✘T R E I N T A Y O C H O✘
"Algunos matrimonios no son otra cosa que un secuestro amañado."
Walter Riso
LEAH
Abro los ojos, esperando encontrarme en la asfixiante celda dónde me tenía encerrada Erwan, pero me sorprendo al notar el suave colchón debajo de mí y percibir los bombillos colgados en el techo alrededor de un gran cristal negro. Al intentar tocar mi rostro, me doy cuenta de que tengo las manos atadas al respaldar de la cama.
Los recuerdos de cómo Erwan descubrió el localizador en mi colgante y me lo arrancó, llegan a mí como flashbacks.
Esto tiene que ser una pesadilla.
Recorro con la mirada el nuevo lugar al que el pelirrojo me trasladó. No es una celda, es una habitación común y corriente. El suelo es de madera oscura. La cama sobre la que me encuentro tiene sábanas blancas y no tiene patas, el colchón está directamente sobre el suelo.
Mi instinto de supervivencia, busca una salida o algo con lo que pueda defenderme.
A mi lado, hay una bandeja con un vaso de agua y una jarra. Me sostengo del respaldar y doblo mis piernas en dirección al recipiente de cristal, lo sostengo con mis pies y comienzo a golpearlo suavemente contra el suelo hasta que el vaso se rompe con un ruido sordo. Cierro los ojos por instinto, con miedo a que me haya oído. De igual forma, no pierdo mucho tiempo y logro agarrar un pedazo de cristal con mis dedos, dejando un pequeño corte en mi piel. Llevo mis pies hasta una de mis manos, provocando una punzada en mi cintura, pero logro sostener el cristal con mi mano derecha.
Comienzo a cortar la cuerda poco a poco, sintiendo como mis ojos se cristalizan.
Estoy harta de estar en situaciones como está. Acabo de ver como un loco, asesina a la que un día fue mi mejor amiga, quién no tenía la culpa de nada de esto y terminó con el corazón fuera de su cuerpo. Max ha muerto también y estoy segura, que cualquier persona que se acerque a mí, terminará igual porque solo sé traer desgracia.
No pasa mucho tiempo, cuando la puerta de la habitación se abre, dejando ver a un Erwan vestido con un traje negro, sosteniendo una caja sobre sus manos.
—Buenos días, rubia. —exclama en un tono animado. Dejo caer el cristal entre mis dedos, cuando su mirada se dirige hacia el desastre que he dejado a mi lado— ¿No me digas que intentabas desatarte?
—¿A dónde me trajiste?
—A mi refugio. —inquiere, para luego dejar la caja sobre la cama— ¿Te gusta?
—Déjame ir, por favor. —la desesperación, habla por mí.
—Rubia, dejemos algo claro. Nadie te obliga a estar aquí. La puerta está afuera. —se encoge de hombros— Solo quítate la soga, abre el candado en la puerta y listo, podrás irte.
—Eres un ser repulsivo. —escupo, negando levemente con la cabeza.
—Gracias.
—Si no me sueltas ahora mismo, voy a gritar.
—Lamento decirte que, aunque grites, nadie podrá escucharte. Lo único que harás es complacerme y no te imaginas cuanto me complace ver el miedo en tus ojos.
Detengo las lágrimas que amenazaban con salir. No le voy a dar la satisfacción de verme llorar. Cierro mis labios y alejo mi mirada de él.
Erwan, por su parte, se agacha hasta recoger todos los cristales y colocarlos sobre la bandeja, incluyendo el que tenía en mi mano hacía unos minutos.
—Después de la decepción que me llevé debido al incidente del localizador, necesito que te portes bien y me hagas un favor. —habla luego de un rato— ¿Ves esa caja que está ahí?
—Déjame adivinar. —me le adelanto— ¿Hay un vestido dentro y quieres que me lo ponga?
El pelirrojo eleva una de las comisuras de sus labios, provocando que se le remarque el hoyuelo.
—Creo que ves muchas películas, rubia. —inquiere para luego quitarle la tapa a la caja, dejándome ver el interior vacío. Mi entrecejo se frunce.
—No hay nada.
—Pero pronto lo habrá.
Una alarma en mi cerebro se enciende.
—¿Me vas a arrancar el corazón como hiciste con Camila?
Erwan niega con la cabeza.
—Tengo otros planes para ti, rubia. —exclama— Por ahora, necesito que te des una ducha y dejes tu ropa dentro de esta caja.
—¿Y qué me voy a poner?
—Nada. —su respuesta es rápida.
—¿Perdón?
—Y luego saldrás a cenar conmigo.
—¿Desnuda? —inquiero sin poder creérmelo.
—Sí.
—Estás mal de la cabeza, si piensas que te voy a obedecer.
<No sirve de nada que le lleves la contraria.>
No te metas en esto.
—No pienso obligarte, rubia. —declara encogiéndose de hombros, nuevamente— Solo tienes que saber que, si no haces lo que te digo, no te voy a soltar y no vas a comer.
Me quedo en silencio. Ladeo mi rostro e intento ignorar su presencia. No pienso hacer lo que me dice.
—Como quieras.
Siento como se marcha con la bandeja llena de los cristales rotos, cerrando la puerta tras de él.
En el momento en que me quedo sola, me deshago en lágrimas sobre la cama, pensando en todo lo ocurrido, hasta que me quedo completamente dormida.
✘⛓✘
Pasan unos cuántos días en los cuales mi fuerza ha disminuido en un gran por ciento. Erwan viene todos los días para ver si he cambiado de opinión, mi respuesta siempre es la misma.
Me siento sucia. He llegado a hacer mis necesidades sobre mí misma con tal de no ceder. No me he bañado y mi cabeza está hecha un asco. Mi garganta está reseca, necesito beber agua. Ya no recuerdo cómo era el no tener hambre. Estoy desesperada por probar algún bocado.
Por eso, en el momento en que Erwan abre la puerta como acostumbra a hacer cada día, hablo con la poca fuerza que me queda.
—Acepto.
Esperando ver una sonrisa en sus labios, me quedo con la mirada fija en él. Pero, al contrario, el pelirrojo solo deja escapar un leve suspiro mientras se acerca a mí. Comienza a desatarme las manos mientras niega con la cabeza.
—Podríamos haber evitado todo esto si hubieras aceptado desde el primer día.
No digo nada. No tengo la fuerza necesaria para replicarle.
Mis manos quedan libres, pero no siento alivio. Hago un último esfuerzo por levantarme, pero no puedo. Me pesan las extremidades. Siento que me voy a desmayar en cualquier momento. Mis ojos se cierran. Lo único que quiero es dormir y no despertar.
—¡Leah! —siento como alguien golpea mi mejilla. Abro los ojos y el rostro del pelirrojo aparece frente a mí. Un flashback de lo sucedido en la piscina hace unas semanas, me golpea de repente.
—Mmm...
—¿Te encuentras bien? —pregunta y yo niego levemente— Maldita sea.
De repente, un chorro de agua cae en mi espalda. Tomo una gran respiración, abriendo bien los ojos y notando que me encuentro desnuda dentro de una bañera. Erwan está sentado delante de mí, con su ropa puesta y empapada por la ducha abierta, mientras me sostiene. Percibo como un par de manos recorren mi piel desnuda y luego llegan hasta mi cabeza, masajeando mi cabello. El olor a jabón se impregna en mis fosas nasales. Ya no siento aquel olor nauseabundo y eso es un gran alivio.
—Leah. —alguien sostiene mi mentón. Abro los ojos, sin saber en qué momento los cerré y el verde en la mirada del pelirrojo, me recibe— ¿Te encuentras mejor?
Una toalla envuelve mi cuerpo mientras me mantengo sentada en lo que parece ser la encimera del cuarto de baño.
Asiento. Al menos ahora puedo respirar sin tener ganas de vomitar.
—Bien. Ahora agárrate a mi cuello.
Las manos de Erwan se envuelven en mi cintura, luego de colocar las mías alrededor de su cuello. Hago un último esfuerzo por sostenerme a él cuando me impulsa hacia arriba, quedando con las piernas abiertas, rodeando su cadera mientras descanso la cabeza en su hombro.
El olor a menta del chico, es algo de lo que nunca me aburriré.
Observo como el pelirrojo me quiere llevar de vuelta a la cama en la que estaba antes.
—No... —murmuro, aferrándome más a él.
—Necesitas estar cómoda.
—No... —repito.
Erwan suspira. Se da la vuelta y toma otro camino, llevándome a otra habitación. Me coloca en lo que parece ser un sofá gris, recostándome en el espaldar.
—No te muevas mucho. —inquiere para luego darse la vuelta y pasar le umbral.
Regresa luego de unos minutos con una bandeja en mano, la cual coloca en la mesa frente a mí.
Se sienta a mí lado.
—Abre la boca. —ordena. Hago lo que me dice. Siento como coloca una pastilla en mi lengua y luego acerca un vaso de agua a mi boca para que trague, lo cual hago con una mueca.
El olor a comida provoca que mis labios se entreabran cuando Erwan destapa el recipiente que traía en la bandeja. No sé qué clase de sopa es, pero huele de maravilla.
Abro la boca cuando el pelirrojo toma un poco del caldo en una cuchara.
—Sí que tienes hambre. —es la primera vez que lo veo sonreír en el día de hoy. Acerca la cuchara a mis labios y trago el líquido con rapidez. Siento como algo dentro de mí se activa con cada cucharada que tomo. Es la mejor sopa que me he tomado en mi maldita vida.
—Más... —mascullo cuando el plato se vacía.
—Necesitas descansar. —declara Erwan, acostándome en el sofá y tapándome con una manta que trajo de otra habitación antes, luego de quitarme la toalla mojada.
No pongo resistencia y enseguida caigo en los brazos de Morfeo, nuevamente.
LUANA
Lo primero que percibo al abrir mis ojos es la mirada de Erwan puesta fijamente en mí. Se encuentra sentado con las manos sobre sus rodillas en el suelo. Un mechón de su cabello riso, cae sobre su frente.
—Hola, Luana.
Mi instinto de supervivencia se enciende. Impulso mi cuerpo hacia arriba, quedando sentada sobre el sofá he intentado deshacerme de la manta, pero el pelirrojo es más rápido y envuelve una soga alrededor de mi cuerpo, quedando completamente inmovilizada.
Medio que sonrío.
—Hola, Erwan.
—Siempre me he preguntado... ¿de dónde has sacado esos ojos tan hermosos? —cuestiona sosteniendo mi barbilla y mirándome fijamente.
—De la morgue. —inquiero, encogiéndome de hombros.
—Estás completamente loca. —masculla— Y he de decir que me encanta tu desorden mental.
—Supongo que, si hay algo que tenemos en común después de todo, es la locura.
—Nunca he estado tan de acuerdo con alguien.
—Aquel día, mientras torturaba a Max y a Camila, tú estabas disfrutando, ¿verdad?
La única manera de salir viva de esto, es haciéndole creer a Erwan que somos seres similares. No es necesario mostrar resistencia como hace Leah, con eso lo más probable es que nos mate. Necesito que crea que puede confiar en mí, que lo voy a ayudar en lo que sea.
—No te imaginas lo difícil que se me hizo no venirme con lo que estaba presenciando. —confiesa mordiéndose el piercing en el labio, suavemente.
—Sabía que eras un guarro.
—¿Y eso es algo malo?
—Para nada. Me ponen muchísimo los sucios. —inquiero con una media sonrisa.
Se queda mirándome, sin decir nada, por unos segundos que parecen una eternidad. Luego se pone de pie y me da la espalda.
—Casi caigo. —exclama.
—¿De qué hablas?
Me sobresalto cuando se gira de repente y me sostiene del cabello, levantando mi cabeza.
—Puedo notar cuando mientes con solo mirarte.
—No sé de qué hablas.
—Que no se te olvide, que cuando tú vas, ya yo fui y regresé dos veces. —gruñe acariciándome la mejilla— No intentes manipularme, Luana. Te aseguro que no saldrá bien.
Me suelta bruscamente cuando su teléfono comienza a sonar. Responde luego de dos tonos.
—Hola, viejo. —me mira cuando se lleva el dispositivo al oído— Sí, la tengo conmigo.
Tapa la bocina del teléfono y murmura en mi dirección:
—Es el doctorcito.
Tenso mi mandíbula. Él continúa hablando.
—En un lugar muy lejano. —pone los ojos en blanco— Lo siento, pero Leah ahora es mía. —se queda en silencio un segundo— Ya sé lo que dije, pero las promesas están para romperse. Así que hazte a la idea, la rubia es mía y nunca en la vida podrás ponerle un dedo encima. ¿Te ha quedado claro?
No sé qué le responde Hunter, pero Erwan cuelga la llamada y estampa el teléfono contra la pared a mis espaldas.
—Ya regreso, Luana. —inquiere y acto seguido hace una reverencia— No te muevas.
En cuanto el pelirrojo sale de la habitación, me pongo de pie y comienzo a sacudirme, hasta que la soga cae al suelo. Me deshago de la manta, quedando completamente desnuda. Rodeo el sofá y me hago con las piezas del móvil dispersas en el suelo. Las junto, nuevamente y presiono el botón de encendido.
Gracias a Dios, el dispositivo se enciende. La pantalla está quebrada por una esquina, pero eso no me impide marcar el número de Kyan y escuchar su voz al primer tono.
—Hola.
—¡Kyan! —exclamo y luego me obligo a hablar más bajo, para que Erwan no me escuche— Soy yo. Luana. Necesito tu ayu-
—¿Hola? —me interrumpe. Frunzo el ceño.
—¿Kyan? ¿Me escuchas?
—¿Quién es? —pregunta.
—Luana, joder. No tengo tiempo para esto, intenta localizar-
Detengo mis palabras cuando la llamada se cae. Miro el teléfono, anonada.
—¿Me acaba de colgar?
<La bocina se debe de haber roto. Envía un mensaje.>
¿En serio, Leah? ¿Ahora me dices que debo hacer?
Muevo los dedos rápidamente sobre la pantalla cuando le escribo un mensaje a Kyan:
Soy Luana. Estoy con Erwan. Es el Blonder Jager. Tu padre está metido en esto también.
Al momento en que envío el mensaje y lo borro junto con el registro de la llamada, me entra una llamada suya. No le respondo y bloqueo su número. Apago el teléfono y lo desarmo de nuevo. Coloco las piezas en cada lugar en que estaban antes. Y rodeo el sofá hasta sentarme de nuevo en él.
Me recuesto en el respaldar y coloco una pierna encima de la otra.
El pelirrojo no tarda en regresar.
—No me amarraste bien. —inquiero con una media sonrisa. Erwan se lleva una mano al rostro y niega con la cabeza. Camina hacia dónde se encuentran las piezas del teléfono móvil y se agacha para recogerlas.
Deja las cosas sobre la mesa y, mientras camina de vuelta hacia mí, comienza a hablar.
—Necesito tu permiso.
—¿Qué...? —me interrumpe.
—Pero en cambio, no lo pediré porque estoy muy desesperado.
Y sin decir nada más, acerca sus labios a los míos.
✘✘✘✘✘✘✘✘✘✘
¡Holiss!
Como muchos saben, ayer pasó el Huracán Ian por mi país, específicamente por la zona en que vivo y otras adyacentes, por lo que he estado sin luz desde ayer en la mañana. Razón por la cual no pude actualizar ayer. Las chicas del grupo de WhatsApp estuvieron al tanto, pero entiendo que no todos están en el grupo.
Por eso hoy estamos en un peculiar #MiércolesDeControl
Opiniones del capítulo por aquí. Se viene fuerte la cosa jjj
XOXO Killer Lady
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