

Lo cual era una de cada tantas veces, pues mis padres nunca se llevaban este coche a la ciudad, y la última vez que me tuvo que traer fue porque Minho me prometió devolverme el coche después de dejar a los chicos en su casa y luego resultó que se quedó dormido y se le olvidó.

Ahora que lo pensaba fríamente, tenía claro que aquel día Minho me mintió. No tenía claro que había estado haciendo, si estaba en la casa de la manda o alguna cosa, pero desde luego no se había dormido.

Llegamos a la segunda planta mientras hablábamos y los chicos iban perdidos en su conversación por detrás de nosotros.

—Bueno, se ahorran tener que caminar a primera hora de la mañana.

Los dos nos reímos ante su broma antes de que, por mirarle, me chocara con una persona que había frente a mí.

—Perdona —le dije antes de subir la mirar y fijarme en quien era. Cuando reconocí el color de su pelo quise retirar mi disculpa al instante.

—No es na... —empezó a decir la chica frente a mi antes verme y cerrar la boca de inmediato. Las comisuras de sus labios se inclinaron hacia abajo, en una clara mueca de desagrado que compartía con ella.

Desde luego Samantha no era a quien quería encontrarme de buena mañana. Me habría gustado poder evitarla todo lo que pudiera, pero al parecer la vida había querido arruinar mi buen humor mañanero.

—Como no, tenías que ser tu —dijo de manera despectiva—. Veo que todavía no has a prendido a mirar ni a caminar a la misma vez —observó a Chan, quien estaba junto a mí, y a los chicos, los pasos de los cuales escuché detenerse detrás de nosotros—. Tal vez tus amiguitos podrían echarte una mano con ello.

No me había gustado para nada las palabras que le había dirigido a mis amigos. Ellos eran algo intocable para mí. Nadie podía meterse con ellos sin pasar antes por encima de mí.

Sam siempre había dirigido y enfocado su asco únicamente hacia mí, pero últimamente se estaba pasando de la raya insultando a mis amigos, a quienes siempre habían estado conmigo tanto en las buenas como en las malas. Pero esta vez no iba a pasarlo por alto.

Sentí como la nueva June, esa chica fuerte y luchadora, que había vuelto a la vida, se apoderaba de mí. Se había terminado lo de callarme ante los insultos de la pelirroja. No iba a dejarle pasar ni una más.

—Tal vez puedas aprender tu a no estar siempre en medio —le respondí de vuelta, cogiéndola por sorpresa.

Sus ojos se abrieron como platos ante mi contestación mientras yo escuchaba las risas ahogadas de los chicos que estaban tratando de disimular con una falsa tos.

Por primera vez me sentía orgullosa de no dejarme pisar por esta matona que había decidido tomarla conmigo desde que nos conocimos en el instituto. Le había dado a probar de su propia medicina.

El rostro de Sam empezó a tornarse tan rojo que empezó a confundirse con su pelo. Dentro de poco ya no sabría diferenciar donde empezaban a crecer sus folículos.

—¿Qué acabas de decir? —casi parecía que iba a soltar humo por la nariz como un toro.

Vaya, al parecer no le gustaba recibir lo que daba. Que incongruencias de la vida.

Hinché el pecho, lista para decirle a Sam todo lo que pensaba de ella.

—Que ya estoy harta de ti Samantha. Si lo que quieres es buscar pelea, mejor vete a buscarla a otra parte porque aquí no la vas a encontrar. Ya no pienso seguir aguantando tus dañinos comentarios —que bien se sentía soltarlo todo—. Y, ahora, si me permites, necesito ir a mi taquilla —terminé por decir antes de alzar la cabeza bien alta y pasar por su lado, chocando a propósito mi hombro por el suyo, sin mirarla por última vez.

Sonreí victoriosa ante mi pequeña victoria.

Se había terminado lo de ser su saco de boxeo con el que se desahogaba cada vez que le convenía. Si lo que quería era descargar tensiones que se apuntara a un gimnasio o usara su almohada para darle algún puñetazo que otro.

El timbre que indicaba el inicio de la primera clase sonó. Me apresuré a abrir la cerradura de mi taquilla y buscar el libre de historia de la música y la carpeta donde tenía todos los apuntes del curso. Cerré la puerta metálica poniendo números al azar para que nadie descubriera la combinación y pudiera abrirla una vez que yo me fuera.

Me di la vuelta, viendo a Samantha todavía parada donde la había dejado, observando todos mis movimientos. Los chicos seguían detrás de ella, siguiendo todo el drama con la mirada. Vi a Hyunjin, Han y Changbin detrás del resto. ¿Cuándo habían llegado? ¿Habían escuchado algo de nuestra charla?

—Han, ¿vamos a clase? —le dije a mi amigo tratando de obviar la presencia de Sam.

Mi amigo asintió sin entender lo que estaba sucediendo y adelantó al resto de los chicos y a la pelirroja. Vino a mi lado y me despedí de los chicos antes de empezar a avanzar por el camino en dirección al segundo piso.

Antes de girar a la izquierda al final del pasillo, escuché la voz de Sam.

—Esto no ha quedado así Moore.

Ni siquiera me molesté en responderle. Por su parte, le indiqué a Han que acelerara el paso si no queríamos que el profesor nos cerrara la puerta en las narices.

🌕🌗🌑🌓🌕

Con la bandeja de comida a rebosar entre mis manos, seguí los pasos de Han hasta nuestra mesa en la cafetería. Atravesamos varios grupos de amigos que hablaban animadamente entre ellos mientras devoraban sus almuerzos con ferocidad. La verdad es que yo me encontraba igual de hambrienta sino más. Ser mitad loba había conseguido crear un agujero negro en mi estomago que parecía no llenarse nunca por más que comiera.

Me senté en la primera silla vacía que había y esa era entre Changbin e Innie, frente a Chan y Seungmin. Deposité la bandeja sobre la mesa de madera lista para hincarle el diente, pero una serie de aplausos repentinos me hizo alzar la vista de mi jugosa comida.

Los chicos estaban aplaudiendo en mi dirección con unas miradas cargada de orgullo. ¿Había ganado algún trofeo? ¿Qué estaban haciendo? Definitivamente se les había escapado algún tornillo de la cabeza. Observé a Chan y Seungmin que nos miraban sin entender que narices estaba sucediendo. Se miraron entre ellos utilizando esa comunicación telepática que solo ellos tenían, se encogieron de hombros y empezaron a aplaudir uniéndose al resto. Rodé los ojos. De verdad que mis amigos no tenían remedio. Y ya que, si caía uno, caíamos todos, yo también me puse aplaudir. Definitivamente la gente de nuestro alrededor debía de pensar que necesitaba visitar un psicólogo.

Al ver que les estaba siguiendo la broma, dejaron de aplaudir. Yo los imité y por fin pude probar bocado de la pasta con tomate y queso que llevaba haciéndome salivar desde que la habían puesto en el plato. Llevé el tenedor a mi boca y casi me pareció que había gemido al sentir el jugoso sabor en mi boca. Estaba canina.

—Felicitemos a June porque por fin ha conseguido plantar cara a la bruja pelirroja —escuché que decía Minho y casi me atraganté con los espaguetis en mi boca.

Tosí y me di ligeros golpes en el pecho para conseguir que la comida bajara. Cuando conseguí tragar, alcé la vista para contemplar a mi mejor amigo quien sostenía su vaso de agua en el aire. Así que por esto habían empezado a aplaudir todos.

—Y por dejar de usar el parche para cubrir su ojo —le siguió Han, alzando también su vaso de plástico.

Era cierto, hoy no me había puesto el parche. No quería romper sus fantasías explicándole que lo cierto era que me había olvidado por completo de él y ese era el motivo por el que no me lo había puesto. Pero, lo cierto era, que me había sentido genial al no utilizarlo. Mis orejas no estaban irritadas debido a las tiras y mi ojo derecho no estaba cansado debido a que debía forzarlo ya que solo veía por él.

Sí, desde luego la nueva June había conseguido grandes cambios el día de hoy. Y pensaba mantenerlos ya para siempre. Nada de parches para ocultar el ojo y nada de dejar que una chica cualquiera me pisoteara como si fuera una alfombra.

El resto de los chicos alzaron sus vasos y todos ellos los chocaron, consiguiendo derramar algo de agua sobre la mesa. No tenían remedio.

—Gracias, gracias —les dije, haciendo sendas reverencias como si estuviéramos celebrando que me había graduado o me habían ascendido de puesto de trabajo—. ¿Y, ahora, me podéis dejar comer? No tengo ningún problema en comerme a uno de vosotros luego si me quedo con hambre —comenté con una gran sonrisa.

Los chicos devolvieron automáticamente su vista a sus bandejas y por fin pudimos tener la comida en tranquilidad. Devoré mis espaguetis más rápido de lo que me hubiera gustado y luego seguí con el pollo en salsa y patatas. No estaba segura de si mi paladar también había mejorado con la transformación, pero últimamente sentía los sabores con más intensidad en mi boca.

Relamí la salsa que había quedado adherida a mi tenedor y me entristecí al ver que ya me había terminado ambos platos. Aún seguía teniendo un hambre voraz, pero sabía que las personas de cocina no me dejarían repetir plato, eran las normas de la cafetería: solo una ración por persona.

Procedía comerme la pieza de fruta que había escogido. Hoy se trataba de un diminuto y triste kiwi. SI, desde luego, a partir de hoy, empezaría a traerme una fiambre con más comida. Solo de pensar que debía afrontar otras dos horas de clase con el estómago todavía medio vacío me hacía querer llorar.

—¿Te has quedado con hambre, June? —la pregunta de Chan hizo que dejara de observar fijamente el pequeño kiwi en mi bandeja.

Apenada, asentí con la cabeza. El vampiro se apiadó de mi y me ofreció su plato de pasta. Mis ojos debieron de iluminarse pues una gran sonrisa se adueñó de sus labios.

—Pero ¿no te quedarás con hambre? — le pregunté antes de aceptar la comida.

—Seungmin y yo no necesitamos comer demasiado alimentos para sobrevivir. Comemos lo justo para que parezca que seguimos... —pareció buscar la palabra correcto antes de volver a hablar—... vivos. Sería demasiado extraño sentarnos aquí cada día sin tomar nada. Al final la gente empezaría a hacer preguntas.

Asentí con la cabeza, comprendiendo su punto. Me sentí un poco triste al escuchar que solo comían para aparentar. No necesitaban comer nada y supuse que su dieta se basaría en sangre para no morir definitivamente. Las películas de Crepúsculo me habían ayudado a comprender bastantes cosas.

Pinché la pasta con mi tenedor y la llevé hasta mi boca. Tragué la comida y pinché otro bocado de comida.

—¿Samantha siempre ha sido así contigo? —la pregunta curiosa de Seungmin hizo que dejara el tenedor sobre el plato y me enfocara en ellos.

—Desde que vino nueva al instituto y nos conocimos, sí. La verdad no recuerdo haberle hecho nada para que empezara a tratarme así. Creo que todo empezó por la diferencia de colores de mis ojos, pero, a medida que íbamos creciendo y empezamos la universidad, fue como si ese disgusto que sentía hacía mi hubiese evolucionado a algo más. ¿El qué? No tengo la menor idea, pero es lo que percibo de ella —el resto de los chicos estaban escuchando también la conversación—. Y, a raíz de ello, vinieron los incontables apodos que me puso: bicho, engendro, y otros que prefiero olvidar —ambos vampiros abrieron los ojos ante la última información que les había proporcionado—. Pero, eso ya se ha terminado. Su momento de meterse conmigo ha llegado a su fin. La nueva June que veis ha llegado para quedarse.

Las sonrisas orgullosas de los chicos volvieron a florecer. Se alegraban de mi cambio de mentalidad y yo también. Ya no dejaría que nadie la tomara conmigo por ser como era y tampoco dejaría que nadie les dijera nada a mis amigos. Estaba loba blanca iba a sacar sus garras y colmillos para defender a las personas que le importaban.

—Cambiando de tema. ¿Sigue en pie la sesión de películas y pizza este viernes? —todos menos Chan y Seungmin asintieron con la cabeza. Que hubiese cambiado, tanto física como mentalmente, no significaba que no pudiéramos seguir con nuestras tradiciones Siempre habían sido ellos siete, pero había llegado el momento de ampliar su grupo—. Vosotros dos también estáis invitados. Somos amigos y como tal es hora de empezar a hacer planes juntos —siempre habíamos sido nosotros siete, pero había llegado el momento de ampliar el grupo.

Llevábamos semanas siendo amigos —al menos conmigo, con los chicos les había costado un poco, pero lo habían conseguido— así que ya iba siendo hora de que los incluyéramos en nuestros planes fuera del horario de estudiante.

—Estaremos encantados de ir, tan solo nos tenéis que indicar hora y ubicación y allí estaremos —dijo Chan por ambos mientras Seungmin asentía con la cabeza a su lado confirmando sus palabras.

Desde luego el viernes sería un día diferente para todos, de seguro no olvidaríamos nunca esa tarde. Estaba completamente segura de ello.

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