Con mirar sus ojos, aquellos orbes marrones que me miraban con la misma intensidad que yo lo hacía; en ambos se reflejaba aquel maldito sentimiento que ambos odiábamos pero, en este momento, era uno incómodo pero con perderme en aquella nada con él, se sentía de lo más jodidamente hermoso posible. Se que él pensaba igual.

Nada nos rodeaba, estábamos en nuestro mundo, sumidos en una nada infinita solamente repleta de humo, un homo tanto blanco como un tono grisáceo, y aquel humo nos rodeaba creando la escena más hermosa que pude haber presenciado jamás. Aquella nada, donde de igual manera nosotros no éramos nada, nos daba aquel mismo sentimiento reconfortante, aquel que odiábamos, en su momento por lo menos.

Y cuando nuestros alientos estuvieron encontrándose mutuamente, empezó una cursi pelea de querer besar al otro pero éste se negaba, un lindo juego de ver quien besaba a quien, provocando que nuestras cabezas retrocedieran y se acercaran depende de nuestros movimientos. Y no faltaron las risillas traviesas que hacían de aquel momento único nuevamente.

Me sentí fallecer, literalmente, cuando sentí el dolor inmenso en mi espalda, una inesperada intromisión que había llegado repentinamente. El dolor no se hizo esperar; y un jadeo de dolor salió de mis labios llegando a los suyos.

Sus ojos completamente negros, expresando nada, ninguna emoción, me miraban, su rostro igual de sereno, sin ninguna expresión. Nada. No había nada que leer en su rostro.

Inconsciente cuando mi mano como pudo fue a dar a mi espalda, sentí el mango del arma causante de este dolor, causante de que en este momento la distorsión auditiva y visual comenzara.

Me había apuñalado por la espalda.

Pero, el momento nunca se perdió, él me sostuvo con sus grandes y venosas manos mientras lentamente mis piernas perdían fuerza y comenzaban a dejarme caer; él me sostenía impidiendo un impacto seco, pero su rostro aún seguía neutro; y el mío, agonizante, luchando por no cerrar los ojos, por no dejarme caer a la nada absoluta, donde no había nadie más que yo, donde estaba solo.

Y cuando el objeto fue retirado con algo de brusquedad de mi espalda me arqué en sus brazos, y mi respiración comenzó a ser más pausada y pesada.

—Te amo —susurró con esa misma expresión, y sonrió ladinamente cuando ahora sentí ese mismo dolor pero ahora en mi pecho.

La imagen fue distorsionándose con más rapidez, cada ves era más difícil mantenerme despierto. Pero lo que sí puedo asegurar, fue que antes de que cerrara los ojos, una vez tirado ya en el frío suelo de aquel lugar, mariposas negras revolotearon a mi alrededor, tapándome la vista de la última luz que se apagó, y ahora si, dejándome en la oscuridad y nada total.

Como dije, espero que apoyen mucho esta historia. Tiene unos secretos ocultos que deberán descubrir, y obviamente a su termine total en el libro: I Colori Humani, aclararé sus dudas, aunque, por mientras les recomendaré algo, cuando la historia oficialmente esté publicada vayan por su libreta de teorías y su pluma, la necesitarán.

Sin más, gócenlo.

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