✘T R E I N T A Y N U E V E✘
"La gente no tiene ni idea de hasta qué punto es arrastrada por el miedo. Este miedo no es fácilmente definible. Hay momentos en que este miedo se vuelve casi una obsesión"
George Ivanovich Gurdjieff
LEAH
Luana me devuelve el control del cuerpo cuando mi lengua se está mezclando con la de Erwan. Al instante, lo separo de un empujón y le doy una bofetada que resuena en toda la habitación.
—No vuelvas a hacer eso. —vocifero mientras me alejo hacia uno de los extremos del sofá y me vuelvo a tapar con la manta.
Erwan se lleva una mano a la mejilla colorada y deja escapar un leve bufido.
—Supongo que me lo merezco. —inquiere, recuperando la compostura— Hola de nuevo, rubia.
Se inclina de nuevo hacia mí y yo levanto una mano, automáticamente, poniéndome a la defensiva.
—Detente. —el pelirrojo sonríe.
La palma de mi mano toca su pecho por encima de la ropa mientras continúa acercándose. Mi corazón se detiene. El color esmeralda en sus ojos me hace dudar, poniéndome los pelos de punta. Estira su brazo hasta tomar la soga con la que estaba amarrada antes y regresa a su posición. Suelto el aire que no sabía que estaba conteniendo.
—Prepárate para cenar conmigo esta noche, rubia.
—¿No me vas a inmovilizar de nuevo? —pregunto en un hilo de voz.
—Si haces todo lo que te digo, no tengo por qué hacerlo.
Sin poder evitarlo, mi mirada se dirige hacia la puerta de madera que parece ser la salida principal.
—Ni pienses por un segundo que podrás escapar. —exclama Erwan, llamándome la atención— Solo hay una llave que puede abrir ese candado y no está a simple vista.
—No pensaba en escapar. —miento.
—Claro. —levanta una de sus cejas— Te espero a las 8:00 pm en este mismo lugar. No me hagas ir a buscarte. ¿Ha quedado claro?
Asiento, en contra de mi voluntad.
—Ahora, regresa a tu habitación. —ordena.
Cuando me pongo de pie, me aseguro de que la manta cubra cada espacio desnudo de mi piel. Mientras camino hacia la habitación, los tablones de madera debajo de mis pies, resuenan.
—Recuerda. —habla de nuevo, y mis pasos se detienen— Sin nada de ropa para la cena.
No le respondo, en cambio comienzo a correr cuando mi vista se empaña. Abro la puerta de la habitación y la cierro tras de mí, dejándome caer de lleno sobre la cama y desbordándome en lágrimas.
—¿Luana? —mascullo entre sollozos— ¿Estás ahí?
<¿Pasa algo?>
—Ayúdame a salir de aquí...
<Si todo sale bien, pronto estarás afuera. Así que, mientras tanto, has todo lo que él te ordene.>
—No quiero ser su juguete, Lu. —confieso.
<Y no lo serás. Conviértelo a él en tu juguete.>
—¿Cómo hago eso?
<Eres mujer y ese hombre está loco por ti. Usa las armas que te fueron otorgadas de nacimiento.>
—No sé si pueda hacerlo en esta situación.
<No hay nada que no puedas hacer, Leah. Ten eso siempre en mente.>
Decidí pasar lo que restaba de la tarde, debajo de la ducha. De una forma u otra, se sentía bien que mis lágrimas se mezclaran con el agua que caía por mi rostro. Cierro el grifo cuando estoy a punto de quedarme dormida. Me envuelvo en una toalla y me detengo frente al espejo. Paso mi mano por el cristal, deshaciéndome de la humedad.
Mis ojos están inyectados en sangre, parece como si estuviera drogada hasta la médula. Me siento horrible. No me gusta la expresión herida que porta mi rostro.
Me quito la toalla del cuerpo y la coloco sobre la repisa. Miro mi cuerpo desnudo a través de mi reflejo. Me avergüenza mostrarme así ante Erwan, obligada y no por voluntad propia. Me acomodo las ondas rubias de mi cabello por encima de los hombros, dejando que me tapen los pechos.
—Vamos, Leah. Tú puedes.
Cierro los ojos tomando una respiración profunda y, seguido, me encamino hacia la salida.
Mientras más me voy acercando al salón, me voy dando cuenta que la luz se encuentra apagada. Indecisa, me adentro en él. No pasa ni un segundo, cuando la puerta se cierra y la poca iluminación que entraba por ella, ahora no está, quedando en completa oscuridad.
—Hola, rubia. —me sobresalto al sentir la respiración de Erwan en mi oído. Sus manos me sostienen los brazos, evitando que pueda girarme.
—¿Por qué... todo está oscuro?
—Shh... —masculla colocando un dedo en mis labios.
Sus manos descienden por la piel desnuda de mis hombros, pasando por el lugar en dónde se doblan mis brazos y culminando en mis dedos, con los cuales juguetea. Que mis manos estén tan cerca de mi zona íntima, provoca que trague en seco, atemorizada.
—Tu piel es tan... suave. —murmura.
Mis labios se encuentran sellados. No me creo con la capacidad para formular palabra.
—Te tengo una sorpresa. —inquiere, impulsándome a que me mueva. Mis pasos son lentos, indecisos.
No puedo ver mucho, pero distingo la sombra de una mesa.
—Puedes sentarte. —hago lo que me ordena, quedando en uno de los extremos. Siento como el pelirrojo se aleja y se sienta en el otro extremo. No estamos muy lejos el uno del otro, si ambos estiramos la pierna, se chocarían entre ellas.
—No veo nada. No creo que pueda comer así. —exclamo.
—Solo espera.
En ese momento escucho el sonido de un mecanismo. Levanto la cabeza al notar que comienza a aparecer luz a través del techo. Como si una puerta se estuviera corriendo, el oscuro cristal encima de nosotros, es sustituido por un vidrio normal, en el que, al otro lado, se puede distinguir agua.
Me recuerda a una pecera, pero sin peces ni vegetación de ningún tipo.
—Madre mía. —exclamo, asombrada y sin poder apartar la mirada.
—¿Sabes dónde estamos? —pregunta Erwan y yo niego con la cabeza— ¿Recuerdas la piscina en la que casi te ahogas?
Sus palabras captan mi atención. Dirijo la mirada hacia él y me quedo embobada al detallar, gracias a la luz que proyecta el cristal sobre nosotros, su aspecto pulcro. Con un abrigo de cuello alto y una gabardina negra, pareciera como si la parca, en versión moderna, estuviera visitándome. Su cabello rojillo enrolado, hace contraste con sus gafas negras.
Por un momento, me olvido que tengo frente a mí a un asesino serial, mi secuestrador, y recuerdo al chico que una vez llamó mi atención.
—¿Ya terminaste? —inquiere con una ceja levantada.
—¿Perdón?
—De babear, digo.
Hago una mueca.
—Imbécil. —suelto.
Su sonrisa se intensifica.
—Extraño cuando me insultas.
—Puedo hacerlo las veces que quieras. —declaro— Soy buena en ello.
—Espero que seas igual de buena para meter cosas en tu boca.
—¿Perdón? —exclamo, ofendida.
—Me refiero a la comida, rubia.
Mis mejillas se calientan al instante.
—¿Qué pensabas, pervertida? —utiliza un tono juguetón para decir esa última palabra.
—Nada. —murmuro en voz baja y alejo la mirada de él, llevándola hacia el plato de comida frente a mí. Agarro el tenedor y trago saliva, notablemente hambrienta.
—Acércate. —ordena.
—¿Qué?
—Qué vengas.
Me quedo quieta por unos segundos. Como habíamos estado a oscuras, no me había incomodado la desnudez de mi cuerpo, pero, ahora que soy consciente de ello, me cuesta moverme por miedo a que él pueda verme sin ropa.
—Hace unas horas que te bañé. —habla de nuevo— No tienes por qué sentir vergüenza. Acércate.
Corro la silla hacia atrás y me levanto, lentamente. Sus ojos no dejan de detallar cada rincón de mi cuerpo mientras me muevo hacia él. Detengo mis pasos a unos pocos centímetros de él.
—Siéntate. —me ordena, dando unos ligeros toques a su muslo.
Con las piernas presionadas, me coloco sobre él. Siento el latido de mi corazón como a mil kilómetros por hora.
—Ahora, rubia. —murmura lentamente mientras me coloca un mechón de cabello, detrás de mí oreja— Quiero que te lo tragues todo.
✘⛓✘
KYAN
Saboreo la paleta en mis labios mientras espero a las afueras de la comisaría de Berlín. Se supone que debo sentir el sabor a fresa en mis labios, pero lo único que soy capaz de sentir en estos momentos, son las ganas que tengo de encontrar a Erwan y arrancarle la piel a pedazos.
En el momento en que el caramelo se desgasta en mi boca y me deshago del palito, diviso al Hauptmann der Polizei (Capitán) Volkov, descendiendo por las escaleras del BKA.
—Dime que encontraste algo. —inquiero cuando lo tengo lo suficientemente cerca como para que me escuche.
—Tengo algo. —informa con su peculiar tono sombrío. Mis músculos se relajan— Erwan Camus, hijo de Vladimir Camus, presidente de Allianz SE, y Nikita Becker, actualmente fallecida por un ataque al corazón, con 19 años de edad, nacido en 2001, y con un impecable registro académico.
Volkov, a quién conocí hace unos años mientras perseguía a su mujer, una pedófila de manual, ojea los documentos en sus manos y continúa.
—Su padre se volvió a casar cuando él era aún un niño. Su madrastra, Amber Weber, fue encontrada muerta en su hogar, producto de un robo.
—¿Un robo? —cuestiono.
—Eso es, literalmente, lo único que dice el registro del caso.
—¿Cómo que lo único?
—Así es. No hay huellas del lugar. No hay un culpable. No hay registro de pruebas. No hay autopsia. Solo es un caso marcado como "resuelto" y guardado en un almacén. —Volkov levanta una ceja.
—Eso quiere decir, que alguien pagó para que cerraran el caso sin pruebas. —inquiero, más como una afirmación que como una pregunta.
El Capitán asiente.
—Su residencia actual, se encuentra en el barrio de Mitte, acá en Berlín. —continúa— Hay otras dos casas a nombre de su padre, las cuales están escritas en estos documentos.
Volkov me ofrece los papeles. Los sostengo, pero el Capitán no los suelta.
—Kyan. —masculla. Nuestras miradas se encuentran— Sabes que ganaste mi confianza cuando me libraste del monstruo de mujer que tenía al lado, sin pedir nada a cambio. Pero, cómo alguien se entere que te estoy ayudando o te pillen haciendo lo que haces, lo negaré todo y no moveré un dedo si te encierran en prisión.
—Lo tengo claro, Volkov. —me hago con los documentos y le regalo una sonrisa de boca cerrada, antes de darme la vuelta y marcharme.
Reviso una de las direcciones de los papeles que me dio Volkov, y luego me guardo los documentos en la chaqueta. Me subo sobre mi moto y me coloco el casco, emprendiendo camino, en busca del hombre que tiene a Leah en su posesión.
La primera casa a la que me dirijo, tiene un alto nivel de seguridad. Me toma un par de días, para comprender el nivel de organización de los guardias y poder encontrar un punto muerto, por el que pueda colarme. Paso noches en vela sin dormir, hasta que, por fin, encuentro el momento exacto para poder entrar. No encuentro nada dentro, más que al padre, Vladimir, durmiendo con una mujer que podría pasar perfectamente por su hija, en la habitación principal.
Tacho esa casa en mi lista.
Me dirijo al siguiente lugar: un ático en un edificio de lujo. No hay nadie vigilando la entrada principal, ni en los alrededores. Me lleva solo un par de horas, hackear la contraseña de la puerta y abrirme paso a través de ella. Pero sigo sin encontrar rastros de Erwan.
Tacho de nuevo.
Continúo mi camino hacia la última dirección en mi lista. Pero salgo de aquel lugar, cómo mismo salí de los demás: sin ninguna información.
Abro la puerta de mi apartamento y la cierro de un portazo cuando estoy dentro. Lanzo el casco de la moto contra la pared, llevado por la ira. Comienzo a destrozar todo lo que encuentro a mi paso.
Tenías que haberla matado. Ahora alguien se te ha adelantado.
—¡Yo no quiero matarla, maldita sea! —exclamo, dejándome caer en el sofá con la cabeza entre las manos. Estoy harto de que la oscuridad que puso mi padre en mi cerebro, quiera asesinar personas cada dos por tres.
Mi teléfono comienza a vibrar en el bolsillo de mi chaqueta. Un número desconocido me llama. Respondo antes de que llegue el segundo tono.
—Hola. —nadie habla al otro lado— ¿Hola? —repito y comienzo a perder la poca paciencia que tengo ahora mismo cuando sigo sin escuchar nada— ¿Quién es?
Como nadie me responde, cuelgo la llamada y dejo el teléfono a mi lado sobre el sofá. No pasa mucho, cuando me llega un mensaje.
Soy Luana. Estoy con Erwan. Es el Blonder Jager. Tu padre está metido en esto también.
Mis ojos se abren con cada palabra que leo. Devuelvo la llamada, al instante. Me cuelgan. Insisto, pero el teléfono comienza a darme como apagado.
Gruño con frustración. No puede ser que acabe de tener la oportunidad perfecta para que Luana me diga dónde está y la acabo de desperdiciar como un idiota. No dejo de llamar al mismo número, aun sabiendo que es muy poco probable que me respondan. Si Luana logró usar un teléfono para llamarme sin que Erwan supiera, de seguro el chico la descubrió y ahora estará muerta, y si no lo ha hecho, no falta mucho para que se entere y la mate.
Niego con la cabeza. Necesito pesar fríamente y no dejarme llevar por la situación.
Cuando ya tengo pensado lo que voy a hacer, busco el contacto de Volkov y le pido que localice la llamada entrante a mi teléfono, desde el número por el que me contactó Luana y que me envíe la información cuanto antes. Me aseguro de adjuntarle, que la chica podría estar muerta con cada segundo que pase.
Meto la mano en el bol de dulces, sacando otra paleta, quitándole el envoltorio e introduciéndola en mi boca, mientras espero.
En cuanto me llega el mensaje de respuesta, me pongo de pie.
Tengo la ubicación.
Voy por ti, pequeña problemática.
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¡Holiss!
Hoy hay capítulo tempranito porque ya lo tenía preparado desde ayer.
Dejen sus opiniones por acá. Solo puedo decir... SE VIENE 😏
XOXO Killer Lady
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