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✘T R E I N T A Y D O S✘

"El que desde sus primeros años se acostumbra a la maldad, hace luego del crimen un arte."

Ovidio

KYAN

(horas antes)

Observo como Leah se marcha con aquel chico en mi puta cara. Mi mandíbula se tensa y mis manos se vuelven puños mientras intento contener la rabia. Me dijo que iba a volver y me mintió. Nuestras miradas se encontraron, le rogué que se quedara con mis ojos y no lo hizo. Se marchó.

Pensé que confiaba en mí. Pensé que me creía. Pero el terror que mostraba su expresión al mirarme, era como una bofetada de agua fría para mí.

Mátala. Mátala. Ya es hora de que lo hagas.

Reviso su ubicación en mi teléfono, pero no recibo ninguna señal. El recuerdo de haber apagado su localizador mientras intentaba mostrarle que podía confiar en lo que le decía, me llega de repente.

—Imbécil. —mascullo para mí mismo.

Me doy la vuelta, agarro el abrigo que dejé hace unos minutos en la encimera cuando llegué y me lo coloco. Estiro la mano hacia el cuenco de chucherías y saco una paleta, guardándola junto al móvil en uno de los bolsillos del parka. Busco uno de los tantos cubos de Rubik que tengo guardados en la mesa de noche de mi habitación y me encamino fuera de mi apartamento.

Presiono el botón del elevador y espero que baje. Cuando las puertas se abren, me subo en él y marco el botón del último piso.

Siento como la sangre hierve dentro de mí mientras la imagen de Leah alejándose de mí, se repiten una y otra vez en mi cabeza. No puedo pensar en nada más que no sea ella. Y por eso necesito ir a un lugar a despejar.

El elevador se detiene en el piso veinte. Al pasar el umbral, me muevo hacia las escaleras de emergencia y subo sin parar hasta llegar a la azotea del edificio. Cierro la puerta tras de mí, sintiendo una holeada de frío, inmediatamente. Me coloco el gorro del abrigo sobre la cabeza y camino hasta el borde del edificio con las manos metidas en los bolsillos del parka.

Saco la paleta que guardé antes y le quito el envoltorio, llevándola a mis labios, sintiendo al instante el sabor a chocolate y leche.

Uso mis manos para subirme al muro que rodea el borde del edificio y sentarme en él, con las piernas colgando hacia el precipicio. Ignoro el aire que me despeina el cabello. Saco una de las manos de mi abrigo junto con el cubo de Rubik y, mientras la otra la uso para sacar de vez en cuando la paleta, comienzo a mover mis dedos, resolviendo el acertijo.

Mátala y acaba de una vez con tu tortura.

Ignoro la voz de mi oscuridad. Llevo tanto tiempo sin matar a nadie, que no ha pasado un día en que no deje de atormentarme. Quiere que mate a Leah, a fin de cuenta sus manos están manchadas de sangre; pero yo no puedo hacerlo, y menos sabiendo de su enfermedad.

Pero sé que, en lo más recóndito de mi ser, no lo hago por lo que ella provoca en mí.

Por eso necesito recapitular en todo lo que sé hasta ahora de mí investigación sobre "Blonder Jager", para encontrar al culpable y saciar mi sed de sangre.

Cuando culminé mi último asesinato, decidí que necesitaba una próxima víctima un poco más peligrosa, que suponiera un desafío para mí. Estaba harto de aquellas personas que solo asesinaban por mero impulso, sin medir las consecuencias, sin ocultar sus rastros.

No quería nada fácil, quería una presa que estuviera casi a mi nivel.

Me vino como anillo al dedo este asesino serial con el cual la policía no había podido dar desde que habían comenzado las muertes. Quedé cautivado con su método y enseguida comencé a seguirle la pista.

Investigué a cada una de sus víctimas. No tenían nada en común, excepto el ser mujeres rubias. No tenían un rango de edad en específico, un día mataba a una adolescente de 18 años y al otro a una adulta de 48. Ningunas se conocían, ningunas frecuentaban el mismo lugar, ningunas nacieron en un día en específico.

No había nada que las relacionara. Al menos eso pensaba hasta que reportaron desaparecida a Georgina Smith, profesora de Historia de la Psicología. Ella y la penúltima víctima, tenían algo en común: ambas pertenecían a la Universidad Libre de Berlín, una como profesora y la otra como recién graduada.

Así que enfoqué mi investigación en ellas dos.

Le pedí a Zack más pases para entrar a la ULB. Él pensaba que solo los quería para ver a Leah, pero no podía estar más alejado de la verdad. Cada vez que veía a la ruina de mis deseos, le huía. Me había infiltrado como un universitario más y ella no podía reconocerme.

Me acerqué a las personas del entorno de Tyler, la penúltima víctima. Fui rechazado e ignorado por su mejor amiga, no era el tipo de chica que caería fácilmente con mi labia. Su novio, por el contrario, resultó ser un bocazas.

—El día que mi entrenamiento se alargó y no pude acompañarla a casa, me llamó y me dijo que sentía que la estaban siguiendo. —me confesó cuando le pregunté si ella le había contado algo fuera de lo común— Le dije que estaba siendo paranoica. Pensé que lo hacía para que me sintiera mal por haberla dejado sola y me molesté.

El joven se llevó las manos al cabello.

—Si tan solo le hubiera creído. Si no hubiera dejado que se fuera sola en su auto la noche después, quizás... ella estaría aquí.

Odio cuando las personas se arrepienten de haber hecho algo. Si te ibas a arrepentir, ¿para qué demonios lo hiciste?

La compañera de Georgina me contó prácticamente lo mismo. La profesora le había comentado que llevaba días sintiéndose observada.

Juntando ambas declaraciones, llegué a la conclusión de que el asesino las estudiaba antes de secuestrarlas, cosa que ya intuía por el tiempo entre los secuestros. Aunque no estaba seguro de si lo hacía para grabarse sus rutinas o para conocerlas y poder acercarse de alguna forma a ellas.

Lo siguiente que hice fue visitar el lugar en que fueron vistas por última vez. Tyler desapareció en donde había dejado estacionado su auto al salir de la fiesta. Un grupo de chicos la vieron acercarse a su vehículo, y luego se desvaneció. Eso es lo último que se sabe de ella. Su escena estaba limpia, así que no obtuve mucho de ella.

Georgina había salido del trabajo la última vez que fue vista. No se sabe dónde desapareció, ni nada mas. No obstante, siguiendo el curso de mi investigación y que la mayoría de las víctimas desparecieran junto a sus vehículos, me llevó a acercarme al estacionamiento de la universidad.

Según su compañera, la profesora no tenía auto propio. Siempre tomaba el metro para volver a casa. No obstante, eso no concordaba con el método del asesino. Fue entonces cuando recordé algo que había visto mientras revisaba las redes sociales de la hija de Georgina. En la última publicación, salía la foto de un Volkswagen Golf rojo y en la descripción decía: "Mamá me ha quitado mi auto. #LlorandoMientrasVuelvoACasaEnMetro"

El vehículo había sido un regalo de su padre por su cumpleaños. La noche antes de que la madre se lo quitara, ella había subido una foto mientras conducía el auto y sus amigos en los otros asientos sostenían bebidas alcohólicas. No dudo que ella también hubiera estado tomada.

Recorrí el aparcamiento de la ULB hasta dar con el vehículo de la foto. Me puse mis guantes negros y sostuve la manija del auto. Para mi sorpresa, la puerta se abrió, lo que significaba que Georgina había desaparecido luego de haber desbloqueado el vehículo. Adentro no había nada importante. Lo interesante se encontraba debajo del auto. En el asfalto y junto a una alcantarilla, estaban las llaves del vehículo y, a su lado, había una tarjeta ligeramente doblada que contenía escrito un versículo de la biblia.

La nota me pareció curiosa, así que la llevé a investigar con un conocido que trabajaba en un laboratorio. La cartulina contenía una sustancia que se componía por heroína, fentanil, carfentanil y un opiáceso sintético llamado U-47700. Todo eso en conjunto, conformaban una droga apodada "Muerte Gris", que podía matarte solo con tocarte.

Organizando los hechos, intuía que el asesino colocaba la nota en algún lugar en que la víctima pudiera tomarla antes de entrar al auto, posiblemente en el parabrisas, e inmediatamente el efecto de la droga la dejaba sin consciencia o muerta de una vez.

El siguiente paso de mi investigación me llevó a Pylones, una tienda de regalos. Cuando me metí en el sistema de la policía de Berlín, descubrí que la caja de regalos con el corazón que le enviaron a los familiares de Tyler, era la única que tenía el logo de la tienda en dónde fue comprada, y esa fue Pylones.

Me vestí de policía y busqué una de mis tantas placas falsas.

—¿Otra vez? —inquirió el dueño de la tienda cuando le pedí ver las grabaciones de las cámaras de la semana que había desaparecido Tyler— Ya se las enseñé a la policía cuando vino la primera vez.

—Estamos en un control rutinario de la investigación. Necesitamos su cooperación de nuevo.

El hombre dejó escapar un gruñido leve, y me hizo un ademán para que lo siguiera.

—Ya le comenté a los oficiales anteriores —declaró mientras yo observaba las grabaciones a máxima velocidad— que las cajas de regalos se dan aleatoriamente, a no ser que el cliente pida un color y un estampado específico. Y ese, en específico, es de los más pedidos. Supongo que por los corazones y el color rojo, sinónimo del amor y la pasión.

Bufo. Solo a un psicópata se le ocurriría envolver un corazón humano en una caja de regalo con un estampado de corazones en él.

No obtuve mucho de las grabaciones. El asesino lo pudo haber comprado esa semana, o hace un mes o hace un año. Y ese es un dato que no podía saber. Desistí de seguir viendo las grabaciones.

Mientras caminaba en dirección a la salida del establecimiento, mi mirada se encontró con la de un chico de cabello rojo y engominado. Sus fugaces ojos verdes se apartaron de mí, al tiempo en que llegó al mostraron y se recostó en él. La chica al otro lado, se sonrojó.

—Hola, bombón. —exclamó con un tono de voz melódico.

Recordaba haber visto a Leah subirse a un auto con él y también había estado junto con la amiga de Leah en la fiesta en el apartamento de la chica. Estaba seguro de que era compañero de Leah en alguna de sus clases. En ese momento, no le tomé mucha importancia. No fue hasta que Leah nos besó a ambos en la entrada de su universidad, que fui consciente del peligro que supondría este chico para mi relación con Leah. Y lo confirmé hoy, cuando ella se marchó con él.

Niego con la cabeza, llevándome de nuevo la paleta a los labios y dejando el cubo de Rubik a un lado, luego de haberlo armado por tercera vez.

Cada vez que pienso en Leah, mis otros pensamientos se reducen a cero.

Volviendo al tema principal, mi investigación. Hoy descubrí una nueva pista. Luego de que Leah se desmayara al ver a su amiga desangrada en el suelo, divisé el diario perteneciente a esta última, abierto en el suelo. Lo que leí en él, me dio mucho que pensar.

"Estos últimos días, en mi camino de regreso a casa, me he sentido observada, y no de la forma en que a mi me gusta. Presiento que algo malo va a pasar. Aunque no me imagino nada peor que el que Leah descubra lo que he estado haciendo con Max. Cada vez que..."

Según mi teoría, Camila podía ser la nueva víctima de Blonder Jager. Así que esta tarde comencé a investigarla. Iba a vigilarla en su casa y su rutina, como mismo hace el asesino, pero pasó lo de Luana y mis planes se vinieron abajo. Cuando salí de haber limpiado el desastre en casa de Max, me llegué hasta la de la chica, pero ella ya no estaba.

Me deshago del palito del caramelo, al tiempo en que mi teléfono suena con una llamada de Zack. Deslizo mi dedo sobre la pantalla para responder mientras masco el chicle que estaba en el interior de la paleta.

—¿Qué has hecho, Nikol? —la voz de Zack se escucha lejana. Me pongo de pie inmediatamente ante la mención de mi hermana y al darme cuenta que esta no es una llamada normal.

—Ahora podemos estar juntos. ¿No estás feliz por eso?

—La mataste... —murmura. Mi ceño se frunce.— Mataste a Alexa.

Mi corazón da un vuelco. No puedo creer lo que escucho. Mi hermana no es como yo. Ella no es una asesina. No pudo haber matado a nadie.

—Ella y Leah, me miraron con desprecio. —inquiere mi hermana. Mis pies ya se están moviendo hacia la salida— Me cerraron la puerta en la cara. Cuando volví para hablar con Alexa, me gritó como si fuera la culpable. Y yo no soy la culpable de nada. Yo estoy en tu corazón antes que ella.

—¿Te das cuenta de lo que has hecho? —Zack se escuchaba sorprendido. Su voz tiembla.— Has matado a Alexa en su casa.

—¿Por qué le estás tomando tanta importancia a esto? La maté y ya. Nos deshacemos del cadáver, y nadie tiene por qué enterarse.

—No creas que pienso ayudarte con eso.

—¿Y qué vas a hacer? ¿Llamar a la policía?

—Sin duda alguna.

—Venga ya. —bufa Nikol— No tuviste los cojones para decirnos a ambas que nos estabas engañando, no los vas a tener ahora para delatarme a la policía, ni para decirle a nadie lo que hice.

—No caigas en su manipulación, Zack. Por lo que más quieras. No le digas que... —mascullo antes de ser interrumpido.

—Pues es muy tarde para eso. —siento el traqueteo del teléfono al momento en que llego a la planta baja— Kyan ha escuchado toda nuestra conversación.

La llamada se cae al instante. Apresuro mi paso hacia el edificio de Leah. Subo las escaleras de dos en dos, saco la pistola que llevaba en el bolsillo interior del abrigo y disparo hacia el cerrojo de la puerta del apartamento de Leah al llegar. La abro con mi pierna y apunto el arma hacia enfrente.

La escena me deja pasmado. Alexa se encuentra decapitada sobre el sofá, Zack está inconsciente en los brazos de mi hermana en el suelo mientras ella me mira con los ojos llorosos y un cuchillo en el cuello del chico, sin llegar a herirlo.

—Baja esa arma. No puedes matarme. —exclama nada más verme— No eres como yo.

—Te sorprenderías, Nikol. —me muevo hacia ella.

—¡No des un paso más! —vocifera y me detengo— Si lo haces, su cabeza hará pareja junto a la de Alexa. Y ni tú ni yo, queremos eso, ¿verdad?

Mi corazón se agrieta al aceptar aquello que niego desde qué tomé esa llamada. Me mira con los ojos desorbitados.

—Te has convertido en un monstruo... —y yo contribuyo con la sociedad, aniquilándolos.

—No soy el único monstruo en nuestra familia, Kyan. —una lágrima se desliza por su mejilla.

—Yo no mato a inocentes.

—No me refería a ti. —murmura y porta una sonrisa rota en sus labios— ¿Acaso sabes por qué papá se negó a mi matrimonio con Zack?

Mi dedo roza el gatillo del arma.

—Porque no acepté que lo hipnotizara como ha hecho con nosotros y con sus "pacientes".

—Él nunca me ha hipnotizado. —niego con la cabeza.

—¿Nunca lo ha hecho o no lo recuerdas?

—No piensas que me voy a tragar eso...

—Papá nos ha hipnotizado a los dos. Cuando perdí la memoria por un corto período de tiempo en aquel accidente en la universidad, los recuerdos de todo lo que me había hecho olvidar a voluntad, llegaron a mí. —inquiere con los ojos rojos— Cada uno tiene una palabra clave que solo él sabe y que nos pone bajo hipnosis. Ya yo sé la mía y le he prohibido usarla de nuevo.

—Nada de lo que estás diciendo tiene sentido. —bufo.

—Eso no es lo peor, hermano. —se inclina hacia delante, aún con el arma puntiaguda en el cuello de Zack— Lo peor es lo que le hace a las chicas que acuden a él por ayuda y las hipnotiza.

—Cállate.

No quiero escucharla. Mi padre no le hace nada a esas chicas. Mi padre no le hizo nada a Leah.

—Abusa de ellas, Kyan.

—¡Qué te calles! —presiono el gatillo, impactando en el cuerpo de Alexa.

—¿Sabes cómo lo sé? —la voz de Nikol se quiebra— Porque yo fui su primera víctima.

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¡Holiss!

Aquí les traigo la actualización de esta semana. Puesto que la semana pasada estuve de vacaciones y tuve problemas con la conexión, no pude subir capítulo el martes. Pero hoy volvemos con los #MartesDeControl

Así que, opiniones del capítulo por aquí.

XOXO Killer Lady

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