|Odio el básquet|
Salí de la habitación a las 9:30 AM. Pasé primero a la habitación de Jacky a despedirme y ya no estaba. El corazón se me encogió: no pude despedirlo.
Bajé las escaleras y a medios escalones estaba Sesshomaru sentado con su celular en mano. Lo detallé nuevamente: ¿En qué momento se cortó el pelo?.
Toqué su hombro para llamar su atención. Él levantó sus ojos dorados hacia los míos y me dejó ver su sonrisa hermosa. Se levantó, metió el celular en el bolsillo y besó mi mejilla.
—Buenos días. — susurró.
—¿Cuándo cortaste tu cabello?. — él me mira levantando una ceja.
—Ayer en la tarde. — comenzó a bajar las escaleras. —¿No trabajas hoy?.
—No.
—Si quieres puedes acompañarme a jugar con los chicos. Iremos a una cancha de básquet. — sugirió entrando a la cocina.
Al entrar el olor a las clásicas galletas de Kaede invade mi sistema. La boca se me hace agua al verlas sobre la mesa. Sesshomaru se acerca cual gatito a punto de robar algo a las galletas. La nana Kaede le da la espalda. Cuándo está a punto de atrapar una, la anciana se da la vuelta y le da en la mano con una espátula.
Sesshomaru retira su mano haciendo un puchero.
—No las toques. Las tuyas son estas. — le ofrece una bandeja más pequeña que gustoso la toma y comienza a comer.
—Gracias... — murmura con la comida llena. La anciana Kaede sonríe.
—¿Galletas de desayuno solamente? Puedo ayudarte a preparar algo más.
—No hace falta, Kagome querida. Hay cóctel de frutas en la nevera, gelatina y para tí te he dejado una deliciosa natilla de fresas. Búscala en el microondas.
Rápido voy hacia el electrodoméstico y encuentro un cuenco de cerámica rosa con algo espeso dentro. Agarro una cuchara pequeña y comienzo a comer. De inmediato me sonrojo por el dulce sabor de la natilla.
—Exquisita... — le sonrío.
Sesshomaru se acerca curioso y embarra una de sus galletas en mi natilla. Lo miro de mala gana y él me saca la lengua, luego prueba su galleta y hace una mueca de satisfacción.
—Rico... — dice.
Le robo una galleta y también pruebo. Tiene razón están mucho más ricas con la natilla. Es una azucarada combinación perfecta.
—Me alegro que les guste. — la anciana se voltea y continúa en lo suyo.
Terminamos de comer y lavamos los platos. Voy hacia mi habitación a ponerme algo más adecuado para la ocasión. Iremos en auto así que puedo usar un mini-short deportivo verde que hace muchos días me hace ojitos para ponermelo. La escojo junto con una blusa de mangas larga color blanco y por último unos zapatos Vans.
Me pongo la ropa rápido. Peino mi cabello, aplico muy poco maquillaje en mi rostro y rocío el suficiente perfume sobre mí. Agarro una mochila pequeña y ahí meto algo de dinero, mi celular y mis identificaciones por si acaso. También meto una gorra.
Salgo de mi cuarto y encuentro a Sesshomaru apoyado en la puerta de su hábitat. Usando una chaqueta deportiva negra y shorts sobre la rodilla del mismo color. En la mano izquierda trae atrapada una pelota de basquetbol.
Le sonrío y caminamos hacia la salida. Esta vez vamos en una camioneta gris que la marca todavía no reconozco. Entro al asiento del copiloto y tiro la mochila hacia atrás junto con la pelota que él me entrega. Enciende el auto y se pone en marcha.
—¿Cuándo aprendiste a manejar?. — suelto para romper un poco el ambiente silencioso.
—Desde niño. Mi padre quería que me independizara lo más pronto posible y que la vida me fuera sencilla sin la necesidad de mi herencia.
—Al final de cuentas tienes una gran herencia.
—Y mi propio dinero acumulado.
—¿Has trabajado?. — me observa por un momento y me sonríe.
—Fui modelo juvenil, corredor de motocross, actor, participé en algunos juegos de basquetbol y vóleibol, diseñé el reloj que llevó a la verdadera fama a una marca irlandesa, corredor de autos, también estuve un tiempo vinculado con las empresas de mi padre... Y muchas cosas más.
—Osea que haces de todo.
—No tan así. No sé cantar, limpiar o cualquier cosa vinculada con los quehaceres del hogar.
—Si sabes cantar... Un poquito desafinado pero sabes.
—Tomaré en cuenta eso. — susurra y detiene la camioneta. —Llegamos.
Abro la puerta y veo hacia una gran cancha de básquet al exterior. A lo lejos está la playa. Dentro de la cancha ya están algunos de los chicos. Miroku, Sango, Kikyo y uno más que no conozco. Sesshomaru lanza sobre mi cabeza la pelota y entra a la canasta. Las chicas comienzan a aplaudir.
Volteo a verlo: está sobre el capó del auto a metros largos de donde se encuentra el aro. Tiene una puntería, precisión y fuerza excelente.
Camina hacia allí y yo voy detrás de él a pasos apresurados porque el muy maldito tiene los pasos grandes y yo soy enana. Lo que significa que un paso de él son dos o tres míos y él va muy rápido.
Entro ahí. Las chicas me abrazan muy fuerte. Escucho sonidos de palmas chocando y me giro a verlos. Los hombres se saludan muy bien.
—Anoche ni siquiera tocaste el alcohol. — Miroku le pega en el pecho a Sesshomaru.
—Cuidaba de alguien. — me señala con el dedo. —Y también de tí. Estabas bebiendo mucho.
—Nah... Estaba sobrio aún.
—¿Quién es la chica, Sessh? Es muy linda. — el pelinegro de ojos celestes que no conozco me mira. Le sostengo la mirada con las mejillas sonrojadas.
—Cuidado, Koga. Sesshomaru se pone celoso... — dice Miroku.
—Ya deja de decir tonterías. Es mi amiga, no una novia o algo así.
—Anoche decías otra... ¡Ay!. — Sesshomaru le pega en la cabeza y lo mira serio.
—Cállate.
Kikyo y Sango corren hacia Miroku. Sango comienza a sermonearlo mientras Kikyo le acaricia la cabeza. El pelinegro se me acerca junto a Sesshomaru. Tiene una sonrisa grande y muy rebelde. Muy parecida a la de Inuyasha. Es alto, pero no tanto como Sesshomaru. Tal vez sea del tamaño de Inuyasha. Viste unos pantalones cortos sobre las rodillas color café y una camisa a juego con el número 05 y el nombre de Wolf.
Interesante.
—Que manjar.... — escucho sus silbidos. Sesshomaru le pega en la espalda y él se ríe. —Perdona, hermosura. Es que es cierto. Permíteme presentarme. Soy Koga Wolf, encantado lindura.
Sonrío ante sus halagos. Demasiado descarado, tiene pinta de serlo. Mucho más que Bankotsu. Acepto su mano cordial y él lleva sus suaves labios hacia mis nudillos y los besa. El moreno me sonríe mostrando unos pequeños colmillos que enamoran. Es hermoso.
—Es un hombre-lobo. No caigas en sus encantos. — acabo de imaginarme a Sesshomaru como un niño delatando a otro.
—¡Cállate, vampiro!. — se gira un poco para gritarle. No había notado su cola detrás de él. La veo un poco, es diferente a su color de pelo. ¿Será normal?.
—Pulgoso.
—Mentiroso.
—Yo no digo mentiras. — puntualiza.
—¿¡Ah, no!? ¡¿Ya se te olvidó la vez que me dijiste que traerías a esa prima tuya rubia?!.
—En mi familia no hay rubias... Los Taisho tenemos genes albinos desde el inicio de nuestro linaje vampírico.
—¡Ves que eres un mentiroso!. — ladra Koga. Sesshomaru levanta la cabeza y se va.
Me aguanto una carcajada y voy detrás de ellos. Koga se mantiene reprochándole por un buen rato hasta cansarse e irse a estirar con Miroku. Sesshomaru juega haciendo rebotar la pelota consecutivamente sobre el suelo. Observo a las chicas: se entretienen viendo algo en el celular.
Me acerco sigilosa a Sesshomaru y él me mira. Me lanza la pelota y logro atraparla antes de que choque con mis pechos.
—¿Sabes jugar?. — me pregunta con una media sonrisa.
—No estoy segura... Puedo intentar...
—Adelante... — se aparta un poco; dejándome a unos metros lejos de la canasta.
Hago rebotar como hacía él la pelota. Lo hago muchas veces hasta que me siento preparada. Doy un pequeño saltito y lanzo la pelota. La espera anaranjada no llega ni siquiera a la canasta y cae, rebotando por todos lados.
Sesshomaru la atrapa y me mira. Hago una señal para que me la lance otra vez. Vuelvo a hacer un salto y lanzo pero aún no entra. Luego de varios intentos me canso de hacerlo y le tiro la pelota bruscamente.
—Odio el básquet. — digo cruzando de brazos.
—Es que no tienes buena altura para jugarlo. — sonríe acercándose a mí.
—¿Y qué? Seguro muchas chicas pequeñas pueden hacerlo.
—Conozco algunas pero ellas lo han practicado desde mucho antes que tú... — acaricia mi cabeza.
—Lo odio...
Se ríe. Levanta ambos brazos, agarrando la pelota entre las manos y lanza. La pelota cae justo dentro del aro y rebota hacia donde están los chicos. Me quedo con la boca abierta. Es increíble.
—Y también requiere práctica.. — murmura.
—¡Sessh! ¡Inicia el partido!. — grita Koga. Camino y me siento junto a las chicas y observo los vídeos de gatitos que están viendo.
Cuatro horas luego
El juego se me hizo entre aburrido y divertido. Miroku hacía malas canastas, Koga era demasiado fanfarrón y escandalosos y Sesshomaru no se estaba esforzando como yo quería. Sólo anotaba cuando le daba la gana y ya me estaba cabreando. Todo terminó cuando los tres decidieron dejar el juego a favor de Sesshomaru con ocho canastas, Miroku y Koga ambos sólo anotaron cinco.
Miroku se llevó a Sango y a los otros dos en su auto deportivo hacia la ciudad otra vez, Sesshomaru y yo subimos la camioneta y él condujo a otro lado. Al notar que no era el camino de regreso me removí algo incómoda y lo miré.
—¿A dónde vamos?.
—Me apetece ir a la playa. Podemos almorzar pizza.
—¿Piensas nadar en la playa?.
—Sí.. Buen plan. ¿Tú no?. — niego con mi cabeza. —Bueno, te quedas cuidando las cosas.
—Sólo los celulares y tu camisa. — a lo lejos veo un cartel con la información de una playa nudista cercana. Los ojos se me abren como platos y miro por el espejo para verificar lo que dice el cartel.
—No te impresiones. La mayoría de las playas cercanas a la ciudad son nudistas. — informa él. Gira el volante y comienzo a ver la playa.
—¡¿No podías ir a una playa normal?!.
—Es una playa normal. Sólo que hay más libertad. — estaciona el auto en el aparcamiento. —Bájate si quieres. Puedes quedarte aquí pero quiero que sepas que en el aparcamiento se puede follar. — señala un cartel con dicha información.
Rápido me bajo del auto y espero a que Sesshomaru de la vuelta a la camioneta con pasos lentos. Me le quedo mirando de mala gana y él sonríe cerrando sus ojos. La playa está a unos cuantos metros del aparcamiento y desde aquí ya pude ver a una señora mayor andar sin ropa de baño.
—Será divertido. Anda. — comienza a caminar delante de mí.
Me saco los tenis y la arena seca y tibia acaricia mis dedos. Caminamos toda la playa hasta una zona de tumbonas reservada para la gente más adinerada. Sesshomaru paga por dos sillas de playa, una mesa y dos tumbonas con sus sombrillas correspondientes. Además pide una pizza hawaiana, cerveza para él y una Coca-Coca para mí.
El chico que nos atendió se va y el peliblanco frente a mí comienza a quitarse la camisa. Me siento sobre una silla y me quedo embobada viéndolo. Él lo nota pero no aparto mi mirada de él.
—Ahora es el momento en el que te tapas los ojos y no miras.
Cubro mis ojos y sólo escucho el sonido de fondo del las olas del mar y la gente hablando, la ropa callendo junto a mí y algo a mi lado se mueve.
—Listo.
Aparto mis manos y lo veo sentado frente a mí. Por mala o buena suerte la mesa cubre su cuerpo desnudo.
—¿Qué esperas para irte a darte tu baño?.
—En un momento. Sólo un sorbo de mi cerveza y voy. — lleva la jarra a sus labios y bebe. Al apartarla se queda un hilo de espuma sobre sus labios. Lame y se gira un poco. —Vengo en un rato.
Al momento de levantarse sólo puedo ver su trasero. Las chicas alrededor se ven perplejas viéndolo fijamente. Imagino que tiene mucho para admirar. Sesshomaru entra al agua y en menos de 20 minutos ya se estaba besando con una morena de cabello gris.
—Que colmo... — suspiro.
Continuará...
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