Capítulo 27: Confesión I
¡Fiesta! Es todo lo que necesito ahora, Kai y yo rodeamos nuestros cuellos mutuamente con un brazo mientras cantamos a todo pulmón «No te creas tan importante» en una cantina, con nuestras botellas de cerveza en mano, esta es la número… eh… No sé, jajaja, dejé de contar luego de las 20. Tanto él como yo estamos muy borrachos, apenas y puedo mover la lengua.
–Oye guapa –un tipo alto me habló, es lindo, o quién sabe, dicen que pasados de copas ves bueno a cualquiera–, ¿no quieres venir conmigo? –reí como tarada recargándome de Kai.
–Ese tipo me quiere coger. –él le miró sonriente mostrando sus colmillos.
–¿En serio? Entonces creo que alguien va a perder su pajarito –y el tipo se largó llamándome zorra–. Voy a matarlo… –casi se cae.
–Déjalo –hipé y ambos carcajeamos como idiotas–. ¿Sabes cuál el problema con… –creo que traté de eructar– migo? –bebí mi cerveza– Que soy muy blanda y siempre espero algo que no va a llegar.
–No es verdad.
–Sí, sí lo es, como Jared, estoy loca por él, pero ¿qué he hecho para estar con él?
–El ridículo –reímos sentándonos en la barra–. Es un idiota también si no se da cuenta de que babeas cada que lo miras.
–¿Soy muy obvia?
–No, sólo parece que te creas una película romántica diferente en cada ocasión –como acabamos nuestra bebidas pedimos otras–. ¿Y qué era ese muñeco que le diste a tu padre?
Genial, ahora nos pusimos nostálgicos. Mi abuela era la que siempre me llevaba y recogía de la escuela a pie, porque de esa manera platicábamos mejor y además, veíamos los árboles con flores durante nuestro recorrido. Luego que ella murió era un chófer el que me llevaba en el auto y por una ruta distinta a la calle llena de vida y colores, en su lugar ahora veía puros comercios que me daban el sentimiento de un mundo gris.
Un día no pudieron recogerme, mamá ni loca me iba a buscar, eso era algo que dejó en claro a la misma escuela, mi hermano se escapaba o simplemente prefería irse solo a que lo vieran conmigo, por lo que llamaron a mi padre y que para mi más inmensa sorpresa salió de una de sus juntas para venir con su chófer personal a recogerme. Lo miré rara todo el camino viéndolo escribir en su ordenador hasta que nos detuvimos en un semáforo en rojo, ahí quité mi vista de él para ver por la ventana del auto con las manos apoyadas a la base del cristal, a un vendedor ambulante que traía golosinas y algunos juguetes en una carreta.
Mis ojos se cristalizaron en ese momento, la abuela solía comprarme unos dulces para comer mientras regresábamos a casa. Como no quería ser regañada por llorar como lo hace mamá, limpié mis lágrimas obligándome a contener mi llanto. Ahí fue que papá cruzó mi vista para bajar la ventanilla de mi lado y hablar al señor de los dulces.
–Escoge lo que quieras –dijo sin más regresando a teclear, lo miré confusa y luego me puse a observar todo en el carrito–. ¿Eso? ¿No quieres un dulce? –negué con la cabeza para ver que le pagaba al señor por ese pequeño peluche de conejo blanco.
El resto del camino fue silencioso, a excepción de los clips de la laptop, pero yo sonreía mirando al muñeco y a mi padre, aunque él no notara que le viera.
–Y eso pasó –dije posando mi vista a Kai quien está dormido en la barra–. ¿Para qué pides que te cuente algo si te vas a quedar dormido?
Chasqueé la lengua sacando los billetes para pagar por las cervezas, tomé la botella de Kai ya que estaba a la mitad, luego llamé a un Uber indicando la dirección bebiendo durante el recorrido. Una vez bajé me encaminé a la puerta tocando repetidas veces para que me abrieran.
–¿Luar? –incluso ahora con su cabello alborotado y cara somnolienta se ve tan sexy– ¿Qué haces aquí a esta hora? Y tomada.
Me empiné a terminar la botella tirándola por un lado y adentrándome a su casa azotando la puerta, hice que los pequeños cristales en la parte superior se rompieran.
–Lo siento por eso… –hipé, intenté caminar más, pero mis pies chocaron haciendo que Jared tuviera que atraparme en brazos– Gracias mi superhéroe. –reí enredando mis brazos en su cuello.
–¿Viniste sola hasta aquí? –con un brazo me sostiene rodeándome de la cintura mientras que su otra mano la llevó a levantar mi cabeza por el mentón. Sus ojos se ven más oscuros e intensos– Luar, ¿qué…?
No pudo formular su pregunta. ¿Por qué? Porque sellé sus labios con los míos siendo desesperada, atrevida, como solo podría haberlo hecho estando ebria, pues prácticamente me colgaba de él. Llevó ambas manos a tomar mi cintura pegándome a su cuerpo, sintiendo como su boca era quien había tomado el control de la mía.
×~×~×~×~×
Fastidio… La luz molesta a mis ojos cerrados, el sonido de los pájaros tampoco me agradan ahora, pero es un alivio y milagro que los niños no estén afuera. Abrí mis párpados con la vista borrosa que poco a poco se aclaraba para dar paso a paredes con tapiz de madera caoba, algunas plantas pequeñas en masetas colgando, un sillón también colgante, un estante con algunos trofeos.
Ay qué sueño. Cerré mis ojos de nuevo para descansar un poco más de la resaca que me creé anoche, necesito dormir más porque… ¡¿Pero dónde estoy?!
Me senté de putazo mirando todo a mi alrededor. ¡Este no es mi cuarto! ¿Pero qué coño hice anoche? Tomé me cabeza queriendo recordar todo después de haber empezado a tomar en la cantina, pero ni un recuerdo regresaba, entonces noté que tenía puesto una camisa grande en la que nadaba, levanté la sábana que cubría mi parte inferior sólo para darme cuenta que ¡no tenía pantalones! ¡En serio! ¡¿Qué mierda pasó ayer?!
Alcé la camisa notando que traía puesto mis bragitas de unicornio.
–Buenos días –grité soltando la camisa y tomando la sábanas tapándome–. ¿Cómo te sientes?
–¿Jared? –madre mía… sólo trae un pantalón de algodón, no usa camisa dejando ver su escultural cuerpo– ¿Qué? Yo… tú… nosotros… –le daba gracia mi retraso mental de esta mañana para formular frases. Puso una taza de café en la mesita de al lado y se sentó a la orilla regalándome su linda sonrisa– ¿Por qué estoy aquí? –y se le borró con sorpresa.
–¿No recuerdas nada? –negué confusa y el resopló ¿molesto? Fue ahí que sentí mi cara calentarse, debo estar muy roja porque Jared rió– Tranquila, no hicimos lo que crees, no me iba a aprovechar de tu estado. Te cambié de ropa para lavarla junto a la mía.
–¿Por qué?
–Bueno, cuando traté de sentarte en el sofá, nos vomitaste.
¡Tierra! ¡Trágame y no me devuelvas!
×~×~×~×~×
Wenas tardes ( ╹▽╹ ) Ya volví con el resto del maratón
Nos leemos luego. (。•̀ᴗ-)✧
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