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Capítulo 19: Aquí estoy - Parte 2

Veía desde el árbol favorito de Ángela hacia dentro de la casa a través del enorme ventanal. Podía ver que incluso ahora, la hija de ella no estaba afligida e intentaba fingirlo, su nieto no estaba, a él jamás le importó, y con respecto a Lu, ahora tenía 9 años, era la única que estaba llorando frente a su féretro, a su lado estaba su padre, ese hombre que jamás ha estado con ella realmente.

En el cementerio, durante la noche fui a visitar su tumba, ahí lloré como nunca, me lamenté jamás haberle dicho lo que sentía por ella, y es que ni siquiera pude despedirme, Lu la vio morir, ella pasó por eso sola. Intenté hablarle luego durante la madrugada, seguía llorando en su habitación en compañía de la penumbra, no me reconoció, y luego me olvidó. Pero eso fue normal, porque me volví a alejar de ella por otros años. Me dolía verla, era tan parecida a su abuela en su actuar y en especial por sus ojos.

Cuando decidí que debía buscarla otra vez para ver qué había sido de ella, me encontré con una adolescente de 14 años en compañía de dos chicos de su misma edad, en su habitación estando drogados. Me enervaron como no tienen idea, apenas y estaban conscientes para darse cuenta de que estaba presente, sobretodo Lu me enfadó al estar manchando aquel recuerdo y haber hecho perder el tiempo de Ángela al criarla como una buena persona.

Iba a dejarla a su suerte, si quería joderse la vida era su problema, pero a la vez… no pude, iba y venía del infierno a seguir observándola de lejos, sin intervenir en nada de lo que hacía aunque quisiera arrebatar las jeringas que se inyectaba en los brazos, pero no podía, había una regla muy estricta respecto a su línea de sangre, y es que ninguna criatura, sin excepción, podía intervenir en sus destinos. Era una regla que el propio Dios y el Diablo acordaron mutuamente, debido a eso jamás he evitado que su madre siguiera en su autodestrucción con el alcohol, por eso tampoco me confesé a Ángela. Pero no pude aguantar ver a Lu cuando en una de muchas decaídas emocionales por recordar a su abuela, tomó un cuchillo cortando sus muñecas, sí, intentó suicidarse.

Se había sentado de espalda durante la madrugada en la tumba de su abuela, ahí fue la primera vez que intervine, se había quedado dormida por el cansancio de estar muriendo, cerré sus heridas y la llevé en brazos a su habitación. Al día siguiente estaba confusa, no sabía si había alucinado o no porque quedaron las marcas en sus muñecas, lo que hizo que poco después se tatuara sobre las cicatrices para ocultarlas.

Casi fui castigado por eso, pero digamos que me salvé de milagro, debía alejarme de ella o no tendría más suerte. Ya la había salvado una vez, pero claro que saber cuándo y dónde iba a morir una segunda vez, ganó en contra de la regla. Fui al lugar, estaba agonizando de nuevo, pero más por ver a su amigo que por ella misma, empezó a morir, así que la tomé del rostro cambiando el aspecto de mis ojos cruzándolos con los suyos.

–Eres un alma que ha llegado a mí con un deseo que has de cumplir, abandonarás lo que fuiste, lo que eres y lo que serás. La bestia te reclamará, sin objeción y con cadenas. Tú pides, yo cumplo, si aceptas el trato, serás mía –intentó hablar, pero se ahogaba con su sangre–. ¿Qué quieres? –su boca se abría queriendo hacer salir su voz– ¿Quieres vivir? –asintió– Bien.

Con eso su corazón se detuvo, lo último que sus pulmones forzosamente habían llevado dentro salió, y sus ojos quedaron sin vida, recosté su cuerpo esperando lo que sabía iba a pasar. No tardó mucho cuando de golpe, un impulso hizo que sus párpados se abrieran más junto con un pequeño sonido de recuperar aire de jalón, sus pupilas se hicieron verticales, su cuerpo se tensó a la vez que se retorcía, su voz salía a ahorcadas, su dedos dejaban las marcas en la tierra, estaba sufriendo el dolor de que sus huesos, órganos, todo, estuviera regenerándose y cambiando.

Yo me senté por un lado a esperar que el cambio terminase, miré por última vez el cuerpo de su amigo pelirrojo y fruncí el ceño con asco, siempre he odiado esta parte.

×~×~×~×~×

El amanecer estaba llegando con la luz del sol pintando de colores, ella estaba acostada de lado cerca la base del risco, me deshice del cuerpo de su amigo para que no viera como quedó.

–¿Eh? –despertó de golpe– ¿Qué pasó? –preguntó reincorporándose a quedar sentada y viendo su ropa manchada de sangre– ¿Qué es esto? –miró como sus heridas se iban cerrando y dejaban de sangrar.

–Estás curándote. –alzó la mirada para verme en cuclillas cerca de su cara, dibujé una sonrisa fingiendo inocencia mostrando mis colmillos caninos.

–¿No sé supone que yo estaba muerta? –su confusión era obvia y normal, me alegra ver que después del cambio haya conservado su consciencia humana.

–Sí, estabas muriendo, pero ahora no, y además, no podrás morir fácil.

–¿De qué…?

–Soy un demonio, he decidido que viviré contigo hasta aburrirme.

Le dije eso usando una actitud maliciosa, esperaba que me recordara, pero nunca lo hizo, también olvidó nuestro trato. Luego de eso me mudé con ella a su casa, prácticamente podía andar como si fuera la mía ya que casi siempre estaba vacía. En un principio ella no me quería, después de todo era un demonio "desconocido" y temía por que lastimara a alguien, en especial a su familia, aunque sean ellos los que la lastimen a ella.

Pero mi objetivo es mantenerla bien, por eso hicimos un trato aparte, uno en el que ella debía dejar sus drogas a cambio de que yo no hiciera nada malo, aunque eso fuese una mentira porque no se dio cuenta de que no establecimos que eran esas cosas malas y además, sólo quería que dejara esas porquerías.

–¿Qué crees que haces? –pero un día la descubrí con varias bolsas de polvo blanco y jeringas vacías, tenía una de esas pegadas al brazo con la mitad del líquido en su interior– ¿Lo intentaste de nuevo? –mi voz salió hostil, mis ojos cambiaron, el pelaje de mi cola se tensó y mis uñas se hicieron garras.

–N-No me causan nada… –trataba de justificarse mientras sacaba con cautela la aguja del brazo.

–Claro que no, necesitarías de una sobredosis para tener un efecto mínimo.

–Kai…

–Esto se acaba ahora.

×~×~×~×~×

–¡Ya basta por favor Kai! ¡Te lo suplico! –su voz salía destrozada, se estaba rompiendo, pero no podía dejar que siguiera así. Por más que le doliera, no podía hacer más que estar a su lado, ella debía recuperarse– ¡Kai!

–No te voy a soltar hasta que tu sistema se desintoxique.

Me la llevé a un bosque apartado, una casa abandonada en medio de esa frondosidad donde lo único que nos rodeaba además de árboles y animales, era la nada. Trevor me ayudó a conseguirla, tenía un sótano en donde la encadené con cadenas encantadas por Zafiro, para que con la fuerza sobrehumana de Lu no pudiera liberarse.

La abstinencia en humanos de por sí es difícil, pero para uno que ha perdido parte de ella y en un estado en el que murió aún drogado, pues es más doloroso para ellos.

¡Me duele! –sollozó desquebrajada, ahí me acerqué acariciando su cabello y le prometí lo que una vez Ángela me hizo prometerle, promesa que también me juré cumplirla…

–No voy a dejarte –susurré ahora en el presente besando su cabeza con el agua de la regadera cayendo–. Nunca lo olvides Lu, estoy contigo.




























×~×~×~×~×

Wenas tardes. •́ ‿ ,•̀ ¿Qué tal el capítulo?

1. Los tatuajes en el interior de las muñecas de Luar son más o menos así:

2. ¿Qué piensan de Kai ahora?

Nos leemos pronto. (。•̀ᴗ-)✧

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