✘T R E C E✘
"El mundo no está amenazado por las malas personas, sino por aquellos que permiten la maldad."
Albert Einstein
Me froto los ojos con las palmas de mis manos, tratando de recuperar la lucidez del momento. Debo de estar aún somnolienta como para crear ilusiones surrealistas como esta. Abro el grifo y me lavo la cara con agua.
Suspiro y vuelvo a levantar el rostro hacia el espejo, temiendo tener otra alucinación, pero esta vez solo veo mi reflejo tal y como debería ser.
—Eso es. —murmuro para mí misma, un poco más calmada.
Abro una de las gavetas debajo de la alacena, sacando uno de los conjuntos de ropa interior que guardo ahí dentro, por si alguna vez se me olvida traer la ropa al baño cuando me voy a duchar. No tengo más que ropa sucia aquí dentro, por lo que recojo la sabana del suelo y me la amarro al cuerpo, para que no se me caiga con el mínimo movimiento que haga.
No recuerdo nada de lo que sucedió anoche. La herida en la palma de mi mano trae a mi memoria el momento en que el vaso de cristal se rompió gracias a que tropecé con algo en el suelo. Después de eso, todo está negro.
¿Cómo demonios terminé en mi cama con Erwan?
Si llegamos a hacer algo, no sé cómo voy a contarle esto a Max. No creo que me perdone algo así.
<¿Acaso no recuerdas lo que hizo ese desgraciado anoche?>
Con el ceño ligeramente fruncido, sus palabras comienzan a tomar vida en mi cabeza. La forma en que dijo que no sentía nada por mí y que amaba a alguien más, echó a la basura todos los años que pasamos juntos.
Debe pagar por lo que hizo, pero por ahora voy a pretender que aún vivo en la ignorancia. Hay tantas formas en las que puedo joderlo, que solo el pensarlo provoca que una de mis comisuras se eleve.
Salgo del cuarto de baño, encontrándome a Erwan junto a mi ventana de espaldas a mí. Su torso está al descubierto y solo porta sus vaqueros. Si pasó algo entre nosotros anoche, no debería preocuparme demasiado, de todos modos ya no le debo nada a nadie.
Aunque sería una injusticia que haya pasado y que no hubiera podido disfrutar del momento.
—Anoche no pasó nada de lo que te imaginas. —exclama sin darse la vuelta, tomándome por sorpresa.
—Y solo para estar seguros... —me muerdo el labio inferior— ¿lo que me imagino es...?
Se gira, poniendo sus ojos en mí.
—Sexo.
—Y si no follamos, ¿qué pasó anoche exactamente para que yo terminara desnuda en mi cama contigo a mi lado? —me cruzo de brazos, enarcando una ceja.
—Te encontré desmayada en el baño. —suspira— Casi todos se habían ido y yo te estaba buscando para despedirme de ti. Te vi tirada en el suelo del baño y te llevé hasta tu habitación. Salí a buscar a Alexa o a tu novio para contarle lo que había pasado, pero no hallé a ninguno de los dos. Saqué a todos los que quedaban en la casa y cuando volví a tu habitación, estabas desnuda.
—¿Me violaron? —exclamo, aterrorizada, abrazándome a mí misma.
—Ja, ni de cerca. Tú misma te quitaste la ropa y la tiraste por toda la habitación. Dis que tenías calor.
—Entonces... —ordeno mis pensamientos y pregunto seguido— ¿Me viste completamente desnuda?
Él sonríe, remarcando sus hoyuelos. Asiente levemente.
—Yo fui quien te cubrió con una manta.
Hasta cierto punto, le creo. Sin embargo, aún hay algo extraño que no me convence del todo. Siento que hay algo que no me está contando.
—¿Y por qué tengo moretones por todo el cuerpo?
—¿Qué? —eleva las cejas, como si le hubiera tomado por sorpresa mi pregunta.
—Estoy llena de magulladuras que antes de anoche no tenía.
Ladea la cabeza, alejando su mirada de mí, mordiéndose el labio inferior como con indecisión.
Definitivamente hay algo que no me está contando.
—¿Qué me hiciste? —pregunto en un tono de voz bajo, temiendo lo peor.
Erwan pone sus ojos verdes sobre mí como dolido y los labios entreabiertos.
—¿Qué?
—¿Me golpeaste?
—¡¿Estás loca?! —vocifera, provocando que me sobresalte. Por la forma en que me mira, diría que está... ¿molesto?— ¿Me crees capaz de pegarte? ¿En serio, Leah? ¿Quién te crees que soy?
—¡No lo sé! —grito yo también— ¡No recuerdo nada! ¿Cómo quieres que lo sepa?
—Pensaba que éramos... algo. Amigos, tal vez. No pensé que confiaras tan poco en mí.
—Erwan, te conozco desde hace semanas.
—Vale, no tienes que poner excusas. —se agacha, tomando su camisa con rabia— Por si quieres creerme, anoche te me caíste por las escaleras mientras te subía. Es mi culpa. Pero tú puedes creer lo que sea. Sí, seguro te golpeé y ¿qué más quieres añadir? Claro, también me aproveché de ti.
—Erwan, no exageres.
—¿Ves? Ya ni siquiera me dices "pelirrojo"
—¡Tú me llamaste Leah hace unos segundos, también!
—¡Yo estaba molesto! —exclama, acercándose a mí y encarándome.
—¡Y yo estoy molesta ahora! —nuestros rostros están mucho más cercas de lo que deberían, y mi corazón está latiendo como loco. No sé si por la rabia o por otra cosa.
—¡Porque te da la gana!
—¡Vete a la mierda, imbécil!
—¡Ya estoy ahí!
—¡Te odio! —vocifero, y comienzo a empujarlo con furia— ¡No te imaginas cuanto te odio! ¡Maldito engreído, hijo de papi!
—¡Ya lo sé! ¡No tienes por qué recordármelo!
—¡Muérete!
—¡Mátame!
—¡Imbécil!
—¡Pesada!
—¡Hijo de papi!
—Ja —esboza una enorme sonrisa, irónica— Repetiste insulto.
—¡Vete de mi casa! —lo agarro por los hombros, arrastrándolo hacia la puerta de mi habitación.
—¡Sé caminar solo!
—¡Pues no lo parece! —lo empujo, escaleras abajo. Casi provoco que se vaya de bruces contra el suelo, lo que trae una punzada a mi cabeza, recordando que la noche anterior la que se dio de bruces contra el piso fui yo.
No mentía el muy imbécil.
—¿Profesor? —la voz sorprendida de Erwan, provoca que frunza el ceño, confundida.
—¿De qué hablas? —saco la cabeza por encima de su hombro y la imagen frente a mí, casi provoca que mi mandíbula caiga al suelo— ¿Profesor Peterson?
—Señorita Blake. —responde en un tono gentil, distinto al que usa en clases. Su cabello se encuentra algo desordenado, y no es hasta que bajo la vista para detallar la forma en que su camisa se ciñe a su pecho, que distingo unas pequeñas manos a su lado apretujando la tela de su camisa.
Alexa sale de su escondite detrás del profesor y me mira con algo de culpa.
—Hola... —masculla, agitando una mano en el aire con timidez.
—Pero que-
Al principio no entiendo lo que estoy viendo. Estoy tan rabiosa por mi discusión con Erwan, que me toma unos segundos calmarme y entender que acabo de encontrar a mi compañera de piso con mi profesor de Psicología Criminal.
Si hubiera sido solo eso, no sería un gran problema. Pero el que él tenga la misma ropa que traía en la fiesta de anoche, para colmo con una mancha de labial negro en la camisa que, casualmente, es el mismo que tiene Alexa corrido y casi imperceptible en los labios, por no mencionar que mi querida amiga anda en pijamas; me da a entender que esto sí que es un gran problema.
Alexa no me deja terminar la frase, ya que añade:
—¿Qué haces aún aquí, Erwan? —la mirada de mi amiga se encuentra con la mía y es cuando detallo que esta situación puede llevarse a confusión sin el contexto exacto.
—Dormí aquí. —declara el pelirrojo, y yo ladeo la cabeza como la niña del exorcista, escrutándolo con la mirada. Él se encoje de hombros con simpleza.
—¿Y tú qué haces envuelta en una sábana, Leah?
Regreso la vista a mi amiga y por la sonrisa imperceptible que tiene en los labios, sé que si no agarro las riendas de la situación, se puede virar la tortilla en mi dirección.
—Creo que es hora de qué aquellos que no vivan en esta casa, se vayan por dónde vinieron. —mascullo y elevo las comisuras de mis labios siendo irónica— ¿No crees, Alexa?
—Totalmente de acuerdo contigo, amiga mía.
—Pues, ¿qué están esperando? —exclamo más hacia Erwan— Con todo el respeto profesor.— inclino un poco la cabeza hacia "Zack" en señal de respeto. Sigue siendo mi profesor y no quiero problemas con él.
—No me llames. —decreta Erwan usando un tono de voz sombrío, antes de pasarme por al lado y desaparecer de mi vista.
—Yo... creo que me tengo que ir, cachorro... —abro los ojos en dirección a mi profesor, cuando esas palabras salen de su boca. Se percata de mi mirada y seguido se aclara la garganta— Digo, Señorita Tory.
Alexa mantiene los labios presionados, tratando de contener la sonrisa ya que la situación se hizo muy evidente.
—Nos vemos. —se despide ella, cerrando la puerta tras de él.
—Hay muchas cosas de las que tenemos que hablar, señorita Tory. —me burlo de ella, cruzándome de brazos cuando se gira de vuelta en mi dirección.
—Lo mismo digo, señorita "tengo novio, pero me beso con mi vecino y cojo con mi compañero de clases"
<Oh, girl. Creo que hay mucho que tienes que explicar.>
*-*
Con la cara contra la almohada, siento la constante vibración de mi teléfono en la mesita de noche. Abro los ojos, notando la oscuridad en el exterior a través de la ventana. No puedo creer qué lo estén volviendo a hacer.
Me doy la vuelta y cuando veo la hora en mi alarma, me percato de que está volviendo a pasar.
—¡ESTOY HARTA! —agarro el teléfono y lo coloco debajo de la almohada, en un intento inútil de ahogarlo.
Ya no sirve colgar la llamada, poner el teléfono en silencio, apagar el teléfono, siempre encuentra la forma de joderme de nuevo. No sé quién demonios se está haciendo pasar por mi padre, pero me está volviendo loca. Esta es la quinta noche que no me deja dormir.
Me levanto de la cama, moviéndome de un lado a otro intranquila.
<Relájate.>
Este es otro problema. Al principio no le tomé importancia porque ni me di cuenta, pero esta voz en mi cabeza... hablándome cada que le da la gana, me tiene vuelta loca. Sé que soy yo, pero no entiendo. No sabía que mi conciencia fuera tan intensa.
<No tienes que buscarle una explicación lógica a las cosas. A veces, solo tienes que dejarlo pasar.>
—¡CÁLLATE! ¡HAZ SILENCIO! —me hago un ovillo junto a la cama en el suelo— ¡DÉJAME PENSAR!
Me balanceo en el lugar, abrazando mis rodillas. Estoy perdiendo la cabeza.
Debajo de la cama, distingo la caja que me enviaron los otros días. No sé por qué no la he botado aún. No sé qué es lo que me asusta. Ni siquiera sé quién lo envió. Dice que fue mi padre, pero yo no estoy tan segura. O a lo mejor no lo quiero saber.
De seguro mi conciencia tiene razón y no debo de estarle buscando explicación a las cosas.
—Si. Eso es. —me pongo de pie, yendo de vuelta a la cama.
No obstante, antes de que pueda taparme, distingo algo raro en el espejo largo de mi habitación. Mi reflejo no está haciendo lo mismo que yo, si no que me mira con el ceño fruncido.
—¡AHHHH! —corro a encerrarme en el baño, abro el grifo de la ducha y me meto con ropa y todo, cerrando los ojos.
Me volví loca. Definitivamente.
Solo salgo del baño cuando los rayos de luz de la mañana se cuelan por la rendija en la pared. Me visto lo más rápido que puedo, sin mirarme en el espejo y corro escaleras abajo. No me importa que sea temprano, solo necesito salir de estas cuatro paredes.
Llego hasta el café que está a dos bloques de mi cuadra, que se encuentra abierto 24/7 y me pido un Capuchino y un sándwich para desayunar. Dejé el móvil en casa, por lo que me entretengo viendo a las personas pasar a través de las calles de Berlín mientras espero mi orden.
Distingo a Kyan en la acera de enfrente con dos bolsas negras en cada mano, echándolas en el bote de basura. Se sacude las manos y mira a ambos lados, antes de introducir las manos en los bolsillos de su sudadera y hacer su camino de vuelta.
Me pregunto por qué tuvo que caminar tanto para botar la basura cuando hay un cesto al doblar de nuestra cuadra, pero me olvido de ello cuando la dependienta se acerca a traerme la orden y me devoro el sándwich en menos de un minuto.
El café lo pedí para llevar, por lo que en cuanto termino de comer, salgo del café con el vaso plástico en la mano.
Antes de que pueda llevármelo a los labios, alguien detiene mis pasos entregándome una propaganda. Es una mujer con una gorra y un pequeño bulto de papeles en la mano.
—Gracias. —mascullo con una sonrisa, agarrando la hoja. La mujer asiente antes de seguir entregando la misma propaganda a las demás personas que pasan por su lado. Algunos la ignoran y otros arrojan los papeles a los cestos de basura, sin importarle que la mujer esté mirando.
Bajo la vista para leer lo que pone el papel.
¿Te acaban de echar del trabajo? ¿Tu novio te ha dejado? ¿No puedes afrontar la muerte de un familiar? ¿Tu marido te pidió el divorcio? ¿No puedes soportar el dolor? ¿Quieres borrar de tu mente aquello que te hace daño? Pues pide una cita con el Dr. Hunter, psicólogo de primera, y él solucionará todos tus problemas.
No importa tu condición o lo que sea que quieras eliminar de tu mente, el Dr. Hunter podrá ayudarte.
Solo tienes que llamar a este número xxx-xxx-xxx y en seguida serás atendido.
<¿Un psicólogo que borra recuerdos? Sí, claro.>
Doblo el papel y lo guardo en el bolsillo trasero de mi vaquero para no hacerle un feo a la mujer que reparte la propaganda, porque si no lo tiraría yo también en el basurero.
Llego a la universidad una hora antes de que comiencen las clases y decido pasarme por la biblioteca para leer un poco en lo que pasa el tiempo. Me pierdo entre las letras y cuando me vengo a dar cuenta, ya faltan diez minutos para que comience mi clase de Psicología Criminal, impartida por "Zack" el novio de mi querida compañera de piso Alexa.
Porque sí, ayer mi amiga confesó todo lo que estaba pasando entre ellos. Me tomó algo desprevenida, pero prometí guardar su secreto a pesar de que no me hacía mucha gracia que estuvieran saliendo, sobre todo porque mi amiga no se merece a alguien que la oculte.
—¡Hermosa! —los brazos de Max me envuelven la cintura por la espalda cuando salgo de la biblioteca.— ¿Cómo durmió, mi novia hermosa?
Mis músculos se tensan cuando recuerdo las palabras que le dijo la otra noche a esa perra: "Leah no significa nada para mí y nunca lo ha hecho" Ahora que sé que me engaña, me pregunto si seré la única engañada.
¿Y si él solo está jugando con las dos? No lo veo con intenciones de querer dejarme y, definitivamente, aún lo pongo caliente. Entonces, ¿qué quiere? ¿Sentirse más machito por tener a dos chicas derritiéndose por él?
Sea lo que sea, voy a seguirle el juego. Pero si algo tengo seguro, es que él no sale cuerdo de esta relación, le voy a destrozar tanto el ego que le va a dar vergüenza mirarse al espejo de nuevo.
Pero antes, necesito saber quién es la perra con la que me engaña.
—Triste porque no te tenía conmigo. —murmuro con voz melosa, cuando me doy la vuelta para devolverle el abrazo.
Él me besa la coronilla.
—Si no fuera porque a ti te gusta dormir sola, me quedaría contigo todas las noches.
—Lo sé, bebé.
—Perdón. —alguien llama mi atención tocándome el hombro.— ¿Eres Leah Blake?
Es una chica de piel morena y cabello rizado que nunca en mi vida había visto antes.
—Sí.
—Toma. Alguien me dijo que te diera esto. —me tiende un sobre y yo me tengo que separar de Max para tomarlo.
—Gracias. Pero ¿quién...?
La chica desaparece de mi vista rápidamente, antes de que pueda preguntarle nada.
—¿Qué es? —cuestiona Max a mi lado.
—Ni idea.
Luego de ver lo que hay en el interior, inmediatamente me doy cuenta, de que necesito ir a un psicólogo. No puedo aguantar más con estos recuerdos inútiles que no necesito y que lo único que hacen es atormentarme.
Necesito borrar su existencia de mi mente. No quiero saber nada más de mi hermana.
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¡Hola! He visto que han llegado nuevas personitas a la historia, a ustedes una cordial bienvenida. Pueden recoger su ticket para el psiquiátrico en la calle Locura. Y a los viejos, no me he olvidado de ustedes. Esta historia sigue y sigue y cada vez se pondrá mejor 7v7.
Por aquí dejen vuestras opiniones del capítulo y las teorías que tienen hasta ahora.
Aunque me demore en actualizar, no se preocupen, la uni y la editorial, me tienen cargada y casi no tengo tiempo para nada. Pero siempre volveré.
Os amo. Muasss.
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