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✘U N O✘

"Debemos valorar a las personas por lo que tienen en su interior"

Jack el destripador

2 meses antes.

4 de octubre del 2018

LEAH

—¿Cuántas veces no hemos escuchado en las noticias: un hombre aparentemente normal, que tenía buena reputación y que nunca había levantado sospechas, un día es llevado ante la corte por una serie de crímenes?

—Más de las que hubiera podido desear. —murmuro con la intención de hablar conmigo misma.

—¿Dijiste algo, Leah? —levanto la vista, encontrándome con mi profesor de brazos cruzados frente a mí.

—¿Eh? No, nada.

El señor Peterson me estudia con la mirada y luego regresa la mirada hacia el pizarrón.

—Saben que no me gusta que me interrumpan cuando estoy dando una conferencia. —alega— El próximo que hable sin que yo le dé la palabra, queda expulsado del salón.

Me mantengo atenta a sus palabras lo que resta de la clase. No me gusta llamar la atención de los profesores y menos de una forma negativa.

—Alguien totalmente integrado —prosigue, volviendo al tema de la conferencia— pasa a ser, de la noche a la mañana, un criminal. Este tipo de cosas pueden llevar a plantearnos una pregunta algo macabra: ¿Sería yo capaz de reconocer a un psicópata?

La pregunta se responde por sí sola: ni en mis más insólitos sueños.

—Tenéis que saber que los psicópatas tienen recursos sociales. —comenta y dirige su mirada a mí.— Son carismáticos y saben cómo causar una buena impresión.

Aparta la vista y prosigue con la explicación.

Por un momento, pienso que descubrió mi secreto y el mero pensamiento me hace tragar en seco. Pero luego veo como fija la vista en otros estudiantes y me relajo. Debo dejar la paranoia a un lado.

—Es por eso que, muchas veces, identificar a un psicópata que se dispone a realizar una atrocidad es complicado. —culmina.

Psicópata. He tenido que lidiar toda mi vida con uno de esos.

Desde pequeña tuve a uno viviendo bajo mi mismo techo. Hoy en día, muchas de las personas que me rodean lo conocerán como "The Bible Killer", pero en aquel momento, para mí él era quién me arropaba por las noche y al que yo llamaba papá.

Sí. Soy hija de un asesino serial y he tenido que enfrentarme a todas las consecuencias que eso ha traído consigo.

La clase termina a la hora asignada y salgo del salón luego de apuntar la tarea para el próximo encuentro.

La Psicología Criminal, es mi asignatura favorita. Una de las razones por la que elegí estudiar esta carrera e irme de mi pueblo natal y recorrer cientos de kilómetros hasta Alemania, fue para entender la mente de los criminales como mi padre.

—¿Lista para las próximas dos horas de tortura infinita? —aparece Alexa, posando la mano por sobre mis hombros.

—Ni que lo digas.

Nuestra próxima clase en conjunto es La Historia de la Psicología. O como los otros universitarios la llaman: El martirio.

—Yo acabo de salir de Literatura, y no creo que aguante ni una hora más de tantas letras. —masculla haciendo una mueca con su nariz, resaltando sus hermosas pecas.

—Elegiste una carrera de letras. ¿Qué esperabas? —alego con una sonrisa.

—No sé. ¿No tantas letras?

Niego con la cabeza.

—Eres un caso.

Cuando entramos a clase, me detengo unos segundos para detallar a Alexa quién se sienta a mi lado. Mi amiga tiene ese tipo de rostro perfilado que queda perfecto con su cabello corto por encima de los hombros y el flequillo cuadrado que cubre la frente como si hubiera nacido para tenerlo.

Sus ojos pardos me miran con un brillo genuino y que me hacen preguntarme: ¿Me miraría de la misma forma si supiera quién es mi padre?

No, no lo haría y es por eso que debo mantener mi identidad oculta y seguir usando la máscara que me protege.

El día transcurre demasiado lento para mi gusto. A las cinco de la tarde me apresuro para llegar a la parada del autobús antes de que llegue el próximo ómnibus.

Tengo demasiado frío, puesto que dejé el suéter en el salón de mi última clase y me da mucha pereza regresar a por él. Además de que perderé el autobús si lo hago. Camino concentrada en la canción que se proyecta a través de mis auriculares.

Este es uno de los pocos momentos del día en los que puedo bajarle el sonido al mundo y subirle el volumen a la música.

Cuando la melodía se detiene para darle paso a la próxima canción, escucho el pitido constante de la bocina de algún vehículo. Me quito uno de los audífonos, ladeo la cabeza y veo una intensa luz acercarse a mí. Es entonces cuando me doy cuenta que estoy en el medio de la calle con la luz roja de los peatones y un auto a mi lado a punto de hacerme picadillo.

Mi cuerpo se queda petrificado viendo como aquel vehículo se aproxima cada vez más. Cierro los ojos por instinto esperando el choque en el momento en el que la nueva canción comienza a sonar.

No me da el tiempo suficiente para pensar que voy a morir, ya que unos brazos me sujetan por la cintura sin previo aviso, llevándome de vuelta hacia la acera de la que había cruzado. Mi cuerpo impacta con el del sujeto, quedando recostada sobre su pecho en el suelo.

Abro los ojos cuando su aroma se impregna en mis fosas nasales. Levanto la cabeza encontrándome con lo que se puede ver de la mandíbula refinada que sobresale en el rostro cubierto por un casco de la persona que me salvó.

—¡Oh Dios mío! —exclama una señora acercándose a nosotros— ¿Están bien?

—Hay que llamar a una ambulancia. —indica otra voz a mi alrededor.

—Y a la policía. —añade la señora con un tono preocupado en su voz.

Oh no. La policía no.

Apoyo mis manos sobre el pavimento, impulsándome hacia arriba para ponerme de pie. Le tiendo una mano al hombre que aún está en el suelo, pero este logra levantarse por sí solo y tengo que fingir que no me ignoró, sacudiendo el polvo imaginario de mi trasero.

—Estoy bien. No hay que llamar a nadie. —aclaro hacia las personas que nos rodean.

—¿Cómo qué no? La persona que casi los atropella se dio a la fuga y vosotros necesitan ir al hospital. —alega la señora con el móvil en la mano, dispuesta a marcar.

—En serio, no es necesario.

No me gusta relacionarme con la policía. Me da terror pensar que algo puede salir mal y descubran quién soy realmente. Por esa razón es que evito ponerme en situaciones de riesgo.

—Vamos. —al momento en que escucho su voz ronca, algo dentro de mí se remueve. Su mano se ciñe sobre mi muñeca y puedo sentir que el contacto quema metafóricamente de una forma extraña mi piel.

—¿Qué?

El chico tira de mí hacia el lugar donde se encuentra una moto revolcada en el suelo. Me imagino que antes de salvarme de ser atropellada, él iba en ese vehículo.

El gusanito de la culpa comienza a nacer en mi interior cuando me percato de los rayones en la cubierta.

—Ay madre. Lo siento. —mi ceño se arruga. Él levanta la moto del suelo y recoge otro casco, tendiéndomelo.— ¿Eh?

—Vamos. —repite.

—No se pueden ir. —añade la señora, llamando mi atención— La policía y la ambulancia están al llegar.

No. No. No.

Recorro con la vista al chico y nuevamente a la anciana, sobre pensando lo que se supone que debo hacer. Mi pie comienza a moverse con impaciencia y, antes de que me dé cuenta, estoy en el asiento trasero de la moto yendo con un desconocido hacia donde dios solo sabe.

El corazón me late demasiado rápido cuando el chico acelera causando que me tenga que sostener más fuerte de su cintura. A pesar de que le quiero decir que vaya más lento, mi voz no sale debido al miedo. Mis pensamientos están confundidos y mi respiración se encuentra agitada.

La canción A Little Piece of Heaven de Avenged Sevenfold comienza a sonar en el oído que permanece el auricular, lo que le da un toque demasiado espeluznante a la situación: estoy en una moto, con un extraño, luego de que me salvara de ser atropellada, a una velocidad de... ni puta idea. Solo sé que vamos casi tan rápido como Flash.

Pasan unos diez minutos hasta que el desconocido da indicios de qué va a detenerse.

No me doy cuenta del dolor que tenía en mis manos hasta que las intento zafar de su abdomen. Estaciona la moto en un callejón y yo me bajo lo más rápido que puedo. Los pies me flaquean, pero logro mantenerme en pie.

Cuando me percato de que las palmas de mis manos están sangrando debido al accidente, las coloco rápidamente detrás de mí para evitar que pueda llegar a pensar que fue su culpa.

El chico se baja de la moto y procede a quitarse el casco. Lo primero que me llama la atención es su cabello, su color es tan oscuro que incluso llega a parecer que tiene rayos azules debajo del sol, lo que hace que resalte más el blanco de su piel. Cuando se gira, logro detallar un par de tatuajes a ambos lados de su cuello.

Sus ojos se encuentran con los míos y es cuando veo el color grisáceo en ellos, lo que provoca miles de sensaciones distintas en mi interior. Tengo una fuerte debilidad por las personas con los ojos claros.

No puedo negar que este chico tiene un conjunto de rasgos que lo hace llamativo a la vista.

—Gracias por... —rompo el silencio, mordiéndome le labio inferior— ayudarme.

Él no dice nada, solo se dedica a sostenerme la mirada por un rato, haciéndome imposible apartar los ojos de los suyos. Se siente como si me estuviera desnudando y desafiando con ellos al mismo tiempo.

Siento mis mejillas teñirse de rojo, a la par que me limpio el sudor en mis manos con el pantalón.

En el momento en que comienza a avanzar hacia donde estoy, mis pies reaccionan por si solos, en retroceso.

—¿Qué haces? —trago en seco.

La intensidad de su mirada me quema, por lo que ya no soy capaz de mantenérsela por más tiempo. Parpadeo cuando mi espalda toca la pared y no veo ninguna escapatoria posible.

Quedamos uno frente al otro, nuestros pechos rozándose por la cercanía y mi cabeza inclinada hacia arriba detallando lo alto que es.

Comienza a acercarse a mis labios, y ahí es cuando me asusto. Si sigo con este estúpido jueguito voy a besar a un puto desconocido en un callejón.

¿Estoy bien con ello?

<Yo diría que muy bien>

Pero tengo novio.

<Solo es un beso. Eso no cuenta como tarro>

Max no me lo perdonaría.

<Sí que lo haría>

Pensándolo bien, no parece tan mala idea, teniendo en cuenta que nunca voy a volver a tener la oportunidad de besar a alguien como él, salido de mis más oscuros sueños. Además, nadie tiene por qué enterarse...

Su mano agarra la mía de repente. La sostiene hasta que queda frente a mí. Pequeñas gotas de sangre se deslizan sobre mi muñeca a consecuencia de la herida abierta en la palma de mi mano. Él la mira con curiosidad y cuando vuelve a levantar su mirada hacia mí con la boca entreabierta como si fuera a hablar, actúo por instinto y le beso.

<Esa es mi chica>

No sé de dónde salieron esas repentinas ganas de besarle, pero se siente demasiado bien. Hacía tiempo que no besaba a alguien con ésta intensidad, los besos de Max son más calmados de acuerdo a su personalidad, así que disfruto este contacto como si fuera la última vez.

Él presiona mi cuerpo sobre la pared del callejón, sin despegar nuestros labios y profundiza el beso aún más. Enrollo mis brazos alrededor de su cuello y siento sus labios succionando sobre los míos. Gimo, aunque no sé si de placer o de dolor por mis heridas abiertas.

Él rompe nuestra cercanía y enseguida le echo en falta. Agarra una de mis muñecas y, cuando me dispongo a protestar, acerca mi herida a sus labios y comienza a succionar suavemente.

¿Qué demonios?

¿Acaso es un vampiro? No, no siento colmillos.

¿Y por qué me gusta tanto eso que me está haciendo?

Cuando se separa de mi magulladura, nuestras miradas se encuentran y logro ver sus pupilas dilatadas resaltando el color rojo de mi sangre en sus labios. Esa imagen por sí sola, me pone al ciento por ciento, despertando una fantasía atroz que no sabía que tenía.

—Ahora, bésame si te atreves. —me ordena con un dejo de voz malditamente atrayente.

No entiendo el por qué mi cuerpo está actuando por sí solo, acatando sus mandatos sin renegar ni una sola vez. Solo sé que ignoro el hecho de que tiene mi sangre en su boca, cuando lo beso nuevamente.

En el momento en el que siento el sabor metálico en mis labios, todo se vuelve oscuro y pierdo el conocimiento.

✘⛓✘

Me despierto un poco confundida con un dolor punzante en la parte baja de mi abdomen. Siento como si me estuvieran clavando agujas y el sonido es desesperante. Detallo bien a mi alrededor y veo a un hombre inclinado hacia mí, con una máquina haciendo presión en mi abdomen. Entonces todo coge sentido.

¡Me está haciendo un tatuaje!

—¡¿Qué demonios haces?! —gruño, colocándome la blusa en su lugar y poniéndome en pie.

—Pues qué va a ser linda, un tatuaje. —su mirada es asquerosa, lo que me provoca un temor horrible. No me detengo a hablar más con el sujeto y corro afuera del local— ¡Ey! ¡Aún no lo termino!

Su voz comienza a alejarse poco a poco y cuando estoy lo suficientemente lejos, me recuesto a una pared para descansar y recuperar el aliento. Miro a mi alrededor y no veo ningún camino conocido.

¿Dónde estaré metida?

Reviso rápidamente mi abdomen y el corazón se me acelera rápidamente al ver el tatuaje. Las lágrimas comienzan a salir por sí solas, aglomerándose en mis ojos.

Dos letras se hacen visibles en mi vientre: LU.

✘✘✘✘✘✘✘✘✘✘

Vale, se suponía que no actualizaría hoy, pero no me pude resistir ja.

¿Qué tal este primer capítulo? Si leyeron la versión anterior de la historia, les adelanto que este es el único capítulo que tiene parecido con lo que estaba escrito antes. A partir de aquí, todo es completamente diferente. Así que pueden esperar lo que se jjj

No se olviden de votar y comentar, que detuve lo que estaba viendo para actualizar 7v7 Y después dicen que no los consiento jjj

Os amo.

XOXO Killer Lady

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