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|La guerra azucarada|


Todos nos sentamos a la mesa para hablar, conocernos mejor y degustar de los postres que algunas criadas nos habían traído. Escuchaba una historia graciosa que Sango nos contaba sobre una vez que todos fueron a Miami Beach hasta que el celular de alguien la detuvo.

—Lo lamento. Es el mío. — dijo Sesshomaru sacándose el aparato del bolsillo.

—¿Alguien te llama? No sabía que tenías vida social, hermano. — bromeó Inuyasha. Sesshomaru frunció el ceño y le dedicó una fina sonrisa.

—Al menos mi crush me dijo que sí cuando se lo propuse. — habló y se fue. Cuándo vi a Inuyasha tenía el rostro desencajado en furia y Kikyo trataba de calmarlo.

—Una patada al ego. — comentó un sonriente Miroku.

—¿Y tú de que mierda hablas? A ti te ignoran y ni siquiera te quiere cerca. — lo retó. Miroku se bebió su jugo de uvas y lo señaló con el índice.

—Hey, bro. Al menos yo no cojo lucha con eso y me voy por ahí con otras para olvidarla. Ah y otra cosa: cuándo me voy con las otras ella arde en celos. — le guiñó el ojo y volvió a dejar sorprendido a Inuyasha. Sango se puso roja y trató de contradecirlo; pero lo único que hizo fue tragar aire.

Al rato volvió Sesshomaru con un traje negro, camisa negra y una corbata roja. Se veía muy apuesto y serio vestido de esa manera. Trae una taza con algo – supongo que es café – y al estar cerca de nosotros se queda parado justo a mi lado.

—Debo irme un momento. Vuelvo en una hora. No hagan algo loco sin mí. — advirtió. De repente sentí algo frío recorrerme los pechos. Miré la zona y noté un líquido marrón claro ensuciando mi blusa.

Observé hacia arriba y vi la taza ligeramente inclinada sobre la mano de Sesshomaru. Kikyo me vio con los ojos abiertos y Sango se tapó la boca. A Miroku se le calló el cigarrillo que iba a prender e Inuyasha se reía. Sólo faltaba ver la expresión del maldito que me acaba de manchar mi ropa. Volví a ver hacia arriba y él me vio encogiendo de hombros.

—Hijo de puta... — le murmuré.

—Qué lástima que no eres mi hermana. De serlo te respondería como mismo le respondí a Inuyasha hace un rato. — me sonrió y acarició mi cabeza. Dio la media vuelta y se fue al interior de la casa.

—Y yo que no tengo ropa limpia... — bufé.

—Yo puedo prestarte una camisa. Sin problemas, somos amigas. — me ofreció Kikyo.

—¿De veras? ¡Muchas gracias, Kikyo!. — sonríe. Ella me guiñó en ojo y se levantó de su silla para agarrarme del brazo y correr hasta el interior de la mansión.

Kikyo corría con gracia frente mío. Su cabello negro y lacio se movía cual cortina siendo movida por el viento. Sus piernas largas y blancas se movían como si su dueña fuera una princesa. Sin darme cuenta entramos a la habitación de la señora Taisho. Ella hablaba por teléfono al entrar. Hizo un ademán con su mano para pasar y lo hicimos.

—Ok. Pasaré mañana y hablaremos sobre eso. No hay problema. Gracias y adiós. — colgó. —¿En qué las ayudo, señoritas?.

—Sesshomaru le manchó por "accidente"... — hizo comillas con los dedos al decir la palabra. —La blusa de Kag. Vine por una nueva para prestársela y te adueñaste de mis maletas en el momento que pisé la casa.

Irazue y ella sonrieron cómplices y me vieron a la par. Parpadee unos momentos y levanté una ceja.

—Vamos a cambiarle el look. — dijo Irazue. Kikyo jaló de mí y me lanzó a la cama. Terminé sentada en la superficie suave en medio segundo.

—Veamos... El azul le quedará hermoso con algo blanco. — comentó mi amiga.

—O amarillo, querida. Recuerda que su ropa no debe contrastar mucho con sus bellos ojos azules; pero debe llamar la atención. — la señaló Irazue.

Kikyo abrió una maleta púrpura y de ella sacó un short amarillo rasgado en la parte de los bolsillos; haciendo que las pequeñas bolsitas se salieran de los agujeros en la tela. Irazue continuó registrando la misma maleta y sacó una blusa azul pastel que se veía muy ajustada.

Ambas de tendieron ambas prendas y yo solté un suspiro y me fui a cambiar. Abrí la puerta del baño para cambiarme y al salir ya tenía un look nuevo.

Ambas mujeres me vieron maravilladas. No lo negaba: me veía genial. Me vi en el espejo del baño y quedé igual que ambas. El short dejaba visible el inicio de mi trasero y la blusa, como intuí, se ceñía muy bien a mi busto. Kikyo me sacó de mis pensamientos y me sentó frente al espejo. Irazue agarró una paleta de sombras y comenzó a darle color a mis párpados y mejillas. Kikyo sólo agarró un brillo labial y lo pasó con delicadeza sobre mis labios.

Luego de unos minutos ya estaba lista. Mi cabello estaba recogido en una coleta alta y mi rostro ligeramente maquillado. En mis ojos había un poco de sombra azul pastel, mis mejillas de un color melocotón y mis labios brillosos gracias al labial. Me veía muy hermosa.

—Ya pueden volver a la reunión. — Irazue cruzó de brazos y su celular comenzó a vibrar. De reojo ella vio el contacto en la pantalla y rodó sus orbes dorados. —No puedo creer que me está llamando de nuevo... — dijo de mala gana. —¡Qué insistente eres, InuNo Taisho! ¡Ya he dicho que no iré a esa dichosa reunión! ¡No quiero!.

Lentamente Kikyo y yo nos escabullimos y salimos de puntitas de la alcoba matrimonial. Salimos corriendo nuevamente; esta vez riendo como si fuéramos unas niñas pequeñas.

Me hubiera encantado conocerlas de niña. Sin duda seríamos grandes amigas las tres...

Pensé refiriéndome a una amistad entre Kikyo, Sango y yo. Bajamos las escaleras y casi hacemos caer a alguien que iba subiendo. Ni siquiera me di cuenta quien era. Sólo sé que llevaba vestido o algo parecido a una falda. Llegamos corriendo hasta la mesa que estaba bacía de postres deliciosos.

Kikyo se tocó el pecho para calmarse y expulsó aire. Pasó su mano por el cabello y volvió a sentarse en la silla que estaba antes. Miró la mesa y su pequeña sonrisa se esfumó.

—¿Dónde están los postres?. — preguntó.

—Nos lo acabamos de comer Inuyasha y yo. — contestó Miroku.

—¿Eh?. — dije yo.

—Hicieron una estúpida competencia para ver quien comía más postre. Al final ninguno superó el récord de Sesshomaru. — dijo Sango dándole un sorbo a su soda de Coca-Cola.

—¿Tiene un récord de eso?. — dije. —Es algo...tonto.

—Lo sabemos pero ya estamos acostumbrados a esa clases de estupideces. Cada uno de nosotros tenemos miles de locuras en la cabeza. — añadió Kikyo.

—Estoy repleto. — murmuró Inuyasha sentado malamente mientras se sobaba la panza.

—¿Otra vez compitiendo por alcanzar mi récord?. — preguntó Sesshomaru detrás de mí. Rápidamente corrí mi silla para no estar tan cerca de él. —¿Qué?.

—No volverás a mancharme la blusa. — dije apuntándolo con el índice derecho.

—No lo haré. No tengo con qué hacerlo.

—Oh.

—¡Ya sé!. — exclamó Kikyo levantándose repentinamente de la silla. —¡Propongo que Kagome enfrente a Sesshomaru en una competencia azucarada!.

—¡Eso! La víbora al fin sisea algo entretenido. — dijo Sango.

—Ya deja de llamarme serpiente. — se quejó la otra.

—A mí me gusta llamarte así, A-Na-Con-Da.

—¡Bueno, ya! ¿Se enfrentan o no?. — ¿De dónde coño sacó las fuerzas Inu para levantarse de esa silla? Con el panzón que tiene yo no podría.

Oigan, si compiten, yo soy el árbitro. — Miroku levantó la mano.

—¿Qué dices?. — giré la cabeza para ver a mi oponente. —¿Te atreves a retarme?.

¡Já! Ve despidiéndote de tu trono endulzado, Taisho.

Hice un asentimiento con la cabeza en aprobación y los presentes, excepto Sesshomaru y yo, hicieron porras y aplaudieron.

12:00 PM.

Voy a explotar...
¡No te rindas, Kag!...
Oh, mierda. ¿Eso es más helado de fresa? ¿Este tipo tiene el estómago del tamaño de una ballena o qué?.

Malamente comía de mi pequeño tarro de Nutella. Sesshomaru se sorbía con un sorbete el batido-helado de fresa con crema y cerezas encima. Perdí la cuenta de todo lo que nos hemos comido. Sólo sé que aún quedan postres para seguir tragando.

Saqué fuerzas de mi estómago y agarré unos macarrones y los envolví en Nutella. Me llevé el primero a la boca y continué con otros once o doce.

Me terminé la Nutella a cucharadas y proseguí con las gomitas. Mala elección de mi parte ya que al llevarme el primer puñado a la boca me dieron unas hermosísimas ganas de vaciar el estómago sobre la mesa.

Dejé las gomitas y agarré un batido de chocolate con leche condensada dentro. Otra mala elección de mi parte y esta vez casi vomito.

—¿Te sientes mal, Kagome?. — me preguntó el muy desgraciado llevándose un pastelito a la boca. El merengue blanco se pegó a sus labios y seguidamente él los limpió con su lengua. —Si quieres podemos terminar esto y...

—¡Ni de coña!. — le interrumpí y agarré la bandeja con las donas.

Me tragué una entera y no se como y la segunda de dos mordiscos acabé con ella. Dejé las donas y tomé un flan que desde hace un rato está diciéndome "cómeme, por favooor". Así de dramático.

Fui devorando el pequeño postre junto con las galletitas que lo decoraban y otra arcada me tomó desprevenida.

Hasta aquí llegaste, Kagome...

Y con ese último pensamiento corrí a unos arbustos y vacié el estómago de todos los postres que me comí.

Sesshomaru se levantó golpeando la mesa con las palmas y sonrió. Los chicos hicieron otra porra anunciando el campeón de nuevo. Él terminó de tragar la galleta que se estaba comiendo y fue a buscarme.

—¿Sabes?... — susurró en mi oído. —Si hubieras durado un poco más me habrías ganado, Kagome. — acarició mi hombro. —Felicidades.

Miroku e Inuyasha me cargaron y corrieron conmigo hasta el interior de la casa. Las chicas nos seguían por detrás y a Sesshomaru lo divisé vomitando en los mismos arbustos que yo fertilicé con mi fertilizante dulce que expulsé del estómago.

Sonreí. Otro poco y me convierto en campeona de "La guerra azucarada".

|Continuará|

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