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3.

El día amaneció soleado, pero para cuando el sol se coló por las rendijas de la ventana de su habitación,  Madison ya llevaba dos tazas de café y un dolor de cabeza preocupante. Echó la silla hacia atrás, suspirando mientras se apartaba el cabello de la cara. Por mucho que releía sus notas y las especulaciones que encontraba en Internet, no encontraba ningún indicio de dónde podría estar su hermana. Se levantó y dio vueltas por el dormitorio, buscando su teléfono móvil. Cuando lo encontró, tirado en el suelo, se abalanzó sobre él. Ninguna llamada, ningún mensaje. Probó suerte, marcando a su hermana y de nuevo, el mismo mensaje robótico que la avisaba de que el número no se encontraba disponible.

—¡Vamos, Loren, contesta! —murmuró con desesperación, frotándose las sienes mientras el dolor de cabeza aumentaba.

Mordió su labio, acercándose al vestido que había sacado del armario de su compañera la noche anterior y deslizó los dedos sobre la tela satinada. Esa mañana iría al apartamento de su hermana, por si encontraba algo, y luego iría a hacer guardia cerca del Dice & Craps. Se dio una ducha caliente y se introdujo en el vestido, contemplándose en el espejo sin mucha ilusión cuando se secó el cabello y se maquilló. Se puso sus tacones negros y metió su móvil, sus llaves y un gas pimienta en un bolso pequeño a juego con los zapatos.

Madison llegó al edificio de Loren después de un trayecto en coche que le pareció eterno. El tráfico de Las Vegas, incluso a esa hora de la mañana, era insoportable. Aparcó en la acera frente al edificio modesto donde vivía su hermana, con el corazón acelerado y entró en el hall, donde saludó amablemente al portero del cual ya no recordaba el nombre. Le explicó que su hermana se había ido unos cuantos días, y que le había pedido que pasara por allí para regar sus plantas. El  señor, de estatura baja y con una panza que golpeaba la mesa cada vez que se movía, la miró con el ceño fruncido.

—Loren lleva casi un mes sin aparecer por aquí, cosa extraña, ya que si hubieran habido cambios me lo hubiese notificado.

Se levantó de la silla, que crujió cuando el peso del hombre la abandonó, poniéndose de espaldas a Madison.

—Fue un viaje de urgencia sobre algo del trabajo —mintió, apoyándose en el mostrador.

Cuando el hombre volvió a mirar a Madison, le tendió la llave del apartamento de Loren, pero antes de que esta la pudiera rozar, él la apartó, forzando una sonrisa de lado.

—Tengo prohibido dar las llaves de los residentes a no ser de que disponga de su consentimiento previo —explicó, pasándose la mano por un cabello pobre y canoso—. Pero no vamos a dejar que esas indefensas plantas se mueran, ¿verdad?

Madison asintió con la cabeza y cuando sostuvo la llave en su mano, sonrió al portero en agradecimiento, desapareciendo poco después por las escaleras, con prisa.

Subió los escalones de dos en dos, intentando no tropezar o torcerse el pie, forzándose a no dejarse arrastrar por la ansiedad y el nerviosismo que se instauraban en su pecho. Abrió la puerta con la llave, y entró en el estudio, temblando, encontrándose con un espacio que no había cambiado mucho desde la última vez que estuvo allí.

Las cortinas estaban cerradas, y el aire en la sala de estar se sentía cargado a causa del polvo estático del lugar, como si llevase tiempo sin abrirse ninguna ventana. Los muebles estaban exactamente como los recordaba: el sofá gris junto a una televisión pequeña, las estanterías con libros y las plantas a medio marchitar en la ventana. Pero todo parecía fuera de lugar. Loren no era desordenada, y sin embargo, estaba abandonado, como si hubiera salido con prisa.

Madison se puso unos guantes y se acercó al escritorio, revisando papeles y cuadernos que Loren había dejado apilados. Los repasó uno por uno, buscando algo que llamara su atención. Entre las facturas y notas sueltas, encontró una lista de cosas por hacer, entre ellas una lista completa de películas de terror que ver con su hermana, pero nada fuera de lo común. Frustrada, dejó caer el papel en la mesa y se dirigió al dormitorio.

Al entrar, encontró la cama de matrimonio sin hacer y las sábanas  revueltas, nada común en una chica obsesionada por la limpieza y el orden. Toda su ropa se encontraba en el armario, por lo que no se había ido sin intención de volver. Se agachó, mirando debajo de la cama, y su mano tropezó con algo frío y metálico. Sacó el objeto y lo sostuvo en sus manos: una pequeña figura de un cisne. Era una pieza delicada, de cristal. Loren no coleccionaba figuras, pero entonces recordó una conversación de hacia solo unos meses.

Unos meses antes...

—¿Te acuerdas cuando éramos pequeñas? —dijo Loren de repente, sin responder a su pregunta sobre qué tal le iba en el trabajo.

Madison suspiró desconcertada. Desde que Loren había empezado a trabajar en Las Vegas, solo esquivaba preguntas.

—Claro que sí. ¿Por qué lo preguntas?

—El Virginia Lake Park... el de Reno. —Loren hizo una pausa—. Mamá nos llevaba cada fin de semana. Íbamos a alimentar a los cisnes del lago muy de mañana mientras ella desaparecía hasta que caía la noche.

Madison sonrió con tristeza, recostándose en el respaldo de la silla.

—Sí, lo recuerdo. Siempre estabas tan emocionada con esos cisnes. Yo... —rió suavemente, negando con la cabeza—. Tenía miedo de que me picaran, pero me decías que no eran peligrosos y que no iban a hacerme daño.

—Esos cisnes eran elegantes, ¿no? —continuó Loren—. Me gustaba mirarlos... cómo se movían tan tranquilos en el agua. Solía pensar que éramos como ellos.

—¿Como los cisnes? —preguntó Madison, intentando reprimir otra risa.

—Sí, tú y yo... —dijo Loren, casi susurrando—. Siempre juntas, fuertes... Bonitas de algún modo, aunque nadie lo viera.

Madison se quedó en silencio por un momento, recordando esos momentos de niñas en los que, aunque tenían familia, sentía que solo se tenían la una a la otra.

—Todavía lo somos, Loren —respondió, mordisqueando la tapa del bolígrafo—. Todavía estamos juntas.

—No sé, Mad... —murmuró Loren con un suspiro—. Supongo que los cisnes sí pueden ser peligrosos.

Madison apartó el teléfono de su oreja. ¿Por qué su hermana hablaba de cisnes? Seguramente llevaba unas cuantas copas de más que empezaban a hacerla efecto.

—¿Estás borracha?.

Loren no respondió, solo se escuchaba el ruido de su respiración a través del teléfono.

—¿Loren? —preguntó, subrayando una frase de sus apuntes.

Madison cerró los ojos cuando escuchó el pitido que indicaba que Loren había colgado. Volvió a llamarla, pero no obtuvo respuesta, así que se dedicó a lo que llevaba haciendo todos esos meses: estudiar.

Frunció el ceño, girando el cisne entre sus dedos. Era una figura que apenas pesaba, y tenía una inscripción en la base. La leyó con dificultad: "Swan Corps". El apellido "Swan" hizo que el café que conservaba en su estómago amenazara con salir en forma de vómito. ¿Por qué un cisne con su apellido estaba en el apartamento de su hermana? ¿A caso todos los trabajadores del Dice & Craps Corporation tenían uno?

Guardó el cisne en su bolso, y siguió buscando entre las pertenencias de Loren, pero no halló nada más relevante. Tampoco encontró su portátil, ni su bolso, ni su móvil, mucho menos su agenda, por lo que se dispuso a salir nuevamente, no sin antes regar las plantas de la ventana, las cuales parecían tener salvación.

Al devolverle la llave al portero, le preguntó si podía dejarle su número de teléfono para que la llamara en caso de que alguien fuese preguntando por Loren, y una vez se despidió del señor Johnson, prometiéndole volver en unos días, se introdujo de nuevo en su coche.

Horas más tarde, estacionó su audi en un parking, pagando la tarifa de todo el día. Compró un café cargado demasiado caro en una cafetería ostentosa y caminó hasta el Dice & Craps, manteniéndose a una distancia prudente. Estaba preparada para pasar largas horas vigilando la entrada del hotel, esperando cualquier señal. Se había puesto labial rojo, haciéndose una coleta alta y desenfadada que bajaba sobre su hombro derecho. La mejor estrategia para no destacar, era fusionarse con el entorno. Repasó los correos de la facultad, marcando como importantes los que llevaban apuntes de las materias e hizo varias fotos a los clientes que se aproximaban a la puerta, sin muchas esperanzas de encontrar algo ese día o encontrar la cara de algunas de esas personas en alguna noticia que le arrojase algo de luz.

Las horas pasaron lentamente, y Madison se dio cuenta de que solo haciendo guardia en la entrada, no iba a obtener ningún tipo de respuesta. El sol comenzó a ocultarse, y la Strip se llenó de luces y de todavía más gente dispuesta a quemar su dinero, pero la entrada del Dice & Craps seguía inmutable. Los guardias de seguridad vigilaban con la misma indiferencia de siempre, mientras personas de aspecto adinerado, silenciosas y recatadas, entraban y salían del hotel.

Estaba a punto de dar por concluida la vigilancia cuando un coche negro se detuvo justo en la entrada. Madison lo observó con detenimiento.  De él salió un Noah Swan vestido completamente de blanco. Se arregló los puños de la chaqueta y se peinó el cabello hacia un lado antes de meter las manos en los bolsillos de su pantalón. Entonces reparó en la risa nerviosa de las mujeres que volteaban su cabeza para verle, pero él no parecía darse cuenta de ello, y si lo hacía, bueno... Le daba completamente igual. Desapareció tras las puertas de la entrada una vez se cerraron, causando la misma sensación entre los presentes que la noche anterior, que volvieron a la vida, como si fuesen parte de un programa televisivo puesto en pause.

Minutos después, otro vehículo, esta vez una furgoneta oscura de cristales tintados, aparcó en la puerta. Dos chicos jóvenes salieron primero, riendo entre ellos, con trajes caros y relojes brillantes. Pero lo que captó su atención fue la figura que salió del asiento trasero cuando estos la ayudaron a bajar.

Era una chica rubia, delgada, tambaleándose mientras uno de los chicos la sostenía del brazo. Madison contuvo la respiración. De espaldas, la chica se parecía demasiado a Loren, por lo que se levantó, caminando hacia el lugar. Tenía el cabello largo, casi platino, y vestía un vestido corto que dejaba al descubierto sus piernas delgadas. Estaba claro que estaba borracha o, peor aún, bajo algún tipo de droga. Su cabeza se iba involuntariamente hacia atrás, aunque el chico que la sujetaba rodeó su brazo sobre los hombros de ella para que el movimiento errático de su cabeza no fuese tan notorio.

—¿Loren? —susurró Madison, con la voz ahogada por el miedo.

El grupo se dirigió a la entrada, y los guardias, sin preguntar nada, les permitieron pasar. Madison se aproximó todavía más, casi corriendo, intentando ver algo, lo que hizo que los de seguridad la observasen con una mirada indiferente, inmutable. Pero Madison no estaba para mantener la compostura, y mucho menos para pasar desapercibida ante el resto. Pero cuando la chica giró ligeramente el rostro, una punzada de dolor le atravesó el pecho. No era su hermana. No era Loren. La puerta del Dice & Craps se cerró detrás de ellos antes de que pudiera distinguir los detalles que sus propios sentimientos podrían haber hecho que pasara por alto, pero en cada célula de su ser sentía que esa chica estaba en peligro y que tenía que entrar costase lo que costase. Quizá, en algún momento, esa chica también había sido su hermana.

NOTA DE AUTORA:

Gracias por leer. Si te gusta recuerda que tu voto y comentario me ayudan mucho.  ¡Nos vemos pronto mis villanos favoritos!

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